sábado, 15 de junio de 2013

XI DOMINGO - C T.O. (16/JUL/13)


DOMINGO XI (TO – C) 16 de junio del 2013


San Lucas 7,36 - 50:

En aquel tiempo, un fariseo le rogó a Jesús que comiera con él, y, entrando en la casa del fariseo, se puso a la mesa. Había en la ciudad una mujer pecadora pública, quien al saber que estaba comiendo en casa del fariseo, llevó un frasco de alabastro de perfume, y poniéndose detrás, a los pies de Él, comenzó a llorar, y con sus lágrimas le mojaba los pies y con los cabellos de su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el perfume. Al verlo el fariseo que le había invitado, se decía para sí: "Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, pues es una pecadora."

Jesús le respondió: "Simón, tengo algo que decirte." Él dijo: "Di, maestro." Un acreedor tenía dos deudores: uno debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían para pagarle, perdonó a los dos. ¿Quién de ellos le amará más?" Respondió Simón: "Supongo que aquel a quien perdonó más." Él le dijo: "Has juzgado bien", y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: "¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies. Ella, en cambio, ha mojado mis pies con lágrimas, y los ha secado con sus cabellos.

No me diste el beso. Ella, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. No ungiste mi cabeza con aceite. Ella ha ungido mis pies con perfume. Por eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra." Y le dijo a ella: "Tus pecados quedan perdonados." Los comensales empezaron a decirse para sí: "¿Quién es éste que hasta perdona los pecados?" Pero Él dijo a la mujer: "Tu fe te ha salvado. Vete en paz."

PALABRA DEL SEÑOR
COMENTARIO:

Mis queridos amigos os expreso mi saludo cordial y fraterno de Paz y Bien.
Estamos celebrando el XI domingo del tiempo ordinario y la liturgia nos invita a meditar y reflexionar sobre la actitud escandalosa del fariseo Simón y el escándalo que suscita la actitud de Jesús al perdonar el pecado de la mujer más pecadora de la ciudad:

Simón “el buen fariseo” invitó a Jesús a cenar a su casa. Jesús no tiene reparo alguno en aceptar dicha invitación. Le importan poco las críticas y murmuraciones de la gente que se tiene por buena. Jesús es de los que no tiene escrúpulos si se trata de amar ni siquiera de entrar en casa de un fariseo que sabe piensa mal de Él. Lo que digan o no los demás no le preocupa, su preocupación es acercarse a los que necesitan de su ayuda, ya había dicho: “No es la gente sana la que necesita médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan lo que significa esta palabra de Dios: Me gusta la misericordia más que las ofrendas. Pues no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores” (Mt 9,12-13). Pero luego resulta muy curioso, una escena que revela el corazón humano del anfitrión. No sabemos cuáles pudieron ser los motivos por los que el fariseo, que se llamaba Simón, invitó a Jesús a su casa, pero es de suponer que el fin era espiar a Jesús: “Los maestros de la Ley y los fariseos espiaban a Jesús para ver si hacía una curación en día sábado, y encontrar así motivo para acusarlo” (Lc 6,7). Pero es que durante la cena entra una pecadora desesperada de vivir el vacío de una vida entregada al servicio de muchos que se llamaban buenos y la utilizaban.

Mientras ella se echa a los pies de Jesús, los riega con sus lágrimas y se los seca con su larga cabellera, alguien está condenando a esta mujer y condenando a Jesús. "Si este fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo estás tocando y lo que es: una pecadora"(Lc. 7,39). Jesús, que conoce la verdad del corazón humano: La mujer samaritana exclamó: “Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será éste el Cristo?” (Jn 4,29) y por eso sale en defensa de la pecadora, marginada por aquellos mismos que la utilizaban para saciar sus propias pasiones. Cuando se trata de defender al débil o al pecador arrepentido, Jesús no le importa poner al descubierto el corazón podrido y que apesta de los buenos fariseos (Jn 11,39). No tiene vergüenza en poner al descubierto los pensamientos del que le invitó a la cena, no tiene vergüenza en desacreditar a quien le había regalado una cena, porque de por medio está el amor al pecador que busca llenar su vacío y limpiar su vida de tanta basura.

Me gusta el atrevimiento de Jesús de poner al descubierto los pensamientos del fariseo que le ofrece la cena, dejándolo al descubierto de todo el mundo. Me gusta también el atrevimiento de Jesús que da cara por una pecadora pública, de mala reputación y marginada por todos los buenos. Me encanta el atrevimiento de Jesús de defender a los malos desprestigiando a los buenos. Me encanta el atrevimiento de Jesús de poner al descubierto la maldad del corazón de los buenos y la bondad que aún queda en el corazón de los malos. Con frecuencia condenamos en los demás lo que escondemos dentro de nosotros y Dios termina destapándolo. “Nadie te condeno? Yo tampoco te condeno” había dicho a la mujer adúltera (Jn 8,11).

Y qué tal si en tu misa de fiesta o matrimonio sube al altar una mujer que todo el mundo sabe que es la prostituta más conocida de tu pueblo para presentar su ofrenda. La verdad que no sé si el mayor susto se lo llevaría el Sacerdote o la gente que participa en la Eucaristía. Es que resulta curioso, mientras por una parte las calificamos de malas mujeres, luego cuando se trata de prohibirles su presencia. Salimos a defenderlas, pero defenderlas para que sigan con el mismo oficio, y no me dirán que tampoco faltan quienes lo creen necesario. Es esta una escena evangélica llena de contrastes. La actitud de Simón el fariseo que se escandaliza, aunque se guarda bien de conservar las apariencias del bueno y noble, y la actitud de Jesús que se deja tocar, se deja lavar los pies y perfumarlos y la recibe con cariño y compasión.

El escándalo es mayor cuando Jesús le dice: "Mujer tu fe te ha salvado." "Vete en paz." Simón piensa mal de la mujer y piensa mal de Jesús. Mientras tanto, Jesús siente el gozo de la compasión, siente el calor de aquellas lágrimas y aquellos besos. Más aún cuando la ve levantarse nueva, perdonada, con un corazón nuevo porque esta mujer estaba muerta en vida condenada gente que dicen ser de corazón noble; al respecto dice Jesús a los fariseos: “Raza de víboras, si ustedes son tan malos, ¿cómo pueden decir algo bueno? La boca siempre habla de lo que está lleno el corazón. El hombre bueno saca cosas buenas del bien que guarda dentro, y el que es malo, de su mal acumulado saca cosas malas. Yo les digo que, en el día del juicio, los hombres tendrán que dar cuenta hasta de lo dicho que no podían justificar”. (Mt 12,35-36)

¡Cuánto hablamos mal de las pobres pecadoras! Pero, ¿qué hacemos por ellas? ¡Cuánto hablamos mal y criticamos a todo el mundo Pero, ¿qué hacemos por ellos los que  se portan mal? Los hemos convertido en objeto de cantidad de chistes y marginaciones. Pero que levante la mano el que se haya acercado a ellos para tenderles una mano y abrirlos a la esperanza. Hoy tendría que sonar fuerte tanto en la sociedad como en la misma Iglesia las frases de Jesús: "Misericordia quiero y no sacrificios" (Am 6,6). "Bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia" (Mt 5,7). Un cristiano sin misericordia y sin sensibilidad para estos marginados no lleva el corazón de Jesús dentro de sí. La misericordia hace posible que hasta los malos puedan cambiar y sentir el gozo y la alegría del perdón de Dios porque también ellos son objeto del amor de Dios, aunque no lo sean del nuestro.

