IV DOMINGO DE ADVIENTO – B (24 DE DICIEMBRE DE 2018)
Proclamación del Santo evangelio según San Lucas 1,26-38
1:26 En el sexto mes, el Ángel Gabriel fue enviado por Dios
a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,
1:27 a una virgen que estaba comprometida con un hombre
perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era
María.
1:28 El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo:
"¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo".
1:29 Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se
preguntaba qué podía significar ese saludo.
1:30 Pero el Ángel le dijo: "No temas, María, porque
Dios te ha favorecido.
1:31 Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por
nombre Jesús;
1:32 él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El
Señor Dios le dará el trono de David, su padre,
1:33 reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino
no tendrá fin".
1:34 María dijo al Ángel: "¿Cómo puede ser eso, si yo
no tengo relaciones con ningún hombre?"
1:35 El Ángel le respondió: "El Espíritu Santo
descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso
el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios.
1:36 También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de
su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes,
1:37 porque no hay nada imposible para Dios".
1:38 María dijo entonces: "Yo soy la servidora del
Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho". Y el Ángel se alejó. PALABRA
DEL SEÑOR.
Estimados(as) amigos(as) en el Señor Paz y Bien.
"¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está
contigo".(Lc 1,28). “Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por
nombre Jesús” (Lc 1,31). "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder
del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el Santo que nacerá de ti será
llamara Hijo de Dios” (Lc 1,35). Estas citas resumen el evangelio de hoy, y es conveniente
contextualizar en la historia de la salvación.
Partimos de dos premisas. 1) Dios se dice: “Yo salvare a mi
pueblo de sus enemigos. Haré que vuelvan a Jerusalén. Ellos serán mi Pueblo, y
yo seré para ellos su Dios, fiel y salvador” (Zac 8,7). 2) “Dios es amor” (I Jn
4,8).
Como Dios es amor, se propone en salvar a su pueblo y ¿Salvar
de qué?
Una vez que Dios creo al hombre (Gen 1,26). Dios le dio este
mandamiento: “Puedes comer de cualquier árbol del jardín, más del árbol de la
ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comas de él, morirás
sin remedio" (Gen 2,16). En efecto, “Dios creo al hombre en el principio y
lo dejó librado a su propio albedrío” (Eclo 15,14). El hombre tiene en sus
manos la decisión de optar: Por la vida o por la muerte, lo que escoja se le
dará lo que dará” (Eclo 15,17). Para discernir entre el bien el mal Dios mismo
da el saber: “El Señor da la sabiduría, de su boca proceden saber e
inteligencia” (Prov 2,6). Quien opte por la vida, está llamado a ser santo: “Santifíquense
y sean santos; cumpliendo mis mandamientos y poniéndolos en práctica porque yo
soy, vuestro Dios el que los santifico” (Lv 20,7).
El proyecto de vida que Dios propone al hombre se truncó ¿Por
qué?: Instigada por la serpiente: “La mujer vio que el árbol era bueno para
comer, apetecible a la vista y excelente para lograr sabiduría, tomó de su
fruto y comió, y dio también a su marido, que igualmente comió” (Gen 3,6). Es
decir opto por la muerte: “Por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y
por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos
pecaron” (Rm 5,12).
Dios que es amor (IJn 4,8) se propone y dice por el profeta:
"Juro por mi vida, que yo no deseo la muerte del pecador, sino que se
convierta de su mala conducta y viva” (Ez 33,11). Para ello se propone y dice: “Yo
salvare a mi pueblo de sus enemigos. Los haré volver y habitarán en medio de
Jerusalén. Ellos serán mi Pueblo, y yo seré su Dios, fidelidad y salvador” (Zac
8,7). Esto se resume en un nuevo pacto de alianza: “Estableceré una nueva
Alianza con la casa de Israel y la casa de Judá. No será como la Alianza que
establecí con sus padres el día en que los tomé de la mano para hacerlos salir
del país de Egipto, mi Alianza que ellos rompieron, aunque yo era su dueño
—oráculo del Señor—. Esta es la Alianza que estableceré con la casa de Israel,
después de aquellos días —oráculo del Señor—: pondré mi Ley en su mente, y la
escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi Pueblo” (Jer
31,31-33). Es el pacto de amor, se reafirma lo que ya hemos dicho: “Dios e amor”(IJn
4,8).
El despliegue de esta nueva alianza se inicia así: El Ángel anunció a María y
dijo: "Alégrate, llena de Gracia el Señor está contigo" (Lc 1,28).
Ella turbada por dicho saludo, recibe el anuncio de que ha sido elegida por Dios
para ser la Madre de su Hijo Unigénito. Y a pesar de estar ya comprometida con
San José, dando muestra de una fe, humildad, valentía y abandono en las manos
de Dios, pronuncia las palabras más importantes en la historia de la humanidad:
"Hágase en mí según tu palabra" (Lc 1,38). Permitiendo en ese instante
el prodigio de la Encarnación (Jn 1,14).
