sábado, 14 de septiembre de 2013
DOMINGO XXIV - C (15 de setiembre del 2013)
Evangelio según San Lucas 15,1 - 32:
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y
los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre
ellos: «Ése acoge a los pecadores y come con ellos.» Jesús les dijo esta
parábola: «Si uno de Uds. tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las
noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra?
Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al Regar
a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: ¡Felicítenme!, he
encontrado la oveja que se me había perdido. "Les digo que así también
habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por
noventa y nueve justos que no necesitan convertirse. Y si una mujer tiene diez
monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca
con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas
y a las vecinas para decirles: ¡Felicítenme!, he encontrado la moneda que se me
había perdido. "Les digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de
Dios por un solo pecador que se convierta.»
También les dijo: «Un hombre tenía dos hijos; el menor de
ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna. "El
padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando
todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo
perdidamente. Cuando lo había gastado
todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar
necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo
mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago
de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer. Recapacitando
entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de
pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi
padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco
llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros."
Se puso en camino a donde estaba su padre; cuando todavía
estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al
cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el
cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo." Pero el padre dijo a
sus criados: "Saquen en seguida el mejor traje y vístanlo; pónganle un
anillo en la mano y sandalias en los pies; traigan el ternero cebado y mátenlo;
celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido;
estaba perdido, y lo hemos encontrado." Y empezaron el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se
acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le
preguntó qué pasaba. Éste le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre
ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud." Él se
indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él
replicó a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer
nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete
con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes
con malas mujeres, le matas el ternero cebado." El padre le dijo: "Hijo,
tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque
este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos
encontrado."» PALABRA DEL SEÑOR.
REFLEXIÓN:
Muy estimados amigos en la fe Paz y Bien.
¿Recuerdan la enseñanza del domingo pasado? Presumo que si
lo recuerdan. Jesús decía: "Si alguno viene donde mí y no me ama más que a
su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y
hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío” (Lc 14,26). De esta enseñanza bien podemos extraer la palabra amor para aplicar a la enseñanza de Jesús
para este domingo XXIV del tiempo ordinario. ¡Cuánto nos ama Dios! Él quiere
que todos vivamos unidos en su amor.
Si pudiéramos resumir esta enseñanza de Jesús de hoy, San
Juan nos aporta un lindo enunciado: “Queridos míos, amémonos los unos a los
otros, porque el amor procede de Dios, y el que ama ha nacido de Dios y conoce
a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor” (IJn 4,7). Como
verán Uds. Y si aún quisiéramos resumir y quedarnos solo con una palabra
respecto a las enseñanzas de hoy, pues quedémonos tan solo con la palabra Amor
(Dios es amor).
Pues, bien. Yo veo tres enseñanzas importantes de Jesús en
las lecturas de hoy y que las tres enseñanzas están precisamente referidas al
amor de Dios hacia toda la humanidad:
1: El pecador vive perdido y la palabra perdido tiene connotación
o significación respecto al pecado. Las tres parábolas tratan: de la oveja
perdida, la moneda perdida y el hijo perdido. Pero fíjese que la palabra perdición
tiene connotación especial solo en el tercer caso o sea respecto al hijo menor.
Digo esto porque en el primer caso, nosotros mencionamos a la moneda perdida
para ser más académicos. Es un objeto perdido por tanto el asunto solo preocupa
a la dueña y no a la moneda. En el segundo caso, la oveja perdida, también solo
preocupa al dueño aunque la ovejita perdida corre por aquí y allá en busca del
rebaño, pero solo es por instinto, y no sabe que está perdida. Pero en el
tercer caso, fíjese que es distinto. El hijo perdido preocupa tanto al padre,
pero luego también al hijo perdido. Este episodio nos permite entender qué
valor tiene el hombre para Dios como su imagen y semejanza (Gn 1,26).
2: Dios nos ama, nos busca y se alegra cuando volvemos a
casa: “Se puso en camino a donde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos,
su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se
puso a besarlo” (Lc 15,20). Nunca se avergonzó del hijo que vuelve a casa harapiento,
maloliente porque huele cerdo; pues, lo
que rebasa en el corazón del padre es el amor hacia el hijo.
3: Los que amamos a Dios debemos entender que el amor
autentico a Dios pasa por el amor al hermano: “Quien dice que Amo a Dios, y no
ama a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el
que no ama a su hermano, a quien ve?” (I Jn 4,20). Y los de laca también lloran
por el hermano o el hijo perdido y lo buscan para traerlo a casa. Así fue
Moisés que en la primera lectura intercede por el pueblo que se había depravado:
“En aquellos días, el Señor dijo a Moisés: «Anda, baja del monte, que se ha
pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto. Pronto se han desviado del
camino que yo les había señalado” (Ex 32,7); San Pablo en la segunda lectura
reconoce que él fue gran pecador. Perdonado, busca llevar esa misericordia de
Dios a todos: “Pueden confiar y aceptar sin reserva lo que les digo: que Cristo
Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero” (ITm
1,15).
¿Por qué se fue el hermano menor de la casa? Por la misma razón porque nosotros lo
hacemos: En casa hay que obedecer al Padre, hay compromisos que cumplir. Hoy
muchos dicen: La Iglesia enseña que se deben guardar Mandamientos; me crea
cargo de conciencia; me hace sentir culpable y reprimido. ¡No más exigencias!
Tomaré los bienes de mi Padre (La vida y los dones que me ha dado) y me iré
lejos, a vivir a las anchas “con toda libertad”. Pues, ¿qué tipo de libertad te
buscas? En la calle también hay leyes y normas que cumplir hasta para caminar y
más, si te unes a una banda de libertinos, ahí hay también normas y leyes que
cumplir. ¿Qué buscas, otras sectas o iglesias sin normas? No lo encontraras.
Pero, inevitablemente, esa "liberación" lleva a la
ruina. Donde no hay compromisos no hay amor verdadero y el corazón se va
cerrando en si mismo y endureciendo. El hijo menor no solo sufrió pobreza y
hambre sino también el desprecio de no permitírsele siquiera alimentarse de la
comida de los cerdos. Los judíos no cuidan cerdos ni los comen por
considerarlos animal profano. En su extrema miseria el hijo recuerda la casa
del padre. Ahora los compromisos y mandamientos de su casa no le parecen nada
comparados a la felicidad que allí se vive. Decide regresar. Sabe que en
justicia no puede esperar volver a tener los privilegios de hijo. Ni siquiera
espera ser un siervo de la casa. Pedirá que el padre lo acepte como jornalero
(trabajador de afuera que se le contrata por una jornada).
El padre no había perdido la esperanza de recuperar a su
hijo y velaba por su regreso. Cuando lo ve a distancia, olvida su edad
venerable y corre como un niño a su encuentro para abrazarlo y besarlo. El
padre lo restaura en su relación como hijo: Un nuevo vestido, el anillo (con el
sello familiar que significa su identidad de hijo) y las sandalias. La parábola
da a entender que el hijo de verdad se ha arrepentido ya que, al encontrarse
tan bien recibido por su Padre, podría haber callado la confesión que tenía
preparada. Hubiese seguido interiormente muerto y perdido. Pero no es el caso.
