DOMINGO XVI – C (21 de julio de 2019)
Proclamación del Santo Evangelio según San Lucas 10,38-42:
10:38 Mientras iban caminando, Jesús entró en un pueblo, y
una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa.
10:39 Tenía una hermana llamada María, que sentada a los
pies del Señor, escuchaba su Palabra.
10:40 Marta, que estaba muy ocupada con los quehaceres de la
casa, dijo a Jesús: "Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con
todo el trabajo? Dile que me ayude".
10:41 Pero el Señor le respondió: "Marta, Marta, te
inquietas y te agitas por muchas cosas.
10:42 Sin embargo, una sola es necesaria. María eligió la
mejor parte, que no le será quitada". PALABRA DEL SEÑOR.
REFLEXIÓN:
Estimados hermanos(as) en el Señor Paz y Bien.
“El que es de Dios escucha las palabras de Dios; si ustedes
no las escuchan, es porque no son de Dios" (Jn 8,47). Luego nos dice. “El
que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el
primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser
servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud" (Mt
20,26-28). Por tanto, es muy importante servir, pero primero hay que escuchar a
Dios.
Si antes de actuar no entramos en sinfonía con nuestra
conciencia donde Dios nos habla, puede pasarnos como al sacerdote o levita del
domingo anterior que no actuaron en la voluntad de Dios (Lc 10, 30-32); si no
nos abrimos al consejo de Jesús puede pasarnos lo mismo que a los pescadores.
“Simón dijo a Jesús: Maestro hemos trabajado toda la noche y no hemos sacado
nada de peces, pero si tú lo dices, echaré las redes" (Lc 5,5); si no
escuchamos a Dios, puede pasarnos lo mismo que a Pedro que dijo a Jesús: “Dios
no lo permita, Señor, eso no te sucederá. Pero él, dándose vuelta, dijo a
Pedro: ¡Apártate de mi vista satanás! Porque tú piensas como los hombres y no como Dios" (Mt
16,22-23). ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su
vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? (Mt 16,26); “porque sin
mi nada podrán hacer” (Jn 15,5).
El evangelio de este domingo nos reporta varias ideas: Jesús
entra en casa de unos amigos donde pareciera que no viven sino dos hermanas (Jn
11,1), hecho que nos sugiere un ámbito familiar. En segundo lugar, trae a
colación la idea de la dignidad de la mujer; en aquel entonces las mujeres estaban
prohibidas de sentarse a escuchar a los maestros. En tercer lugar, acuña idea
de la ternura de Jesús para con la mujer; ningún hombre de aquel tiempo
respondería con la ternura y suavidad de Jesús a Marta que se queja:
"Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile,
pues, que me ayude."(Lc 10,40). Y en cuarto lugar nos sugiere la idea de
la prioridad entre el hacer y escuchar: "María ha elegido la parte buena,
que no le será quitada" (Lc 10,42).
1.- Ámbito familiar: Conviene recordar aquella cita en la
que Jesús se muestra como amigo fiel: “Este es mi mandamiento: que se amen unos
a otros como yo los he amado (Jn 13,34). No hay amor más grande que dar la vida
por sus amigos, y son ustedes mis amigos, si cumplen lo que les mando. Ya no
les llamo servidores, porque un servidor no sabe lo que hace su patrón. Los
llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que aprendí de mi Padre” (Jn
15,12-15). Y ampliando el panorama del ámbito familiar en el ámbito amical nos
topamos con aquella cita: “Él les contestó: ¿Quiénes son mi madre y mis
hermanos? Y mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dijo: Estos son
mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de Dios es hermano
mío y hermana y madre” (Lc 8,21). Por tanto y sabemos con qué confianza visita
Jesús a la casa de Marta y María (Lc 7,37-47).