Recuerden lo que Jesús nos dice: “Sean compasivos como es compasivo el Padre de ustedes. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará; se les echará en su delantal una medida colmada, apretada y rebosante. Porque con la medida que ustedes midan, serán medidos ustedes” (Lc 6,36-38). “La religión verdadera y perfecta ante Dios, nuestro Padre, consiste en esto: ayudar a los huérfanos y a las viudas en sus necesidades y no contaminarse con la corrupción de este mundo” (Stg 1,27).

domingo, 9 de junio de 2013

X DOMINGO - CICLO C (T.O)


DOMINGO X (T.O.) 9 DE JUNIO 2013

Evangelio: San Lucas 10 11- 17

En aquel tiempo, iba Jesús de camino de una ciudad llamada Naím, e iban con él sus discípulos y una gran muchedumbre. Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda, a la que acompañaba mucha gente de la ciudad. Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: "No llores." Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y él dijo: "Joven, a ti te digo: Levántate." El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre.
Todos sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: "Un gran profeta ha surgido entre nosotros", "Dios ha visitado a su pueblo". Y la noticia se divulgó por toda la comarca y Judea entera.
PALABRA DEL SEÑOR.
COMENTARIO:

Muy estimados amigos en el señor Paz y Bien.

En este domingo el tema de nuestra reflexión es el tema de la muerte y la resurrección.  La resurrección es efecto de la muerte y la muerte no es sino efecto del pecado y el pecado no es obra de Dios. “Po un solo hombre  entró el pecado en el mundo, y con el pecado la muerte. Después la muerte se propagó a todos los hombres, porque todos pecaron (Rm 5,12). Así pues, el pecado es obra del hombre. “Si decimos que no tenemos pecado, nos estamos engañando a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Pero si confesamos nuestros pecados, él, que es fiel y justo, nos perdonará nuestros pecados y nos limpiará de toda maldad. Si dijéramos que no hemos pecado, sería como decir que él miente, y su palabra no estaría en nosotros” (IJn 1,8-10).

El daño está hecho, habrá que hacer frente al Pecado porque conduce a muerte y la muerte no es sino el infierno. “Dios salvador nuestro quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Dios es único, y único también es el mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre” (ITm 2,4-5). Mismo Jesús dice. “Entonces Tomás preguntó: «Señor, nosotros no sabemos adónde vas, ¿cómo vamos a conocer el camino? Jesús contestó: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí” (Jn 14,6-7).  Resáltese esta afirmación de Jesús “yo soy la vida”. “Le dijo Jesús: «Yo soy la resurrección (y la vida). El que cree en mí, aunque muera, vivirá. El que vive, el que cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?» Ella contestó: «Sí, Señor; yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.» (Jn 11, 25-26).

Ahora bien, conviene situarnos en algunas escenas de la resurrección las que suscita el mismo Señor Jesús salvador nuestro que ha venido a arrancarnos del poder de la muerte:

1).-Naim: Jesús se dirigió poco después a un pueblo llamado Naím, y con él iban sus discípulos y un buen número de personas. Cuando llegó a la puerta del pueblo, sacaban a enterrar a un muerto: era el hijo único de su madre, que era viuda, y mucha gente del pueblo la acompañaba. Al verla, el Señor se compadeció de ella y le dijo: «No llores.» Después se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron. Dijo Jesús entonces: «Joven, yo te lo mando, levántate.» Se incorporó el muerto inmediatamente y se puso a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre: Mujer ahí tienes a tu hijo. (Lc. 7. 12-15). La parte ultima similar a la escena de su propia muerte: Jesús, al ver a la Madre y junto a ella al discípulo que más quería, dijo a la Madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» (Jn 19,26).

2).- Casa de Jairo: Estaba aún Jesús hablando, cuando alguien vino a decir al dirigente de la sinagoga: «Tu hija ha muerto; no tienes por qué molestar más al Maestro.» Jesús lo oyó y dijo al dirigente: «No temas: basta que creas, y tu hija se salvará.» Al llegar a la casa, no permitió entrar con él más que a Pedro, Juan y Santiago, y al padre y la madre de la niña. Los demás se lamentaban y lloraban en voz alta, pero Jesús les dijo: «No lloren; la niña no está muerta, sino dormida.» Pero la gente se burlaba de él, pues sabían que estaba muerta. Jesús la tomó de la mano y le dijo: «Niña, levántate.» Le volvió su espíritu; al instante se levantó y Jesús insistió en que le dieran de comer (Lc 8, 49-52)

3) Betania: Jesús ordenó: «Quiten la piedra.» Marta, hermana del muerto, le dijo: «Señor, ya tiene mal olor, pues lleva cuatro días.» Jesús le respondió: «¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios? Y quitaron la piedra. Jesús levantó los ojos al cielo y exclamó: «Te doy gracias, Padre, porque me has escuchado. Yo sabía que siempre me escuchas; pero lo he dicho por esta gente, para que crean que tú me has enviado.» Al decir esto, gritó con fuerte voz: «¡Lázaro, sal fuera!» Y salió el muerto. Tenía las manos y los pies atados con vendas y la cabeza cubierta con un velo. Jesús les dijo: «Desátenlo y déjenlo caminar.» Muchos judíos que habían ido a casa de María creyeron en Jesús al ver lo que había hecho. (Jn 11,19-45).

4) Propia muerte y resurrección: y Jesús gritó muy fuerte: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Y dichas estas palabras, Jesús murió. El capitán romano, al ver lo que había sucedido, reconoció la mano de Dios y dijo: «Realmente este hombre era un justo.» Y toda la gente que se había reunido para ver este espectáculo, al ver lo ocurrido, comenzó a irse golpeándose el pecho. (Lc 23, 46-48) … (María de Magdala, Juana y María, la madre de Santiago) al entrar en la tumba no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. No sabían qué pensar, pero en ese momento vieron a su lado a dos hombres con ropas fulgurantes. Estaban tan asustadas que no se atrevían a levantar los ojos del suelo. Pero ellos les dijeron: «¿Por qué buscan entre los muertos al que vive? No está aquí. Resucitó. Acuérdense de lo que les dijo cuando todavía estaba en Galilea: El Hijo del Hombre debe ser entregado en manos de los pecadores y ser crucificado, y al tercer día resucitará.» Ellas entonces recordaron las palabras de Jesús. Al volver del sepulcro, les contaron a los Once y a todos los demás lo que les había sucedido. (Lc 26,4-9).

La pregunta exegética que nos hacemos es. ¿Por qué las resurrecciones que hizo Jesús se describen con detalles pero hay tres puntos suspensivos en la resurrección de nuestro Señor Jesucristo? L respuesta la hallamos en la resurrección de Lázaro (Jn 11,41). Porque todas las resurrecciones que hace Jesús es el cuarto día, es decir resucitan en el mismo cuerpo mortal. En cambio la resurrección del Señor es el tercer día, una resurrección en el estado glorioso. Y ¿en qué consiste este estado glorioso?. Veamos:

Jesús se Transfiguró: “Unos ocho días después de estos discursos, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan y subió a un cerro a orar. Y mientras estaba orando, su cara cambió de aspecto y su ropa se volvió de una blancura fulgurante. Dos hombres, que eran Moisés y Elías, conversaban con él. Se veían en un estado de gloria y hablaban de su partida, que debía cumplirse en Jerusalén. Un sueño pesado se había apoderado de Pedro y sus compañeros, pero se despertaron de repente y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él. Como éstos estaban para irse, Pedro dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bueno que estemos aquí! Levantemos tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» Pero no sabía lo que decía. Estaba todavía hablando, cuando se formó una nube que los cubrió con su sombra, y al quedar envueltos en la nube se atemorizaron. Pero de la nube llegó una voz que decía: «Este es mi Hijo, mi Elegido; escúchenlo.» (Lc 9,28-35). Esta explicación de la transfiguración del señor en el monte Tabor es la que entra a tallar los puntos suspensivos dejados en la tumba vacía (Lc 24,6) Jesús resucito y ahora está en estado glorioso ya no unos segundos como se dejó ver con Pedro Santiago y Juan sino para siempre, este estado está fuera del tiempo y es la eternidad.

