DOMINGO DEL BAUTISMO DEL SEÑOR – C (10 de enero de 2016)
Proclamación del Santo evangelio según
Sn Lc: 3, 15-16. 21-22:
Después del bautismo de Jesús, el
cielo se abrió.
En aquel tiempo, como el pueblo
estaba en expectación y todos pensaban que quizá Juan el Bautista era el
Mesías, Juan los sacó de dudas, diciéndoles: "Es cierto que yo bautizo con
agua, pero ya viene otro más poderoso que yo, a quien no merezco desatarle las
correas de sus sandalias. Él los bautizara con el Espíritu Santo y con
fuego".
Sucedió que entre la gente que se
bautizaba, también Jesús fue bautizado. Mientras este oraba, se abrió el cielo
y el Espíritu Santo bajó sobre Él en forma sensible, como de una paloma, y del
cielo llego una voz que decía: "Tú eres mi Hijo, el predilecto; en ti me
complazco". PALABRA DEL SEÑOR
Estimados(as) amigos(as) en el
Señor Paz y Bien.
“Tú eres mi hijo; yo te he
engendrado hoy” (Lc 3,22); “Este es mi
hijo amado en quien me complazco; escúchenlo” (Mt 17,5). Son dos citas, afirmaciones
del mismo Padre que interviene primero presentado a su hijo, segundo para que
se le oiga porque Él es el evangelio. Tanto en el principio de su ministerio
como en la parte final de su ministerio.
Dios impuso al hombre este
mandamiento: “De cualquier árbol del jardín puedes comer, más del árbol de la
ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comas de él, morirás
sin remedio" (Gn 2,16-17). Replicó la serpiente a la mujer: "De
ninguna manera morirán. Es que Dios sabe muy bien que el día en que coman de
él, se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del bien y del
mal. Y como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la
vista y excelente para lograr sabiduría, tomó de su fruto y comió, y dio también
a su marido, que igualmente comió” (Gn 3,4-6). “Tanto amó Dios al mundo, que
envió a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga
Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que
el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree,
ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios” (Jn
3,16-18). San Pablo resume así: “Por un solo hombre entró el pecado en el
mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres,
porque todos pecaron” (Rm 5,12). Como es de verse, Dios no se alegra del fracaso
del hombre, sino que apuesta todo por el hombre para rescatarlo del pecado y
como lo hace? Por su Hijo que instituye la Iglesia y el los sacramentos como
medio de salvación.
En el domingo anterior hemos
celebrado y meditado la actitud reverente de los reyes magos, quienes guiados
por la luz de la estrella dieron con la casa, encontraron al niño con María, su
madre, y cayendo de rodillas lo adoraron. Luego, abriendo sus cofres, le
ofrecieron dones: oro, incienso y mirra” (Mt 2,11). Es eso precisamente lo que
hacemos en cada misa o el domingo que guiados por la luz de la fe, hallamos a
Jesús en el altar cuando ante nuestros ojos toma carne (Jn 1,14). Y recordemos
lo que el mismo Señor nos dice: “El que me envió está conmigo y nunca me ha
dejado solo” (Jn 8,29). Y es más contundente aun al decir: “El que me ha visto,
ha visto al Padre” (Jn 14,9). Luego dice en la última cena: “Tomen y coman que
esto es mi cuerpo, tomen y beban, este es el cáliz de mi sangre” (Mt 26.26).
Así, en cada santa misa caemos de rodillas y lo adoramos. Hoy celebramos otro
gesto amoroso del Padre que nos envió a su Hijo al mundo por el amor que nos
tiene (Jn 3,16) con el siguiente tenor:
1. En este domingo celebramos la
coronación de la gloria del Hijo por parte del Padre: El Bautismo de Jesús. Y
esta fiesta grandiosa cierra el ciclo de navidad, y por lo mismo abre el tiempo
ordinario que seguirá hasta el inicio de la Cuaresma con el Miércoles de
Ceniza, que este año cae el día 10 de febrero. Recordemos que el tiempo
ordinario es el tiempo más largo que abarca el ciclo litúrgico y tiene dos
partes, la primera que es más corto: del lunes que sigue al domingo del
bautismo del Señor hasta el miércoles de ceniza. Luego se hace un alto y la
cuaresma nos prepara para la semana santa, después del tiempo de pascua,
retomaremos el tiempo ordinario hasta el domingo XXXIV en que celebraremos la
fiesta de Jesucristo rey del universo.
