SAGRADA FAMILIA - C (30 de diciembre del 2018)
Proclamamos el Evangelio según San Lucas Capítulo 2,22 al
40:
2:22 Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la
purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor,
2:23 como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito
será consagrado al Señor.
2:24 También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas
o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.
2:25 Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón,
que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo
estaba en él
2:26 y le había revelado que no moriría antes de ver al
Mesías del Señor.
2:27 Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y
cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las
prescripciones de la Ley,
2:28 Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:
2:29 "Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera
en paz, como lo has prometido,
2:30 porque mis ojos han visto la salvación
2:31 que preparaste delante de todos los pueblos:
2:32 luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu
pueblo Israel".
2:33 Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían
decir de él.
2:34 Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre:
"Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será
signo de contradicción,
2:35 y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así
se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos".
2:36 Había también allí una profetisa llamada Ana, hija de
Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su
juventud, había vivido siete años con su marido.
2:37 Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta
y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con
ayunos y oraciones.
2:38 Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar
gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la
redención de Jerusalén.
2:39 Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del
Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, Mateo 2, 23 en Galilea.
2:40 El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de
sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él. PALABRA DEL SEÑOR.
Estimados(as) amigos(as) en el Señor paz y bien.
"¿Cómo saber si tal palabra pronunciada viene del Señor?".
Si lo que el profeta dice en nombre del Señor no se cumple y queda sin efecto,
quiere decir que el Señor no ha dicho esa palabra” (Dt 18,21-22). “El Señor
mismo les dará un señal. Miren, la joven está embarazada y dará a luz un hijo,
y lo llamará con el nombre de Emmanuel” (Is 7,14; Mt 1, 23). Isabel dijo a María;
“Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Dichosa tu por haber
creído porque se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor" (Lc
1, 44-45). “La Palabra de Dios se hizo carne y habito entre nosotros” (Jn
1,14). Simeón, dijo a María, la madre: "Este niño será causa de caída y de
elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una
espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos
íntimos de muchos" (Lc 2, 34-35). Jesús comenzó a decirles: "Hoy se
ha cumplido estas profecías de la Escritura que acaban de oír" (Lc 4,21). Es
decir, en Jesús se cumplen todas las profecías. Por lo tanto todo lo que dice Jesús
es palabra de Dios.
Hoy el evangelio (Lc 2, 22-40) nos ilustra el misterio de la
sagrada familia y que tiene diferentes escenas: La presentación del Niño Jesús
en el templo (Lc 2,22-24); el cántico de Simeón (Lc 2,25-32); la profecía de
Simeón (Lc 2,33-35);la profecía de Ana (Lc 2,36-38); la infancia de Jesús en el
cuidado de María y José (L2,39-40). Como vemos, en el centro del relato está la
sagrada familia y por la sencilla razón: el Angel anunció a los pastores: “Hoy,
en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y
esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en
pañales y acostado en un pesebre" (Lc 2,11-12). Después que los ángeles
volvieron al cielo, los pastores se decían unos a otros: "Vayamos a Belén,
y veamos lo que ha sucedido, lo que el Señor nos ha anunciado" (Lc 2,15).
Los pastores fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién
nacido acostado en el pesebre” (Lc 2,16).
Fue querer de Dios Padre, (I divina persona) quien en su
libertad quiso que su Hijo, Jesús (II Divina persona) viniera a este mundo para
“que el mundo se salve por él” (Jn 3,17) y quiso que viniera de una familia:
San José y la Virgen María (Lc 2,16).
La familia en el plan de Dios
En el catecismo de la Iglesia se dice que la familia es la
comunidad conyugal que está establecida sobre el consentimiento de los esposos.
El matrimonio y la familia están ordenados al bien de los esposos y a la
procreación y educación de los hijos. El amor de los esposos y la generación de
los hijos establecen entre los miembros de una familia relaciones personales y responsabilidades
primordiales. Un hombre y una mujer unidos en matrimonio forman con sus hijos
una familia. Esta disposición es anterior a todo reconocimiento por la
autoridad pública; se impone a ella. Se la considerará como la referencia
normal en función de la cual deben ser apreciadas las diversas formas de
parentesco (NCI 2202).
Dios al crear al hombre y a la mujer (Gn 1,27) instituyó la
familia humana cuando dijo: “Por eso el varón dejara a su padre y a su madre y
se unirá a su mujer y serán una sola carne” (Gn 2,24) y Jesus agregó y dijo:
“Ya no son dos sino una sola carne, pues lo que Dios ha unido no lo separe el
hombre” (Mt 19,6). Sus miembros son personas iguales en dignidad. Para el bien
común de sus miembros y de la sociedad, la familia implica una diversidad de
responsabilidades, de derechos y de deberes. La familia no es sino el efecto de
una causa, la cual es el matrimonio.