Ahora estando en este estado glorioso Jesús se dejó ve durante 50 días por sus apóstoles y una de ellas es esta: “Ese mismo día, el primero después del sábado, los discípulos estaban reunidos por la tarde, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Llegó Jesús, se puso de pie en medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con ustedes!» Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron mucho al ver al Señor. Jesús les volvió a decir: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envío a mí, así los envío yo también.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo: a quienes descarguen de sus pecados, serán liberados, y a quienes se los retengan, les serán retenidos.» Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le dijeron: «Hemos visto al Señor.» Pero él contestó: «Hasta que no vea la marca de los clavos en sus manos, no meta mis dedos en el agujero de los clavos y no introduzca mi mano en la herida de su costado, no creeré.» Ocho días después, los discípulos de Jesús estaban otra vez en casa, y Tomás con ellos. Estando las puertas cerradas, Jesús vino y se puso en medio de ellos. Les dijo: «La paz esté con ustedes.» Después dijo a Tomás: «Pon aquí tu dedo y mira mis manos; extiende tu mano y métela en mi costado. Deja de negar y cree.» Tomás exclamó: «Tú eres mi Señor y mi Dios.» Jesús replicó: «Crees porque me has visto. ¡Felices los que no han visto, pero creen!» (Jn 20, 20-19).

San Pablo: En su teología de la Parusía parte propedéutica sostiene este mismo principio: En primer lugar les he transmitido esto, tal como yo mismo lo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, como dicen las Escrituras; que fue sepultado; que resucitó al tercer día, también según las Escrituras; que se apareció a Pedro y luego a los Doce. Después se dejó ver por más de quinientos hermanos juntos, algunos de los cuales ya han entrado en el descanso, pero la mayoría vive todavía. Después se le apareció a Santiago, y seguidamente a todos los apóstoles.  Y se me apareció también a mí, iba a decir al aborto, el último de todos Porque yo soy el último de los apóstoles y ni siquiera merezco ser llamado apóstol, pues perseguí a la Iglesia de Dios. Sin embargo, por la gracia de Dios soy lo que soy y el favor que me hizo no fue en vano; he trabajado más que todos ellos, aunque no yo, sino la gracia de Dios que está conmigo. Pues bien, esto es lo que predicamos tanto ellos como yo, y esto es lo que han creído. Ahora bien, si proclamamos un Mesías resucitado de entre los muertos, ¿cómo dicen algunos ahí que no hay resurrección de los muertos? Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, nuestra predicación no tiene contenido, como tampoco la fe de ustedes. Con eso pasamos a ser falsos testigos de Dios, pues afirmamos que Dios resucitó a Cristo, siendo así que no lo resucitó, si es cierto que los muertos no resucitan. Pues si los muertos no resucitan, tampoco Cristo pudo resucitar. Y si Cristo no resucitó, de nada les sirve su fe: ustedes siguen en sus pecados. Y, para decirlo sin rodeos, los que se durmieron en Cristo están totalmente perdidos. Si nuestra esperanza en Cristo se termina con la vida presente, somos los más infelices de todos los hombres. Pero no, Cristo resucitó de entre los muertos, siendo él primero y primicia de los que se durmieron.

Un hombre trajo la muerte, y un hombre también trae la resurrección de los muertos. Todos mueren por estar incluidos en Adán, y todos también recibirán la vida en Cristo. Pero se respeta el lugar de cada uno: Cristo es primero, y más tarde le tocará a los suyos, cuando Cristo nos visite. Luego llegará el fin. Cristo entregará a Dios Padre el Reino después de haber desarmado todas las estructuras, autoridades y fuerzas del universo. Está dicho que debe ejercer el poder hasta que haya puesto a todos sus enemigos bajo sus pies, y el último de los enemigos sometidos será la muerte. Dios pondrá todas las cosas bajo sus pies. Todo le será sometido; pero es evidente que se excluye a Aquel que le somete el universo. Y cuando el universo le quede sometido, el Hijo se someterá a Aquel que le sometió todas las cosas, para que en adelante, Dios sea todo en todos. Pero, díganme, ¿qué buscan esos que se hacen bautizar por los muertos? Si los muertos de ningún modo pueden resucitar, ¿de qué sirve ese bautismo por ellos? Y nosotros mismos, ¿para qué arriesgamos continuamente la vida? Sí, hermanos, porque todos los días estoy muriendo, se lo juro por ustedes mismos que son mi gloria en Cristo Jesús nuestro Señor. Si no hay más que esta existencia, ¿de qué me sirve haber luchado contra leones en Éfeso? Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, que mañana moriremos. No se dejen engañar: las doctrinas malas corrompen las buenas conductas. Despiértense y no pequen: de conocimiento de Dios algunos de ustedes no tienen nada, se lo digo para su vergüenza.

Algunos dirán: ¿Cómo resurgen los muertos? ¿Con qué clase de cuerpo vuelven? ¡Necio! Lo que tú siembras debe morir para recobrar la vida. Y lo que tú siembras no es el cuerpo de la futura planta, sino un grano desnudo, ya sea de trigo o de cualquier otra semilla. Dios le dará después un cuerpo según lo ha dispuesto, pues a cada semilla le da un cuerpo diferente. Hablamos de carne, pero no es siempre la misma carne: una es la carne del hombre, otra la de los animales, otra la de las aves y otra la de los peces. Y si hablamos de cuerpos, el resplandor de los «cuerpos celestes» no tiene nada que ver con el de los cuerpos terrestres. También el resplandor del sol es muy diferente del resplandor de la luna y las estrellas, y el brillo de una estrella difiere del brillo de otra.

Lo mismo ocurre con la resurrección de los muertos. Se siembra un cuerpo en descomposición, y resucita incorruptible. Se siembra como cosa despreciable, y resucita para la gloria. Se siembra un cuerpo impotente, y resucita lleno de vigor. Se siembra un cuerpo animal, y despierta un cuerpo espiritual. Pues si los cuerpos con vida animal son una realidad, también lo son los cuerpos espirituales. Está escrito que el primer Adán era hombre dotado de aliento y vida; el último Adán, en cambio, será espíritu que da vida. La vida animal es la que aparece primero, y no la vida espiritual; lo espiritual viene después. El primer hombre, sacado de la tierra, es terrenal; el segundo viene del cielo. Los de esta tierra son como el hombre terrenal, pero los que alcanzan el cielo son como el hombre del cielo. Y del mismo modo que ahora llevamos la imagen del hombre terrenal, llevaremos también la imagen del celestial. Entiéndanme bien, hermanos: lo que es carne y sangre no puede entrar en el Reino de Dios. En la vida que nunca terminará no hay lugar para las fuerzas de descomposición. Por eso les enseño algo misterioso: aunque no todos muramos, todos tendremos que ser transformados cuando suene la última trompeta. Será cosa de un instante, de un abrir y cerrar de ojos. Al toque de la trompeta los muertos resucitarán como seres inmortales, y nosotros también seremos transformados. Porque es necesario que nuestro ser mortal y corruptible se revista de la vida que no conoce la muerte ni la corrupción. Cuando nuestro ser corruptible se revista de su forma inalterable y esta vida mortal sea absorbida por la inmortal, entonces se cumplirá la palabra de la Escritura: ¡Qué victoria tan grande! La muerte ha sido devorada. ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? El aguijón de la muerte es el pecado, y la Ley lo hacía más poderoso. Pero demos gracias a Dios que nos da la victoria por medio de Cristo Jesús, nuestro Señor. Así, pues, hermanos míos muy amados, manténganse firmes y no se dejen conmover. Dedíquense a la obra del Señor en todo momento, conscientes de que con él no será estéril su trabajo.

REFELXION PASTORAL:

Solo quien ha experimentado el dolor auténtico de la muerte es el que ha perdido un ser querido en este mundo. Nadie sabe el dolor del corazón de una madre que ha perdido a su hijo. Su camino más doloroso es sin duda el del cementerio. De ahí las dolorosas escenas de despedida cuando ven que meten a su hijo en la tumba. Incluso, a veces, es preciso tomarla de la mano porque no quiere soltarse del último abrazo en el ataúd. Pero todos somos testigos del dolor de las madres que sienten que también están perdiendo a su hijo, no porque la gente cargue con el ataúd. Es el dolor de las madres que ven que sus hijos se alejan del hogar en busca de otras compañías, que andan por otros caminos de muerte en la vida.