Las tres parábolas nos hablan mucho de la desbordante
alegría de Dios al encontrar al hijo perdido. Es una alegría tal que quiere
compartirla con todos. ¡Alégrense conmigo! ¡Celebremos un banquete! La alegría
del Padre es por lo tanto alegría para toda la familia. Así es el amor. Ver a
Dios triste por faltarle un hijo nos debe entristecer. Igualmente verlo
exultante de gozo por el encuentro nos debe llenar de gozo.
Pero el hermano mayor no se alegra. Más bien se indigna. Una
vez más el padre sale en busca del hijo perdido. Ahora es el mayor que no
quiere entrar en la casa. Se pone de manifiesto que no siente la alegría del
padre porque no tiene el corazón del padre. Le reprocha al padre que nunca le
ha dado siquiera un cabrito a pesar de su obediencia. Pero está mintiendo.
Vemos al principio de la parábola que "El padre LES repartió los
bienes". De hecho, según la ley judía, el hijo mayor se quedó con la mayor
parte. Además, como hijo mayor tenía a su disposición la casa y los sirvientes.
Cuando el hombre se deja llevar por la ira, el demonio lo domina y lo engaña.
El hombre ciego por la ira pierde la razón.
El padre le corrige con la verdad: ""Hijo, tú estás siempre
conmigo, y todo lo mío es tuyo"
El hermano mayor se refiere a su hermano como: "ese
hijo tuyo". No quiere reconocer a
su hermano como tal. ¿Será que le molesta no ser el único hijo, no tener toda
la atención?. Ocurre en la peleas de familia
que no se quieren reconocer los lazos que nos unen. Pero el Padre le recuerda
que es su hermano: "Ese hermano tuyo". El hermano mayor dice:
"ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres y le matas el
ternero cebado". Insinúa que el padre condesciende con el pecado y lo
celebra. Pero, ¿Cómo sabe el hermano mayor lo de las "malas mujeres"?
El hermano menor se había ido a tierras lejanas. El mayor se había quedado en
casa. No tenían comunicación. Pero por
su ira, en vez de buscar reconciliación, exagera el pecado añadiendo nuevas
acusaciones falsas. Hace crecer la división que separa a las partes en
conflicto creando un abismo.
En resumen, si nos hemos alejado de la casa, Dios nunca nos
pierde de vista, nos sigue buscando siempre con una esperanza real en que algún
momento nos hallara para llevarnos otra vez a casa: “Yo los tomaré de entre las
naciones, los reuniré de entre todos los países y los llevaré a su propio
tierra. Los rociaré con agua pura, y ustedes quedarán purificados. Los
purificaré de todas sus impurezas y de todos sus ídolos. Les daré un corazón
nuevo y pondré en ustedes un espíritu nuevo: les arrancaré de su cuerpo el
corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en
ustedes y haré que signa mis preceptos, y que observen y practiquen mis leyes. Ustedes
habitarán en la tierra que yo ha dado a sus padres. Ustedes serán mi Pueblo y
yo seré su Dios” (Ez 36,24-27). Y en la misma connotación dice Juan: “Tanto amó
Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no
se pierda, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para
juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no
es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el
nombre del Hijo único de Dios” (Jn 3,16-18).
sábado, 7 de septiembre de 2013
DOMINGO XXIII - C (08 de setiembre del 2013)
Evangelio según San Lucas 14,25 - 33:
En aquel tiempo mucha gente
acompañaba a Jesús y volviéndose les dijo: "Si alguno viene donde
mí y no me ama más que a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus
hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío.
El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser
discípulo mío. Porque ¿quién de Uds, que quiere edificar una torre, no se
sienta primero a calcular los gastos, y ver si tiene para acabarla? No sea que,
habiendo puesto los cimientos y no pudiendo terminar, todos los que lo vean se
pongan a burlarse de él, diciendo: "Este comenzó a edificar y no pudo terminar."
O ¿qué rey, que sale a enfrentarse contra otro rey, no se sienta antes y
delibera si con diez mil puede salir al paso del que viene contra él con veinte
mil? Y si no, cuando está todavía lejos, envía una embajada para pedir
condiciones de paz.
Pues, de igual manera, cualquiera de Uds. que no renuncie a
todos sus bienes, no puede ser discípulo mío." PALABRA DEL SEÑOR.
COMENTARIO:
Estimados amigos en la fe Paz y Bien.
San pablo dice: “Para mí, Cristo Jesús lo es todo”
(Col,3,11) o lo mismo: “A causa del Señor nada tiene valor para mí, todo lo
considero basura con tal de ganar a Cristo” (Flp 3,8), “Para mí la vida es
Cristo” (Flp 1,21) Para quien piensa de esta manera las palabras del evangelio
de hoy tienen mucho sentido. Aunque la primera impresión que pudiera Jesús suscitar
en nosotros es que quiere poner muy alto precio a su seguimiento. Pero nada
concordante es nuestro parecer con el querer y mensaje de hoy. Lo que Jesús
busca es decirnos que: No te afanen tan pronto, piénsenlo bien antes de decidir.
Pero esto no es poner muy alto precio y tratar de apagar las ilusiones y las
esperanzas de nadie y menos se piense que Jesús trata de desanimar a alguien
que desea seguirle. Es sencillamente un llamado a la realidad. Y es que, seguir
a Jesús y por ende optar por el cielo, no es cosa de juego, no es una broma, ni
tampoco un irnos de un buen paseo un fin de semana. Seguir a Jesús es una
decisión para toda la vida y con todas las consecuencias. Aquí no hay lugar y
no debiera haber motivo alguno para dar vuelta atrás, y es que sencillamente
Dios no está jugando con nadie, la cuestión del Reino de Dios no es una cosa
pasajera y entre bromas. Dios se jugó todo por la humanidad y por tanto también
exige de quien desea seguirle que se la juegue todo por él. Y dígase lo mismo
de un matrimonio. ¿A quién le gustaría que se jueguen de él? ¿A quién le gustaría
que lo vean hoy como un vaso descartable que se usa y se bota?
Me es imposible seguir hablando y no ceñirme a las mismas
palabras de Jesús y lo primero que me viene a la mente es este famoso episodio
del joven rico y del doctor de la ley que preguntan al Señor: “Cuando se puso
en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: «Maestro
bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?» Jesús le dijo: «¿Por qué
me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás,
no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás
a nadie, honra a tu padre y a tu madre». El hombre le respondió: «Maestro, todo
eso lo he cumplido desde mi juventud». Jesús lo miró con amor y le dijo: «Sólo
te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un
tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme” (Mc 10,17-21). Fíjese lo que dice Jesús
“dáselo a los pobre todo” y no le dijo y así ya estás en el cielo, sino que,
dice luego “vente conmigo”. Y es que nadie puede llegar al cielo por su propia
cuenta, con Razón ya dijo en otro episodio: “Yo soy camino verdad y vida, nadie
va al Padre sino por mi” (Jn 14,6).
Y algo más: “Un escriba que los oyó discutir, al ver que les
había respondido bien, se acercó y le preguntó: «¿Cuál es el primero de los
mandamientos?». Jesús respondió: «El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro
Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y
con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas. El segundo es:
Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento más grande que
estos” (Mc 12,28-31).