2.- “Por aquellos días llegó
Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán” (Jn 1,9).
El Bautismo del Señor, no es un episodio fortuito en la cadena de su vida
porque Dios no hace nada de improviso. El Bautismo es un acontecimiento que
parte la vida de Jesús en dos: la vida oculta (Infancia) y la vida pública del
Señor. De aquí arranca definitivamente esa trayectoria que describen los
Evangelios como la vida del Salvador. Del bautismo irá al desierto (Mc
1,12-13); del desierto a la predicación itinerante por sinagogas y aldeas. La
predicación de Jesús crea una comunidad, la comunidad de discípulos (Mc 3,13),
que es la comunidad mesiánica del Reino, y en esta comunidad están los Doce
elegidos, los Apóstoles. El final fue la Cruz (Mc 10,33) y la Resurrección (Lc
24,6), y de la Resurrección de Jesús esa comunidad de discípulos suyos, que
somos sus testigos en el mundo (Mc 16,15-16). Todo arrancó de aquel momento en
que Jesús, por decisión propia inició su camino con una Bautismo. Jesús pidió a
Juan que lo bautizara: "Ahora déjame hacer esto, porque conviene que así
cumplamos todo lo que es justo". Y Juan se lo permitió” (Mt 3,15).
3. Jesús dijo. “He bajado del
cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió” (Jn
6,38). Según ello, el Bautismo de Jesús
está dentro de la vocación de Jesús y es el acto inicial de su misión. El
Evangelio de hoy enlaza el bautismo de Jesús con la predicación de Juan:
“Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo y no merezco agacharme para
desatarle al correa de sus sandalias. Yo os eh bautizado con agua, pero él os
bautizará con Espíritu Santo” (Jn 1,8). Jesús va a bautizar con Espíritu Santo.
Nadie había bautizado con Espíritu Santo. Y Juan tampoco. Juan reconoce que
empieza la hora definitiva de Dios. En esta hora de Dios, se rasgan (abre) los
cielos. Vio rasgarse los cielos y al Espíritu que bajaba hacia él como una
paloma (Mc 1,10).
4. Entonces se “oyó una voz desde
los cielos: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco” (Mc 1,11). El Bautismo
es la primera teofanía que acontece en la misión de Jesús. Hoy se rasgan los
cielos. Se están cumpliendo aquello que pedía el profeta: “¡Ojalá rasgases los
cielos y descendieses!” (Is 63.19). San Marcos, el evangelista que nos da el
testimonio más antiguo, nos dice que en aquella experiencia – que ninguno de
nosotros podrá ni comprender ni explicar – vio y oyó. Todo su ser, que había
bajado a lo profundo del pecado del hombre, solidarizándose con él, al subir
del agua, entró en trance: vio y escuchó (Mc 1,10). ¿Qué es lo que vio? Vio que
el Espíritu baja sobre él en forma de paloma; era alguien real ante sus ojos. Y
escuchó. No hablaba la Paloma, sino aquel que enviaba a la Paloma: Tú eres mi
Hijo amado, en ti me complazco” (Mc 1,11). Cuando Jesús oye la palabra “Tu eres
mi Hijo” lo oye del Padre y es la conformación de lo que el ángel había dicho a
la virgen María: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del
Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado
Hijo de Dios” (Lc 1,35). Por otro lado fíjense que el Dios lejano que
pregonaban los profetas en el A.T. se nos ha manifestado como “Padre”. Es decir
en el Hijo hecha carne (Jn 1,14), Dios se nos ha acercado lo más que puede como
“Papá” en el Hijo único. San Pablo lo describe así: “Cuando se cumplió el
tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la
Ley, para redimir a los que estaban sometidos a la Ley y hacernos hijos
adoptivos. Y la prueba de que ustedes son hijos, es que Dios envió a nuestros
corazones el Espíritu de su Hijo, que clama a Dios llamándolo: ¡Abbá!, es
decir, ¡Padre!” (Gal 4,4-6).