El dolor de las madres que ven a su hijo dominado por el alcohol y que regresa a casa de madrugada, cuando no se queda por ahí todo el fin de semana. El dolor de las madres que ven como su hijo se está hundiendo en el infierno de la droga. El dolor de las madres que sienten que su hijo se niega a abrir sus ojos a un futuro digno y que los haga hombres signos en la sociedad. Todos, de alguna manera, hemos sido y somos testigos del dolor de muchas madres. Engendraron al hijo con todo el cariño de su corazón y ahora ven cómo se les escapa de las manos.


A estas madres no podemos mirarlas con indiferencia y muchos menos con críticas y reproches. También ellas necesitan de un Jesús que sienta compasión por ellas y les devuelva a su hijo medio muerto en vida. Hijo no camino del cementerio, pero sí camino de una vida que cada día se va destruyendo. También ellas necesitan de una palabra de consuelo por parte nuestra. También ellas necesitan de esa ayuda que pueda devolverles al hijo. Felizmente existen hoy distintos movimientos de ayuda, pero necesitan también ellas de mucha fe en Jesús que es capaz de decir: "Muchacho, a ti te lo digo: "Levántate." Todas las terapias son de alabar y apreciar, pero no podemos olvidar a ese Jesús que, a veces como quien no hace nada, sale a nuestro encuentro. Hay muertes que sólo Él puede devolverlas la vida. Jesús no puede ser indiferente ante las lágrimas de las madres. 


sábado, 1 de junio de 2013

CUERPO Y SANGRE DEL SEÑOR


SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI

Evangelio según San Lucas 9,11 - 17:

En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar a la multitud sobre el reino de Dios y curó a los que necesitaban. Caía la tarde y los Doce se le acercaron para decirles: "Despide a la gente para que vayan a los pueblos y aldeas del contorno y busquen alojamiento y comida, porque aquí estamos en un lugar deshabitado."
Pero él les dijo: "Denles Uds. de comer." Pero ellos respondieron: "No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente." Pues había como cinco mil hombres. Él dijo a sus discípulos: "Hagan que se acomoden por grupos de unos cincuenta." Lo hicieron así, e hicieron acomodarse a todos. Tomó entonces los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición y los partió, y los iba dando a los discípulos para que los fueran sirviendo a la gente. Comieron todos hasta saciarse. Se recogieron los trozos que les habían sobrado: doce canastos. PALABRA DE DIOS.
                                                                                                                                        
COMENTARIO
Estimados hermanos(as) en el señor sacramentado Paz y Bien.

Estamos Celebrando la fiesta de las fiestas Jesús eucaristía porque hablar de Cuerpo y Sangre de Cristo es hablar de Eucaristía y hablar de Eucaristía es hablar del ágape celestial, porque la santa misa es eso realmente: “Dichos los invitados al banquete de bodas del cordero celestial” (Ap. 19,9). Hablar de Eucaristía es hablar de un nuevo estilo de encarnación de Jesús, como un nuevo estilo de estar presente entre los hombres, porque nos había dicho “No os dejare huérfanos, sino que volveré” (Jn 14,18). Pero estas palabras del Señor tienen sentido real a lo dicho más luego: “Salí del Padre, vine al mundo; ahora dejo el mundo y vuelvo al Padre” (Jn 16,28). Sería bueno ahora preguntarnos ¿A qué vino Jesús? El gran Teólogo san Pablo lo define sabiamente esta revelación del amor de Dios y lo dice: “Dios salvador nuestro quiere que todos los hombres se salven llegando al conocimiento de la verdad” (I Tm 2,4). Y ¿Qué es pues la verdad? Jesús dijo “yo soy la verdad, camino y vida. Nadie va al Padre son por mi” (Jn 14,6). Es decir Jesús vino a salvarnos a toda la humanidad.

¿Por qué, cómo y de qué nos salvó Jesús?

San Juan ha dicho: “Quien ama a Dios conoce a Dios, quien no ama a Dios no conoce Dios, porque Dios es amor” (I Jn 4,8) Luego san Juan es más enfático al decir: “Si uno dice Yo amo a Dios y odia a su hermano, es un mentiroso. Si no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve” (I Jn 4,20).  Mismo Jesús lo ha dicho en este sentido: “Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. Ustedes deben amarse unos a otros como yo los he amado. En esto reconocerán todos que son mis discípulos, en que se amen unos a otros” (Jn 13,34). Por tanto la única motivación que tiene Dios para con la humanidad es esto: su amor a la humanidad.

Ahora el cómo de la salvación en favor nuestro por parte de Dios es lo que no detiene. Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una joven virgen que estaba comprometida en matrimonio con un hombre llamado José, de la familia de David. La virgen se llamaba María. Llegó el ángel hasta ella y le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» María quedó muy conmovida al oír estas palabras, y se preguntaba qué significaría tal saludo. Pero el ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado el favor de Dios. Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, al que pondrás el nombre de Jesús. Será grande y justamente será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de su antepasado David; gobernará por siempre al pueblo de Jacob y su reinado no terminará jamás.» María entonces dijo al ángel: «¿Cómo puede ser eso, si yo soy virgen?»
Contestó el ángel: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios…Porque para Dios, nada es imposible.» Dijo María: «Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí tal como has dicho.» (Lc 1,26-38). Pero en gran teólogo san Juan lo resume en estos términos: “La palabra de Dios se hizo hombre a habitó entre nosotros” (Jn, 1,14). Dios Padre lo reafirma su identidad en el bautismo de Jesús: “Tu eres mi hijo amado, yo te he engendrado hoy” (Lc. 3,22). Por eso mismo Jesús más tarde dirá: “¿No creen que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo les digo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que vive en mí es el que hace las obras” (Jn 14,10). En el inicio de su ministerio Jesús se valió de los profetas del A.T. quienes anunciaron la cercanía y llegada del Mesías (Is 61 1ss). Mismo Jesús Dijo: “El Espíritu del Señor está sobre mí: Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres: Me ha enviado para sanar a los pobres, Para predicar libertad a los cautivos. Y a los ciegos vista. Para poner en libertad a los cautivos y anunciar  el año de gracia de Dios” (Lc.4,18).

Jesús la segunda divina Persona como sabemos que es el salvador nuestro en resumidas cuentas dio tres pasos:

1) Inicio con la proclamación del evangelio: “El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio” (Mc 1,15). Y algunos pescadores son los primeros que siguen a Jesús: “Jesús subió al monte y llamó a los que él quiso, y se reunieron con él. Así instituyó a los Doce (a los que llamó también apóstoles), para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar, dándoles poder para echar demonios. Estos son los Doce: Simón, a quien puso por nombre Pedro; Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo, a quienes puso el sobrenombre de Boanerges, es decir, hijos del trueno; Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, el hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo,
y Judas Iscariote, el que después lo traicionó” (Mc 3,13-19).

2) Fundó una única iglesia: “Y ahora yo te digo tú eres Pedro (o sea Piedra), y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; el poder del infierno jamás la podrá vencer. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en el Cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el Cielo.» (Mt 16,18-19). Pero no fue solo los doce quienes siguen a Jesús sino una muchedumbre inmensa de gente: “Después Jesús pasó a la otra orilla del lago de Galilea, cerca de Tiberíades. Le seguía un enorme gentío, a causa de las señales milagrosas que le veían hacer en los enfermos. Jesús subió al monte y se sentó allí con sus discípulos. Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús, pues, levantó los ojos y, al ver el numeroso gentío que acudía a él, dijo a Felipe: «¿Dónde iremos a comprar pan para que coma esa gente?» Felipe le respondió: «Doscientas monedas de plata no alcanzarían para dar a cada uno un pedazo.» Otro discípulo, Andrés, hermano de Simón Pedro, dijo: Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados. Pero, ¿qué es esto para tanta gente? «Hagan que se sienta la gente. Entonces Jesús tomó los panes, lo bendijo y los repartió entre los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, y todos recibieron cuanto quisieron. Cuando quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: «Recojan los pedazos que han sobrado para que no se pierda nada. Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos que no se habían comido: eran las sobras de los cinco panes de cebada” (Jn  6,1-13).