Así, pues, cuando hoy Jesús nos dice: "Si alguno viene
donde mí y no me ama más que a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a
sus hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío”
(Lc 14,26). Jesús nos invita que si queremos seguirle, primero que reflexionemos
seriamente, y somos libres de seguirlo, pero si decidimos ir tras su llamada;
porque no acepta seguidores que digan si y luego se cansen y se queden a medio
camino, como quien comienza a edificar una torre pero no tiene con qué
terminarla. La gente se va a reír de él, "comenzó y no pudo terminar".
(Lc 14,30). Esto hay que aplicarlo a todo. Por ejemplo en el matrimonio ha de
ser lo mismo: "Antes de casarte, piensa si estás dispuesto a llegar hasta
el final del camino con este hombre o con esta mujer, y no quejarte y pedir el
divorcio." O te casas para siempre o no te cases mejor. Igual habría que
decir que si te sientas llamado al sacerdocio o vida consagrada, piénsalo bien,
no sea que luego vengas con el cuento de que no era para ti esta forma de vida.
Desde luego hay muchos episodios que nos recuerda esta opción a medias que Jesús
nunca aceptará: “Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús: «¡Te seguiré
adonde vayas!». Jesús le respondió: «Los zorros tienen sus cuevas y las aves
del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la
cabeza». Y dijo a otro: «Sígueme». El respondió: «Permíteme que vaya primero a
enterrar a mi padre». Pero Jesús le respondió: «Deja que los muertos entierren
a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios». Otro le dijo: «Te seguiré,
Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos». Jesús le respondió: «El
que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de
Dios” (Lc 9,57-62).
Jesús ya nos había dicho: “La verdad os hará libres” (Jn
8,32). Jesús no tiene reparo alguno al proponer como meta de su seguimiento una
meta muy alta. Ser capaz de aventurarse a una fidelidad que puede llevar hasta
la mismísima cruz: “El que quiera venir detrás de mí, que se renuncie a sí
mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida,
la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará. ¿De qué le
servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el
hombre a cambio de su vida? Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su
Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus
obras. Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán antes
de ver al Hijo del hombre, cuando venga en su Reino» (Mt 16,24-28).
Por eso decimos que, Jesús es realista, sabe que somos
fáciles de entusiasmarnos con altos ideales, y también sabe que somos demasiado
fáciles para luego echarnos atrás o quedarnos a medio camino. Pudiéramos pensar
como ya hemos dicho al inicio que aquí Jesús trata de desalentar a la gente a
que le siga. Sin embargo, Jesús lo que hace es, primero, ponernos una meta alta
y es cierto que es muy difícil, pero si
es posible porque Dios nunca nos manda lo que no es posible para el
hombre. Por eso no quiere seguidores que se entusiasman hoy y se desalientan
mañana. Lo que no reclama es que nadie está obligado a seguirle, es una opción
libre que cada uno asume, pero quiere que sea una opción pensada. Primero es
preciso "sentarse y pensar" hasta donde tenemos el coraje de llegar
hasta el final.
Ser cristiano no es una broma, pretender llegar al cielo no
es cuestión de mera ilusión como lo del joven rico (Mc. 10,17). Ser cristiano
no es fuego de un día. Ser cristiano no es que yo hoy me entusiasme y mañana no,
muy bonitos deseos en la noche, pero que se apagan tan pronto como llega el día.
Ser cristiano es tomar en serio el Evangelio y es tomarle en serio a Él. Cuando
en Cafarnaún Jesús anunció el "pan de vida" y, por tanto, su muerte,
la gente que le seguía se escandalizó, muchos se echaron atrás después de
oírlo, muchos de sus discípulos decían: “¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede
escucharlo?». Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: ¿Esto
los escandaliza? ¿Qué pasará entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir
donde estaba antes? El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las
palabras que les dije son Espíritu y Vida. Pero hay entre ustedes algunos que
no creen». En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que
no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y agregó: «Por eso les he dicho
que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede». Desde ese momento,
muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo. Jesús
preguntó entonces a los Doce: «¿También ustedes quieren irse?». Simón Pedro le
respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros
hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios». Jesús continuó: «¿No soy yo,
acaso, el que los eligió a ustedes, los Doce? Sin embargo, uno de ustedes es un
demonio” (Jn 6,60-70).
Es que ser cristiano no es tomarse un fin de semana en un
campamento en la sierra o en la playa. Ser cristiano es la mayor aventura de la
vida, el mayor riesgo de la vida porque es seguirle a Jesús y llegar hasta
donde Él llegó. Por eso ser cristiano implica tomar decisiones pensadas,
reflexionadas. De lo contrario, corremos el peligro del que decidió construir
una torre y no tenía con qué terminarla (Lc 14,30). Al final, todo el mundo se reiría de
él. Yo pienso cuántos no se reirán de muchos de nosotros, cristianos que nos
quedamos en la pila bautismal y no avanzamos más que hasta la Primera Comunión
y ahí nos sentamos y toda la vida la pasamos piola como dirían los jóvenes de hoy. Recordemos lo que nos ha dicho ya el mismo Señor: “No todos los que me dicen: «Señor, Señor», los que entrarán
en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que
está en el cielo. Muchos me dirán en
aquel día: “Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a
los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre?”. Entonces yo les
manifestaré: Jamás los conocí; apártense de mí, ustedes, los que hacen el mal».
Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en
práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca.
Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y
sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre
roca. Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede
compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena». Cayeron las
lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la
casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande” (Mt 7,21).
Jesús no quiere cristianos que hagamos el ridículo ante la
gente. No quiere cristianos arrepentidos que tratan de buscar caminos más
fáciles. Jesús quiere cristianos de cuerpo entero que son capaces de jugarse
enteros por él, porque él y en él Dios se jugó todo por él hombre: “Tanto, Dios
amó al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no
muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al
mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es
condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre
del Hijo único de Dios” (Jn 3,16-18).
JORNADA MUNDIAL POR LA PAZ EN ASÍS
sábado, 31 de agosto de 2013
DOMINGO XXII - C (01 de Set del 2013)
San Lucas 14 1.7-14:
En aquel tiempo sucedió que, Jesús habiendo ido en sábado a
casa de uno de los jefes de los fariseos para comer, ellos le estaban
observando. Jesús notó cómo los
invitados elegían los primeros puestos, les dijo una parábola:
"Cuando seas convidado por alguien a una boda, no te
pongas en el primer puesto, no sea que haya sido convidado por él otro más
distinguido que tú, y viniendo el que os convidó a ti y a él, te diga:
"Deja el sitio a éste", y entonces vayas a ocupar avergonzado el
último puesto. Al contrario, cuando seas convidado, vete a sentarte en el
último puesto, de manera que, cuando venga el que te convidó, te diga:
"Amigo, sube más arriba." Y esto será un honor para ti delante de
todos los que estén contigo a la mesa. Porque todo el que se ensalce, será
humillado; y el que se humille, será ensalzado."
Dijo también al que le había invitado: "Cuando des una
comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus
parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que ellos te inviten a su vez, y
tengas ya tu recompensa. Cuando des un banquete, llama a los pobres, a los
lisiados, a los cojos, a los ciegos; y serás dichoso, porque no te pueden
corresponder, pues se te recompensará en la resurrección de los justos."
PALABRA DEL SEÑOR.
COMENTARIO:
Estimados amigos(as) en el Señor Paz y Bien.
