DOMINGO XVI – A (19 de Julio del 2020)
Proclamación del Santo Evangelio según San Mateo
13,24-43:
13:24 Y les propuso otra parábola: "El Reino de
los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo;
13:25 pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en
medio del trigo y se fue.
13:26 Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció
la cizaña.
13:27 Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron:
"Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora
hay cizaña en él?"
13:28 Él les respondió: "Esto lo ha hecho algún enemigo". Los
peones replicaron: "¿Quieres que vayamos a arrancarla?"
13:29 "No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren
el peligro de arrancar también el trigo.
13:30 Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los
cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y
luego recojan el trigo en mi granero"".
13:31 También les propuso otra parábola: "El
Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su
campo.
13:32 En realidad, esta es la más pequeña de las semillas, pero cuando
crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal
manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas".
13:33 Después les dijo esta otra parábola: "El
Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con
gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa".
13:34 Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por
medio de parábolas, y no les hablaba sin parábolas,
13:35 para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: Hablaré en
parábolas, anunciaré cosas que estaban ocultas desde la creación del
mundo.
13:36 Entonces, dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus
discípulos se acercaron y le dijeron: "Explícanos la parábola de la cizaña
en el campo".
13:37 Él les respondió: "El que siembra la buena semilla es el Hijo
del hombre;
13:38 el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al
Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno,
13:39 y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin
del mundo y los cosechadores son los ángeles.
13:40 Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la
misma manera sucederá al fin del mundo.
13:41 El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su
Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal,
13:42 y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar
de dientes.
13:43 Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su
Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga! PALABRA DEL SEÑOR.
Estimados(as) amigos(as) en el Señor Paz y Bien.
Las premisas de nuestra reflexión respectos a las parábolas
son ya bien conocidas: “¿Cuándo llegara el reino de Dios?” (Lc 17,20) “Si yo
expulso los demonios con el poder de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha
llegado a ustedes” (Mt 12,28; Lc 11,20). “Yo soy la puerta. El que entra por mí
se salvará” (Jn 10,9). Es decir que el Reino de Dios tiene que ver con nuestra
salvación y Cristo Jesús es nuestra salvación. De ahí que propios y
extraños preguntan al Señor: “¿Qué hare para obtener la salvación eterna?”
(Mc 10,17). “¿Serán pocos los que se salven” (Lc 13,23). “¿Quién podrá
salvarse” (Mt 19,25). En la enseñanza de hoy nos preguntamos: ¿Nos salvaremos
siendo trigo o siendo cizaña? El momento de la cosecha es la manifestación de
la justicia de Dios: “¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los
cardos? Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce
frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo,
producir frutos buenos. Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se
lo arroja al fuego. Por sus frutos, entonces, ustedes los reconocerán” (Mt 7,16-20).
“Déjenlos crecer juntos (Trigo y cizaña) hasta la cosecha, y
entonces diré a los segadores: Arranquen primero la cizaña y échenlo al fuego,
y luego recojan el trigo en mi granero" (Mt 13,30). Como hipótesis de
nuestra reflexión: Si soy trigo, entonces obtengo mi salvación (granero=cielo);
y si soy cizaña, entonces obtengo mi condenación (fuego=infierno). “El hombres
está situado entre la vida y la muerte: a cada uno se le dará lo que escoja”
(Eclo 15,17). Dios dice a Israel: “Yo pongo ante ti la vida y la muerte, la
bendición y la maldición. Elige la vida, y vivirás, tú y tus descendientes, con
tal que ames al Señor, tu Dios, escuches su voz y le seas fiel” (Dt 30,19).
El domingo anterior, Jesús nos decía: "El sembrador
salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino
y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso y brotaron, pero
cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz. Otras cayeron entre
espinas y estas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y
dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta” (Mt 13,4-8). Y nos
preguntábamos: ¿Qué tipo de terreno somos: tierra dura como del camino, tierra
pedregosa, tierra de maleza o tierra fértil? Y nos decíamos que no conviene
engañarnos, porque tarde o temprano todo quedará al descubierto, todo se sabrá (Mt
10,26). Y el mismo Señor nos adelantó al decirnos: “A Uds. los reconocerán por
sus frutos” (Mt 7,15).
En la parábola de la cizaña distinguimos cuatro momentos: 1)
La parábola del trigo y la cizaña (Mt 13,24-30). Luego su explicación (Mt
13,36-43). 2) La parábola del grano de mostaza (Mt 13,31-32). 3) La parábola de
la levadura (Mt 13,33). Y 4) El ¿por qué? de las enseñanzas por medio de
parábolas (Mt 13,34-35). De las tres parábolas, la de la cizaña ocupa la
enseñanza central de este domingo: Mt 13,24-30.36,43. El Reino de los Cielos es
semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. La mención a
una semilla buena nos coloca a la expectativa de una buena cosecha. Pero,
mientras la gente dormía, vino el enemigo, sembró cizaña entre el trigo, y se
fue (Mt 13,25). Hay que estar siempre vigilantes, no podemos descuidarnos
porque el enemigo siempre se encuentra al acecho, esperando el momento para
sembrar la cizaña. Al respecto San Pedro nos dice: “Sean sobrios y estén
siempre alerta, porque su enemigo, el demonio, ronda como un león rugiente,
buscando a quién devorar. Resístanlo firmes en la fe” (I Pe 5,8).
