sábado, 31 de agosto de 2013

DOMINGO XXII - C (01 de Set del 2013)



San Lucas 14 1.7-14:

En aquel tiempo sucedió que, Jesús habiendo ido en sábado a casa de uno de los jefes de los fariseos para comer, ellos le estaban observando.  Jesús notó cómo los invitados elegían los primeros puestos, les dijo una parábola:

"Cuando seas convidado por alguien a una boda, no te pongas en el primer puesto, no sea que haya sido convidado por él otro más distinguido que tú, y viniendo el que os convidó a ti y a él, te diga: "Deja el sitio a éste", y entonces vayas a ocupar avergonzado el último puesto. Al contrario, cuando seas convidado, vete a sentarte en el último puesto, de manera que, cuando venga el que te convidó, te diga: "Amigo, sube más arriba." Y esto será un honor para ti delante de todos los que estén contigo a la mesa. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado."

Dijo también al que le había invitado: "Cuando des una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que ellos te inviten a su vez, y tengas ya tu recompensa. Cuando des un banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; y serás dichoso, porque no te pueden corresponder, pues se te recompensará en la resurrección de los justos." PALABRA DEL SEÑOR.

COMENTARIO:

Estimados amigos(as) en el Señor Paz y Bien.

Hace dos domingos el Señor dijo: “Vine a prender fuego sobre la tierra” (Lc 12,49). Y el domingo anterior entre la gente alguien preguntó al Señor: “Serán pocos los que se salven?” (Lc 13,23). Decíamos que: El amor de Dios no tiene límites, el amor de Dios no conoce de números si entendemos que el medio de salvación es el amor. Y en la misma línea dice Juan: “Tanto amó Dios al mundo le dio a su Hijo Único, para que quien cree en él no se muera, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que se salve el mundo gracias a él” (Jn 3,16-17)). Y el mismo Señor nos lo dice así: “Yo soy la puerta: el que entre por mí estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará alimento. El ladrón sólo viene a robar, matar y destruir, mientras que yo he venido para que tengan vida y la tengan en plenitud. Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas” (Jn. 10,9-11).

Hoy en el evangelio del día nos  topamos con tres ideas: “Jesús vio que los invitados escogen los primeros asientos” (Lc 14,7). Segunda idea: Todos el que de enaltecer será humillado y quien se humille será enaltecido” (Lc 14,11). Y una tercera idea: tema central, la gratuidad: “Cuando des un banquete invita a los pobres… y feliz de ti porque no pueden pagártelo, te pagaran cuando resuciten los juntos” (Lc 14,13).

Como es uds notaran el tema de enseñanza de hoy está centrada la gratuidad o mejor dicho en el tema del amor. Y con razón Juan en su carta I dice “Si amas estás en Dios y conoces a Dios y si no amas no estás en Dios y no conoces a Dios, porque Dios es amor” (I Jn 4,8). Y los mismo dice Jesús a la pregunta del doctor de la ley: “Entonces se adelantó un maestro de la Ley y le preguntó: ¿Qué mandamiento es el primero de todos? Jesús le contestó: El primer mandamiento es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es un único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu inteligencia y con todas tus fuerzas. Y después viene este otro: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento más importante que éstos (Mc 12,28-31).

Jesús no tiene reparo alguno al proponer como meta de su seguimiento una meta muy alta. Ser capaz de aventurarse a una fidelidad que puede llevar hasta la mismísima cruz, que es la misma expresión muy sintética del amor de Dios hacia la humanidad, “No hay amor más grande que el dar la vida pos rus amigos” (Jn 15,14). Pero Jesús es realista, sabe que somos fáciles de entusiasmarnos con altos ideales, y también sabe que somos demasiado fáciles para luego echarnos atrás o quedarnos a medio camino. Dios no es de ilusiones tan altas como el del joven rico. “Que hare para heredar la vida eterna?: Cumple los mandamientos y tendrás vida eterna… ya la cumplí que más me falta? Jesús le dijo te falta algo: vende todo cuanto tienes dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo y luego sígueme” (Mc 10,17).

En el evangelio de hoy bien pudiéramos pensar que Jesús trata de desalentar a la gente a que le siga. Sin embargo, Jesús lo que hace es, primero, ponernos una meta alta y difícil, pero posible si es posible para quien si se propone en verdad. Por eso no quiere seguidores que se entusiasman hoy y se desalientan mañana. Lo que no reclama es que nadie está obligado a seguirle, es una opción libre que cada uno asume, pero quiere que sea una opción pensada. Primero es preciso "sentarse y pensar" hasta donde tenemos el coraje de llegar hasta el final.
Ser cristiano no es una broma y de meras ilusiones. Ser cristiano no es fuego de un día. Ser cristiano no es "fuegos artificiales", muy bonitos en la noche, pero que se apagan pronto. Ser cristiano es tomar en serio el Evangelio y es tomarle en serio a Él. “Pedro dijo nosotros lo hemos dejado todo para seguirte. Jesús aclaro a Pedro: Quien haya dejado casa, padres, hermanos, campos por mí, recibiera cien veces más en esta vida y en la otra la vida eterna” (Mc 10,28).

Es que ser cristiano no es tomarse un fin de semana en un campamento en la sierra o en la playa. Ser cristiano es la mayor aventura de la vida, el mayor riesgo de la vida porque es seguirle a Jesús y llegar hasta donde Él llegó. Por eso ser cristiano implica tomar decisiones pensadas, reflexionadas. De lo contrario, corremos el peligro del que decidió construir una torre y no tenía con qué terminarla. Al final, todo el mundo se reiría de él. Yo pienso cuántos no se reirán de muchos de nosotros, cristianos que nos quedamos en la pila bautismal y no avanzamos más que hasta la Primera Comunión y ahí nos sentamos.


Jesús no quiere cristianos que hagamos el ridículo ante la gente. No quiere cristianos arrepentidos que tratan de buscar caminos más fáciles. Jesús quiere cristianos de cuerpo entero que son capaces de jugarse enteros y todo por él, porque él se jugó todo por ti e incluso dios su vida por ti y al respecto San Pablo dice: “El (Cristo Jesús), siendo de condición divina, no se apegó a su igualdad con Dios, sino que se redujo a nada, tomando la condición de servidor, y se hizo semejante a los hombres. Y encontrándose en la condición humana, se rebajó a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte en una cruz. Por eso Dios lo engrandeció y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al Nombre de Jesús se doble toda rodilla en los cielos, en la tierra y entre los muertos, y toda lengua proclame que Cristo Jesús es el Señor, para gloria de Dios Padre”(Flp 26-11).

sábado, 24 de agosto de 2013

DOMINGO XXI - C (25 de agosto del 2013)


DOMINGO XXI - C (25 de agosto del 2013)

Evangelio de San Lucas 13,22 - 30:

En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y pueblos enseñando y alguien de la gente le dijo: "Señor, ¿son pocos los que se salvan?" Él les dijo: "Luchen por entrar por la puerta estrecha, porque, les digo, muchos pretenderán entrar y no podrán.

Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, se quedaran afuera y llamaran a la puerta diciendo: "¡Señor, ábrenos!" Y les responderá: "No sé de dónde son." Entonces  dirán: "Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas"; y les volverá a decir: "No sé quiénes son. ¡Retírense de mí, malditos!" Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras a ustedes serán echan fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios. Y hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos." PALABRA DEL SEÑOR.

COMENTARIO: 

Estimados amigos en la fe Paz y Bien.

¿Recuerdan el mensaje del domingo anterior? Decía Jesús: "He venido a prender fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido!” (Lc 12, 49). Y decíamos al respecto remitiéndonos a las mismas palabras de Jesús que vino a comunicarnos de parte de Dios Padre cuánto nos ama y nos quiere: “No hay amor más grande que dar la vida por sus amigos, y son ustedes mis amigos, si cumplen lo que les mando. Ya no les llamo servidores, porque un servidor no sabe lo que hace su patrón. Los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que aprendí de mi Padre. Ustedes no me eligieron a mí; he sido yo quien los eligió a ustedes y los preparé para que vayan y den fruto, y ese fruto permanezca. Así es como el Padre les concederá todo lo que le pidan en mi Nombre” (Jn 15,13-16)

Hoy preguntan Jesús: "Señor, ¿serán pocos los que se salvan?" (Lc 13,23).El amor de Dios no tiene límites, el amor de Dios no conoce de números si entendemos que el medio de salvación es el amor. Y en la misma línea dice Juan: “Tanto amó Dios al mundo le dio a su Hijo Único, para que quien cree en él no se muera, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que se salve el mundo gracias a él” (Jn 3,16-17)). Y el mismo Señor nos lo dice así: “Yo soy la puerta: el que entre por mí estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará alimento. El ladrón sólo viene a robar, matar y destruir, mientras que yo he venido para que tengan vida y la tengan en plenitud. Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas” (Jn. 10,9-11).


Hoy en su enseñanza termina Jesús termina con una afirmación bien sencillo: "Y vendrán de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur, y se sentarán a la mesa en el reino"(Lc 13,19). Ahí tienes la universalidad de la Salvación. El odio y el desamor cierran muchas puertas por anchas que sean; en tanto que el amor, abre y ensancha las puertas más estrechas. ¿Recuerdas aquello del Apocalipsis del 144.000 salvados? Algunos tacaños como el que le hace la pregunta a Jesús se olvidan que a continuación dice: "Y vi una multitud inmensa que nadie podía contar (Ap14,1).

Sin dudo, que en el Evangelio hay exigencias bien duras porque ahí se nos expone el precio del cielo. Tampoco dudo de que el Evangelio no esté con paños calientes, ni poniendo parchecitos a la vida. Sin embargo, el Evangelio sigue siendo lo que es "Evangelio", es decir "Buena Noticia". La mejor noticia es que "Dios quiere que todos los hombres se salven" (I Tm. 2,4). La puerta del cielo no es tan estrecha como el corazón de los hombres. Pero es tan ancha como el corazón de Dios y por el corazón de Dios podemos entrar todos, incluso si vamos en montón. Pues, a decir verdad, a mí no me quita demasiado el sueño. Por una razón muy sencilla, Jesús no es de los que juegan a los números.

No dice si serán pocos o serán muchos los que se salven, y ni siquiera me asusta su respuesta de que hay que entrar "por la puerta estrecha". Claro que la puerta del mal dicen que es mucho más ancha y que por ella entran hasta los gorditos. Con ello no digo que todos los gorditos se van al infierno y los flaquitos al cielo… no no. Al respecto dice San Pablo: “Piensen que el Reino de Dios no es cuestión de comida o bebida, sino de justicia, de paz y alegría en el Espíritu Santo” (Rm 14,17).


Lo que nosotros vemos como estrecho, para Dios es bien ancho. Evidente que no todos querrán entrar por esa puerta, pero ¿saben ustedes cuál es la puerta de la que habla Jesús? Pues el mismo lo dijo: "Yo soy la puerta y el que entra por mí..." Nadie me dirá que Jesús es tan estrecho como nosotros. La puerta de la salvación es Jesús y Jesús fue capaz de amar y entregarse por todos. ¿Quién es capaz de dar la vida por mí, tendrá un corazón tan estrecho que solo entren los delgados? Además, la puerta de la salvación es el amor y el amor es tan ancho que cabemos todos.

Eso sí, para salvarse no es suficiente comer ni beber con Jesús, ni enseñar en las plazas (Lc 13,26). Jesús solo reconoce a los que aman y a los que se aman, a los que aman como Él nos amó (Jn 13,34). Personalmente, me encanta la frase de Pablo en la Carta a los Romanos cuando él mismo se pregunta quién será el juez que le juzgue. Y él mismo se responde: "Aquel que murió por mí." ¿Ustedes tendrían miedo al juicio de quien es capaz de amarles hasta morir por ustedes? Me gusta la frase de Jesús: "Y vendrán de Oriente y Occidente, del Norte y del Señor y se sentarán a la mesa en el reino de Dios (Lc 13,19). Así que, amigos, no tengan miedo, pero eso sí hay que entrar por el cristianismo del amor. ¿Recuerdan a San Pablo cuando se refiere al amor? “Aunque hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si me falta el amor sería como bronce que resuena o campana que retiñe. Aunque tuviera el don de profecía y descubriera todos los misterios, -el saber más elevado-, aunque tuviera tanta fe como para trasladar montes, si me falta el amor nada soy. Aunque repartiera todo lo que poseo e incluso sacrificara mi cuerpo, pero para recibir alabanzas y sin tener el amor, de nada me sirve. El amor es paciente y muestra comprensión. El amor no tiene celos, no aparenta ni se infla. No actúa con bajeza ni busca su propio interés, no se deja llevar por la ira y olvida lo malo. No se alegra de lo injusto, sino que se goza en la verdad” (I Cor 13,1-6).



La pregunta que le hace este personaje a Jesús es pregunta de corte egoísta y pesimista: "Señor, ¿serán pocos los que se salven?” (Lc 13,23). El generoso, el entusiasta preguntaría de otra manera: "Señor, ¿serán muchos los que se salven verdad?" La pregunta misma indica que este tipo conoce bien poco el corazón de Dios y conoce bien poco el corazón de Jesús, siempre dispuesto a dar su vida por la salvación de todos (Jn 10,11).

Además, a Dios no le van como ya dijimos las matemáticas. En todo caso, le encanta más sumar y multiplicar que restar y dividir. Yo creo y me gusta Dios precisamente por eso porque a mí tampoco me gustaban las matemáticas, prefería la literatura... y tampoco me siguen gustando hoy. Yo sigo prefiriendo un amor sin matemáticas, a lo más prefiero un amor que suma y multiplica. Personalmente soy de los que cree que son muchísimos los que se salvan, incluso aquellos que nosotros condenamos tan fácilmente. Yo estoy seguro que Dios salva a lo que nosotros condenamos y que cuando lleguemos junto a Él, y los encontremos por allí, nos vamos a llevar una gran sorpresa. ¿Este aquí? Es que Dios es amor (I Jn 4,8) y el amor no condena. Dios es amor y conoce de sobra las debilidades humanas. El amor suple nuestras debilidades. Por eso me encanta la respuesta que Jesús da a los maestros de la ley por la mujer adúltera: “Quien esté sin pecados que tire la primera piedra… Jesús dice a la adultera yo tampoco te condeno, ve y no vuelvas a pecar más” (Jn 8,7-11).