La casa de los amigos de Jesús nos sitúa en Betania (Jn
11,1): “Había un hombre enfermo llamado Lázaro, que era de Betania, el pueblo
de María y de su hermana Marta. Esta María era la misma que ungió al Señor con
perfume y le secó los pies con sus cabellos (Jn 11,2). Su hermano Lázaro era el
enfermo. Las dos hermanas mandaron a decir a Jesús: Señor, el que tú amas está
enfermo. Al oírlo Jesús, dijo: Esta enfermedad no terminará en muerte, sino que
es para gloria de Dios, y el Hijo del Hombre será glorificado por ella. Jesús
quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro” (Jn 11,3-5). Por lo visto esta
casa visitada por Jesús es una casa de frecuente visita, de ahí que incluso se
ve a Jesús que lloró por su amigo lázaro cuando murió: “Al llegar María a donde
estaba Jesús, en cuanto lo vio, cayó a sus pies y le dijo: Señor, si hubieras
estado aquí, mi hermano no habría muerto. Al ver Jesús el llanto de María y de
todos los judíos que estaban con ella, su espíritu se conmovió profundamente y
se turbó. Y preguntó: ¿Dónde lo han puesto? Le contestaron: «Señor, ven a
ver.» Y Jesús lloró. Los judíos decían:
¡Miren cómo lo amaba!” (Jn 11,32-36).
2.- La dignidad de la mujer: Jesús demostrando que también
la mujer tiene derecho a sentarse, a respirar, a darse un descanso y regalarse
un espacio a sí misma. Recordemos el episodio de la ley que mata a pedradas
solo a la mujer que comete adulterio y no dice nada del adúltero “Los fariseos dijeron a Jesús: «Maestro, esta
mujer es una adúltera y ha sido sorprendida en el acto. En un caso como éste la
Ley de Moisés ordena matar a pedradas a la mujer. Tú ¿qué dices? Le hacían esta
pregunta para ponerlo en dificultades y tener algo de qué acusarlo. Pero Jesús
se inclinó y se puso a escribir en el suelo con el dedo. Como ellos insistían
en preguntarle, se enderezó y les dijo: Aquel de ustedes que no tenga pecado,
que le arroje la primera piedra” (Jn 8, 4-7). Y todos se retiraron avergonzados
porque nadie tenía conciencia limpia y luego dijo a la mujer: “Mujer, ¿dónde
están? ¿Ninguno te ha condenado? Ella contestó: Ninguno, señor. Y Jesús le
dijo: Tampoco yo te condeno. Vete y en adelante no vuelvas a pecar más” (Jn
8,10-11). Como es de verse, es Jesús el primero en salir en defensa de la mujer
y devolver su dignidad.
3.- Ternura de Jesús para con la mujer: "Marta, Marta,
te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor,
de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada" (Lc.
10,42). Todos tenemos este privilegio de hallar en Jesús la fuente de esa
fortaleza espiritual que tanto buscamos tanto varones y mujeres, pues Jesús nos
llama a todos a acercarnos a él si estamos fatigado o cansados: “Vengan a mí los
que van cansados, llevando pesadas cargas, y yo los aliviaré. Carguen con mi
yugo y aprendan de mí, que soy paciente y humilde de corazón, y sus almas
encontrarán descanso. Pues mi yugo es suave y mi carga liviana” (Mt 11,28-30).
Servicio y escucha son los dos ejes del Evangelio. Ambos son
igualmente necesarios. Claro, que antes de hacer es preciso escuchar. Antes de
hablar de Dios hay que escuchar a Dios. Antes de hablar de los hombres hay que
escuchar a los hombres. No para quedarnos siempre sentados, sino para que luego
vayamos a servirles. El trabajo es necesario. En el Evangelio no tienen cabida
los vagos que no saben sino ver televisión y sus telenovelas. Dice San Pablo:
“Quien no trabaja que no coma” (I Tes. 3,10). Pero el trabajo tiene que ser planificado.
Los quehaceres nos cansan, pero no podemos caer en el nerviosismo que, como
decimos hoy, nos lleva a vivir estresados, nerviosos, porque las tensiones
nerviosas nos quitan la paz y además hacen difícil la convivencia.
Todos necesitamos de tiempo para trabajar (lunes a sábado),
pero también necesitamos de tiempo para estar con nosotros mismos y de estar
también escuchando a Dios (Domingo). De lo contrario, terminamos vaciándonos
por dentro. Como alguien ha escrito: "Derecho a sentarse." Caminar,
sí; pero descansar también. Quien no sabe descansar se desgasta trabajando (Mt
16,26).
4.- Prioridad entre el hacer y escuchar: Dijo Jesús: “María
ha elegido la parte buena, que no le será quitada" (Lc. 10,42). Además de eso, Jesús ya nos ha dicho: “Uds.
son mis amigos, si escuchan y cumplen lo que les mando” ( Jn. 15,14). Y es más,
sin la escucha a la palabra de Dios, siempre tendremos necesidades y puede
pasarnos como paso en el inicio a los apóstoles: “Cuando terminó de hablar,
dijo Jesús a Simón: Lleva la barca mar adentro y echen las redes para pescar.
