III DOMINGO DE PASCUA – C (Domingo 01-05-2022)
Lectura del santo evangelio según san Juan 21,1-19:
21:1 Después de esto, Jesús se apareció otra vez a los
discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así:
21:2 estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo,
Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos.
21:3 Simón Pedro les dijo: "Voy a pescar". Ellos
le respondieron: "Vamos también nosotros". Salieron y subieron a la barca.
Pero esa noche no pescaron nada.
21:4 Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los
discípulos no sabían que era él.
21:5 Jesús les dijo: "Muchachos, ¿tienen algo para
comer?". Ellos respondieron: "No".
21:6 Él les dijo: "Tiren la red a la derecha de la
barca y encontrarán". Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no
podían arrastrarla.
21:7 El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: "¡Es
el Señor!" Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que
era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua.
21:8 Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la
red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla.
21:9 Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un
pescado sobre las brasas y pan.
21:10 Jesús les dijo: "Traigan algunos de los pescados
que acaban de sacar".
21:11 Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra,
llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos,
la red no se rompió.
21:12 Jesús les dijo: "Vengan a comer". Ninguno de
los discípulos se atrevía a preguntarle: "¿Quién eres?", porque
sabían que era el Señor.
21:13 Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo
mismo con el pescado.
21:14 Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció
a sus discípulos.
21:15 Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro:
"Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?" Él le respondió:
"Sí, Señor, tú sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta
mis corderos".
21:16 Le volvió a decir por segunda vez: "Simón, hijo
de Juan, ¿me amas?" Él le respondió: "Sí, Señor, sabes que te
quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas".
21:17 Le preguntó por tercera vez: "Simón, hijo de
Juan, ¿me quieres?" Pedro se entristeció de que por tercera vez le
preguntara si lo quería, y le dijo: "Señor, tú lo sabes todo; sabes que te
quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas.
21:18 Te aseguro que cuando eras joven, tú mismo te vestías
e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro
te atará y te llevará a donde no quieras".
21:19 De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía
glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: "Sígueme". PALABRA
DEL SEÑOR.
REFLEXION:
Estimados amigos y hermanos en la fe paz y bien.
“Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana,
estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por
temor a los judíos” (Jn 2019). Jesús les dijo: "¡La paz esté con ustedes!
Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes. Al decirles esto,
sopló sobre ellos y añadió: Reciban el Espíritu Santo” (Jn 20,21-22). Los
discípulos resucitan al recibir el soplo del Espíritu Santo, ahora los
discípulos pasan a ser apóstoles. Como se ve, la noche cruel que
acechaba como un lobo rapaz, el temor, pánico, congoja, decepción, el desánimo
y no era para menos; recordemos que acaban de asesinar al maestro supremo y los
apóstoles a dudas penas pudieron escapar para no ser también crucificados
conjuntamente con su maestro, tal escena disipa poco a poco. Los apóstoles
reinician con sus labores habituales, quizá con mucha desidia al saber que
tanto tiempo perdieron y para nada; quizá hasta olvidaron las estrategias de la
pesca.
Jesús había dicho a Simón: "No temas, de ahora en adelante
serás pescador de hombres" (Lc 5,10). Pedro dice me voy a pescar, los
demás compañeros reflejan alguna identidad aún de vida fraterna que aprendieron
de su maestro: “vamos también nosotros contigo” (Jn 21,3). Esta actitud se
sitúa ya en un contexto eclesial; Pedro, decide salir a anunciar el Evangelio,
pero no irá él solo también el resto se le une en la misión. Es que la Iglesia
no es solo el Papa, ni solo el Obispo, ni solo el sacerdote, la Iglesia somos
todos los bautizados (Mt 28,19-20). Todos somos responsables y todos estamos
llamados a "ir de pesca", aunque la expresión pueda parecer un tanto
extraña. Desde luego hubo épocas en que la Iglesia nunca dijo a los bautizados
vamos a pescar, pero felizmente aunque todavía de modo muy lento, vamos tomando
conciencia de que el anuncio del Evangelio tiene que ser obra de todos. No
aislados, sino formando una comunidad y comunión con el Pedro de hoy que es el
Papa.
Es sumamente importante tener una convicción firme y SIN
MIEDO A LOS FRACASOS. No siempre basta la buena voluntad y no siempre nos
sonríe el éxito. También hay momentos en los que el éxito brilla por su
ausencia. No todos son éxitos en la Iglesia. No todos son éxitos en el anuncio
del Evangelio. "Aquella noche no cogieron nada" (Jn 21,5). Son esos
momentos de oscuridad que terminan, con frecuencia, invitándonos al desaliento.
Hablo por experiencia como sacerdote y religioso consagrado, no siempre he sido
escuchado y no siempre he logrado lo que con todo corazón buscaba en mi
predicación. Alguna vez he desistido de ofrecer el Evangelio a alguien, de lo
cual luego me he arrepentido. Felizmente, he ido aprendiendo de la propia
experiencia y cuanto más me queda por aprender de la gente sencilla y de los
niños.