Alguno muy ilusionado como el joven rico corrió al encuentro con Jesús, se arrodilló delante de él y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para conseguir la vida eterna?»  Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino sólo Dios. Ya conoces los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no digas cosas falsas de tu hermano, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre.» El joven le contestó: «Maestro, todo eso lo he practicado desde muy pequeño.» Jesús fijó su mirada en él, le tomó cariño y le dijo: «Sólo te falta una cosa: vete, vende todo lo que tienes y reparte el dinero entre los pobres, y tendrás un tesoro en el Cielo. Después, ven y sígueme. Al oír esto se desanimó totalmente, pues era muy rico, y se fue triste” (Mc 10,17-18). Pedro interviene y dijo: «Señor nosotros lo hemos dejado todo para seguirte.» Y Jesús contestó: «En verdad les digo: Ninguno que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o campos por mi causa y por el Evangelio quedará sin recompensa. Pues, aun con persecuciones, recibirá cien veces más en la presente vida y en el mundo venidero la vida eterna” (Mc 10,28-30). Alguno vacilaron y dijeron: “¡Este lenguaje es muy duro! ¿Quién podrá escucharle?” Jesús se dio cuenta de que sus discípulos criticaban su discurso y les dijo: «¿Quieren marcharse también ustedes?» Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.» (Jn 6,60-69).

Aclarado algunos impases Jesús envía a los doce a la misión con estas instrucciones: Por el camino proclamen que ¡El Reino de los Cielos está ahora cerca! Sanen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos y echen los demonios. Ustedes lo recibieron sin pagar, denlo sin cobrar. No lleven oro, plata o monedas en el cinturón. Nada de provisiones para el viaje, o vestidos de repuesto; no lleven bastón ni sandalias, porque el que trabaja por el evangelio merece su alimento. En todo pueblo o aldea en que entren, busquen alguna persona que valga, y quédense en su casa hasta que se vayan. Al entrar en la casa, deséenle la paz. Y si en algún lugar no los reciben ni escuchan sus palabras, salgan de esa familia o de esa ciudad, sacudiendo el polvo de los pies. Yo les aseguro que esa ciudad, en el día del juicio, será tratada con mayor rigor que Sodoma y Gomorra. Miren que los envío como ovejas en medio de lobos: sean, pues, precavidos como la serpiente, pero sencillos como la paloma. ¡Cuídense de los hombres! A ustedes los arrastrarán ante sus consejos, y los azotarán en sus sinagogas. (Mt 10,5-17).  “Quien crea en el evangelio y se bautice será salvo, quien no crea será condenado” (Mc 16,15-16). “Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado a ustedes. Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia.» (Mt 28,19-20).

3) Jesús Instituyó los sacramentos como la Santa Eucaristía: ¿Qué es la Eucaristía?
Jesús antes de su pasión advierte: «Estamos subiendo a Jerusalén y el Hijo del Hombre va a ser entregado a los jefes de los sacerdotes y a los maestros de la Ley; lo condenarán a muerte y lo entregarán a los extranjeros, y que se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y lo matarán. Pero tres días después resucitará” (Mc. 10,33-34). “El hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y dar su vida en rescato por todos” (Mc 10,45). El último gesto de amor a su Iglesia es la institución de la santa Eucaristía: Jesús tomó pan y, dando gracias, lo partió y se lo dio diciendo: «Esto es mi cuerpo, que es entregado por ustedes. (Hagan esto en memoria mía).» Hizo lo mismo con la copa después de cenar, diciendo: «Esta copa es la alianza nueva sellada con mi sangre, que es derramada por Uds. para el perdón de los pecados, hagan esto en conmemoración mía» (Lc 22,19-20). El Evangelio de san Juan es más explícito al respecto. Jesús dijo:  “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo…En verdad les digo que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tienen vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre vive de vida eterna, y yo lo resucitaré el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él… El que coma este pan vivirá para siempre” (Jn 6,48-58). Y nuestro gran amigo San pablo se expresa cuestionando al respecto: “La copa de bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo?  Así, siendo muchos formamos un solo cuerpo, porque el pan es uno y todos participamos del mismo pan” (Icor 10,16-17).

Requisitos para recibir la Santa Eucaristía: San pablo previo recuerdo para la santa comunión: “Yo he recibido la tradición lo que a mi vez les he transmitido. Que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan y, después de dar gracias, lo partió diciendo: «Esto es mi cuerpo, que es entregado por ustedes; hagan esto en memoria mía.» De igual manera, tomando la copa, después de haber cenado, dijo: «Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Todas las veces que la beban háganlo en memoria mía.» (Icor 11,23-25).

San Pablo sigue y dice: Fíjense bien, cada vez que comemos de este pan y bebemos de esta copa estamos proclamando la muerte del Señor hasta que venga. Por tanto, el que come el pan o bebe la copa del Señor indignamente peca contra el cuerpo y la sangre del Señor. (Icor 11,26-27).

Por lo tanto: “Cada uno, pues, examine su conciencia y luego podrá comer el pan y beber de la copa. En caso contrario, el que come y bebe indignamente, come y bebe su propia condenación por no reconocer al Señor en su cuerpo bendito y sacramentado”. (Icor 11,28-29).

Reflexión de la santa misa.

Como hemos sido explícitos según la santa Biblia; esta multiplicación de los panes se sitúa en el contexto de la última cena del Señor. La Misa celebrada en la falda del monte, al aire libre. Posiblemente, un Evangelio escrito para recordarles a los primeros cristianos cómo han de celebrar la Eucaristía. Una Eucaristía en la que Jesús vuelve a preocuparse de los hombres necesitados y con el estómago vacío. Hasta la actitud de Jesús pone de manifiesto este significado eucarístico de la multiplicación. Los discípulos ponen lo que tienen, cinco panes y dos peces, Jesús toma en sus manos los panes, levanta los ojos al cielo, pronuncia la bendición y se los diciendo que los repartiesen entre todos hasta saciarse.

No se trata de dar una lección teórica del significado de la Misa, se trata de realizar el sentido y la verdad de la Misa. Levantar los ojos al cielo, como oración al Padre, y mirar a los hombres para compartirse con ellos. Levantar los ojos al cielo, sí. Pero luego, con esos mismos ojos, mirar de otra manera a los hombres, a los hermanos. ¿No tendría que ser también nuestra Misa de cada domingo?

Jesús primero se hace hombre y al final se hace pan. Cada vez acercándose más al hombre. Fue el último gesto de Jesús antes de dar comienzo a su Pasión. Un estilo de vida de estar con el hombre da comienzo a otro estilo nuevo. El primero fue en un pesebre. Este segundo lo hace en una mesa de familia, en ambiente de familia.

La Eucaristía como presencia. En primer lugar celebrar la Eucaristía es celebrar la continuación de su presencia en medio de nosotros. "No os dejaré solos." "Esto es mi cuerpo y esta es mi sangre." La primera era una presencia de quien camina con los hombres. La segunda es la presencia de quien invita a los hombres a encontrarse con El sentados a la misma mesa de la familia. Y ahí lo tenemos a diario en el Sagrario. Y ahí lo tenemos cada vez que celebramos la Misa. Nunca está solo quien quiera visitarlo en su Sagrario.

La Eucaristía como memoria. Pero además, Jesús instituye la Eucaristía no solo como presencia sino como sacramento que nos reúne a todos a hacer de memoria de Él, para que no nos olvidemos de cuanto Él ha hecho por nosotros, para recordar, sobre todo el gran momento de su amor por nosotros, el misterio pascual de la Cruz y la Resurrección. "Haced esto en memoria mía." Por eso participar en la misa es algo más que estar presente y responder a las invitaciones del Sacerdote. Es recordar su amor, es recordar su Pasión, su Muerte y su Resurrección. Por eso decimos: "Anunciamos tu muerte y proclamamos tu resurrección..." Vivir la Eucaristía es vivir actualizando el misterio de su Muerte y Resurrección, es revivirla en nuestros corazones y es comprometernos a anunciarlas y proclamarlas luego en la vida a todos los hombres.

