DOMINGO XXX - A (26
de Octubre del 2014)
Proclamación del Santo Evangelio según San Mateo 22,34-40:
En aquel tiempo,cuando los fariseos se enteraron de que
Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en ese lugar, y uno de
ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba:
"Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?" Jesús le
respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu
alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El
segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos
dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas". PALABRA DEL SEÑOR.
Estimados(as) amigos(as) en el Señor Paz y Bien.
Para ninguno judío era secreto que el primer mandamiento
de toda la ley es el amor a Dios, pero Jesús va más lejos en su respuesta y agrega,
el segundo es similar: "ama a tu prójimo como a ti mismo" (Mt 22,37-39). Que el
segundo mandamiento sea igual y tan importante como el primero. Es decir, que
amar al prójimo es tan importante como amar a Dios. Además añade, que toda esa
gama de mandamientos y preceptos que el pueblo multiplicó de los diez
mandamientos, en total más de seiscientos, todos ellos quedan reducidos a dos
principios: el amor a Dios y el amor al prójimo (Mt 22,37-39), Aquí hay toda una enseñanza nueva e incluso una nueva concepción de Dios. Para nosotros
tampoco hay duda en aceptar que el amar a Dios es el primer mandamiento de la
ley, pero no estamos tan convencidos en poner en el mismo nivel, al amor al
prójimo. Lo digo porque hoy tenemos muchos conflictos en el mundo, guerras,
odios, rencores, mucha gente que muere de hambre… me van a decir que ¿si nos
amáramos como Jesús nos dice hoy, habría tanta miseria en el mundo? Jesús no dio
tanta importancia al primero, no porque no le importase el amor a Dios sino que
el amor autentico a Dios pasa por el amor al prójimo. No en vano, a lo largo
del Evangelio como enseñanza central de Jesús es esta: “Les doy un mandamiento
nuevo; que se amen unos a otros como yo les he amado, en esto les reconocerán que
son mis discípulos, en que Uds. saben amarse unos a otros como les amé” (Jn
13,34).”
El amor del auténtico creyente tiene que tener su sustento
en las mismas palabras y enseñanzas de Jesús. Y para dar mayores pautas del
amor del que Jesús nos habla hoy, recordemos
cuando Jesús nos dice: “Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y
diente por diente. Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al
contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale
también la otra… Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a
tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus
perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir
su sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si
ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen
lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de
extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos
como es perfecto el Padre que está en el cielo” (Mt 5,38-48).
Pero, Jesús ¿nos pide amar incluso hasta a los enemigos? Si,
y Jesús nos lo ha demostrado que si es posible amar al enemigo. Desde la cruz,
cuando sus enemigos lo están crucificando, la primera palabra que dijo es:
“Padre perdónalos porque no saben lo que hacen conmigo” (Lc 23,34) y la última
palabra es expresión de su amor y fidelidad al Padre: “Padre en tus manos
encomiendo mi espíritu y dicho esto murió” (Lc 23,46). Escena que Juan los
describe así: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que
todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no
envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque
no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios” (Jn 3,16-18).
Luego, mismo Jesús nos lo dice que esta es la medida del
amor del que nos habla en sus enseñanzas: “Les doy un mandamiento nuevo. Ámense
los unos a los otros. Así como yo los he amado. En esto les reconocerán que
ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros como
yo les amé" (Jn 13,34). Y el amor con que Jesús nos ha amado procede del
mismo Padre cuando nos dice: “Como el Padre me amó, también yo los he amado a
ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en
mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor”
(Jn 15,8-10).
Como vemos las enseñanzas de Jesús están todas centradas en
lo más profundo deseo y querer de Dios a quien nos ha presentado como Padre
cuando le dijeron: "Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta. Jesús le
respondió: Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me
conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo dices: Muéstranos al
Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las
palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las
obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos,
por las obras” (Jn 14,8-11). Y a este Dios Padre, nos presenta como Padre
amoroso (Jn 15,9). Porque simplemente Dios es amor (I Jn 4,8).
¿Cómo ser amados por este Padre
amoroso que es Dios que Jesús nos presenta? Pues ahora nos lo ha dicho: Amando
al prójimo podemos amar y ser amados por Dios Padre amoroso (Mt 22,36-39). Y
con razón en las cartas de Juan y en los cuatro evangelios están desplegadas
solo esta premisa: “Queridos hijos, amémonos los unos a los otros, porque el
amor procede de Dios, y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no
ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. Así Dios nos manifestó su amor:
envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida por medio de él. Y
este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos
amó primero, y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados.
Queridos míos, si Dios nos amó tanto, también nosotros debemos amarnos los unos
a los otros. Nadie ha visto nunca a Dios: si nos amamos los unos a los otros,
Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en
nosotros “ (I Jn 4,7-12). Y lo reitera Juan lo mismo que hoy nos ha dicho
Jesús: "Quien dice que ama a Dios, y no ama a su hermano, es un mentiroso.
¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, y no amar a su hermano, a quien ve?
Este es el mandamiento que hemos recibido de él: el que ama a Dios debe amar
también a su hermano” (I Jn 4,20-21). “Hijitos míos, no amemos de labios para
fuera y de palabra, sino con obras y de verdad” (I Jn 3,18).
San Pablo nos definió sabiamente en
una sola palabra: “Si no tengo amor no soy nada” (I Cor 13,2). Pero también nos
deja su enseñanza al dimensionar entre el amor al prójimo y a Dios: “Que la
única deuda con los demás sea la del amor mutuo: el que ama al prójimo ya
cumplió toda la Ley” (Rm 13,8). Porque los mandamientos: No cometerás
adulterio, (Éx 20, 14; Lev 18, 20;20, 10; Dt 5, 18; MT 5, 27;19, 18; Mc 10, 19; Lc 18, 20; Stg 2,
11; no matarás, (Gn 9, 6;Éx 20, 13; Lev
24, 17; Dt 5, 17). “El amor no hace mal al prójimo. Por lo tanto, el amor es la
plenitud de la Ley” (Rm 13,10). Jesús los resume los mandamientos en el amor a
Dios (1º,2º,3º); Los mandamientos del amor al prójimo (4º,5º,6º,7º,8º,9º,10º)
cuando el joven rico le pregunto ¿Qué tengo que hacer para heredar la vida
eterna? (Mc 10,17).
Las preguntas que hacen a Jesús son de orden superficial,
como la pregunta del domingo pasado: ¿Es dable pagar impuesto al cesar o no?
Jesús les dijo den a César de lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”
(Mt 22,17-21), pero la pregunta de esta vez es mucho más radical. Porque hoy le
preguntan por lo esencial: “¿Cuál es el mandamiento principal de la Ley?” (Mt
22,36). La intención no era muy sana, pero no deja de ser de mayor profundidad.
Le preguntaron “para ponerlo a prueba”. Y Jesús que no le gusta los rodeos,
aceptó el reto y se definió con toda claridad respecto a la ley de Dios y la
ley de la convivencia basado en el: “El amor.” (Mt 22,27-29). El amor a Dios y
el amor al prójimo. El resto de la ley que para los judos son más de
seiscientos no sirve de nada cuando no hay amor. San Pablo lo entendió muy bien
cuando dijo al respecto:
“Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los
ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que
retiñe. Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y
toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas,
si no tengo amor, no soy nada. Aunque repartiera todos mis bienes para
alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no
me sirve para nada. El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso,
no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés,
no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la
injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo
lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará jamás” (I Cor
13,1-8).
En la enseñanza de Jesús lo más maravilloso de la revelación
de Dios esté en que ha valorado tanto al hombre que casi lo pone en términos de
igualdad con Él. Toda la ley se compendia en amar a Dios y amar al prójimo (Mt
22,37-39). Quien dice amar a Dios, no ama al prójimo “es un mentiroso” (I Jn
4,20). Yo me siento preocupado de cuántos seremos los mentirosos que andamos
por la vida. La mayor mentira no es la que le dices a tu amigo para no
complicarte la vida. La mayor mentira que podemos decir es decir que amamos a
Dios sin amar al hermano porque hace mentiroso nuestro amor a Dios. ¿Quieres
saber si amas a Dios? Pregúntate cuánto amas al prójimo y cómo le amas. Tu amor
al prójimo te da la medida y la calidad de tu amor a Dios. Además, si amas de
verdad, olvídate del resto. Quien pueda responder a estas dos preguntas ya aprobó
el examen de lo demás por tanto ya está vestido con traje de fiesta y
participará del banquete de boda del cordero en el cielo (Mt 22,12).
Si, yo voy a Misa todos los domingos. Pero no amo ni
perdono. Yo rezo diariamente el rosario. Pero no amo ni perdono. Yo leo
diariamente el Evangelio. Pero no amo ni perdono. Yo me confirmé. Pero no amo
ni perdono. Yo me confieso con frecuencia. Pero no amo ni perdono. Yo comulgo
diariamente. Pero no amo ni perdono. Recuerda lo que ya nos ha dicho Jesús: “Si
perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los
perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los
perdonará a ustedes” (Mt 6,14-15). ¿Me quieres decir, entonces de qué te sirve
todo esto, y tanta oración? ¿Me quieres decir de qué te sirve la misa si sales
con el corazón envenado de rencor? ¿Me quieres decir de qué te sirve comulgar,
si luego no perdonas a tu hermano? Dios está donde hay amor. Dios solo entiende
el lenguaje del amor. Dios solo cree al amor, porque “Dios es amor”. Con razón, San Juan nos recuerda: "Quien dice que ama a Dios y no ama a su hermano es un mentiroso" (I Jn 4,20).