DOMINGO XXX – B (24 de octubre
de 2015)
Proclamación del santo
evangelio según San Marcos 10,46-52:
En aquel tiempo, después que
llegaron a Jericó. Cuando Jesús salía de allí, acompañado de sus discípulos y
de una gran multitud, el hijo de Timeo —Bartimeo, un mendigo ciego— estaba
sentado junto al camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se
puso a gritar: "¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!" Muchos lo
reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de
David, ten piedad de mí!" Jesús se detuvo y dijo: "Llámenlo".
Entonces llamaron al ciego y le dijeron: "¡Ánimo, levántate! Él te
llama". Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y
fue hacia él.
Jesús le preguntó: "¿Qué
quieres que haga por ti?". Él le respondió: "Maestro, que yo pueda
ver". Jesús le dijo: "Vete, tu fe te ha salvado". En
seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino. PALABRA DEL SEÑOR.
Estimados(as) hermanos(as) en
el Señor Paz y Bien.
El evangelista San Lucas acuña el
inicio del ministerio público de Jesús de este modo: “Jesús fue a Nazaret,
donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se
levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías (61)
y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor
está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la
Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista
a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia
del Señor. Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en
la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles: "Hoy
se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír" (Lc
4,16-21).
En el posterior relato Lucas trae
a colación las primeras reacciones de la gente de unos a favor otro en contra
de Jesús: “Ellos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración
por las palabras de gracia que salían de su boca. Y otros decían: ¿No es este
el hijo de José? Pero él les respondió: "Sin duda ustedes me citarán el
refrán: "Médico, cúrate a ti mismo"…y agregó: Les aseguro que ningún
profeta es bien recibido en su tierra”. (Lc 4,22-24). El evangelio de Juan trae
otras escenas como por ejemplo: “Los judíos murmuraban de él, porque había
dicho: Yo soy el pan bajado del cielo. Y decían: ¿Acaso este no es Jesús, el
hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo puede decir
ahora: Yo he bajado del cielo? (Jn 6,41).
Los discípulos de Juan el
Bautista preguntaron a Jesús: "¿Eres tú el que ha de venir o debemos
esperar a otro? En esa ocasión, Jesús curó a mucha gente de sus enfermedades,
de sus dolencias y de los malos espíritus, y devolvió la vista a muchos ciegos.
Entonces respondió a los enviados: "Vayan a contar a Juan lo que han visto
y oído: los ciegos ven, los paralíticos caminan, los leprosos son purificados y
los sordos oyen, los muertos resucitan, la Buena Noticia es anunciada a los
pobres. ¡Y feliz aquel para quien yo no sea motivo de tropiezo!" (Lc
7,20-23).
En otra ocasión Jesús aclaro a
sus discípulos y les dijo: “Les hablo por medio de parábolas porque miran y no
ven, oyen y no escuchan ni entienden. Y así se cumple en ellos la profecía de
Isaías, que dice: Por más que oigan, no comprenderán, por más que vean, no
conocerán. Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados
sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no
oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y yo no los cure” (Mt
13,13-15). Es más, Jesús les dijo: “Felices, en cambio, los ojos de ustedes,
porque ven; felices sus oídos, porque oyen. Les aseguro que muchos profetas y
justos desearon ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; oír lo que ustedes
oyen, y no lo oyeron” (Mt 13,16-17). El evangelista Marcos agrega y dice:
“Tienen ojos y no ven, oídos y no oyen. ¿No recuerdan cuántas canastas llenas
de sobras recogieron, cuando repartí cinco panes entre cinco mil
personas?". Ellos le respondieron: Doce. Y aun ¿no entiendes? (Mc
8,18-19).
Jesús es más enfático en decir:
"Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que
tendrá la luz de la Vida" (Jn 8,12). Y ante el ciego de nacimiento dijo:
“Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo. Después que dijo esto,
escupió en la tierra, hizo barro con la saliva y lo puso sobre los ojos del
ciego, diciéndole: Ve a lavarte a la piscina de Siloé, que significa Enviado.
El ciego fue, se lavó y, al regresar, ya veía” (Jn 9,5-7).
Así, pues conviene preguntarnos
¿Quién es el ciego de nuestros tiempos si Bartimeo dejó de ser ciego?
Bartimeo, un mendigo y además
ciego. Dos desgracias juntas: “La de mendigo”, es decir, que vivía en la pobreza
mendigando un pedazo de pan para comer y subsistir cada día, para el colmo
“ciego”. Está sentado junto al camino por donde pasaría cantidad de gente a la
que él no podía ver ni reconocer; sin embargo, se da cuenta de que el que ahora
pasa es Jesús. No lo ve, pero quiere verlo. Se resigna a pedir limosna, pero no
se resigna a seguir viviendo ciego. ¿Imaginemos cuanta gente vive sentada en el
camino esperando no solo una limosna sino que alguien le haga ver? ¡Cuantos que
creemos tener buena vista, no logramos ver a nadie, y menos a Jesús que pasa a
nuestro lado y lo dejamos pasar, tal vez porque nadie nos despierta esa
curiosidad de conocerle algún día! No nos resignamos a vivir de limosna y somos
capaces de resignarnos a vivir ciegos espiritualmente.
Bartimeo decidió valerse por sí y
gritó. Nada de cortesías, grita. Hasta molesta a los que acompañaban a Jesús
que lo mandan callar, pero él grita más fuerte. Varias imágenes llenas de
sentido para iluminar también nuestras vidas. En primer lugar, no basta decir
que yo no veo a Dios. Hasta dónde tenemos esas ganas profundas del corazón que
quiere ver y oramos no en voz baja para que no se entere nadie, sino a gritos.
¿Alguna vez has rezado dejando que tu corazón grite? No le pide a Jesús que lo
saque de su pobreza y mendicidad, le pide que le haga ver. Además, la fineza de
Jesús. Mientras los demás le mandan callar, que siempre es lo más fácil, mandar
callar a quienes reclaman sus derechos, Jesús mismo lo manda llamar. Jesús es
tan delicado que ni siquiera le dice yo te voy devolver la visión, le dice “tu
fe ha curado”. ¿Qué le pedimos nosotros a Dios? ¿Que nos dé cosas o nos haga
verle a Él y ver a los demás? ¿Somos de los que mandamos callar a los que
gritan sus necesidades o más bien nos acercamos a ellos? Como ven, muchas
preguntas que esperan nuestras respuestas.
En resumen, ya en el A.T. se habla del valor trascendente de la vista: "Replicó la serpiente a la mujer: De ninguna manera morirán. Es que Dios sabe muy bien que el día en que coman del árbol prohibido, se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del bien y del mal. Y como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para lograr sabiduría, tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido, (Rm5, 12) que igualmente comió. Entonces se les abrieron a los dos los ojos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos; y cosiendo hojas de higuera se hicieron unos ceñidores” (Gn 3,4-7).
En el N. T. Jesús da el sentido real al mensaje de la ceguera: "Jesús dijo al hombre que ha sido curado de su ceguera: "He
venido a este mundo para un juicio: Para que vean los que no ven y queden
ciegos los que ven". Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le
dijeron: "¿Acaso también nosotros somos ciegos?" Jesús les respondió:
"Si ustedes fueran ciegos, no tendrían pecado, pero como dicen:
"Vemos", su pecado permanece en Uds." (Jn 9,39-41).
Muchos como Bartimeo pueden hoy
dejar de ser ciegos, pero seguirán siendo ciegos a falta de esa fe como la de Bartimeo. “Señor
auméntanos la fe” (Lc 17,5). Porque tú eres nuestra luz (Jn 6,12).