La Eucaristía es vivir la vida eterna. "El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna." No es necesario esperar a morir para vivir ya en nosotros la vida de Dios. No la podremos vivir en plenitud, pero ya la llevamos en germen dentro de nosotros. Por eso, participar de la Eucaristía es ir a cargarnos de vida, es salir de la Iglesia como con las pilas de la vida recargadas.

Por eso la vida no puede ser un momento de aburrimiento y bostezo por el sermón del sacerdote, sino es vivir lo que todos juntos celebramos. No celebramos Misa solo con estar presente, sino viviendo lo que celebramos.

Resulta inquietante el hecho de que fue precisamente cuando Jesús anuncia la Eucaristía se arma el escándalo. ¿A quién se puede ocurrir convertirse en pan para que comamos su cuerpo? "Estas palabras son duras, ¿quién le puede hacer caso?" La gente se fue alejando de él hasta quedarse solo con sus Discípulos. Y Jesús los reta: "¿también vosotros queréis marcharos?"

Es que la Eucaristía es el corazón de la Iglesia, una Iglesia sin corazón deja de ser Iglesia. Hasta nosotros solemos morir muchos de infarto porque el corazón se nos paralizó.

¿No es también hoy la Eucaristía uno de los momentos centrales de cuantos nos decimos creyentes? ¿No es la Misa Dominical uno de los criterios de evaluación de la vida cristiana de las parroquias?


Lo malo que la vemos más como "una obligación" que como una vivencia y experiencia de fe. De ahí que muchos jóvenes comienzan a alejarse en primer lugar de la Misa. Uno de los problemas que suelen tener los padres es cómo "obligarlos" a ir a Misa. La mejor opción es el testimonio de vida y la educación en la vida espiritual.

domingo, 26 de mayo de 2013

FIESTA DE LA SANTISIMA TRINIDAD




FIESTA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

San Juan 16, 12 - 15:

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: “Mucho tengo todavía que decirles, pero ahora no pueden entender. Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, les guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y les anunciará lo que ha de venir.

Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y les anunciará a Uds. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y les anunciará a Uds. PALABRA DEL SEÑOR.

 Comentario:

Amigos en el Señor Paz y Bien.  Cuando pregunta  a Jesús un doctor de la ley “Maestro bueno ¿cuál es el mandamiento principal de la ley? Jesús respondió: Ama a Dios sobre todas las cosas con toda tu alma y con todo tu ser, el segundo es similar, ama a tu prójimo como a ti mismo, este mandato es lo principal de la Dios y los profetas” (Mc 12,28). Luego San Juan Dice: “Si alguno dice, Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Porque el que no ama a su hermano a quien ve, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? (IJn 4,20). Estos dos argumentos nos dan pie para decir con certeza que la fiesta de la Santísima Trinidad es la fiesta de la manifestación del amor pleno de Dios.  

Jesús redujo toda la Ley a dos cosas: el amor a Dios y el amor al prójimo. Con lo cual quiso decirnos que no podemos amar a uno sin amar al otro y que lo que hagamos a uno se lo hacemos al otro. De ahí entendemos que Benedicto XVI escribió en su primera Encíclica: "Amor a Dios y amor al prójimo se funden entre sí." Y aún añade más: "Lo que subraya es la inseparable relación entre amor a Dios y amor al prójimo. Ambos están tan estrechamente entrelazados, que la afirmación de amar a Dios es en realidad una mentira si el hombre se cierra al prójimo o incluso lo odia. El versículo de Juan se ha de interpretar más bien en el sentido de que el amor del prójimo es un camino para encontrar también a Dios, y que cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte también ciegos ante Dios." (DC n. 16)

Cuando decimos que "no vemos a Dios" tendríamos que preguntarnos si "realmente vemos al prójimo". Por tanto el prójimo es el camino del hombre hacia Dios. Si yo no creo en ti, ¿creeré de verdad en Dios? Si tú me eres indiferente, ¿no que también Dios termina siéndome indiferente? Si yo te margino a ti de mi vida, ¿no estaré marginando también a Dios?

Hoy, en este Año de la Fe, ¿no será el momento de sincerarnos con nosotros mismos y preguntarnos qué es Dios para mí. La respuesta la tendré cuando me responda quién eres tú para mí y quién es mi prójimo para mí.

La Trinidad es una. No confesamos tres dioses sino un solo Dios en tres personas: "la Trinidad consubstancial" (Concilio de Constantinopla II, año 553). Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios: "El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir, un solo Dios por naturaleza" (Concilio de Toledo XI, año 675). "Cada una de las tres personas es esta realidad, es decir, la substancia, la esencia o la naturaleza divina" (Concilio de Letrán IV, año 1215).

Las tres Personas divinas son realmente distintas entre sí. "Dios es único pero no solitario" (DS 71). "Padre", "Hijo", Espíritu Santo" no son simplemente nombres que designan modalidades del ser divino, pues son realmente distintos entre sí: "El que es el Hijo no es el Padre, y el que es el Padre no es el Hijo, ni el Espíritu Santo el que es el Padre o el Hijo" (Concilio de Toledo XI, año 675). Son distintos entre sí por sus relaciones de origen: "El Padre es quien engendra, el Hijo quien es engendrado, y el Espíritu Santo es quien procede" (Concilio de Letrán IV, año 1215). La Unidad divina es Trino.

Las Personas divinas son relativas unas a otras. La distinción real de las Personas entre sí, porque no divide la unidad divina, reside únicamente en las relaciones que las refieren unas a otras: "En los nombres relativos de las personas, el Padre es referido al Hijo, el Hijo lo es al Padre, el Espíritu Santo lo es a los dos; sin embargo, cuando se habla de estas tres Personas considerando las relaciones se cree en una sola naturaleza o substancia" (Concilio de Toledo XI, año 675). El padre crea, el hijo redime y el espíritu santifica. Pero una sola sustancia, una sola esencia, una sola naturaleza. Ninguno precede en grandeza, eternidad y potestad. Absolutamente simple, por eso indivisible, inseparable, inconfundible, e inmutable.

Por tanto el Padre es creador en cuanto que el Hijo redime y el Espíritu santifica, y el Hijo es redentor en cuanto que el Padre crea y el Espíritu santifica y el Espíritu santifica en cuanto que el Padre crea y el Hijo redime. De ahí concluimos que, el Padre no es el Hijo ni el Espíritu santo y el Hijo no es ni el Padre ni el Espíritu santo y el Espíritu santo no es ni el Padre ni el Hijo, porque son distintas personas.

viernes, 17 de mayo de 2013

DOMINGO DE PENTECOSTES CICLO - C



Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 19-23

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: "Paz a vosotros".  Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.

Jesús repitió: Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.      Palabra del Señor.

Paz y Bien en el Señor y De modo especial felicitaciones para nuestra querida Parroquia del Espíritu Santo en su fiesta patronal, un saludo apara el P. Dante Montoya Peña, Párroco  Fr Manuel, Fr Julio Vicarios, Fr Nicolas, ecónomo y Fr Abraham. Y a todas sus instituciones parroquiales y fieles en general de nuestra parroquia.

Quiero ser breve en mi reflexión para dejar espacio para meditar reflexionar sobre el don del Espíritu Santo. Estamos celebrando le fiesta de Pentecostés, fiesta del Espíritu Santo. ¿Qué es pues el Espíritu Santo? Es la manifestación del amor de Dios Padre y el Hijo. De hecho Jesús mismo dice a sus apóstoles: “Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el Nombre del padre Hijo y Espíritu Santo, enseñándoles todo lo les mande. Y sepan que estoy con Uds. todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,19-20). “Quien guarda mi palabra, mi Padre lo amara y vendremos  y haremos morada en él” ( Jn 14,23). Resalto la cohabitación de las tres Divinas Personas en todo creyente bautizado.

