DOMINGO IV T.O. – A (Domingo 29 de Enero de 2017).
Proclamación del Santo evangelio según San Mateo: 5,1-12:
En aquel tiempo Jesús al ver a la multitud, Jesús subió a la
montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él. Entonces tomó la palabra
y comenzó a enseñarles, diciendo:
Felices los pobres en el espíritu, porque de ellos es el
Reino de los Cielos. Felices los que sufren, porque ellos heredaran la tierra.
Felices los lloran, porque ellos serán consolados. Felices los que tienen
hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Felices los
misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Felices los que tienen el corazón
puro, porque verán a Dios. Felices los que trabajan por la paz, porque
serán llamados hijos de Dios. Felices los que son perseguidos por practicar la
justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices
ustedes, cuando los insulten, persigan, y los calumnie en toda forma a causa de mí. Estén
alegres y contentos, porque su recompensa será grande en el cielo; de la misma
manera persiguieron a los profetas que los precedieron. PALABRA DEL SEÑOR.
Estimados amigos en el Señor Paz y Bien.
Recordemos lo meditado hasta el domingo anterior: Juan
Bautista en la fiesta del Bautismos del Señor nos ha dicho: “Yo doy testimonio
de que él es el Hijo de Dios" (Jn 1,34). Porque “yo he visto bajar del
cielo al Espíritu en forma de paloma y permanecer sobre él” (Jn 1,32). Por lo
tanto: "Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn
1,29). E hicimos un complemento con la cita: Cuando Jesús se bautizaba en el Jordán;
el Espíritu Santo descendió sobre él como una paloma. Se oyó entonces una voz
del cielo: "Tú eres mi Hijo muy querido, yo te he engendrado hoy" (Lc
3,22). "El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios Daniel está cerca. Conviértanse
y crean en el Evangelio" (Mc 1,15; Mt 4,17). Los fariseos le preguntaron
cuándo llegaría el Reino de Dios. Jesús respondió: "El Reino de Dios no
viene espectacularmente como Uds piensan y nadie diga está aquí o allí. El Reino
de Dios ya está entre ustedes" (Lc 17,20-21). Jesús les dijo: “Si yo expulso
a los demonios con el poder de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha
llegado a ustedes” (Lc 11,20).
Las bienaventuranzas que hoy leemos es una recapitulación anunciada
en el A.T. e invitación a ser parte del Reino de Dios y que bien se puede
resumir así: “Feliz el que cumple lo que enseña, porque será grande en el Reino
de los Cielos” (Mt 5,19). Y que se complementa con esta cita: "Los
escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés; ustedes hagan y cumplan todo
lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que
dicen. Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras
que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo” (Mt 23,2-4). Es decir al
Reino de Dios no se puede entrar con bonitas ideas o apariencias. Sino en base
a esfuerzo y sacrificio. Incluso hoy nos ha dicho: “Felices ustedes, cuando sean insultados y
perseguidos, y cuando los calumnien en toda forma a causa de mí” (Mt 5,11). En lugar
de estar tristes, “alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una
gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que
los precedieron” (Mt 5,12).
El Evangelio de Mateo, presenta a Jesús como el nuevo
Moisés, el nuevo legislador. En el AT la Ley de Moisés fue codificada en cinco
libros: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Imitando el modelo
antiguo, Mateo presenta la Nueva Ley en cinco grandes Sermones dispersos en el
evangelio: a) el Sermón del Monte (Mt 5,1 a 7,29); b) el Sermón de la Misión
(Mt 10,1-42); c) El Sermón de las Parábolas (Mt 13,1-52); d) el Sermón de la
Comunidad (Mt 18,1-35); e) El Sermón del Futuro del Reino (Mt 24,1 a 25,46).
Las partes narrativas, intercaladas entre los cinco Sermones, describen la
práctica de Jesús y muestran como él observaba la nueva Ley y la encarnaba en
su vida.
Mateo 5,1-2: El solemne anuncio de la Nueva Ley. De acuerdo
con el contexto del evangelio de Mateo, en el momento en que Jesús pronunció el
Sermón del Monte, había apenas cuatro discípulos con él (Mt 4,18-22). Poca
gente. Pero una multitud inmensa le seguía (Mt 4,25). En el AT, Moisés subió al
Monte Sinaí para recibir la Ley de Dios. Al igual que Moisés, Jesús sube al
Monte y, mirando a la multitud, proclama la Nueva Ley. Es significativo: Es
significativa la manera solemne como Mateo introduce la proclamación de la
Nueva Ley: “Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos
se le acercaron. Y, tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados
los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.” Las ocho
Bienaventuranzas forman una solemne apertura del “Sermón de la Montaña”. En
ellas Jesús define quien puede ser considerado bienaventurado, quien puede
entrar en el Reino. Son ochos categorías de personas, ocho puertas para entrar
en el Reino, para la Comunidad. ¡No hay otras entradas! Quien quiere entrar en
el Reino tendrá que identificarse por lo menos con una de estas categorías.