Me gusta gente de mentalidad positiva. Me encantan los que todo lo ven desde el amor como Juan en su Primera carta, en el que todo habla sobre el amor. Me encantan aquellos que son ciegos a lo malo y saben descubrir lo bueno que hay, incluso en los peor del mundo.

Termino con las palabras del Señor que responde a otra pregunta: “Entonces se adelantó un maestro de la Ley y le preguntó: ¿Qué mandamiento es el primero de todos? Jesús le contestó: El primer mandamiento es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es un único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu inteligencia y con todas tus fuerzas. Y después viene este otro: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento más importante que éstos (Mc 12,28-31). Por tanto la respuesta a la pregunta: “¿Pocos se salvaran?” (Lc13,23) Jesús responde que se salvará quien sabe amar de verdad. “Si uno dice yo amo a Dios» y odia a su hermano, es un mentiroso. Si no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve. Pues este es el mandamiento que recibimos de él: el que ama a Dios, ame también a su hermano” (IJn 4,20-21).

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sábado, 17 de agosto de 2013

DOMINGO XX - C (18 de Agosto del 2013)




DOMINGO XX - C (18 de agosto del 2013)

San Lucas 12, 49 -53:

En aquel tiempo dejo Jesús a sus discípulos: "He venido a prender fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido! Con un bautismo tengo que ser bautizado y ¡qué angustiado estoy hasta que se cumpla!.

¿Creen que estoy aquí para dar paz a la tierra? Les aseguro que no, sino división. Porque desde ahora habrá cinco en una casa y estarán divididos; tres contra dos, y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra." PALABRA DE DIOS.

COMENTARIO:

Estimados amigos(as) en el Señor Paz y Bien.

El domingo pasada, Jesús en la parte final del Evangelio decía: “Al que se le ha dado mucho, se le exigirá mucho; y cuanto más se le haya confiado, tanto más se le pedirá cuentas” (Lc 12,48). ¿Qué es lo más precioso que Dios nos ha dado a la humanidad? Sin duda tiene que ser su amor, el don precioso que Dios nos concede es el amor. Ahora el Señor comienza: "He venido a prender fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido!” (Lc 12, 49). ¿Por qué Jesús usa el símbolo del fuego para su enseñanza de hoy? Porque el fuego purifica y es energía que da calor y vida y que sabiduría de Jesús para saber usar como causa el fuego que arde en el corazón de todo creyente y su efecto como el amor que nos une a Dios. Y dice Jesús he venido  encender esta llama del amor en el corazón del hombre.

En el creyente la palabra de Dios tiene que ser como ese fuego que purifica al crisol el oro que separa de la escoria, y por el fuego se sabe que porción de oro se tiene y     que porción de escoria se tiene (I Pe 1,7). Al respecto el profeta dice: “Me has seducido, Señor, y me dejé seducir por ti. Me tomaste a la fuerza y saliste ganando. Todo el día soy el blanco de sus burlas, toda la gente se ríe de mí. Pues me pongo a hablar (en nombre de Dios), y son amenazas, no les anuncio más que violencias y saqueos. La palabra de Dios me acarrea cada día humillaciones e insultos. Por eso decidí no recordarme más de Dios, ni hablar más en su nombre, pero sentía en mí algo así como un fuego ardiente aprisionado en mis huesos, y aunque yo trataba de apagarlo, no podía” (Jer 20,7-9).

En el Nuevo catecismo de la Iglesia 27  dice: “El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar: «La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios. El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su Creador» (GS 19,1)

Por el profeta Ezequiel Dios nos dice sobre su intensión para la humanidad: “Los sacaré de las naciones, los reuniré de entre los pueblos y los traeré de vuelta a su tierra. Los rociaré con un agua pura y quedarán purificados; los purificaré de todas sus impurezas y de todos sus inmundos ídolos. Les daré un corazón nuevo y pondré dentro de ustedes un espíritu nuevo. Quitaré de su carne ese corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Pondré dentro de ustedes mi Espíritu y haré que caminen según mis mandamientos, que observen mis leyes y que las pongan en práctica” (Ez, 36,24-27). Y agrega. “Por eso ahora la voy a conquistar, la llevaré al desierto y allí le hablaré a su corazón” (Os 2,16).

Como se nota claramente que el hombre como criatura de Dios lleva por dentro ese fuego del amor, desde los huesos, en el corazón y ese fuego del amor proviene de Dios, con Razón se nos dice en Gen 1,27: “Dios creo al hombre a su imagen y semejanza” Por eso el hombre lleva esa dignidad de ser criatura de Dios.

San Pablo es más enfático en decirnos muy concretamente: “Dios nos dejó constancia del amor que nos tiene en esto, que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores. Con mucha más razón ahora nos salvará del castigo si, por su sangre, hemos sido hechos justos y santos. Cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con él por la muerte de su Hijo; con mucha más razón ahora su vida será nuestra plenitud” (Rm 5,8-10). Y al respecto hoy Jesús nos ha dicho: “Con un bautismo tengo que ser bautizado y qué angustiado estoy hasta que se cumpla” (Lc 12, 49).

Mismo Señor nos lo dice que es el amor: “No hay amor más grande que dar la vida por sus amigos, y son ustedes mis amigos, si cumplen lo que les mando. Ya no les llamo servidores, porque un servidor no sabe lo que hace su patrón. Los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que aprendí de mi Padre. Ustedes no me eligieron a mí; he sido yo quien los eligió a ustedes y los preparé para que vayan y den fruto, y ese fruto permanezca. Así es como el Padre les concederá todo lo que le pidan en mi Nombre” (Jn 15,13-16).

Un buen día el doctor de la ley pregunto al Señor: “¿Qué mandamiento es el primero de todos? Jesús le contestó: «El primer mandamiento es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es un único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu inteligencia y con todas tus fuerzas. Y después viene este otro: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento más importante que éstos” (Mc 12,28-31). En sus cartas propio Juan dice:  “Quien ama esta en Dios y conoce a Dios, quien no ama no conoce a Dios, porque dios es amor” (1Jn 4,8). “Si uno dice «Yo amo a Dios» y odia a su hermano, es un mentiroso. Si no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve. Pues este es el mandamiento que recibimos de él: el que ama a Dios, ame también a su hermano” (1Jn 4,20-21).