Jesús invoca a la unidad los que profesamos esta forma de Dios uno y trino: “Padre que todos sean uno, como tu estas en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros para que el mundo crea que tú me has enviado” (Jn 17,21). Así también San Pablo lo reafirma al decir: Hemos sido bautizados en el único espíritu para que formáramos un solo cuerpo, de modo que ya no hay distinción de griegos, judíos, esclavos o libres, porque todos bebimos del mismo y único espíritu” (I Cor. 12,13).

¿Cuál es la función del Espíritu Santo en esta comunidad universal (Iglesia católica)? Jesús mismo lo dice. “En adelante el espíritu paráclito que mi padre enviara en mi nombre, el intérprete, les enseñará, y recordará todo lo que yo les he enseñado y le guiará a la verdad plena” (Jn 14,26). Para se cumpla instruyo a sus apóstoles durante 50 días al final dijo ya resucitado: “Jesús entonces les dijo otra vez: Paz a Uds; como el Padre me ha enviado, así también yo les envío. Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: Reciban el Espíritu Santo” (20,21-22). Desde entonces el espíritu Santo haces sus actividades y los primeros pasos son estas actividades es a saber:

1.-“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso que llenó toda la casa donde estaban sentados, y se les aparecieron lenguas como de fuego que, repartiéndose, se posaron sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les inspiraba habilidad para expresarse” (Hch 2,1-4).

2.-“Aún estaba Pedro diciendo estas palabras cuando descendió el Espíritu Santo sobre todos los que le oían, quedando fuera de sí los circuncidados de que el don del Espíritu se derramase sobre los gentiles porque les oían hablar en varias lenguas y glorificar a Dios”. (Hch 10, 44-46).

En Resumidas cuentas; en la sagrada liturgia celebramos hoy una de las fiestas centrales del calendario litúrgico. La Fiesta de Pentecostés o Fiesta del Espíritu Santo o Fiesta de la presentación en sociedad de la Iglesia. Juan relata el acontecimiento del Espíritu Santo en la primera aparición pascual. Lo presenta como la recreación de los discípulos como hombres nuevos. Solo Lucas nos ofrece el relato de Pentecostés, no en el Evangelio sino en el Libro de los Hechos de los Apóstoles, es decir, en un clima y ambiente de Iglesia.

Quisiera destacar algunos rasgos que nos puedan ayudar a vivir mejor este acontecimiento y a vivir mejor el misterio de la Iglesia. Y en la parte conclusiva destaco:

En primer lugar, los símbolos del viento fuerte y de las lenguas de fuego.

El viento: que nos habla de cómo el Espíritu es el que empuja a la Iglesia y la hace salir de sí misma como el viento que empuja las velas de las embarcaciones a alta mar.

El fuego: que nos habla de cómo el Espíritu nos hace sentir interiormente la fuerza del Evangelio que nos arde dentro y nos empuja a anunciarlo al mundo entero.

El don de lenguas: Lucas presenta a todos los pueblos y razas y culturas conocidas de aquel entonces. Si bien los discípulos son galileos; sin embargo, todos los entienden como si hablasen su propia lengua. Es la acción del Espíritu Santo no solo en los Apóstoles sino en el corazón de todos los hombres.

Una Iglesia que nace anunciando el Evangelio. Una Iglesia que nace universal. El Espíritu la hace salir de sí misma y la abre a todos los hombres. Con una característica que no podemos olvidar. Pentecostés es la Iglesia en comunión en medio de la diversidad o la diversidad hecha comunión. Una Iglesia en la cabemos todos y que no excluye a nadie. Juan nos presenta la obra del Espíritu Santo en cada uno de nosotros haciéndonos criaturas nuevas. Lucas nos presenta la obra del Espíritu Santo en la Iglesia, como alma de la Iglesia y como dinamismo de la Iglesia.

sábado, 11 de mayo de 2013

DOMINGO DE LA ASCENSION



                          DOMINGO DE LA ASCENCION DEL SEÑOR (12-MAY-2013)

                                      Evangelio según Sn Lc. 24, 46-53
  
 En aquel tiempo les dijo Jesús: "Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén.
Uds. son testigos de esto: "Miren, voy a enviar sobre uds. la Promesa de mi Padre. Por su parte permanezcan en la ciudad hasta que sean revestidos del poder desde lo alto."
Los sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo. Y sucedió que, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos, después de postrarse ante Él, se volvieron a Jerusalén con gran gozo, y estaban siempre en el Templo bendiciendo a Dios.
PALABRA DEL SEÑOR

    Comentario

    Querido amigos en el señor Paz y bien.

   Jesús ya había advertido: Salí del Padre, vine al mundo, ahora dejo el mundo y vuelvo al Padre” (Jn 16,28). En mi modesta opinión creo que este episodio resume integro el actuar de Dios en su hijo Jesucristo, pero ahora conviene preguntarnos ¿ para qué vino?. San Pablo dice: “Dios salvador nuestro quiere que todos los hombres se salven llegando al conocimiento de la verdad” (1Tm 2,3). Es decir Jesús ha venido a salvarnos a todos los hombres pero tenemos que conocer la verdad y ¿cuál verdad? Jesús mismo lo dice: “yo soy la verdad, vida y camino, nadie va al Padre sino por mi” (Jn 14,6). “Si en conocer a Jesús consiste la verdad, entonces con razón dijo Jesús: Si alguien guarda mi palabra mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él” (Jn 14,23) Es decir la salvación no consiste en saber de memoria sobre el cielo, sino de vivir en Jesús. Al respectos un día San Francisco de Asís con razón dijo a sus hermanos. “La vida y regale de los hermanos menores es esto: vivir el santo evangelio de nuestro Señor Jesucristo” RB 1.

¿Recuerdan la llegada Jesús al mundo? ¿Cómo nos preparamos y festejamos su venida por su nacimiento? Cuánta fiesta, ¿verdad? Ahora que se nos va ya casi nadie hace fiesta. Porque tampoco hay lugar a la tristeza, porque su partida también es alegría: Uds. se lamentaran, se pondrán tristes, pero su tristeza se convertirá en alegría (Jn 16,20). “Porque voy y les preparare un sitio y cuando les prepare sitio volveré y les llevare conmigo para que donde estoy yo estén también Uds” (Jn15,1-3).

Sin embargo, San Lucas pone el acento de la ascensión del Señor en tres detalles importantes que conviene resaltar: El primero: Jesús se despide dándoles la bendición. "Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo" (Lc 24,51). Lo segundo: Jesús sabe que todavía no están como afrontar la misión y por eso les pide que no se muevan hasta que "sean revestidos del poder de lo alto", es decir, hasta que reciban el Espíritu Santo. Porque solo entonces estarán suficientemente preparados para dar cara por el Evangelio sin miedo ni cobardía.

Finalmente, Lucas destaca, más que el miedo y la duda, la alegría que inunda sus corazones de los apóstoles y cómo se quedan en Jerusalén a la espera de la venida del Espíritu Santo. Entonces de pronto “Vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento que lleno toda la Iglesia… todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas” (Hch 2,2-4).

Para Lucas lo importante es que para anunciar el Evangelio primero es preciso ser revestidos del Espíritu Santo. Es precisamente Él quién impulsa a la misión. Es Él quien da el coraje y la valentía del anuncio. Es Él quien nos hace sentir y experimentar la fuerza del Evangelio. Por eso, evangelizar no es hacer propaganda del Evangelio. Evangelizar es ser movidos por el Espíritu y bajo la actuación del Espíritu, lo que Lucas pondrá de manifiesto en el relato de Pentecostés en el libro de los Hechos como ya destacamos.

Además se necesita de la acción del Espíritu porque con la Ascensión comienza un camino nuevo. Un camino donde es preciso caminar sin Jesús pero con Jesús. Los discípulos tendrán que acostumbrarse a vivir sin la presencia humana de Jesús. Serán ellos los que tendrán que dar cara por Él. Es la presencia invisible de Jesús, aunque una presencia real. Un camino donde la iniciativa será de Jesús, pero la obra tendrá que ser nuestra. Es el camino de la Iglesia.

