DOMINGO XXIII – A (10 de Setiembre del 2023)
Proclamación del santo evangelio según San Mateo 18, 15-20
18:15 En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Si tu
hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu
hermano.
18:16 Si no te escucha, busca una o dos personas más, para
que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos.
18:17 Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si
tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano.
18:18 Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra,
quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en
el cielo.
18:19 También les aseguro que si dos de ustedes se unen en
la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá.
18:20 Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo
estoy presente en medio de ellos". PALABRA DEL SEÑOR.
Paz y Bien en el Señor:
“¿Serán pocos los que se salven?” (Lc 13,23). “¿Qué obras
buenas tengo que hacer para obtener la salvación eterna? Dijo Jesús: si quieres
heredar la vida, cumple los mandamientos” (Mt 19,17). El Maestro de la ley
pregunto a Jesús: ¿cuál es el mandamiento más importante de la Ley? Jesús
respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu
alma y con todo tu espíritu. (Mt 22,36-37). Y Jesús agrego y dijo: El segundo
es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Mt 22,39). Algo
más; se nos enseña en otro episodio: “El que dice que amo a Dios, y no ama a su
hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, y no
ama a su hermano a quien ve?” (I Jn 4,20). El amor a Dios pasa por el amor al
hermano; de ahí se infiere que, el que ama a Dios debe por amor a Dios corregir
con caridad al hermano que incurre en un pecado (Mt 18,15); y unidos en el amor
de Dios si elevamos una plegaria, Dios nos escuchara sin demora (Mt 18,19-20).
Para constituir una comunidad en el amor de Dios conviene
traer a colación aquella enseñanza: “Todos ustedes son hermanos” (Mt 23,8). Y
en esta comunidad de hermanos que es la Iglesia (Mt 16,18) Jesús nos ha
enseñado invocar a Dios como “Padre nuestro” (Mt 6,9). Pero, también en la
misma oración del Padre nuestro nos ha enseñado a decir: “Perdona nuestras
ofensas, así como también nosotros perdonamos a los que nos han ofendido” (Mt
6,12). En la parte final, en su enseñanza respecto a la oración nos reitera:
“Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los
perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los
perdonará a ustedes” (Mt 6,14-15).
Corrección fraterna: “Si tu hermano peca, ve y
corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Y si no te
escucha llama a uno o dos testigos, y si tampoco hace caso, díselo a la
comunidad, al final si tampoco escucha a la comunidad considéralo pagano” (Mt
18,15-18). Como es de ver, la responsabilidad como autoridad recae en la
comunidad que es la iglesia y como parte de esta comunidad de hermanos que
somos por el bautismo (Mt 28,19), cada uno somos responsables de la salvación o
perdición de un hermano.
En esta tarea de la corrección fraterna lo ideal es
que lo hagamos como el Señor nos enseñó, pero no solemos hacer como debiera:
a) Saber corregirnos como el Señor nos enseña:
Corregir en privado, llamar a los testigos, o a la comunidad (Mt 18,15-18). Las
correcciones nacen del amor mutuo (Jn 13,34), la idea es salvar al hermano
pecador porque Dios quiere eso: “Yo no deseo la muerte del pecador, sino que se
convierta de su mala conducta y viva” (Ez 33,11). Jesús nos reitera: "No
son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Vayan y
aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no
he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores" (Mt 9,12-13).
b) Generalmente actuamos en la corrección motivados
por ego; entonces le dijeron a Jesús: "Maestro, esta mujer ha sido
sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a
esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices? Decían esto para ponerlo a prueba, a
fin de poder acusarlo. Pero Jesús les dijo: El que no tenga pecado, que arroje
la primera piedra. Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro,
comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía
allí, e incorporándose, le preguntó: Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Nadie
te ha condenado? Ella le respondió: Nadie, Señor. Yo tampoco te condeno, le
dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante" (Jn 8,4-11). Y no olvidemos
aquello que nos dice Jesús: “No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no
serán condenados; perdonen y serán perdonados. Porque la medida con que ustedes
midan también se usará para ustedes" (Lc 6,37.38).
Qué hacer cuando nos enteramos que un hermano está en
una vida de pecado? Ya tenemos suficientes pautas de cómo actuar. En el
evangelio que hemos leído, lo primero que se nos recuerda a uno es que el
pecador es un “hermano” y como tal hay que seguir tratándolo, por eso la
repetición de la frase “tu hermano” (Mt 18,15). Luego se describe el
camino recomendado para hacer todo lo posible y recuperar de nuevo la oveja
descarriada. No perdamos de vista que lo que se busca, ante todo, es su
salvación: “Si te escucha, habrás ganado (salvado) a tu hermano” (Mt
18,15). Ahora bien, si todo el proceso fracasa no queda más remedio que
darle el trato propio de una persona que aún no se ha convertido -como los
gentiles y publicanos-, esto es: mandarlo a hacer todo el camino cristiano
desde el principio.
La prudencia en las decisiones de la comunidad con
relación a las personas (Mt 18,18). Deja entender que con una persona que
intencionalmente persiste en su situación de pecado se puede llegar a la más
dolorosa y drástica de las decisiones: la excomunión, es decir, dejará de ser
considerado “hermano” en la comunidad. Pero llama la atención que ahora
Jesús pone su atención en las personas encargadas de tomar esta decisión: 1)
Según este pasaje se trata de la comunidad entera la que tiene la potestad de
“atar y desatar”; 2) Se les recuerda cualquier decisión que tomen es seria (lo
que hagan en la tierra quedará hecho en el cielo), de ahí que no se debe tomar
decisiones aceleradamente sino siempre con cautela. ¡Qué responsabilidad tan
grande la que tiene una comunidad con relación a la salvación o la perdición de
cada uno de sus miembros!: Jesús dijo a Pedro: “A ti te daré las llaves del
Reino de los cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y
lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos” (Mt 16,19).