Hace dos domingos el Señor dijo: “Vine a prender fuego sobre
la tierra” (Lc 12,49). Y el domingo anterior entre la gente alguien preguntó al
Señor: “Serán pocos los que se salven?” (Lc 13,23). Decíamos que: El amor de
Dios no tiene límites, el amor de Dios no conoce de números si entendemos que
el medio de salvación es el amor. Y en la misma línea dice Juan: “Tanto amó
Dios al mundo le dio a su Hijo Único, para que quien cree en él no se muera,
sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para
condenar al mundo, sino para que se salve el mundo gracias a él” (Jn 3,16-17)).
Y el mismo Señor nos lo dice así: “Yo soy la puerta: el que entre por mí estará
a salvo; entrará y saldrá y encontrará alimento. El ladrón sólo viene a robar,
matar y destruir, mientras que yo he venido para que tengan vida y la tengan en
plenitud. Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas” (Jn.
10,9-11).
Hoy en el evangelio del día nos topamos con tres ideas: “Jesús vio que los
invitados escogen los primeros asientos” (Lc 14,7). Segunda idea: Todos el que
de enaltecer será humillado y quien se humille será enaltecido” (Lc 14,11). Y una
tercera idea: tema central, la gratuidad: “Cuando des un banquete invita a los
pobres… y feliz de ti porque no pueden pagártelo, te pagaran cuando resuciten
los juntos” (Lc 14,13).
Como es uds notaran el tema de enseñanza de hoy está
centrada la gratuidad o mejor dicho en el tema del amor. Y con razón Juan en su
carta I dice “Si amas estás en Dios y conoces a Dios y si no amas no estás en
Dios y no conoces a Dios, porque Dios es amor” (I Jn 4,8). Y los mismo dice Jesús
a la pregunta del doctor de la ley: “Entonces se adelantó un maestro de la Ley
y le preguntó: ¿Qué mandamiento es el primero de todos? Jesús le contestó: El
primer mandamiento es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es un único
Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con
toda tu inteligencia y con todas tus fuerzas. Y después viene este otro: Amarás
a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento más importante que
éstos (Mc 12,28-31).
Jesús no tiene reparo alguno al proponer como meta de su
seguimiento una meta muy alta. Ser capaz de aventurarse a una fidelidad que
puede llevar hasta la mismísima cruz, que es la misma expresión muy sintética
del amor de Dios hacia la humanidad, “No hay amor más grande que el dar la vida
pos rus amigos” (Jn 15,14). Pero Jesús es realista, sabe que somos fáciles de
entusiasmarnos con altos ideales, y también sabe que somos demasiado fáciles
para luego echarnos atrás o quedarnos a medio camino. Dios no es de ilusiones
tan altas como el del joven rico. “Que hare para heredar la vida eterna?:
Cumple los mandamientos y tendrás vida eterna… ya la cumplí que más me falta? Jesús
le dijo te falta algo: vende todo cuanto tienes dáselo a los pobres y tendrás
un tesoro en el cielo y luego sígueme” (Mc 10,17).
En el evangelio de hoy bien pudiéramos pensar que Jesús
trata de desalentar a la gente a que le siga. Sin embargo, Jesús lo que hace
es, primero, ponernos una meta alta y difícil, pero posible si es posible para
quien si se propone en verdad. Por eso no quiere seguidores que se entusiasman
hoy y se desalientan mañana. Lo que no reclama es que nadie está obligado a
seguirle, es una opción libre que cada uno asume, pero quiere que sea una
opción pensada. Primero es preciso "sentarse y pensar" hasta donde
tenemos el coraje de llegar hasta el final.
Ser cristiano no es una broma y de meras ilusiones. Ser
cristiano no es fuego de un día. Ser cristiano no es "fuegos
artificiales", muy bonitos en la noche, pero que se apagan pronto. Ser
cristiano es tomar en serio el Evangelio y es tomarle en serio a Él. “Pedro
dijo nosotros lo hemos dejado todo para seguirte. Jesús aclaro a Pedro: Quien
haya dejado casa, padres, hermanos, campos por mí, recibiera cien veces más en esta
vida y en la otra la vida eterna” (Mc 10,28).
Es que ser cristiano no es tomarse un fin de semana en un
campamento en la sierra o en la playa. Ser cristiano es la mayor aventura de la
vida, el mayor riesgo de la vida porque es seguirle a Jesús y llegar hasta
donde Él llegó. Por eso ser cristiano implica tomar decisiones pensadas,
reflexionadas. De lo contrario, corremos el peligro del que decidió construir
una torre y no tenía con qué terminarla. Al final, todo el mundo se reiría de
él. Yo pienso cuántos no se reirán de muchos de nosotros, cristianos que nos
quedamos en la pila bautismal y no avanzamos más que hasta la Primera Comunión
y ahí nos sentamos.
Jesús no quiere cristianos que hagamos el ridículo ante la
gente. No quiere cristianos arrepentidos que tratan de buscar caminos más
fáciles. Jesús quiere cristianos de cuerpo entero que son capaces de jugarse
enteros y todo por él, porque él se jugó todo por ti e incluso dios su vida por
ti y al respecto San Pablo dice: “El (Cristo Jesús), siendo de condición
divina, no se apegó a su igualdad con Dios, sino que se redujo a nada, tomando
la condición de servidor, y se hizo semejante a los hombres. Y encontrándose en
la condición humana, se rebajó a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte,
y muerte en una cruz. Por eso Dios lo engrandeció y le dio el Nombre que está
sobre todo nombre, para que al Nombre de Jesús se doble toda rodilla en los
cielos, en la tierra y entre los muertos, y toda lengua proclame que Cristo
Jesús es el Señor, para gloria de Dios Padre”(Flp 26-11).
sábado, 24 de agosto de 2013
DOMINGO XXI - C (25 de agosto del 2013)
DOMINGO XXI - C (25 de agosto del 2013)
Evangelio de San Lucas 13,22 - 30:
En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría
ciudades y pueblos enseñando y alguien de la gente le dijo: "Señor, ¿son
pocos los que se salvan?" Él les dijo: "Luchen por entrar por la
puerta estrecha, porque, les digo, muchos pretenderán entrar y no podrán.
Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, se
quedaran afuera y llamaran a la puerta diciendo: "¡Señor, ábrenos!" Y
les responderá: "No sé de dónde son." Entonces dirán: "Hemos comido y bebido contigo, y
tú has enseñado en nuestras plazas"; y les volverá a decir: "No sé quiénes
son. ¡Retírense de mí, malditos!" Allí será el llanto y el rechinar de
dientes, cuando vean a Abraham, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el
Reino de Dios, mientras a ustedes serán echan fuera. Y vendrán de oriente y
occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios. Y
hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos." PALABRA
DEL SEÑOR.
Estimados amigos en la fe Paz y Bien.