Ahora bien, cuando Jesús nos dice: “Vine a traer fuego… división” (Lc12,49-50). Entendemos al Señor a que se refiere y como bien sabemos el fuego quema todo aquello que ya no sirve. Los mineros usan el fuego para separar el oro de las escorias que no sirven. Los agricultores tienen un sistema muy curioso. Recogida la cosecha prenden fuego a los rastrojos que ya no sirven para nada. Pero el fuego, además tiene una fuerza y un dinamismo. No solo calienta en los días fríos del invierno, sino que también sirve para poner en marcha los motores.

Muchos cristianos esperaríamos que Jesús deje las cosas como están. A lo más habría que ponerle unos parches, por eso se desilusionan de Jesús. O lo que es peor, muchos se imaginan que ser fieles a Jesús es dejar que las cosas sigan igual, sigan como siempre. El cambio no entra en su mentalidad. Jesús es todo lo contrario. El vino a introducir el cambio. El mismo ya es un cambio. El cambio es señal de vida, es señal de que algo que no está bien y es preciso cambiarlo. Además, el cambio no es negar el pasado, sino más bien es hacer que el pasado camine y no se quede en el ayer.

Jesús vino a cambiar muchas cosas. Vino a cambiar la religión de "sacrificio por la religión de la misericordia". Jesús vino a cambiar la religión de "los holocaustos por la religión del amor". Vino a cambiar la "religión del sábado y la ley por la religión del hombre". Vino a cambiar la "religión del templo por la religión del hombre". Pero, eso sí. Jesús no actuó con rebeldía. Jesús no es de los que quiere el cambio por la fuerza y el poder, sino por la fuerza del amor, la comprensión, el respeto a los demás. La violencia destruye, pero no construye. Vemos la violencia de ciertas huelgas y manifestaciones que pasan destruyéndolo todo. La violencia impone el cambio a fuerza del poder del más fuerte.

No. Eso no es el estilo de Jesús ni tampoco del cristiano. El cristiano es el que quiere que lo que está mal esté bien, pero cambiando el corazón del hombre. El cristiano es el que quiere que aquello que declara como bueno una situación de injusticia, cambie por otra situación de justicia, pero no con otra injusticia. Jesús quiere que aquello que no responde a la dignidad del hombre tiene que cambiar, que el centro de todo tiene que ser el hombre y la dignidad y bienestar del hombre. Por eso el cristiano no es un conformista que deja que las cosas sigan igual. El cristiano es el hombre del cambio, es el hombre de lo nuevo.

Hoy es frecuente que en las familias se creen problemas religiosos a consecuencia de las diferentes opciones religiosas. "Padre, mi hijo se ha cambiado de religión. Padre, mi hijo o mi hermano o mi marido se ha pasado a los hermanos separados." Jesús vino a proclamar la libertad de los hijos de Dios y ni él nos priva de esa libertad. Jesús es muy claro. Él ha venido a poner división en la misma familia. Padres contra hijos, hijos contra padres, hermanos contra hermanos. Todo eso a consecuencia del don de la libertad. En la familia habrá quienes crean en el Evangelio y quienes se nieguen a creer. Habrá quienes tengan la fe católica y quienes se hayan pasado a otras confesiones religiosas.

Esto, evidentemente crea situaciones de tensión entre los miembros de la familia. Sin embargo, Jesús nos pide el respeto a la conciencia de los demás. Respeto que no significa que yo acepte el modo de pensar de los otros, pero que sí significa que yo respeto la conciencia y la libertad de los demás. Muchos padres se preguntan qué hacer con sus hijos que se han pasado a otras confesiones o filosofías orientales. Nadie es dueño de la libertad de los demás. Tendremos que aceptar la realidad, por mucho que no duela. Siempre nos quedará el pedir al Señor que mueva y toque e ilumine las mentes y los corazones de los demás. Esto mismo se convertirá en una exigencia de fidelidad para nosotros mismos. Jesús es principio de unidad y comunión, pero también de división. Esa es la realidad del Evangelio. Él mismo tuvo en su grupo quien no aceptó su mensaje e incluso llegó a traicionarle. No es fácil, pero es la verdad. La religión no se impone. El Evangelio se ofrece. El ser católico no puede imponerse por la fuerza, sino por la oferta y el testimonio de nuestras vidas.


Termino con las mismas palabras de Jesús: “Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. Ustedes deben amarse unos a otros como yo los he amado. En esto reconocerán todos que son mis discípulos, en que se amen unos a otros” (Jn 13,34-335). Así pues, estimados amigos en la fe, si somos creyentes no nos queda sino hacer que arda el fuego del amor en nuestros corazones, aquel fuego que Cristo quien dando su vida en la cruz por nosotros dejó encendido en nuestros corazones, dejemos que arda este fuego y demos testimonio de ese ardor del calor humano el cual es el amor, el amor de Dios.



sábado, 10 de agosto de 2013

DOMINGO XIX - C (11 de agosto del 2013)





DOMINGO XIX - C (11 de agosto del 2013)

Evangelio Según San Lucas 12,32-48:

En aquel tiempo dijo Jesús a sus apóstoles:  "No temas, pequeño rebaño, porque al Padre de ustedes le agradó darles el Reino. Vendan lo que tienen y repártanlo en limosnas. Háganse junto a Dios bolsas que no se rompen de viejas y reservas que no se acaban; allí no llega el ladrón, y no hay polilla que destroce. Porque donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón. Tengan puesta la ropa de trabajo y sus lámparas encendidas. Sean como personas que esperan que su patrón regrese de la boda para abrirle apenas llegue y golpee a la puerta. Felices los sirvientes a los que el patrón encuentre velando a su llegada. Yo les aseguro que él mismo se pondrá el delantal, los hará sentar a la mesa y los servirá uno por uno. Y si es la medianoche, o la madrugada cuando llega y los encuentra así, ¡felices esos sirvientes! Si el dueño de casa supiera a qué hora vendrá el ladrón, ustedes entienden que se mantendría despierto y no le dejaría romper el muro. Estén también ustedes preparados, porque el Hijo del Hombre llegará a la hora que menos esperan."

Pedro preguntó: "Señor, esta parábola que has contado, ¿es sólo para nosotros o es para todos?" El Señor contestó: «Imagínense a un administrador digno de confianza y capaz. Su señor lo ha puesto al frente de sus sirvientes y es él quien les repartirá a su debido tiempo la ración de trigo. Afortunado ese servidor si al llegar su señor lo encuentra cumpliendo su deber. En verdad les digo que le encomendará el cuidado de todo lo que tiene.

Pero puede ser que el administrador piense: "Mi patrón llegará tarde". Si entonces empieza a maltratar a los sirvientes y sirvientas, a comer, a beber y a emborracharse, llegará su patrón el día en que menos lo espera y a la hora menos pensada, le quitará su cargo y lo mandará donde aquellos de los que no se puede fiar. Este servidor conocía la voluntad de su patrón; si no ha cumplido las órdenes de su patrón y no ha preparado nada, recibirá un severo castigo. En cambio, si es otro que hizo sin saber algo que merece azotes, recibirá menos golpes. Al que se le ha dado mucho, se le exigirá mucho; y cuanto más se le haya confiado, tanto más se le pedirá cuentas. PALABRA DEL SEÑOR.