Ahora dijo Jesús: “Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra,
quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en
el cielo” (Mt 18,18). En el primer caso se deja la responsabilidad de atar y
desatar (Perdón) a Pedro, luego se resalta la delegación de atar y desatar a la
comunidad. De estas enseñanzas del Señor es como nace el sacramento de la
confesión.
La comunión en la oración como expresión de la
solidaridad en todos los aspectos de la vida: “También les aseguro que si dos
de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo
se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, yo estoy
presente en medio de ellos” (18,19-20). Cuando la comunidad está bien
unida y compacta en una misma fe, sucede en ella lo que el Antiguo Testamento
llama la “Shekináh”, es decir, la comunidad es espacio habitado por la “gloria
del Señor”, que para nuestro caso es el Señor Resucitado. La unidad de la
comunidad expresa la comunión perfecta con Jesús viviente en medio de
ella. Llama la atención que en una comunidad así, es tal la solidaridad
entre los hermanos, que todos son capaces pedir lo mismo “Si se ponen de
acuerdo para pedir algo”, (Mt 18,19). Renunciando a sus intereses personales,
los cuales normalmente aflorarían a la hora de hacer peticiones. En una
comunidad que llega a este nivel profundo de solidaridad, teniendo un mismo
“sentir” profundo, pueden resonar con fuerza las palabras de Jesús: “allí estoy
yo en medio de ellos” (Mt 18,20). ¡Esta sí que es una verdadera comunidad!
En la enseñanza conviene recordar cuando Jesús nos
dice: “Si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano
tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte
con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda” (Mt 5,23-24).
Dios nos dice por el profeta: “Cuando ustedes me invoquen y vengan a
suplicarme, yo los escucharé; cuando me busquen, me encontrarán, siempre que me
busquen con un corazón puro y sincero” (Jer 29,12-13).
Dios escuchará nuestras plegarias, siempre que sepamos
invocar con las manos limpias y si no es así, no nos escuchará, lo dice por el
profeta: “Escuchen la palabra del Señor, jefes de Sodoma! ¡Presten atención a
la instrucción de nuestro Dios, pueblo de Gomorra! ¿Qué me importa la multitud
de sus sacrificios? —dice el Señor—. Estoy harto de holocaustos de carneros y
de la grasa de animales cebados; no quiero más sangre de toros, corderos y
chivos. Cuando ustedes vienen a ver mi rostro, ¿quién les ha pedido que pisen
mis atrios? No me sigan trayendo vanas ofrendas… Cuando extienden sus manos, yo
cierro los ojos; por más que multipliquen las plegarias, yo no escucho: ¡las
manos de ustedes están llenas de sangre! ¡Lávense, purifíquense, aparten de mi
vista la maldad de sus acciones! ¡Cesen de hacer el mal, aprendan a hacer el
bien! ¡Busquen el derecho, socorran al oprimido, hagan justicia al huérfano,
defiendan a la viuda!” (Is 1,10-17).
Si no sabemos actuar en el consejo y enseñanza de
Jesús en caso que un hermano ha caído en error o pecado, de nada servirá que
hablemos cosas lindas sobre Dios. Ya nos ha dicho: “No son los que me dicen:
"Señor, Señor", los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los
que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en
aquel día: Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a
los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre?. Entonces yo les
manifestaré: "Jamás los conocí” (Mt 7,21-23). Además nos agrega: “El que
escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, es como un
hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se
precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero
esta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca. Al contrario, el
que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre
insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se
precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se
derrumbó, y su ruina fue grande" (Mt 7,24-27).
Antes de finalizar la reflexión conviene reiterar la
cita:"Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco
quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano" (Mt
18,17). El Señor es muy misericordioso, incluso nos los dice perdonar y
perdonar hasta setenta veces siete (Mt 18,21). Pero no olvidemos que la
misericordia del Señor tiene limites, el cual es la justicia divina, al respectos
recordemos la escena: "Déjenlos crecer juntos entre trigo y cizaña
hasta la siega, cuando llegue el tiempo de la siega diré arranquen primero
la cizaña y arrojen al fuego y el trigo almacènenlo en mi granero" (Mt
13,30).
“A media noche llegó el esposo: las que estaban preparadas
entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta. Después llegaron las
otras jóvenes y dijeron: Señor, señor, ábrenos, pero él respondió: Les aseguro
que no las conozco" (Mt 25,10-12). Epulon exclamó desde el infierno:
"Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta
de su dedo en el agua y me refresque mi lengua, porque estas llamas me
atormentan. Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes
en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su
consuelo, y tú, el tormento. Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran
abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden
hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí" (Lc 19,24-6). Como vemos
en estas escenas ya no hay misericordia, ya se cumple la justicia divina, quien
tiene que estar en el cielo lo estará por su obras meritorias y el que no
merece, estará en el infierno y no porque Dios lo quiera sino porque no tiene
obras meritorias: “Considéralo pagano” (Mt 18,17). “Lo que ates en la tierra,
quedara atado en el cielo y lo que desates en la tierra quedara desatado en el
cielo” (Mt 16,19).