¿Recuerdan el mensaje del domingo anterior? Decía Jesús: "He
venido a prender fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera
encendido!” (Lc 12, 49). Y decíamos al respecto remitiéndonos a las mismas
palabras de Jesús que vino a comunicarnos de parte de Dios Padre cuánto nos ama
y nos quiere: “No hay amor más grande que dar la vida por sus amigos, y son
ustedes mis amigos, si cumplen lo que les mando. Ya no les llamo servidores,
porque un servidor no sabe lo que hace su patrón. Los llamo amigos, porque les
he dado a conocer todo lo que aprendí de mi Padre. Ustedes no me eligieron a
mí; he sido yo quien los eligió a ustedes y los preparé para que vayan y den
fruto, y ese fruto permanezca. Así es como el Padre les concederá todo lo que
le pidan en mi Nombre” (Jn 15,13-16)
Hoy preguntan Jesús: "Señor, ¿serán pocos los que se
salvan?" (Lc 13,23).El amor de Dios no tiene límites, el amor de Dios no
conoce de números si entendemos que el medio de salvación es el amor. Y en la
misma línea dice Juan: “Tanto amó Dios al mundo le dio a su Hijo Único, para
que quien cree en él no se muera, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no
envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que se salve el
mundo gracias a él” (Jn 3,16-17)). Y el mismo Señor nos lo dice así: “Yo soy la
puerta: el que entre por mí estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará
alimento. El ladrón sólo viene a robar, matar y destruir, mientras que yo he
venido para que tengan vida y la tengan en plenitud. Yo soy el Buen Pastor. El
buen pastor da su vida por las ovejas” (Jn. 10,9-11).
Hoy en su enseñanza termina Jesús termina con una afirmación
bien sencillo: "Y vendrán de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur, y
se sentarán a la mesa en el reino"(Lc 13,19). Ahí tienes la universalidad
de la Salvación. El odio y el desamor cierran muchas puertas por anchas que
sean; en tanto que el amor, abre y ensancha las puertas más estrechas.
¿Recuerdas aquello del Apocalipsis del 144.000 salvados? Algunos tacaños como
el que le hace la pregunta a Jesús se olvidan que a continuación dice: "Y
vi una multitud inmensa que nadie podía contar (Ap14,1).
Sin dudo, que en el Evangelio hay exigencias bien duras
porque ahí se nos expone el precio del cielo. Tampoco dudo de que el Evangelio
no esté con paños calientes, ni poniendo parchecitos a la vida. Sin embargo, el
Evangelio sigue siendo lo que es "Evangelio", es decir "Buena
Noticia". La mejor noticia es que "Dios quiere que todos los hombres
se salven" (I Tm. 2,4). La puerta del cielo no es tan estrecha como el
corazón de los hombres. Pero es tan ancha como el corazón de Dios y por el
corazón de Dios podemos entrar todos, incluso si vamos en montón. Pues, a decir
verdad, a mí no me quita demasiado el sueño. Por una razón muy sencilla, Jesús
no es de los que juegan a los números.
No dice si serán pocos o serán muchos los que se salven, y
ni siquiera me asusta su respuesta de que hay que entrar "por la puerta
estrecha". Claro que la puerta del mal dicen que es mucho más ancha y que
por ella entran hasta los gorditos. Con ello no digo que todos los gorditos se
van al infierno y los flaquitos al cielo… no no. Al respecto dice San Pablo: “Piensen
que el Reino de Dios no es cuestión de comida o bebida, sino de justicia, de
paz y alegría en el Espíritu Santo” (Rm 14,17).
Lo que nosotros vemos como estrecho, para Dios es bien
ancho. Evidente que no todos querrán entrar por esa puerta, pero ¿saben ustedes
cuál es la puerta de la que habla Jesús? Pues el mismo lo dijo: "Yo soy la
puerta y el que entra por mí..." Nadie me dirá que Jesús es tan estrecho
como nosotros. La puerta de la salvación es Jesús y Jesús fue capaz de amar y
entregarse por todos. ¿Quién es capaz de dar la vida por mí, tendrá un corazón
tan estrecho que solo entren los delgados? Además, la puerta de la salvación es
el amor y el amor es tan ancho que cabemos todos.
Eso sí, para salvarse no es suficiente comer ni beber con
Jesús, ni enseñar en las plazas (Lc 13,26). Jesús solo reconoce a los que aman
y a los que se aman, a los que aman como Él nos amó (Jn 13,34). Personalmente,
me encanta la frase de Pablo en la Carta a los Romanos cuando él mismo se
pregunta quién será el juez que le juzgue. Y él mismo se responde: "Aquel
que murió por mí." ¿Ustedes tendrían miedo al juicio de quien es capaz de amarles
hasta morir por ustedes? Me gusta la frase de Jesús: "Y vendrán de Oriente
y Occidente, del Norte y del Señor y se sentarán a la mesa en el reino de Dios
(Lc 13,19). Así que, amigos, no tengan miedo, pero eso sí hay que entrar por el
cristianismo del amor. ¿Recuerdan a San Pablo cuando se refiere al amor? “Aunque
hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si me falta el amor
sería como bronce que resuena o campana que retiñe. Aunque tuviera el don de
profecía y descubriera todos los misterios, -el saber más elevado-, aunque
tuviera tanta fe como para trasladar montes, si me falta el amor nada soy. Aunque
repartiera todo lo que poseo e incluso sacrificara mi cuerpo, pero para recibir
alabanzas y sin tener el amor, de nada me sirve. El amor es paciente y muestra
comprensión. El amor no tiene celos, no aparenta ni se infla. No actúa con
bajeza ni busca su propio interés, no se deja llevar por la ira y olvida lo
malo. No se alegra de lo injusto, sino que se goza en la verdad” (I Cor 13,1-6).
La pregunta que le hace este personaje a Jesús es pregunta
de corte egoísta y pesimista: "Señor, ¿serán pocos los que se salven?” (Lc
13,23). El generoso, el entusiasta preguntaría de otra manera: "Señor,
¿serán muchos los que se salven verdad?" La pregunta misma indica que este
tipo conoce bien poco el corazón de Dios y conoce bien poco el corazón de
Jesús, siempre dispuesto a dar su vida por la salvación de todos (Jn 10,11).
Además, a Dios no le van como ya dijimos las matemáticas. En
todo caso, le encanta más sumar y multiplicar que restar y dividir. Yo creo y
me gusta Dios precisamente por eso porque a mí tampoco me gustaban las
matemáticas, prefería la literatura... y tampoco me siguen gustando hoy. Yo
sigo prefiriendo un amor sin matemáticas, a lo más prefiero un amor que suma y
multiplica. Personalmente soy de los que cree que son muchísimos los que se
salvan, incluso aquellos que nosotros condenamos tan fácilmente. Yo estoy
seguro que Dios salva a lo que nosotros condenamos y que cuando lleguemos junto
a Él, y los encontremos por allí, nos vamos a llevar una gran sorpresa. ¿Este
aquí? Es que Dios es amor (I Jn 4,8) y el amor no condena. Dios es amor y
conoce de sobra las debilidades humanas. El amor suple nuestras debilidades.
Por eso me encanta la respuesta que Jesús da a los maestros de la ley por la
mujer adúltera: “Quien esté sin pecados que tire la primera piedra… Jesús dice
a la adultera yo tampoco te condeno, ve y no vuelvas a pecar más” (Jn 8,7-11).
Me gusta gente de mentalidad positiva. Me encantan los que
todo lo ven desde el amor como Juan en su Primera carta, en el que todo habla
sobre el amor. Me encantan aquellos que son ciegos a lo malo y saben descubrir
lo bueno que hay, incluso en los peor del mundo.