La familia, hoy por hoy es signo de muchos gozos y
“tropiezo” por sus problemas y dificultades. La misma sagrada familia no está
exenta de dificultades. El Evangelio nos presenta hoy a la familia de Jesús en
el templo de Jerusalén cumpliendo con el ritual de la ley, sometida a la ley
(Lc 2,22-24). Además nos relata este encuentro tan simple y tan maravilloso de
María y José con el viejo Simeón, quien tiene la dicha de ser el único de quien
se dice que “tomó en sus brazos” al Niño Jesús (Lc 2, 28). Para él fue como
poder ver la aurora o el amanecer de las promesas de Dios cumplidas y
realizadas. Pero también Simeón se convierte en el profeta que anuncia desde el
primer momento que el futuro del niño y de la madre no será nada fácil: Jesús
será puesto para caída elevación de muchos en Israel, pero también como signo
de contradicción (Lc 2,34), que el alma de su madre será atravesada por una
espada (Lc 2,35). En el fondo el anuncio de la Pasión del Hijo y la Pasión de
la madre (Jn 19,26).
La familia no es una instancia exenta de la vida social y
cultural. Por eso no pretendamos que hoy que nuestras familias vivan al margen
de la cultura del momento, que vivan al margen de las realidades sociales y
económicas. Maridos sin trabajo, esposas sin trabajo, hijos sin trabajo.
Familias que tienen que vivir en casas muy poco dignas de las personas que las
habitan. Es ahí donde las familias necesitan contar con otra fuerza que las
haga más fuertes y más estables. Necesitan de la gracia del sacramento.
Necesitan de la gracia de la oración. Necesitan de la Palabra de Dios. No
porque todo esto les solucione los problemas, pero sí les ayudará a ser más que
sus problemas. No les dará trabajo porque Dios no tiene agencias de empleos,
pero sí tendrán fuerza para seguir luchando y buscando. Pero, muchas familias
se han apartado de Dios y una familia sin fe es una familia en ruinas o
recordemos lo que dijo el Señor: “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que
permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada
pueden hacer” (Jn 15,5).
La Sagrada Familia se hizo fuerte por la fe de María y José
y la presencia del Niño Jesús. En ningún momento vemos la desesperación de
Jesús, sino siempre obediente a las palabras del Ángel que le iba marcando el
camino. La Sagrada Familia fue grande por la experiencia de la fe en la Palabra
de Dios, pero siguió siendo una familia normal y con los problemas, a veces
mayores, como el resto de familias. ¿Qué haríamos nosotros si la madre tiene
que dar a luz nada menos que al Hijo de Dios en un pesebre? Nació en una
familia sin casa, mejor dicho, en un corral en compañía de los animales. ¿Ninguno de nosotros nació en un corral
verdad? ¿Qué haríamos si se nos dice que alguien quiere matar a nuestro hijo
recién nacido? San José está en este apuro ahora: “El Ángel del Señor se
apareció en sueños a José y le dijo: Levántate, toma al niño y a su madre, huye
a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al
niño para matarlo" (Mt 2,13) ¿Tendría siempre trabajo José en su
carpintería? No la mistifiquemos para que nuestras familias encuentren un
modelo de familia. Hemos de convencernos de algo, los problemas de la familia
no se solucionan abriendo el camino fácil del divorcio, los problemas de la
familia se solucionan ayudando a la familia a ser cada día más fuerte en sí
misma.
Como en toda familia, en la sagrada familia hay problemas
pero también hay mucha ternura de los padres hacia el niño Jesús y como hoy se
menciona en el evangelio al abuelo: “Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a
Dios, diciendo: Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como
lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante
de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu
pueblo Israel" (Lc 2,28-32). El símbolo de los viejos abuelos con sus
nietos, es el encuentro entre el ayer y el presente en un mismo abrazo. ¿Hay
algo más bello que ver cómo los viejos reciben con gozo en sus brazos a lo
nuevo? Aquí los viejos se sienten felices de ver retoñar lo nuevo.
Si quieres tener una familia feliz, una familia como primera
escuela de valores entonces cumple con los deberes familiares como san Pablo
dice: “Mujeres, sean dóciles a su marido, como corresponde a los discípulos del
Señor. Maridos, amen a su mujer, y no le amarguen la vida. Hijos, obedezcan
siempre a sus padres, porque esto es agradable al Señor. Padres, no exasperen a
sus hijos, para que ellos no se desanimen” (Col 3,18-21).