Estimados hermanos(as) en el Señor Paz Bien

El Evangelio del domingo pasado terminaba con las palabras de Jesús exhortando: Dios dijo al rico "¡Necio! Esta misma noche morirás; las cosas que has acumulado, ¿para quién serán?" Así es el que atesora riquezas para sí, y no es rico ante los ojos de Dios" (Lc 12,21). Hoy en el inicio del evangelio se nos dice: “Vendan lo que tienen y repártanlo en limosnas. Háganse junto a Dios bolsas que no se rompen de viejas y reservas que no se acaban; allí no llega el ladrón, y no hay polilla que destroce. Porque donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Lc 12,33-34).

¿De qué tesoro nos habla Jesús sino lo que atesora el corazón? No es la cosecha, no es un bien material, la que quepa en el corazón de Dios y en el corazón del hombre que es imagen y semejanza de Dios (Gn 1,26) es sin duda alguna el amor. Al respecto San Pablo dice: “El Reino de Dios no es cuestión de comida o bebida, sino de justicia, de paz y alegría en el Espíritu Santo. Quien de esta forma sirve a Cristo, agrada a Dios y también es apreciado por los hombres” (Rm 14,17-18).

¿Qué otra motivación tendría Dios para crearnos sino es precisamente por el amor?  San Juan dice: Queridos míos, amémonos unos a otros, porque el amor viene de Dios. Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, pues Dios es amor” (1Jn 4,7-8). Por eso uno estamos llamados a vivir en el mismo amor los unos a los otros, y es el amor el único camino eficaz de salvación: “Si uno dice «Yo amo a Dios» y odia a su hermano, es un mentiroso. Si no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve. Pues este es el mandamiento que recibimos de él: el que ama a Dios, ame también a su hermano” (1Jn 4,20-21). Mismo Jesús, manifestación del amor de Dios a los hombres nos reitera: “Ámense unos a otros como yo os ame” (Jn 13,14).
Dios ejecuto su proyecto de salvación: “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Dios es único, y único también es el mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre” (1Tm 2,4-5). Jesús mismo lo manifiesta: “No hay amor más grande que dar la vida por sus amigos, y son ustedes mis amigos, si cumplen lo que les mando. Ya no les llamo servidores, porque un servidor no sabe lo que hace su patrón. Los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que aprendí de mi Padre” (Jn 15,13-15). “Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas” (Jn 10,11).

Con estas enseñanzas conviene precisar nuestra reflexión al tema de la riqueza ¿Cómo ser rico ante los ojos de Dios? El joven rico pregunto muy preocupado sobre su salvación a Jesús: “Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para conseguir la vida eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino sólo Dios. Ya conoces los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no digas cosas falsas de tu hermano, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre. El hombre le contestó: Maestro, todo eso lo he practicado desde muy joven. Jesús fijó su mirada en él, le tomó cariño y le dijo: Sólo te falta una cosa: vete, vende todo lo que tienes y reparte el dinero entre los pobres, y tendrás un tesoro en el Cielo. Después, ven y sígueme” (Mr 10,17-21). La única forma de ser ricos antes los ojos de Dios es actuando en el amor de Dios y no de meras palabras sino con obras de caridad y misericordia.

La obra de caridad perfecta es pues sin duda el compartir, al respecto agrega el apóstol Santiago: “Si alguno se cree muy religioso, pero no controla sus palabras, se engaña a sí mismo y su religión no vale. La religión verdadera y perfecta ante Dios, nuestro Padre, consiste en esto: ayudar a los huérfanos y a las viudas en sus necesidades y no contaminarse con la corrupción de este mundo” (Stg 1,26-27). “lLa fe sin obras es una fe muerta” (Stg 2,17). La fe sin obras no salva a nadie y la obra que da vida a la fe que decimos profesar es el acto de caridad cual es el dar con amor a quien no tiene un pan o un vestido.

Lo segundo que nos plantea Jesús es dónde está el verdadero tesoro de nuestras vidas. Porque, claro, cuando tenemos un tesoro todos vivimos con el corazón metido en la caja fuerte, nadie deja un tesoro tirado sobre la mesa. En cambio, aquí Jesús nos dice que renunciar a todo y darlo a los que no tienen, nos abre una cuenta fuerte en el cielo, ese es el tesoro de los pobres. Humanamente, los pobres no suelen disponer de grandes tesoros, pero tienen como tesoro el corazón de Dios.

Lo tercero, Jesús vuelve a insistirnos en nuestra actitud de la vigilancia, de estar atentos, de estar despiertos. Vigilantes a la espera de su venida. Vigilantes con nosotros mismos para que nuestra vida se mantenga viva. Vigilantes para que nuestra fe no se nos vaya contaminando o se nos vaya muriendo. Vigilantes para que nuestra Iglesia no se vaya contaminando de los criterios del mundo y termine perdiendo su propia claridad. Vigilantes sobre nosotros mismos para saber tomar las decisiones necesarias a su tiempo y a su momento oportuno.

Lo cuarto, sugiere estar prestos a la exigencia: “Al que se le ha dado mucho, se le exigirá mucho; y cuanto más se le haya confiado, tanto más se le pedirá cuentas” (Lc 12,48). La única medida del tener más o menos es el amor manifestado en la caridad al pobre, medio eficaz para acumular riqueza en el cielo y quien así vive, es como el administrador fiel que está muy atengo y vigilante porque está preparado para la consumación: “Por eso, estén también ustedes preparados, porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que menos esperan” (Mt 24,44). Entonces cuando llegue el Juez supremo dará el premio a cada uno según su trabaja (Ap 22,12). Fielmente conviene traer en recuerdo aquello de la paga al final de los tiempos: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria rodeado de todos sus ángeles, se sentará en el trono de Gloria, que es suyo. Todas las naciones serán llevadas a su presencia, y separará a unos de otros, al igual que el pastor separa las ovejas de los chivos. Colocará a las ovejas a su derecha y a los chivos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los que están a su derecha: «Vengan, benditos de mi Padre, y tomen posesión del reino que ha sido preparado para ustedes desde el principio del mundo. Porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed y ustedes me dieron de beber. Fui forastero y ustedes me recibieron en su casa. Anduve sin ropas y me vistieron. Estuve enfermo y fueron a visitarme. Estuve en la cárcel y me fueron a ver. Entonces los justos dirán: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y te recibimos, o sin ropa y te vestimos?  ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y te fuimos a ver? El Rey responderá: «En verdad les digo que, cuando lo hicieron con alguno de los más pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí. Dirá después a los que estén a la izquierda: ¡Malditos, aléjense de mí y vayan al fuego eterno, que ha sido preparado para el diablo y para sus ángeles! Porque tuve hambre y ustedes no me dieron de comer; tuve sed y no me dieron de beber, era forastero y no me recibieron en su casa; estaba sin ropa y no me vistieron; estuve enfermo y encarcelado y no me visitaron. Estos preguntarán también: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, desnudo o forastero, enfermo o encarcelado, y no te ayudamos? El Rey les responderá: «En verdad les digo: siempre que no lo hicieron con alguno de estos más pequeños, ustedes dejaron de hacérmelo a mí. Y éstos irán a un suplicio eterno, y los buenos a la vida eterna” (Mt 25,31-46).


domingo, 4 de agosto de 2013

DOMINGO XVIII - C (Domingo 04 de agosto del 2013)



DOMINGO XVIII - C (4 de agosto del 2013)

Evangelio: San Lucas 12,13 - 21:

En aquel tiempo uno de la gente le dijo: "Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo." Jesús le respondió: "¡Hombre! ¿Quién me ha constituido juez o repartidor entre Uds?" Y les dijo: "Miren, guárdense de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes." Les dijo una parábola: "Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo: "¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?" Y dijo: "Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, y edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, date buena vida." Pero Dios le dijo: "¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que acumulas, ¿para quién serán?" Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios." PALABRA DEL SEÑOR.