Termino con las palabras del Señor que responde a otra
pregunta: “Entonces se adelantó un maestro de la Ley y le preguntó: ¿Qué mandamiento
es el primero de todos? Jesús le contestó: El primer mandamiento es: Escucha,
Israel: El Señor, nuestro Dios, es un único Señor. Amarás al Señor, tu Dios,
con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu inteligencia y con todas tus
fuerzas. Y después viene este otro: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay
ningún mandamiento más importante que éstos (Mc 12,28-31). Por tanto la
respuesta a la pregunta: “¿Pocos se salvaran?” (Lc13,23) Jesús responde que se salvará
quien sabe amar de verdad. “Si uno dice yo amo a Dios» y odia a su hermano, es
un mentiroso. Si no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien
no ve. Pues este es el mandamiento que recibimos de él: el que ama a Dios, ame
también a su hermano” (IJn 4,20-21).
sábado, 17 de agosto de 2013
DOMINGO XX - C (18 de Agosto del 2013)
DOMINGO XX - C (18 de agosto del 2013)
San Lucas 12, 49 -53:
En aquel tiempo dejo Jesús a sus discípulos: "He venido
a prender fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido! Con
un bautismo tengo que ser bautizado y ¡qué angustiado estoy hasta que se
cumpla!.
¿Creen que estoy aquí para dar paz a la tierra? Les aseguro
que no, sino división. Porque desde ahora habrá cinco en una casa y estarán
divididos; tres contra dos, y dos contra tres; estarán divididos el padre
contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija
contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra." PALABRA
DE DIOS.
COMENTARIO:
Estimados amigos(as) en el Señor Paz y Bien.
Estimados amigos(as) en el Señor Paz y Bien.
El domingo pasada, Jesús en la parte final del Evangelio decía:
“Al que se le ha dado mucho, se le exigirá mucho; y cuanto más se le haya
confiado, tanto más se le pedirá cuentas” (Lc 12,48). ¿Qué es lo más precioso
que Dios nos ha dado a la humanidad? Sin duda tiene que ser su amor, el don
precioso que Dios nos concede es el amor. Ahora el Señor comienza: "He
venido a prender fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera
encendido!” (Lc 12, 49). ¿Por qué Jesús usa el símbolo del fuego para su
enseñanza de hoy? Porque el fuego purifica y es energía que da calor y vida y
que sabiduría de Jesús para saber usar como causa el fuego que arde en el corazón
de todo creyente y su efecto como el amor que nos une a Dios. Y dice Jesús he
venido encender esta llama del amor en
el corazón del hombre.
En el creyente la palabra de Dios tiene que ser como ese
fuego que purifica al crisol el oro que separa de la escoria, y por el fuego se
sabe que porción de oro se tiene y que
porción de escoria se tiene (I Pe 1,7). Al respecto el profeta dice: “Me has
seducido, Señor, y me dejé seducir por ti. Me tomaste a la fuerza y saliste
ganando. Todo el día soy el blanco de sus burlas, toda la gente se ríe de mí. Pues
me pongo a hablar (en nombre de Dios), y son amenazas, no les anuncio más que
violencias y saqueos. La palabra de Dios me acarrea cada día humillaciones e
insultos. Por eso decidí no recordarme más de Dios, ni hablar más en su nombre,
pero sentía en mí algo así como un fuego ardiente aprisionado en mis huesos, y
aunque yo trataba de apagarlo, no podía” (Jer 20,7-9).
En el Nuevo catecismo de la Iglesia 27 dice: “El deseo de Dios está inscrito en el
corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y
Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre
la verdad y la dicha que no cesa de buscar: «La razón más alta de la dignidad
humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios. El hombre es
invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino porque,
creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no vive plenamente
según la verdad si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su Creador»
(GS 19,1)
Por el profeta Ezequiel Dios nos dice sobre su intensión para
la humanidad: “Los sacaré de las naciones, los reuniré de entre los pueblos y
los traeré de vuelta a su tierra. Los rociaré con un agua pura y quedarán
purificados; los purificaré de todas sus impurezas y de todos sus inmundos
ídolos. Les daré un corazón nuevo y pondré dentro de ustedes un espíritu nuevo.
Quitaré de su carne ese corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Pondré
dentro de ustedes mi Espíritu y haré que caminen según mis mandamientos, que
observen mis leyes y que las pongan en práctica” (Ez, 36,24-27). Y agrega. “Por
eso ahora la voy a conquistar, la llevaré al desierto y allí le hablaré a su
corazón” (Os 2,16).
Como se nota claramente que el hombre como criatura de Dios
lleva por dentro ese fuego del amor, desde los huesos, en el corazón y ese
fuego del amor proviene de Dios, con Razón se nos dice en Gen 1,27: “Dios creo
al hombre a su imagen y semejanza” Por eso el hombre lleva esa dignidad de ser
criatura de Dios.
San Pablo es más enfático en decirnos muy concretamente: “Dios
nos dejó constancia del amor que nos tiene en esto, que Cristo murió por
nosotros cuando todavía éramos pecadores. Con mucha más razón ahora nos salvará
del castigo si, por su sangre, hemos sido hechos justos y santos. Cuando éramos
enemigos, fuimos reconciliados con él por la muerte de su Hijo; con mucha más
razón ahora su vida será nuestra plenitud” (Rm 5,8-10). Y al respecto hoy Jesús
nos ha dicho: “Con un bautismo tengo que ser bautizado y qué angustiado estoy hasta
que se cumpla” (Lc 12, 49).
Mismo Señor nos lo dice que es el amor: “No hay amor más
grande que dar la vida por sus amigos, y son ustedes mis amigos, si cumplen lo
que les mando. Ya no les llamo servidores, porque un servidor no sabe lo que
hace su patrón. Los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que
aprendí de mi Padre. Ustedes no me eligieron a mí; he sido yo quien los eligió
a ustedes y los preparé para que vayan y den fruto, y ese fruto permanezca. Así
es como el Padre les concederá todo lo que le pidan en mi Nombre” (Jn 15,13-16).
Un buen día el doctor de la ley pregunto al Señor: “¿Qué
mandamiento es el primero de todos? Jesús le contestó: «El primer mandamiento
es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es un único Señor. Amarás al
Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu inteligencia
y con todas tus fuerzas. Y después viene este otro: Amarás a tu prójimo como a
ti mismo. No hay ningún mandamiento más importante que éstos” (Mc 12,28-31). En
sus cartas propio Juan dice: “Quien ama
esta en Dios y conoce a Dios, quien no ama no conoce a Dios, porque dios es
amor” (1Jn 4,8). “Si uno dice «Yo amo a Dios» y odia a su hermano, es un
mentiroso. Si no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no
ve. Pues este es el mandamiento que recibimos de él: el que ama a Dios, ame
también a su hermano” (1Jn 4,20-21).
Ahora bien, cuando Jesús nos dice: “Vine a traer fuego… división”
(Lc12,49-50). Entendemos al Señor a que se refiere y como bien sabemos el fuego
quema todo aquello que ya no sirve. Los mineros usan el fuego para separar el
oro de las escorias que no sirven. Los agricultores tienen un sistema muy
curioso. Recogida la cosecha prenden fuego a los rastrojos que ya no sirven
para nada. Pero el fuego, además tiene una fuerza y un dinamismo. No solo
calienta en los días fríos del invierno, sino que también sirve para poner en
marcha los motores.