Dios se hace hombre en el seno purísimo de María, en las
entrañas de una mujer de nuestra raza, Dios se humanizo, Dios se hizo lo que
nosotros somos, para ser lo que Él es. Comparte desde entonces nuestra
humanidad. Porque María supo decir Si a la voluntad de Dios, dio comienzo el
embarazo más glorioso de la historia y la Redención de la humanidad se hizo
posible. En el saludo del Arcángel a la Virgen María, descubrimos nada menos
que su inmaculada Concepción. En efecto al llamarla "LLENA DE GRACIA"
(Lc 1,28), el Ángel declara que la Virgen María está llena de favores de Dios, ha
gozado de la plenitud del Espíritu Santo, lo que excluye automáticamente el
pecado original, ya que si en algún momento María hubiera estado en pecado,
aunque no hubiera sido más que por un instante, ya no sería la llena de Gracia.
Es por este texto principalmente, que la Iglesia declaró el Dogma de la
inmaculada concepción, que siempre habíamos creído, en 1854 y que Ella misma
ratificó en Lourdes, Francia, en 1858, al definirse ante Santa Bernardita como
"Yo soy la inmaculada Concepción".
Las Bodas de Caná (Jn 2,3): Los Evangelios nos relatan cómo
en el pueblecito de Caná de Galilea, la Virgen Santísima asistió invitada a una
boda, y también llegaron Jesús y sus discípulos. María es la mujer atenta,
servicial, la gran ama de casa que se da cuenta de que el vino de la fiesta se
ha terminado. "Hijo, no tienen vino" (Jn.2,3) ¿Por qué la Virgen
acudió a su Hijo?, ¿Qué esperaba que él hiciera?, ¿Por qué confió tanto en él?
No lo sabemos, pero el hecho es que su intercesión provocó el primer milagro de
Jesucristo "y sus discípulos creyeron en él". En este pasaje se
revela que el poder es de él, la intercesión de Ella. Con la confianza de ser
escuchada por su Hijo, dice a los criados: "Haced lo que él os diga",
así pués, cuando acudamos a la Virgen Santísima en alguna necesidad, estemos
dispuestos a cumplir en todo la voluntad de Dios.
María Al pie de la Cruz (Jn 19,26). Durante la vida pública
del Señor, la Virgen María permanece prudentemente en la sombra, confundida
entre la muchedumbre, relativamente cerca de su Hijo, meditando sus palabras en
su corazón, como la primera discípula de Cristo.
Desde la presentación en el Templo, cuando Jesús tenía 40
días de nacido, María había recibido del anciano Simeón una premonición
angustiante: "Mira, este niño está destinado a ser la caída y el resurgimiento
de muchos en Israel como signo de contradicción. Y a ti misma una espada te
atravesará el alma" (Lc.2,34-35)
Más tarde, el relato del testigo presencial de lo que
sucedió en el Calvario, San Juan, es sumamente conmovedor. María, la que pasaba
desapercibida en los triunfos de Jesús, aparece en un primer plano en el
momento del dolor. "Junto a la Cruz de Jesús, estaban su Madre, María
mujer de Cleofás, y María Magdalena" (Jn.19,25).
Es la Virgen Dolorosa con siete puñales clavados en su
Corazón Inmaculado. Y a continuación San Juan nos relata lo que pasó:
"Jesús viendo a su Madre y junto a Ella al discípulo que amaba, dice a su
Madre: "Mujer, ahí tienes a tu hijo; luego dice al discípulo: Ahí tienes a
tu madre y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa". (Jn. 1
9,26-27)
Escena llena de misterio; ciertamente Jesús se preocupa por
el futuro de su Madre. Habiendo ya muerto San José (no aparece ni una sola vez
en la vida pública de Jesucristo) y no teniendo el Señor hermanos carnales,
quedaba María desamparada. San Juan es el único de los apóstoles presente en la
muerte de Cristo, es el Apóstol virginal que recibe en herencia nada menos que
a la Madre de Dios; Jesús en San Juan nos la hereda por Madre a la Madre del
Salvador, a la Siempre Virgen María: “Mujer ahí a tu hijo, hijo ahí a tu madre”.
Naturalmente, dentro de la Liturgia y tradición de la
Iglesia, aparece paulatinamente, la memoria de la Santísima Virgen en
festividades que conmemoran los principales acontecimientos y verdades que
sobre Ella se han aceptado siempre, algunas de las cuales ha sido necesario
declarar dogmas de fe, a saber:
Que es la Madre de Dios. (1º de enero) Dogma declarado por
el Concilio de Efeso en el año 431 e incorporado a las oraciones oficiales de
la Iglesia. Y la virginidad: “María dijo al Ángel ¿Cómo puede ser eso, si yo no
tengo relaciones con ningún hombre? El Ángel le respondió: "El Espíritu
Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por
eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios" (Lc 1,34-35).
La inmaculada Concepción. (8 de diciembre) Es el Dogma
declarado por el Papa Pío IX en 1854, acerca de que la Santísima Virgen María
fué concebida sin pecado original.
La Asunción de la Virgen María a los Cielos. (15 de agosto)
Dogma declarado por el Papa Pío XII en 1950, acerca de que la Santísima Virgen
fué llevada al Cielo en cuerpo y alma.
La Anunciación, la Navidad, la Presentación y la Asunción.
Además de estas solemnes festividades, hay otras muchas a lo largo del Año
Litúrgico, en las que celebramos, no solamente aquellos hechos que surgen de la
palabra de Dios, sino también los emanados de otras fuentes como son las
principales apariciones de la Santísima Virgen María, reconocidas por la
Iglesia, a saber: Tepeyac (1531), Lourdes (1858), Fátima (1917) y otras
devociones populares.