COMENTARIO:

Conviene demoler el muro del egoísmo y agrandar el granero del amor y compartir el pan con el hambriento. Estimados hermanos(as) en el Señor Paz y Bien.

Decía Jesús: “¿De qué le serviría a uno ganar el mundo entero si se pierde a sí mismo? ¿Qué dará para rescatarse a sí mismo? Sepan que el Hijo del Hombre vendrá con la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces recompensará a cada uno según su conducta” (Mt 16,26-27). Y hoy nos está reiterando lo mismo: “Eviten con gran cuidado toda clase de codicia, porque aunque uno lo tenga todo, no son sus posesiones las que le dan vida” (Lc  12,15).

Uno de entre la gente pidió a Jesús: “Maestro, dile a mi hermano que me dé mi parte de la herencia. Le contestó: Amigo, ¿quién me ha nombrado juez o repartidor de bienes entre ustedes?” (Lc 12,13-14). El domingo anterior decíamos que a menudo no sabemos pedir a Dios y por eso Dios no nos escucha. Que Dios escucha siempre que lo pidamos con un corazón puro y sincero. Dios es el más interesado en nuestra felicidad y por eso es él el que se adelanta y nos da lo que sabe que nos hace falta antes que se lo pidamos, pero Dios respeta la libertad del hombre por eso espera que se lo pidamos. Que nazca de nosotros el pedir en una oración, pues así dice mismo Dios: “Cuando me invoquen y vengan a suplicarme, yo los escucharé; y cuando me busquen me encontrarán, siempre que me imploren con todo un corazón puro y sincero” (Jer 29,12)

Me pregunto ahora, este pedido: “Maestro, dile a mi hermano que me dé mi parte de la herencia” (Lc 12,13), será una petición que nace de una fe autentica a Dios o será que este hombre quiere usar el actuar de Dios con criterios personales y egoístas? ¿Cuántos de nosotros y con frecuencia confundimos las cosas ante Dios?

El tema de las herencias es un tema recurrente e nuestra vida familiar y motivo de muchas discordias. Gustaría saber cuántos hermanos, que hasta es posible vayan a misa hoy y muy devotamente y no se hablen por problemas de herencia entre hermanos. Por eso, yo soy de los que insisto a los padres a que hagan testamento a tiempo. No saben cuántos líos entre los hermanos se evitarían. La parábola de Jesús es toda una lección de nuestra codicia y de nuestra ansia de tener, capaz de sacrificar nuestra condición de hermanos, nuestra condición de solidaridad y de nuestro compartir con los demás.

Jesús lamenta la codicia del corazón del dueño de la cosecha, porque, mientras los pobres se mueren de hambre y cada día los grandes terratenientes los dejan sin sus tierras, este hombre tiene un cosechón tan tremendo que ya no sabe dónde almacenar tanto grano. La única preocupación es qué haré para meter tanto trigo. La solución es clara, piensa en levantar nuevos graneros, en almacenar. Ni se le pasa por la cabeza pensar, que ya que Dios le ha regalado tan buena cosecha, cuánto pudiera repartir entre los que no tienen nada, entre los que se mueren de hambre. Piensa en agrandar sus graneros, pero no piensa que con ello está achicando su corazón. Pienso agrandar sus graneros, pero no piensa en agrandar el corazón. Crecerán y se agrandarán sus graneros, pero su vida se empequeñecerá y achicará. Un tema de ayer y también de hoy. Hermanos, sí, mientras viven los padres. Nada más morir los viejos, dejamos de ser hermanos, y somos herederos. Es ahí donde, nos olvidamos de los padres, y nos olvidamos que somos hijos, y nos olvidamos de que somos hermanos. Ahora comienza el egoísmo. ¿Qué me toca a mí? ¿Qué te toca a ti? Pero claro, siempre hay alguien que se cree más derechos y con más títulos para atrapar la mejor tajada.

Jesús tuvo experiencia de esto. Por eso este pobre hombre, dominado por el poder de su hermano, acude a Jesús para que convenza a su hermano de que reparta la herencia. Pretendemos que Dios también haga de intercesor y de árbitro cuando nosotros nos olvidamos de ser hermanos y la codicia crea peleas fraternas. Jesús no se mete en esos líos de herencias, no es esa su misión. Su misión está en manifestar que el egoísmo de tener solo lleva a la división, por eso propone una parábola que nos habla no del acumular sino del compartir. ¿Cuántas familias rotas por causa de las herencias? ¿Cuántos hermanos que no se hablan desde la muerte de los padres? ¿Cuántos hermanos que han dejado de serlo desde que los viejos se fueron. Y todo por el egoísmo del tener, del acumular.

 El mejor recuerdo y homenaje a nuestros padres que se fueron, será conservar una familia unida como ellos la quisieron. Que el mejor homenaje y la mejor memoria de nuestros padres que ya nos dejaron serán el amor, la unidad y la fraternidad de los hijos. ¿De qué sirve llorarlos, si entre nosotros vivimos peleados por lo que ellos nos dejaron? ¿Con qué cara nos acercaremos a su tumba a ofrecerles un ramo de flores, cuando nosotros no nos atrevemos a visitarlos juntos y cambiamos de fecha para no encontrarnos? ¿Para eso lucharon toda su vida nuestros padres, para que ahora nosotros rompamos la unidad familiar? El amor se expresa y manifiesta no en el acaparar, sino en el compartir y en la sensibilidad de las necesidades de cada uno. Al fin y al cabo, nadie llevará consigo lo que privamos a nuestro hermano.