Mateo 5,3: Bienaventurados los pobres de espíritu. Jesús
reconoce la riqueza y el valor de los pobres (Mt 11,25-26). Define su propia
misión como la de “anunciar la Buena Nueva a los pobres” (Lc 4,18). El mismo,
vive como pobre. No posee nada para sí, ni siquiera una piedra donde reclinar
la cabeza (Mt 8,20). Y a quien quiere seguirle manda escoger:¡o Dios, o el
dinero! (Mt 6,24). En el evangelio de Lucas se dice: “¡Bienaventurados los
pobres!” (Lc 6,20). Entonces, ¿quién es “pobre de espíritu”? Es el pobre que
tiene el mismo espíritu que animó a Jesús. No es el rico. Ni es el pobre como
mentalidad de rico. Es el pobre que, como Jesús, piensa en los pobres y
reconoce su valor. Es el pobre que dice: “Pienso que el mundo será mejor cuando
el menor que padece piensa en el menor”.
Mateo 5,4-9: El nuevo proyecto de vida. Cada vez que en la
Biblia se intenta renovar la Alianza, se empieza estableciendo el derecho de
los pobres y de los excluidos. Sin esto, ¡la Alianza no se rehace! Así hacían
los profetas, así hace Jesús. En las bienaventuranzas, anuncia al pueblo el
nuevo proyecto de Dios que acoge a los pobres y a los excluidos. Denuncia el
sistema que ha excluido a los pobres y que persigue a los que luchan por la
justicia. La primera categoría de los “pobres en espíritu” y la última
categoría de los “perseguidos por causa de la justicia” reciben la misma
promesa del Reino de los Cielos. Y la reciben desde ahora, en el presente, pues
Jesús dice “¡de ellos es el Reino!” El Reino ya está presente en su vida. Entre
la primera y la última categoría, hay tres otras categorías de personas que
reciben la promesa del Reino. En estos tres dúos transpare el nuevo proyecto de
vida que quiere reconstruirla en su totalidad a través de un nuevo tipo de
relaciones: con los bienes materiales (1er dúo); con las personas entre sí (2º
dúo); con Dios (3er dúo). La comunidad cristiana debe ser una muestra de este
Reino, un lugar donde el Reino empieza a tomar forma desde ahora.
Los tres: Primera dúo: los mansos y los que lloran: Los
mansos son los pobres de los que habla el salmo 37. Se les quitó su tierra y la
van a heredar de nuevo (Sal 37,11; Sal 37.22.29.34). Los afligidos son los que
lloran ante la injusticia en el mundo y entre la gente (Sl 119,136; Ez 9,4; Tob
13,16; 2Pd 2,7). Estas dos bienaventuranzas quieren reconstruir la relación con
los bienes materiales: la posesión de la tierra y el mundo reconciliado.
Segundo dúo: los que tienen hambre y sed de justicia y los
misericordiosos. Lo que tienen hambre y sed de justicia son los que desean
renovar la convivencia humana, para que esté de nuevo de acuerdo con las
exigencias de la justicia. Los misericordiosos son los que tienen el corazón en
la miseria de los otros porque quieren eliminar las desigualdades entre los
hermanos y las hermanas. Estas dos bienaventuranzas quieren reconstruir la
relación entre las personas mediante la práctica de la justicia y de la
solidaridad.
Tercer dúo: los puros de corazón y los pacíficos: Los puros
de corazón son los que tienen una mirada contemplativa que les permite percibir
la presencia de Dios en todo. Los que promueven la paz serán llamados hijos de
Dios, porque se esfuerzan para que la nueva experiencia de Dios pueda penetrar
en todo y realice la integración de todo. Estas dos bienaventuranzas quieren
reconstruir la relación con Dios: ver la presencia actuante de Dios en todo y
ser llamado hijo e hija de Dios.
Mateo 5,10-12: Los perseguidos por causa de la justicia y
del evangelio. Las bienaventuranzas dicen exactamente lo contrario de lo que
dice la sociedad en la que vivimos. En ésta, el perseguido por la justicia es
considerado como un infeliz. El pobre es un infeliz. Feliz es el que tiene
dinero y puede ir al supermercado y gastar según su voluntad. Los infelices son
los pobres, los que lloran. En la televisión, las novelas divulgan este mito de
la persona feliz y realizada. Y sin darnos cuenta, las telenovelas se vuelven
el patrón de vida para muchos de nosotros. ¿Quizás si en nuestra sociedad
todavía hay lugar para estas palabras de Jesús: “¡Bienaventurados los
perseguidos por causa de la justicia y del evangelio! ¡Felices los pobres!
¡Felices los que lloran!”? Y para mí que soy cristiano y cristiana, de hecho
¿quién es feliz?
Felices dice el Señor, ¿y quién son los felices?. En el
Antiguo Testamento, se definen felices a los viven las indicaciones de la
Sabiduría (Sir 25,7-10), también dice. “Guarda los preceptos y los mandamientos
que yo te prescribo hoy, para que seas feliz”, (Deuteronomio 4), “Yahveh tu
Dios te bendecirá en todas tus cosechas y en todas tus obras, y serás
plenamente feliz.” (Deuteronomio 16), también en los Salmos se reza que es
“feliz” quien ama al Señor, y feliz el hombre que no sigue el consejo de los
impíos, ni en la senda de los pecadores
(Salmos 1,1).