Simón respondió: Maestro, por más que lo hicimos durante toda la noche, no
pescamos nada; pero, si tú lo dices, echaré las redes. Así lo hicieron, y
pescaron tal cantidad de peces, que las redes casi se rompían” (Lc.5,4-6).
El domingo tiene que ser el día en que tenemos que sentarnos
como María a los pies de Jesús para escuchar su palabra y en esa escucha
hallaremos fuerzas para hallar el pan de cada día en el trabajo pero eso será
posible para los humildes y sencillos de corazón: “En aquella ocasión Jesús
exclamó: «Yo te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque has
mantenido ocultas estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la
gente sencilla. Sí, Padre, pues así fue de tu agrado. Mi Padre ha puesto todas
las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al
Padre sino el Hijo y aquellos a quienes el Hijo se lo quiera dar a conocer”
(Mt 11,25-27).
En el evangelio de hoy, lo que Jesús corrige no es el
servicio de la cocina, sino el activismo y, por tanto, la pérdida del ser. En
tal sentido Jesús destaca dos cosas. Ciertamente que lo primero y más
importante es "descansar y escuchar" porque sólo así podremos luego
trabajar con tranquilidad y serenidad y no como sucede con frecuencia con los
nervios a flor de piel. Más que de superioridades entre servicio y escuchar, lo
que Jesús quiere hacernos ver es solo cuestión de prioridades. Escuchar es
esencial, pero también es esencial el servicio. El hacer es importante, pero el
descansar también. Esto es válido en todos los campos de la vida: como padres,
como esposos, como personas, como jefes y, ¿sabes?, también como sacerdotes o
religiosos.
Es tan importante el escuchar porque si no escuchas por
ejemplo a tu esposa, ¿qué sabes de sus sentimientos y de qué le vas a hablar?
Si no escuchas a tus hijos, sus problemas, sus necesidades, no te quejes de que
luego no quieran ellos escucharte a ti. Si no conoces los problemas de la
gente, ¿de qué les vamos a hablar? ¿Sólo de fútbol? Y esto es válido para todos
y es esencial. Porque si yo como religioso o sacerdote no escucho primero a
Dios, ¿qué les puedo decir de Dios a los fieles? Si yo no tengo tiempo para
escuchar a Dios, ¿de qué lleno mi corazón y mi vocación? Si no escucho primero
a Dios hablaré de mis ideas, pero no de lo que Él quiere que hable.
Hoy en día se escucha con frecuencia a la gente: "No
tengo tiempo y por eso no voy a misa". Yo diría no tiene tiempo el que no
quiere y como tenemos tiempo para la fiesta del amigo o vecino y la novela y
luego decimos que no tenemos tiempo para ir a la Misa en el domingo. Además
necesitamos vivir de prioridades, de lo contrario lo accidental y secundario
termina por comernos vivos. He aprendido a disponer siempre de espacios de
silencio y escucha. De lo contrario, me vacío.
Hay gente que anda sin tiempo para Dios. Luego corre a la farmacia
porque sufre de hipertensión. Luego en busca de psicólogo. Por si no lo sabias,
la mejor pastilla, el mejor psicólogo, el mejor amigo es Jesús.
El evangelista Lucas subraya “le recibió”. Marta le ofrece a
Jesús la acogida propia de un huésped (así como también hará Zaqueo en Jericó,
Lc 19,6; o los dos peregrinos en Emaús, Lc 24,29). Ella hace lo contrario de
los samaritanos mencionados antes, en Lc 9,53, quienes “no le recibieron porque
tenía intención de ir a Jerusalén”; y ciertamente tiene algún parecido con el
“buen” samaritano que responde por la posada del hombre herido que recogió en
el camino (Lc 10,34-35), si bien en el caso de Marta -como diferencia- se trata
de la acogida del amigo.