Recordemos la enseñanza de Jesús sobre el joven rico: “Jesús estaba a punto de partir, cuando un hombre corrió a su encuentro, se arrodilló delante de él y le preguntó: Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para conseguir la vida eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino sólo Dios. Ya conoces los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no digas cosas falsas de tu hermano, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre. El hombre le contestó: “Maestro, todo eso lo he practicado desde muy joven que más me fala”. Jesús fijó su mirada en él, le tomó cariño y le dijo: “Sólo te falta una cosa: vete, vende todo lo que tienes y reparte el dinero entre los pobres, y tendrás un tesoro en el Cielo. Después, ven y sígueme. Al oír esto se desanimó totalmente, pues era un hombre muy rico, y se fue triste. Entonces Jesús paseó su mirada sobre sus discípulos y les dijo: ¡Qué difícilmente entrarán en el Reino de Dios los que tienen riquezas!” (Mc 10,17-23). 

sábado, 27 de julio de 2013

PALABRA DE DIOS: DOMINGO XVII - C (28 de Julio del 2013)

PALABRA DE DIOS: DOMINGO XVII - C (28 de Julio del 2013): DOMINGO 17 - C (28 de julio del 2013) San Lucas 11,1-13: En aquel tiempo, estando Jesús en oración en cierto luga...

DOMINGO XVII - C (28 de Julio del 2013)






DOMINGO 17 - C (28 de julio del 2013)

San Lucas 11,1-13:

En aquel tiempo, estando Jesús en oración en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: "Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos." Él les dijo: "Cuando oren, digan así: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación."

Les dijo también: "Si uno de Uds. tiene un amigo y, acudiendo a la medianoche, le dice: "Amigo, préstame tres panes, porque ha llegado de viaje a mi casa un amigo mío y no tengo qué ofrecerle", y aquél, desde dentro, le responde: "No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados; no puedo levantarme a dártelos", les aseguro, que si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos se levantará por su importunidad, y le dará cuanto necesite."

Yo les digo: "Pidan y se les dará; busquen y hallaran; llamen y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué padre hay entre Uds. que, si su hijo le pide un pez, en lugar de un pez le da una culebra; o, si pide un huevo, le da un escorpión? Si, pues, Uds. siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!" PALABRA DE DIOS

Estimados amigos(as) en el Señor Paz y Bien.

 Estamos en un día especial aparte que, cada domingo siempre es día especial por ser día del Señor , hoy estamos celebrando 192 años de vida de independencia como Estado Peruano, por tal motivo para todos los peruanos(as) en el mundo un reiterado saludo franciscano de Paz y Bien y desde ya os deseo una felices fiestas con la bendición de Dios.

El domingo pasado en el evangelio, el Señor terminaba con estas palabras: "Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada" (Lc.10,41). En este domingo, precisamente en su enseñanza el Señor resalta un aspecto importante de este encuentro; pues, ¿qué es la oración sino el encuentro dialogante con Dios? ¿Qué sabemos de la oración? ¿Sabemos realmente orar? ¿Cuántas veces hemos rezado el Padre Nuestro? ¿Lo habremos rezado de verdad o solo por costumbre y lo hacemos por cumplir? ¿Alguna vez le hemos pedido a Jesús que nos enseñe a orar? Como hoy los apóstoles le piden al Señor que les enseñe a orar?

 Conviene hacer una diferencia entre: "orar" y "rezar", rezar es pronunciar o repetir una fórmula establecida de palabras u oraciones, la mayor parte de las veces, oraciones hechas por otros. Mientras que orar es el encuentro dialogante con Dios, es abrir nuestro corazón delante de Dios, hablarle con las palabras de nuestro corazón que nace de nuestra propia experiencia de vida, lo que significa que el mismo trabajo, la realidad de la misma familia o los estudios son un buen medio de oración. Con mucho sentido dice Jesús: “Vengan a mí los que van cansados, llevando pesadas cargas, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy paciente y humilde de corazón, y sus almas encontrarán descanso. Pues mi yugo es suave y mi carga liviana” (Mt 11,28). Por lo que orar es presentar a Dios los sentimientos de nuestro corazón para hallar en él, el descanso y consuelo.

Para tener un mayor panorama de la oración nos situamos en algunos ejemplos de oración en la misma Biblia: “Durante la noche se apareció Dios a Salomón y le dijo: “Pide lo que quieras que te dé”, y Salomón respondió: Señor, Tú hiciste con David, mi padre, gran misericordia, y a mí me has hecho reinar en su lugar. Ahora, pues, ¡oh Dios!, se cumple tu promesa a David, mi padre, ya que me has hecho rey de un pueblo numeroso como el polvo de la tierra. Dame, pues, la sabiduría y el entendimiento para que pueda conducir a este pueblo, porque ¿quién podrá gobernar a este gran pueblo?» Dios dijo a Salomón: «Ya que éste es tu deseo y no has pedido riquezas ni bienes, ni gloria ni la muerte de tus enemigos, ni tampoco has pedido larga vida, sino que me has pedido la sabiduría y el entendimiento para gobernar a mi pueblo, del cual te he hecho rey, por eso desde ahora te doy sabiduría y entendimiento, y además te daré riquezas, bienes y gloria como no las tuvieron nunca los reyes que fueron antes de ti, ni las tendrá ninguno de los que vengan después de ti” (2 Cro. 1,7-12). Dios es el más interesado en nuestra felicidad y por eso es él el que se adelanta y nos da lo que sabe que nos hace falta antes que se lo pidamos, pero Dios respeta la libertad del hombre por eso espera que se lo pidamos. Que nazca de nosotros el pedir en una oración, pues así dice mismo Dios: “Cuando me invoquen y vengan a suplicarme, yo los escucharé; y cuando me busquen me encontrarán, siempre que me imploren con todo un corazón puro y sincero” (Jer 29,12)

Ahora podemos comprender mejor por qué algunas oraciones nuestras no son atendidas por Dios, es que dichas oraciones no nacen del corazón autentico, puro y sincero, o si no veamos un ejemplo: “Jesús dijo esta parábola por algunos que estaban convencidos de ser justos y despreciaban a los demás. Dos hombres subieron al Templo a orar. Uno era fariseo y el otro publicano. El fariseo, puesto de pie, oraba en su interior de esta manera: “Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos, adúlteros, o como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y doy la décima parte de todas mis entradas”. Mientras tanto el publicano se quedaba atrás y no se atrevía a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador” .Yo les digo que este último estaba en gracia de Dios cuando volvió a su casa, pero el fariseo no. Porque el que se hace grande será humillado, y el que se humilla será enaltecido” (Lc 18,9-14). En la misma línea el salmista advierte que Dios no lo escucha: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me abandonaste? ¡A pesar de mis gritos mis palabras no te alcanzan! Dios mío, de día te llamo y no me atiendes, de noche y no me escuchas, mas no encuentro mi reposo. Tú, sin embargo, estás en el Santuario, de allí sube hasta ti la alabanza de Israel” (Slm 21,2-4).

Dios no es que no escuche nuestras oraciones, lo que pasa es que esas oraciones están mala hechas porque no nacen del corazón autentico y puro, pues si las oraciones nacen del corazón puro y autentico Dios atiende inmediatamente. Jesús dice: “Hasta ahora no han pedido nada en mi Nombre. Pidan y recibirán, así conocerán el gozo completo” (Jn 16,24). Hoy en mismo evangelio de Lucas Jesús termina con estas palabras: "Pidan y se les dará; busquen y hallaran; llamen y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué padre hay entre Uds. que, si su hijo le pide un pez, en lugar de un pez le da una culebra; o, si pide un huevo, le da un escorpión? Si, pues, Uds. siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!" (Lc 11,9-14).