Muchos cristianos esperaríamos que Jesús deje las cosas como
están. A lo más habría que ponerle unos parches, por eso se desilusionan de
Jesús. O lo que es peor, muchos se imaginan que ser fieles a Jesús es dejar que
las cosas sigan igual, sigan como siempre. El cambio no entra en su mentalidad.
Jesús es todo lo contrario. El vino a introducir el cambio. El mismo ya es un
cambio. El cambio es señal de vida, es señal de que algo que no está bien y es
preciso cambiarlo. Además, el cambio no es negar el pasado, sino más bien es
hacer que el pasado camine y no se quede en el ayer.
Jesús vino a cambiar muchas cosas. Vino a cambiar la
religión de "sacrificio por la religión de la misericordia". Jesús
vino a cambiar la religión de "los holocaustos por la religión del
amor". Vino a cambiar la "religión del sábado y la ley por la
religión del hombre". Vino a cambiar la "religión del templo por la
religión del hombre". Pero, eso sí. Jesús no actuó con rebeldía. Jesús no
es de los que quiere el cambio por la fuerza y el poder, sino por la fuerza del
amor, la comprensión, el respeto a los demás. La violencia destruye, pero no
construye. Vemos la violencia de ciertas huelgas y manifestaciones que pasan
destruyéndolo todo. La violencia impone el cambio a fuerza del poder del más
fuerte.
No. Eso no es el estilo de Jesús ni tampoco del cristiano.
El cristiano es el que quiere que lo que está mal esté bien, pero cambiando el
corazón del hombre. El cristiano es el que quiere que aquello que declara como
bueno una situación de injusticia, cambie por otra situación de justicia, pero
no con otra injusticia. Jesús quiere que aquello que no responde a la dignidad
del hombre tiene que cambiar, que el centro de todo tiene que ser el hombre y
la dignidad y bienestar del hombre. Por eso el cristiano no es un conformista
que deja que las cosas sigan igual. El cristiano es el hombre del cambio, es el
hombre de lo nuevo.
Hoy es frecuente que en las familias se creen problemas
religiosos a consecuencia de las diferentes opciones religiosas. "Padre,
mi hijo se ha cambiado de religión. Padre, mi hijo o mi hermano o mi marido se
ha pasado a los hermanos separados." Jesús vino a proclamar la libertad de
los hijos de Dios y ni él nos priva de esa libertad. Jesús es muy claro. Él ha
venido a poner división en la misma familia. Padres contra hijos, hijos contra
padres, hermanos contra hermanos. Todo eso a consecuencia del don de la
libertad. En la familia habrá quienes crean en el Evangelio y quienes se
nieguen a creer. Habrá quienes tengan la fe católica y quienes se hayan pasado
a otras confesiones religiosas.
Esto, evidentemente crea situaciones de tensión entre los
miembros de la familia. Sin embargo, Jesús nos pide el respeto a la conciencia
de los demás. Respeto que no significa que yo acepte el modo de pensar de los
otros, pero que sí significa que yo respeto la conciencia y la libertad de los
demás. Muchos padres se preguntan qué hacer con sus hijos que se han pasado a
otras confesiones o filosofías orientales. Nadie es dueño de la libertad de los
demás. Tendremos que aceptar la realidad, por mucho que no duela. Siempre nos
quedará el pedir al Señor que mueva y toque e ilumine las mentes y los
corazones de los demás. Esto mismo se convertirá en una exigencia de fidelidad
para nosotros mismos. Jesús es principio de unidad y comunión, pero también de
división. Esa es la realidad del Evangelio. Él mismo tuvo en su grupo quien no
aceptó su mensaje e incluso llegó a traicionarle. No es fácil, pero es la
verdad. La religión no se impone. El Evangelio se ofrece. El ser católico no
puede imponerse por la fuerza, sino por la oferta y el testimonio de nuestras
vidas.
Termino con las mismas palabras de Jesús: “Les doy un
mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. Ustedes deben amarse unos
a otros como yo los he amado. En esto reconocerán todos que son mis discípulos,
en que se amen unos a otros” (Jn 13,34-335). Así pues, estimados amigos en la
fe, si somos creyentes no nos queda sino hacer que arda el fuego del amor en
nuestros corazones, aquel fuego que Cristo quien dando su vida en la cruz por
nosotros dejó encendido en nuestros corazones, dejemos que arda este fuego y
demos testimonio de ese ardor del calor humano el cual es el amor, el amor de
Dios.
sábado, 10 de agosto de 2013
DOMINGO XIX - C (11 de agosto del 2013)
DOMINGO XIX - C (11 de agosto del 2013)
Evangelio Según San Lucas 12,32-48:
En aquel tiempo dijo Jesús a sus apóstoles: "No temas, pequeño rebaño, porque al Padre de ustedes le
agradó darles el Reino. Vendan lo que tienen y repártanlo en limosnas. Háganse
junto a Dios bolsas que no se rompen de viejas y reservas que no se acaban;
allí no llega el ladrón, y no hay polilla que destroce. Porque donde está tu
tesoro, allí estará también tu corazón. Tengan puesta la ropa de trabajo y sus lámparas encendidas. Sean
como personas que esperan que su patrón regrese de la boda para abrirle apenas
llegue y golpee a la puerta. Felices los sirvientes a los que el patrón
encuentre velando a su llegada. Yo les aseguro que él mismo se pondrá el
delantal, los hará sentar a la mesa y los servirá uno por uno. Y si es la
medianoche, o la madrugada cuando llega y los encuentra así, ¡felices esos
sirvientes! Si el dueño de casa supiera a qué hora vendrá el ladrón, ustedes
entienden que se mantendría despierto y no le dejaría romper el muro. Estén
también ustedes preparados, porque el Hijo del Hombre llegará a la hora que
menos esperan."
Pedro preguntó: "Señor, esta parábola que has contado, ¿es
sólo para nosotros o es para todos?" El Señor contestó: «Imagínense a un
administrador digno de confianza y capaz. Su señor lo ha puesto al frente de
sus sirvientes y es él quien les repartirá a su debido tiempo la ración de
trigo. Afortunado ese servidor si al llegar su señor lo encuentra cumpliendo su
deber. En verdad les digo que le encomendará el cuidado de todo lo que tiene.
Pero puede ser que el administrador piense: "Mi patrón
llegará tarde". Si entonces empieza a maltratar a los sirvientes y sirvientas,
a comer, a beber y a emborracharse, llegará su patrón el día en que menos lo
espera y a la hora menos pensada, le quitará su cargo y lo mandará donde
aquellos de los que no se puede fiar. Este servidor conocía la voluntad de su
patrón; si no ha cumplido las órdenes de su patrón y no ha preparado nada,
recibirá un severo castigo. En cambio, si es otro que hizo sin saber algo que
merece azotes, recibirá menos golpes. Al que se le ha dado mucho, se le exigirá
mucho; y cuanto más se le haya confiado, tanto más se le pedirá cuentas.
PALABRA DEL SEÑOR.
Estimados hermanos(as) en el Señor Paz Bien
El Evangelio del domingo pasado terminaba con las palabras
de Jesús exhortando: Dios dijo al rico "¡Necio! Esta misma noche morirás;
las cosas que has acumulado, ¿para quién serán?" Así es el que atesora
riquezas para sí, y no es rico ante los ojos de Dios" (Lc 12,21). Hoy en
el inicio del evangelio se nos dice: “Vendan lo que tienen y repártanlo en
limosnas. Háganse junto a Dios bolsas que no se rompen de viejas y reservas que
no se acaban; allí no llega el ladrón, y no hay polilla que destroce. Porque donde
está tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Lc 12,33-34).