Es posible que aquella noche Pedro y los suyos fuesen
demasiado confiados en sus propias artes de pesca y fracasaron. Hasta que se
aparece Jesús y nos dice: "Tiren la red a la derecha de la barca y
encontrarán" (Jn 21,6). El supremo maestro si sabe de pesca, pero para que
Jesús coopere en la obra de la pesca requerimos hacer un alto en la jornada de
trabajo (Lc 10,39-42), conviene echar una mirada a Jesús que muy respetuoso
espera su turno nos sugiere cómo, cuándo y dónde tenemos que echar la red. Este
momento sin duda es el domingo, día del Señor y el día de la familia el hacer
un alto en la jornada de trabajo, dejar la red a un lado y dar una mirada de
apertura al Señor tiene mucho sentido en el domingo. Y Él nos dirá donde
tenemos que echar la red y veremos que la red si tiene peces si hay pan
suficiente para los hijos. Ya había dicho: “Sin mi nada pueden hacer” (Jn
15,5).
No somos nosotros los que cambiamos los corazones de los
demás. No somos nosotros los que podemos cambiar la vida de los demás. Esa es
obra de Jesús. Por eso, para anunciar el Evangelio necesitamos estar
acompañados de Él, confiados en Él. Fiándonos de Él. Los fracasos también
entran en la pedagogía de Dios. Nos enseñan a confiar y fiarnos más de Él que
de nosotros. De ahí que el evangelizador primero ha de hablar con Dios y
escuchar a Dios. Evangelización (Mc 16,15) y oración (Lc 17,5) caminan juntas
son los dos brazos del Evangelio. ¿No será también esta la pedagogía de los
padres cuando ven que sus hijos se alejan de la fe? No basta enfadarse, ni
echarles grandes discursos. Primero oremos por ellos. Desde la orilla Jesús
grita a los discípulos que están pescando y les hace una pregunta:
"¿Tienen pescado? (Jn 21,5) La respuesta es tajante: "No." Jesús
les dice: "Echen la red a la derecha de la barca y encontraran." Así
fue. El problema está dónde echar las redes, para ello hay que conocer bien el
mar y el movimiento de los peces. Para evangelizar hay que conocer la realidad
del mundo, de la historia y de los hombres.
A veces me temo que a nosotros nos suceda algo parecido a
los discípulos, queremos pescar en las Iglesias vacías. Mientras tanto, la
gente anda por la calle. La Iglesia puede estar vacía y las playas están a
abarrotadas de gente, pero ¿alguien se atreve a proclamar el Evangelio en la
playa? La Iglesia puede estar vacía y las calles están llenas de gente, pero
¿alguien se atreve a hablar del Evangelio en la calle? Tenemos que conocer
dónde está la gente. Posiblemente tendremos que cambiar nuestro estilo de evangelización.
Los templos se van vaciando cada vez más, pero nosotros seguimos empeñados en
no salir de lo habitual. Seguimos echando las redes a la "izquierda"
cuando Jesús nos invita a echarlas a la derecha. No esperemos que los peces
vengan a nuestras redes, es preciso echar las redes donde están los peces. No
esperemos que la gente venga a buscarnos, es preciso que nosotros salgamos a
buscar a la gente. Y digo nosotros porque esta Iglesia es nuestra, iglesia de
todos los bautizados. El problema no estaba en las redes, tampoco en los peces.
El problema estaba en los pescadores que pescaban donde no había peces.
Estimados hermanos en la fe, no es hora de llorar sobre la
tumba vacía, no es hora de mirar el cielo, no es hora de bonitas idea de Dios
(Mt 7,21), eso es lindo pero algo más importante es sabernos comprometer y
decir yo en qué y cómo puedo ayudar en esta tarea de la pesca. Jesús nos ha
dicho algo lindo en los apóstoles pescadores: Sígueme (Jn 21,19). Dios a pesar
de todo cuanto somos, sigue fiándose de nosotros, sigue apostando por nosotros.
Olvidó de las traiciones, de las negaciones (Jn 18,17); ahora dice a Pedro ¿me
amas? Si Señor; pastorea mis ovejas (Jn 21,15). Todos los bautizados somos
sacerdotes de Cristo y tenemos la misión de pastorear y depende de este trabajo
la vida eterna que nos prometió cuando dice: “Todo el que haya dejado casas, o
hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o esposa, o hijos, o tierras por mí,
recibirá cien veces más en esta vida, y heredará la vida eterna (Mt 19,29).
Jesús ya había manifestado, cuando dijo: “Yo he venido para
que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia. Yo soy el buen Pastor.
El buen Pastor da su vida por las ovejas. El asalariado, en cambio, que no es
el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las
abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa. Como es asalariado, no
se preocupa por las ovejas. Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis
ovejas me conocen a mí” (Jn 10,10-14). Recordemos también cuando había dicho:
“Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificare mi Iglesia” (Mt 16,18). Ahora
Jesús dijo: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?" Él le respondió:
"Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Pastorea mis
ovejas" (Jn 21,16).