El Espíritu Santo es el alma de la Iglesia. El Espíritu es el motor del dinamismo de la Iglesia. La Iglesia, como ha repetido Benedicto XVI, es "esencialmente misionera" y el Espíritu Santo tiene como misión sacar a la Iglesia de la Iglesia. Me explico, tiene la misión de sacar a la Iglesia de sí misma y lanzar hacia el mundo en misión. Es saliendo de ella misma que la Iglesia se hace misionera. La Iglesia cuanto más preocupada está de sí misma más se cierra sobre sí misma. La Iglesia tiene que mirarse a sí misma, claro está, pero tiene que hablar más del Evangelio que de ella misma, tiene que preocuparse por anunciar el Evangelio que anunciarse a sí misma. La Iglesia será más Iglesia cuanto más salga de sí misma para proclamar el Evangelio.

La Evangelización supone mucha audacia. Mucha valentía, porque tiene que anunciar el Evangelio a todos los pueblos y sabes que no todos están en actitud de abrirse al Evangelio y que, incluso, muchos tendrán que jugarse la vida por el Evangelio. Sin la fuerza del Espíritu esto no será posible.

Gracias al poder de dinámico del Espíritu santo que la iglesia posee, tiene fuerza para promover una "nueva evangelización", ¿por qué? Porque se necesita un espíritu nuevo de dar a conocer el Evangelio a los demás. Nueva porque surgen situaciones y problemas nuevos. Nueva porque el hombre es siempre nuevo y la historia es siempre nueva. Por tanto, el anuncio del Evangelio también tiene que ser nuevo si no queremos quedarnos estancados en la historia.

En el año de la fe hoy al recordar los 50 años del Vaticano II nos sitúa  esta nueva misión en estos términos: "Es propio de todo el Pueblo de Dios, pero principalmente de los pastores y de los teólogos, auscultar, discernir e interpretar, con la ayuda del Espíritu Santo, las múltiples voces de nuestro tiempo y valorarlas a la luz de la palabra divina, a fin de que la verdad revelada pueda ser mejor percibida, mejor entendida y expresada de forma más adecuada." (GS 44)

sábado, 4 de mayo de 2013

VI DOMINGO CICLO C (T.P.)



VI DOMINGO DEL TIEMPO DE PASCUA, CICLO C (05 de mayo del 2013)
Sn Juan 14,23 - 29:

En aquel tiempo Jesús respondió: "Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él. El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que escuchan no es mía, sino del Padre que me ha enviado.
Les he dicho estas cosas estando entre uds. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todo y les recordará todo lo que yo les he dicho.
La paz les dejo, mi paz les doy; no les la doy como la da el mundo. No se asuste su corazón ni se acobarde. Han oído lo que les he dicho: "Me voy y volveré a uds." Si me amaran, se alegrarían de que me fuera al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Y ahora les digo, antes de que suceda, para que cuando suceda crean." Palabra del Señor.

COMENTARIO:
Hermanos(as) en el Señor Paz y bien. Estamos celebrando ya la parte final del tiempo de pascua. Y el señor nos aporta nuevas ideas para entender mejor lo que en lo sucesivo pasará: Nos declara que entramos a tiempos nuevos y nuevos templos donde Él habita y podemos encontrarnos con Dios. Jesús mismo nos dice que lo que nos anunció no es cosa suya sino que son palabras del Padre que lo ha enviado, que es Dios quien nos habla a través de Él. Para entender mejor este tiempo y templo o Iglesia nueva nos presenta al Espíritu Santo como el encargado de traducirnos esas palabras, hacernos recordar en cada momento de nuestras vidas. El Espíritu Santo es el gran maestro de esta nueva Iglesia y Él nos lo enseñará todo. Que nos deja como regalo la paz, una paz distinta la del mundo una paz nueva. La paz que nace del mismo amor del Padre. Nos pide que no tengamos miedo ahora que se va, porque Él se va pero "volverá a pronto". Que no estamos solos sino que Él seguirá presente en medio de nosotros, aunque claro está, de otra manera. Para eso nos enviará el espíritu paráclito. Nos pide que en lugar de ponernos tristes nos alegremos de que Él se nos vaya, pues está a punto de terminar su misión. Y que esa alegría es también una manera de amarle. Y nos suplica que creamos en Él, que tengamos fe en las cosas de Dios.

Gustaría resaltar también algunas ideas de este legado final de Jesús glorificado: El Espíritu Santo que Jesús nos promete al despedirse tiene una doble función: la de maestro y la de recordarnos. Ambas fundamentales para la vida de la Iglesia.

“En adelante, el espíritu paráclito, el Interprete que el Padre les enviara en mi nombre les enseñara todas las cosas y les recordará todo lo que yo les he dicho” (Jn 14,26)
 Jesús no ha podido enseñarlo todo no porque no quiso o no estaba a su alcance, sino porque entiende que aún no estamos preparados para entender a plenitud todo lo que nos ha dicho: “Aun tengo muchas cosas que decirles, pero es demasiado para uds por ahora, cuando venga Él, el espíritu de la verdad los guiara  al conocimiento de la verdad plena” (Jn 16,12-13). y ¿cuál es esa verdad plena?  “Esta es la vida eterna: conocerte a ti, único Dios verdadero y al que tú has enviado: Jesús, El Cristo”. (Jn 17,3).
El habló a unos hombres concretos que no tenían los problemas que tenemos hoy nosotros, pero es precisamente el Espíritu Santo el que hace de maestro cada día enseñándole a la Iglesia cuál es su misión y cómo hacerle llegar el Evangelio a los hombres de hoy. La Iglesia y cada uno de nosotros "somos discípulos del Espíritu Santo". Es él quien nos enseña qué hacer hoy, qué decir hoy, cómo decirlo hoy. Nos enseña cuáles son las verdaderas necesidades del hombre de hoy para su salvación.

"Les recordará todo lo que yo les he dicho”.(Jn 14,26) El Evangelio no puede ser un libro de archivo o biblioteca que se va apolillando y va perdiendo actualidad. El Espíritu Santo se encarga de actualizarlo, de recordárnoslo. Primero, para que no lo olvidemos y, en segundo, lugar para hacerlo actual y contemporáneo. Gracias a Él, el Evangelio no envejece nunca, no es cosa de historia, no pasa de moda. Por eso es preciso invocarlo antes de leerlo. Es preciso invocarlo antes de meditarlo, predicarlo, anunciarlo y vivirlo. Jesús nos los prometió, pero es el Padre el que nos lo envía. Nosotros somos los grandes beneficiados. No perdamos este regalo y tratemos de acercarnos a Él. Y gracias al espíritu paráclito nosotros vivimos en Cristo; con razón podemos exclamar como San Pablo: Para mí la vida es Cristo (Fil 2,21). Ya no vivo, es Cristo quien vive en mi (Gal 2,20).

"Vendremos a él y haremos morada en él"(Jn 14,23). Antiguamente teníamos la concepción de tener a Dios encerrado en el Templo (Jerusalén), estaba lejos del pueblo, y había que ir a Jerusalén para encontrarnos con Él. En cambio, ahora Dios nos ha convertido a todos los que creemos, nos bautizamos y le amamos en templo suyo (Mc 15,15-20). Vive en nosotros. Está en nosotros. Habita en nosotros. Lo cual indica que estamos en nuevos tiempos y no hace falta salir de nosotros para encontrarnos con Él, y para qué salir si lo tenemos en casa o mejor dicho, ¿para que salir si somos su casa? Dios no necesita de grandes catedrales para vivir solo allí y que lo visitemos de vez en cuando, prefiere la pequeñez y el calor de tu corazón y del mío y el de todos, porque ahora Dios está donde tú estés: en tu casa, en la oficina, incluso, cuando te vas de viaje. ¿No te parece maravilloso el experimentar y tomar conciencia de la maravilla que cada uno llevamos dentro? Ahora entendemos por qué San Pablo exclamó de gozo: ¿Qué podrá epatarnos del amor de Dios? Ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los tiempos, ni fuerza alguna, ni ninguna criatura podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor (Rm 8, 35-39). Alabado seas mi Señor. Amen.