5. “Apenas salió del agua, vio
rasgarse los cielos y al Espíritu que bajaba hacia él como una paloma. Se oyó
una voz desde los cielos: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco” (Mc
1,10-11). Sin duda, estamos ante el misterio insondable de la Trinidad vivido
por Jesús como constitutivo de su ser: Él era el Hijo. El Padre le hablaba. El
Espíritu le invadía. ¿Qué le decía el Padre?
En ti me complazco. Al final de su misión, Jesús nos dejará esta tarea:
“Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles (Evangelio) a
cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estoy con ustedes hasta el fin del
mundo" (Mt 28,19-20). Por otro lado resaltamos que Jesús no era un pecador:
“Él fue probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado” (Heb
4,15). El Bautismo se administraba en
relación con el pecado. Pero Jesús no era un pecador, como yo lo siento de mí
mismo. Jesús había nacido de la santidad de Dios (Lc1,35), y era capaz de
transmitir el Espíritu de Dios que él mismo recibía del Padre.
6. El misterio del bautismo de
Jesús (Mc 1,9) es la primera forma en que se revela el misterio de la Trinidad
que ha de culminar en la resurrección de Jesús (Mt 28,6). Desde ahora ya no se
podrá ver a Jesús sino como el
consagrado por Dios para la misión divina del Reino (Jn 6,38). Por eso es
impresionante la frase siguiente que escribe el evangelista para iniciar la
vida de Jesús. Dice. “A continuación, el Espíritu lo empujó al desierto” (Mc 1,
12). Jesús lleva dentro una fuerza divina que no le ha de abandonar en ningún
instante de su vida. Jesús no podrá hacer nada que no esté inspirado por el
Espíritu, que no esté en obediencia amorosa a la voluntad del Padre. Lo que
ocurre en el bautismo es la revelación total de su persona: El Hijo con el
Padre y el Padre con el Hijo (Jn 10,30), unidos en el Espíritu.
7. Los judíos preguntaron a
Jesús: ¿Quién eres tú? (Jn 8,25). ¿Quién es realmente Jesús, Jesús infante, que
lo acabamos de contemplar en su nacimiento, Jesús niño, Jesús joven, Jesús
adulto…? “Jesús, al empezar, tenía unos treinta años” (Lc 3,23), escribirá
Lucas justamente cuando acaba de narrar el Bautismo. Anterior al bautismo solo
se menciona en una oportunidad: Discutiendo con los maestros en la sinagoga, y
cuando fue hallado su madre le dijo: “Hijo porque nos tratas así, yo y tu padre
te buscamos angustiados. Jesús respondió: ¿No sabían que debían ocuparme de los
asuntos de mi Padre? (Lc 2,49). En el bautismo, a los treinta años una persona
ya ha dado la orientación definitiva de su vida. ¿Quién puede aclararnos el
silencia de esta vida que se hunde en la intimidad de Dios? Justamente acabamos
de pronunciar la palabra clave, a intimidad con Dios. De aquellos treinta años
de silencio apenas emerge un episodio: “En los asuntos de mi Padre”(Lc 2,49).
La figura de Jesús es esta: el que vive dedicado en los asuntos de Dios. De él
no sabemos nada sino esto: que vivía con Dios (Jn 10,30). Precisamente esa vida
con Dios es la que le lleva al Bautismo. Jesús quiere estar donde nosotros, en
las raíces de nuestro ser, allí donde bulle nuestro pecado, del cual él nos ha
liberado (Jn 10,17).
8. Y finalmente hemos de
preguntarnos: ¿Si soy bautizado, qué hago de mi bautismo, vivo como consagrado
a Dios? El señor nos dice: “El que no nace del agua y del Espíritu no puede
entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del
Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: Ustedes tienen que
renacer de lo alto. El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes
de dónde viene ni adónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del
Espíritu" (Jn 3,5-8). El bautizado debe tener esta meta que muy bien lo
resumen San Pablo: “Yo estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que
Cristo vive en mí” (Gal 2,29-20). Porque: “Todos ustedes, que fueron bautizados
en Cristo, han sido revestidos de Cristo. Por lo tanto, ya no hay judío ni
pagano, esclavo ni hombre libre, varón ni mujer, porque todos ustedes no son
más que uno en Cristo Jesús” (Gal 3,27-28).
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