¿De qué tesoro nos habla Jesús sino lo que atesora el corazón?
No es la cosecha, no es un bien material, la que quepa en el corazón de Dios y
en el corazón del hombre que es imagen y semejanza de Dios (Gn 1,26) es sin
duda alguna el amor. Al respecto San Pablo dice: “El Reino de Dios no es
cuestión de comida o bebida, sino de justicia, de paz y alegría en el Espíritu
Santo. Quien de esta forma sirve a Cristo, agrada a Dios y también es apreciado
por los hombres” (Rm 14,17-18).
¿Qué otra motivación tendría Dios para crearnos sino es
precisamente por el amor? San Juan dice:
Queridos míos, amémonos unos a otros, porque el amor viene de Dios. Todo el que
ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios,
pues Dios es amor” (1Jn 4,7-8). Por eso uno estamos llamados a vivir en el
mismo amor los unos a los otros, y es el amor el único camino eficaz de salvación:
“Si uno dice «Yo amo a Dios» y odia a su hermano, es un mentiroso. Si no ama a
su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve. Pues este es el
mandamiento que recibimos de él: el que ama a Dios, ame también a su hermano”
(1Jn 4,20-21). Mismo Jesús, manifestación del amor de Dios a los hombres nos
reitera: “Ámense unos a otros como yo os ame” (Jn 13,14).
Dios ejecuto su proyecto de salvación: “Dios quiere que
todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Dios es
único, y único también es el mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús
hombre” (1Tm 2,4-5). Jesús mismo lo manifiesta: “No hay amor más grande que dar
la vida por sus amigos, y son ustedes mis amigos, si cumplen lo que les mando. Ya
no les llamo servidores, porque un servidor no sabe lo que hace su patrón. Los
llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que aprendí de mi Padre” (Jn
15,13-15). “Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas”
(Jn 10,11).
Con estas enseñanzas conviene precisar nuestra reflexión al
tema de la riqueza ¿Cómo ser rico ante los ojos de Dios? El joven rico pregunto
muy preocupado sobre su salvación a Jesús: “Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer
para conseguir la vida eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie
es bueno, sino sólo Dios. Ya conoces los mandamientos: No mates, no cometas
adulterio, no robes, no digas cosas falsas de tu hermano, no seas injusto, honra
a tu padre y a tu madre. El hombre le contestó: Maestro, todo eso lo he
practicado desde muy joven. Jesús fijó su mirada en él, le tomó cariño y le
dijo: Sólo te falta una cosa: vete, vende todo lo que tienes y reparte el
dinero entre los pobres, y tendrás un tesoro en el Cielo. Después, ven y
sígueme” (Mr 10,17-21). La única forma de ser ricos antes los ojos de Dios es actuando
en el amor de Dios y no de meras palabras sino con obras de caridad y
misericordia.
La obra de caridad perfecta es pues sin duda el compartir,
al respecto agrega el apóstol Santiago: “Si alguno se cree muy religioso, pero
no controla sus palabras, se engaña a sí mismo y su religión no vale. La
religión verdadera y perfecta ante Dios, nuestro Padre, consiste en esto:
ayudar a los huérfanos y a las viudas en sus necesidades y no contaminarse con
la corrupción de este mundo” (Stg 1,26-27). “lLa fe sin obras es una fe muerta”
(Stg 2,17). La fe sin obras no salva a nadie y la obra que da vida a la fe que
decimos profesar es el acto de caridad cual es el dar con amor a quien no tiene
un pan o un vestido.
Lo segundo que nos plantea Jesús es dónde está el verdadero
tesoro de nuestras vidas. Porque, claro, cuando tenemos un tesoro todos vivimos
con el corazón metido en la caja fuerte, nadie deja un tesoro tirado sobre la
mesa. En cambio, aquí Jesús nos dice que renunciar a todo y darlo a los que no
tienen, nos abre una cuenta fuerte en el cielo, ese es el tesoro de los pobres.
Humanamente, los pobres no suelen disponer de grandes tesoros, pero tienen como
tesoro el corazón de Dios.
Lo tercero, Jesús vuelve a insistirnos en nuestra actitud de
la vigilancia, de estar atentos, de estar despiertos. Vigilantes a la espera de
su venida. Vigilantes con nosotros mismos para que nuestra vida se mantenga
viva. Vigilantes para que nuestra fe no se nos vaya contaminando o se nos vaya
muriendo. Vigilantes para que nuestra Iglesia no se vaya contaminando de los
criterios del mundo y termine perdiendo su propia claridad. Vigilantes sobre
nosotros mismos para saber tomar las decisiones necesarias a su tiempo y a su
momento oportuno.
Lo cuarto, sugiere estar prestos a la exigencia: “Al que se
le ha dado mucho, se le exigirá mucho; y cuanto más se le haya confiado, tanto
más se le pedirá cuentas” (Lc 12,48). La única medida del tener más o menos es
el amor manifestado en la caridad al pobre, medio eficaz para acumular riqueza
en el cielo y quien así vive, es como el administrador fiel que está muy atengo
y vigilante porque está preparado para la consumación: “Por eso, estén también
ustedes preparados, porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que menos
esperan” (Mt 24,44). Entonces cuando llegue el Juez supremo dará el premio a
cada uno según su trabaja (Ap 22,12). Fielmente conviene traer en recuerdo
aquello de la paga al final de los tiempos: “Cuando el Hijo del Hombre venga en
su gloria rodeado de todos sus ángeles, se sentará en el trono de Gloria, que
es suyo. Todas las naciones serán llevadas a su presencia, y separará a unos de
otros, al igual que el pastor separa las ovejas de los chivos. Colocará a las
ovejas a su derecha y a los chivos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los
que están a su derecha: «Vengan, benditos de mi Padre, y tomen posesión del
reino que ha sido preparado para ustedes desde el principio del mundo. Porque
tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed y ustedes me dieron de
beber. Fui forastero y ustedes me recibieron en su casa. Anduve sin ropas y me
vistieron. Estuve enfermo y fueron a visitarme. Estuve en la cárcel y me fueron
a ver. Entonces los justos dirán: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te
dimos de comer, o sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y te
recibimos, o sin ropa y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y te
fuimos a ver? El Rey responderá: «En verdad les digo que, cuando lo hicieron
con alguno de los más pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí. Dirá
después a los que estén a la izquierda: ¡Malditos, aléjense de mí y vayan al
fuego eterno, que ha sido preparado para el diablo y para sus ángeles! Porque
tuve hambre y ustedes no me dieron de comer; tuve sed y no me dieron de beber, era
forastero y no me recibieron en su casa; estaba sin ropa y no me vistieron;
estuve enfermo y encarcelado y no me visitaron. Estos preguntarán también:
«Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, desnudo o forastero, enfermo o encarcelado,
y no te ayudamos? El Rey les responderá: «En verdad les digo: siempre que no lo
hicieron con alguno de estos más pequeños, ustedes dejaron de hacérmelo a mí. Y
éstos irán a un suplicio eterno, y los buenos a la vida eterna” (Mt 25,31-46).
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