Jesús nos insiste en la necesidad de orar y utiliza toda una serie de verbos: Pedir, buscar, llamar. Se dice que uno de los problemas del cristiano de hoy es que ha dejado de orar. La verdad que no me atrevo a decir que sí. Es posible que hoy haya muchos grupos de oración y mucha gente que se reúne a orar, pero también es posible que hoy, por las mismas circunstancias y cambios de la vida, hayamos vaciado de la oración muchos espacios de nuestras vidas.

Por ejemplo, ¿se ora hoy en las familias? Es posible que muchos de nuestra casa oren mucho en el grupo parroquial del que forman parte y luego no oren en su casa. ¿Y dónde van aprender a orar nuestros niños? Resulta curioso que Jesús esperó a que fuesen los mismos discípulos quienes le pidiesen que les enseñase a orar y fue precisamente luego de ser testigos de la oración de Jesús: "Cuando terminó de orar, los discípulos le dicen: "Enséñanos a orar". Más enseñamos con el ejemplo que con la palabra.

El cristiano que no ora, es como el que tiene el teléfono averiado y no puede conectar con Dios. Es como el que se siente vacío por dentro y no tiene nada que decirle a Dios. El Padre Nuestro suele ser la primera oración que nos enseñaron nuestras madres. Como fue la primera y única oración que Jesús enseñó a los suyos. Como la hemos aprendido de niños y la hemos recitado de memoria infinidad de veces, puede que sea la oración más maltratada. Orar el Padre Nuestro es como avivar y expresar en nosotros el misterio de Dios y del Evangelio. Porque rezar el Padre Nuestro no es decir palabras bonitas, sino un meternos en ese misterio de Dios llamado a expresarlo en nuestras vidas.

En primer lugar, comenzamos haciendo una confesión de fe en Dios como Padre, por tanto en nosotros como hijos y todos como familia de Dios. En segundo lugar lo reconocemos como "Padre Nuestro", lo que significa una paternidad universal, y significa reconocernos a todos como "hijos" y por tanto reconocernos a todos como "hermanos".

Toda una nueva visión de la humanidad. Toda una nueva visión de la relación entre todos nosotros. Toda una visión de la humanidad como "la familia de Dios". Bastaría esta simple invocación para que todo cambie, para que el mundo se ponga patas arriba, pero todos nos sintamos diferentes, para todos nos veamos y nos tratemos de una manera distinta. Por eso la oración del Padre Nuestro no es una oración de pedigüeños, como suelen ser nuestras oraciones, es una oración en la que nos implicamos todos en el misterio paternal de Dios y en todos los intereses y planes y proyectos de Dios.

En toda la primera parte nos comprometemos en los ideales de Dios sobre nosotros y sobre el mundo: alabanza y glorificación de Dios, compromiso de un mundo mejor, que es el Reino, y siempre disponibles a su voluntad. Nos ponemos en la actitud de María: "Hágase en mí tu palabra." Nos ponemos en la actitud de Jesús: "Hágase tu voluntad y no la mía." En la segunda parte, le pedimos por todo aquello que pueda quebrar la solidaridad y la comunión de la familia de Dios. Compartir el pan, el perdón que restaña todas las heridas en la comunidad y la fortaleza para ser más que nuestras debilidades. Con todo esto, el Padre Nuestro comienza por un hablar con Dios Padre, pero luego implica todo un nuevo estilo de vida. Un nuevo estilo de relaciones. Una nuevo visión de la humanidad no dividida por los muros de los intereses humanos, sino unida por la fraternidad. ¿Te parece fácil?

¿Qué es la oración? La oración no es pedir. Es un anhelo del alma, es el pan de la vida espiritual. Alguien dijo: “En la oración es mejor tener un corazón sin palabras que palabras sin corazón. La oración la hemos confundido con "pedir", con una especie de "petitorio". Algo así como si la amistad la convirtiésemos en una lista de pedidos al amigo. La oración es un sentimiento del alma.

Por otra parte, hemos convertido la oración en un mar de palabras, con frecuencia bastante vacías. Y aquí sí le doy la razón a Gandhi: "Que mejor tener un corazón sin palabras que palabras sin corazón." La oración que Jesús nos dejó como manera de hablar con el Padre no tiene muchas palabras, pero sí una gran profundidad de vivencia del mensaje del Evangelio y de los planes de Dios. Se pueden hablar muchas palabras y no decirle nada a Dios porque solo habla la lengua y no el corazón. Se puede guardar un gran silencio y hablar mucho con los sentimientos del corazón. No estamos contra la oración "hecha de palabras". Sí estamos en que la verdadera oración brota y nace del corazón. No ama más el que mucho habla de amor, sino el que siente su corazón enamorado.

¿Dónde está Dios?  Lo leí en alguna lectura espiritual: Una pareja tenía dos niños pequeños, de 8 y 10 años de edad, quienes eran extremadamente traviesos, siempre estaban metiéndose en problemas y sus padres sabían que si alguna travesura ocurría en su pueblo sus hijos estaban seguramente involucrados. La mamá de los niños escuchó que el sacerdote del pueblo había tenido mucho éxito disciplinando niños, así que le pidió que hablara con sus hijos. El sacerdote aceptó, pero pidió verlos de forma separada, así que la mamá envió primero al niño más pequeño.


El sacerdote era un hombre enorme con una voz muy profunda, sentó al niño frente a él y le preguntó gravemente: ¿Dónde está Dios? El niño se quedó boquiabierto pero no respondió, sólo se quedó sentado con los ojos pelones. Así que el sacerdote repitió la pregunta en un tono todavía más grave: ¿Dónde está Dios? De nuevo el niño no contestó. Entonces el sacerdote subió de tono su voz, aún más, agitó su dedo frente a la cara del niño, y gritó: ¿Dónde está Dios? El niño salió gritando del cuarto, corrió hasta su casa y se escondió en el closet, azotando la puerta. Cuando su hermano lo encontró en el closet le preguntó: ¿Qué pasó? El hermano pequeño sin aliento le contestó: ¡Ahora si que estamos en graves problemas hermano, han secuestrado a Dios y creen que nosotros lo tenemos! Ya no es el cura quien pregunta, es la sociedad entera la que pregunta a los cristianos: ¿Dónde está Dios? La gente quiere verlo. Lo que necesitaríamos sería cuestionarnos como el niño que sentía que le acusaban de haber secuestrado a Dios. ¿Estaremos seguros que nosotros no lo hemos secuestrado? ¿No lo hemos secuestrado y lo tenemos metido en el templo, pero lo hemos sacado de la calle? Pregúntese la Iglesia. Preguntémonos cada uno de nosotros. ¿Dónde está Dios? ¿Dónde lo hemos escondido que la gente no lo ve?