Dos maneras de atender al huésped (Lc 10,39-40): La llegada
del huésped altera la casa. Sus dos habitantes despliegan energías para atenderlo
bien como ya se manifestó:
1. María (Escucha=domingo) (Lc 10,39): Dedica su tiempo a la
persona misma de Jesús, ella se sienta frente a él “a los pies del Señor…”. El
evangelista dice con precisión: “…escuchaba su Palabra” (Lc 10,39). El gesto de
María frente a Jesús nos recuerda la posición de un discípulo con relación a su
maestro (por ejemplo en Hch 22,3, Pablo se declara discípulo de Gamaliel con
estos términos: “instruido a los pies de Gamaliel en la exacta observancia de
la Ley”). La postura indica el interés por aprender recibiendo dócilmente la
“Palabra” (que en Lucas es una manera de indicar la predicación y de referirse
a toda la formación que Jesús les ofrece a sus discípulos).
Es interesante que Jesús anime a una mujer a aprender. Esto
tiene una gran significación, puesto que los maestros judíos generalmente se
oponían a que la mujer fuera a la escuela; Jesús hizo todo lo contrario (Lc
8,2-3).
2. Marta (activismo=lunes a sábado) (Lc 10,40): Por efecto
de contraste, Marta aparece entonces en el trasfondo de la escena haciendo
oficios: “estaba atareada en muchos quehaceres” (Lc 10,40). La frase describe a
Marta absorbida por los oficios de la casa, concentrada en su deber de ama de
casa y anfitriona. El relato insinúa que Marta deseaba escuchar a Jesús pero
las tareas (“muchas”) que se requieren para poder ofrecer una buena acogida se
lo impedían. Con la palabra “quehaceres” (diakonía) se nos deja entender en qué
consiste la tarea: todo lo que es propio del servicio de la casa. Incluye la preparación
del cuarto del huésped, el ambiente de la casa, pero sobre todo el servicio de
la mesa: preparar y llevar los alimentos a la mesa (tenemos buenos ejemplos en
Lucas 12,42; 17,8; 22,27; y otros pasajes; a Lucas le gusta el tema). En la
obra de Lucas este término va designando cada vez más una realidad de fondo: lo
propio del servicio eclesial, el cual genera grandes desgastes personales por
el bien de los demás (Lc 22,7; Hechos 6,2).
El diálogo de Marta y Jesús (Lc 10,40-42): Una pequeña
crisis se genera en la casa. La hermana mayor que se ha dado al oficio pesado
por la atención del huésped expresa su protesta por haberse quedado “sola en el
trabajo”. Se abre así un dialogo entre Marta y Jesús que no sólo resuelve la
crisis sino que saca a la luz la enseñanza central del acontecimiento. Marta se
dirige a Jesús (Lc 10,40). Probablemente Marta ya se ha dirigido primero a
María para pedirle ayuda, pero ahora vemos cómo pierde la paciencia y acude a
Jesús para pedirle que intervenga y mueva a la hermana perezosa.
Marta le habla a Jesús reconociéndolo como Maestro (por eso
aquí usa el título “Señor”). Marta le habla a Jesús en estos términos: a) Un
reclamo en forma de pregunta: “¿No te importa que mi hermana me deje sola en el
trabajo?”. El “¿No te importa?” tiene el sabor amargo de quien reclama para sí
una mejor consideración. Marta deja entender: “¿Es que yo no te importo?”. b)
Una orden: “Dile, pues, que me ayude”. Marta le dice a Jesús lo que tiene que
hacer, indicándole indirectamente en qué debe instruir a su hermana María.
Marta está al servicio de Jesús y quiere hacer todo lo posible por honrarlo, lo
cual es altamente loable, sin embargo no parece comprender la verdadera
dignidad de su invitado: él es Maestro y ha venido a su casa en esta condición. Como se ve, Marta no le deja ser su Maestro
porque no está abierta a lo que trae Jesús para ella y porque se coloca en la
posición de quien da las órdenes; ella cree saber qué es lo que Jesús debe
hacer.
Jesús se dirige a Marta (Lc 10,41-42): Y por fin se escucha
la voz de Jesús. En sus palabras a Marta notamos: 1) Se dirige a ella por su
nombre propio. La repetición del nombre indica que habla con cariño, pero
también con firmeza: “Marta, Marta”. Con esta manera de hablar, Jesús la
interpela desde el fondo de su identidad. Jesús va a corregir amablemente la
buena voluntad de Marta y a poner sus energías en la dirección correcta. 2) Le
hace caer en cuenta de su situación: “Te preocupas y te agitas por muchas cosas
pero solo una es necesaria y Maria escogió la mejor opción” (Lc 10,42).