1.- Cuarto mandamiento: El amor y el respeto a los padres
(Mc 10,19)
En esta fiesta de la Sagrada Familia, la Iglesia nos invita
a contemplar la vida doméstica de Jesús, María y José. Dios hecho hombre quiso
nacer (Jn 1,14), vivir y ser educado en una familia. La familia es el primer
ámbito educativo y de integración en la sociedad. El “Enmanuel, Dios con
nosotros” (Is 7,14) quiso también vivir la experiencia de la vida familiar. La
primera lectura, del Eclesiástico, es un bello comentario al cuarto
mandamiento: «honrarás a tu padre y a tu madre». Dios bendice al que honra a
sus padres, y escucha sus oraciones. El libro del Eclesiástico nos dice cómo
Dios bendice al que honra y respeta a su padre y a su madre. Sin este respeto
no es posible la educación. Con la autoridad que Dios les ha confiado, los
padres deben asumir su grave responsabilidad educativa. A veces deberán
contradecir los caprichos de sus hijos para que aprendan el sacrificio, la
renuncia, el dominio propio, el respeto. Sin valores como estos, la convivencia
familiar y social se deteriora gravemente. En cambio, como dice el Salmo, quien
teme al Señor será bendecido con la prosperidad.
2.- Las virtudes domésticas (Col 3,14)
San Pablo habla de las virtudes domésticas y de la unión en
el amor que deben caracterizar la vida de la familia cristiana: misericordia,
bondad, humildad, dulzura, comprensión. El amor mutuo es el que debe presidir
todas las relaciones familiares. Nos habla también de la oración de la familia,
invitándonos a cantar a Dios, darle gracias de corazón con salmos y cantos. San
Pablo retoma el tema del cuarto mandamiento, «honrarás a tu padre y a tu
madre», como fundamento de las relaciones familiares: “Maridos, amad a vuestras
mujeres… Hijos, obedeced a vuestros padres en todo” ( Col 3,18-19). De este
amor y respeto mutuo brotan las bellas relaciones que san Pablo enumera: la
humildad, la comprensión, la dulzura, el perdón.
3.- Anticipo de la misión de Jesús. (Lc 2,34)
En el Evangelio se narra la Presentación del Niño Jesús en
el Templo de Jerusalén. El interés del relato no está ni en el rescate del Hijo
Primogénito ni en el rito de purificación de María, sino en la Plegaria-Himno y
en las Palabras Proféticas del Anciano Simeón y también las palabras elogiosas
de la Profetisa Ana. El anciano Simeón, iluminado por el Espíritu Santo,
reconoce en el Niño Jesús al "Mesías del Señor", al
"Salvador", "Gloria de Israel" y "Luz, para iluminar a
todas las naciones" (Lc 2,28-32). Al narrar los episodios en tomo a la
Infancia de Jesús a San Lucas le interesa sobre todo anticiparnos lo que iremos
comprobando a lo largo del relato evangélico: lo que el Señor hará, y le
pasará, en su Ministerio Mesiánico. Las palabras proféticas de Simeón sobre el
Niño Jesús recuerdan aquellas otras del Señor: "No he venido a traer paz,
sino división" (Lc 12,51). La actividad mesiánica de Jesús, marcada por el
signo de la Cruz, afectará a María su madre: "A ti una espada te traspasará
el alma" (Lc 2,35).
4.- Es difícil, más que nunca la educación de los hijos,
pero hay que predicar con el ejemplo (Mt 12,33,). Es una tarea hermosa, pero de
una gran responsabilidad. Ante todo, los padres son los primeros educadores de
sus hijos y deben ir con el ejemplo por delante. Es muy importante transmitir
valores positivos. Esto lo que nos dice esta reflexión: Los niños aprenden lo
que viven. Si los niños viven con crítica, aprenden a condenar. Si los niños
viven con hostilidad, aprenden a pelear. Si los niños viven con miedo, aprenden
a ser aprensivos. Pero, si los niños viven en un hogar lleno de ternura, amor,
estímulo, aprenden a ser amoroso, tiernos llenos de confianza. Y más aún, si
los niños tienen padres que viven en honestidad, sinceridad, respeto, transparencia,
justicia entonces los niños aprenden serán sinceros, transparentes y justos.
5.- la Estrategia para ser feliz de una familia es sin duda
la educación en el amor: En la enseñanza central de Jesús esta precisamente el
tema del amor cuando nos dice: “Les doy un mandamiento nuevo, que se amen unos
a otros como les he amado, en esto les reconocerán que son mis discípulos en
que Uds saben amarse unos a otros como yo les ame” (Jn 13,34), o aquella
reiteración: “Si me aman guardaran mis mandamientos como yo he guardado los
mandamientos de mi padre y permanezco en su amor” (Jn 15,10). Pero con un
acento especial nos enseña del amor sin medida: “Amen a sus enemigos y recen
por quienes les persiguen, así serán hijos de su Padre Celestial, porque si amas
a quien te ama que merito tienes, eso
también hacen los que no conocen a Dios” (Mt 5,44-45), San Pablo agrega y dice:
“Todo lo que hagan, háganlo por amor” (I Cor 16,14).