El trigo y la cizaña pueden estar juntas durante mucho
tiempo, claro que no es lo ideal pero asì es en realidad muchas veces (Mt
13,30), ya sea en la vida de los demás como en nosotros mismos. Por lo general,
es fácil advertir en los demás, pero en nosotros, no advertimos su presencia. Y
no nos damos cuenta en qué momento empezó a germinar en nuestra vida el
resentimiento por ejemplo y la venganza o cualquier otro mal; pero eso sí, nos
damos cuenta del mal en el otro y muy rápido, y quisiéramos que Dios intervenga
con todo su poder para colocarlo al malo en su lugar (Mt 13,28). Pero el Señor
nos dice: “¿Por qué te fijas en la paja que está en el ojo de tu hermano y no
adviertes la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: Deja
que te saque la paja de tu ojo, si hay una viga en el tuyo? Hipócrita, saca
primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de
tu hermano” (Mt 7,3-5). La cizaña es precisamente lo que nos motiva actuar como
juez de los demás y ahoga en nosotros la enseñanza de Dios. Y tiene mucha razón
Santiago en decirnos: “No hay más que un solo legislador y juez, aquel que
tiene el poder de salvar o de condenar. ¿Quién eres tú para condenar al
prójimo?” (Stg. 4,12).
Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo
es que ahora hay cizaña en él? Él les respondió: "Esto lo ha hecho
algún enemigo". Los peones replicaron: "¿Quieres que vayamos a
arrancarla?" (Mt 13,27-28). Vemos que aunque la semilla es de buena
calidad hay cosas a su alrededor que la ahogan y quizás el rendimiento no sea
igual. Ante su preocupación: "¿Quieres, que vayamos a recogerla?" (Mt
13,28) y la respuesta del amo es: "No, no sea que, al recoger la
cizaña, arranquen a la vez el trigo” (Mt 13,29). Los discípulos quedan
extrañados, pero la dinámica del Reino de Dios es otra, siempre estarán buenos
y malas. Nuestra vida misma pasa por días llenas de cizaña, o días de buen
trigo. Al respecto dijo con mucha sabiduría San Pablo: “Para que la grandeza de
las revelaciones no me envanezca, tengo una espina clavada en mi carne, un
ángel de Satanás que me hiere. Tres veces pedí al Señor que me librara, pero él
me respondió: "Te basta mi gracia, porque mi poder se manifiesta en la
debilidad. De ahí que, me gloriaré de todo corazón en mi debilidad, para que
resida en mí el poder de Cristo. Por eso, me complazco en mis debilidades, en
los oprobios, en las privaciones, en las persecuciones y en las angustias
soportadas por amor de Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”
(II Cor 12,7-10).
Para vivir en la senda del camino recto hemos de estar muy
atentos y llevar una vida de constante discernimiento y para ello muy bien caen
los consejos de Pablo: “Yo los exhorto a que se dejen conducir por el Espíritu
de Dios, y así no serán arrastrados por los deseos de la carne. Porque la carne
desea contra el espíritu y el espíritu contra la carne. Ambos luchan entre sí,
y por eso, ustedes no pueden hacer todo el bien que quieren” (Gal 5,16-17). Así
también, al lado de los buenos están los malos. Esta convivencia
continuará, según dice el patrón de la parábola “Dejen que ambos crezcan juntos
hasta la ciega” (Mt 13, 30). Crecerán el trigo y la cizaña juntos,
pero eso será solo hasta el tiempo de la cosecha, es decir mientras dure esta
vida terrenal, pero aquí esta luego la manifestación del límite de la
misericordia de Dios, es decir la Justicia divina. “Diré a los segadores:
Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el
trigo en mi granero" (Mt 13,30). Es decir la cizaña al fuego del infierno
y el trigo al granero, que es el cielo.
Por el destino final que tiene cada una de las semillas se
comprende que con las decisiones y acciones de cada persona se pone en juego el
propio futuro, el destino final. Por tanto hay que ser responsables con
la vida y los dones que se nos dio porque: "Al que se le confió mucho, se
le exigirá mucho más” (Lc 12,48). Junto a este sentido de responsabilidad que
debe tener cada persona, esta parábola nos deja una bellísima lección sobre la
paciencia: así como el patrón, Dios nos da tiempo a cada uno para que
recapacitemos, y Dios está esperándonos por nuestra conversión hasta el final.
Pero, también de nuestra parte, lo mismo debemos hacer con nuestros hermanos
con los cuales hemos perdido la paciencia por su reticencia en el pecado; hay
que insistir, darle una oportunidad, esperar por su conversión; Dios dice: “ Yo
no quiero la muerte del pecador si no que se convierta y vida” (Ez 33,11).
Reiterando; sabemos todos por experiencia que, nadie es
completamente trigo. Hay que escuchar a los santos por ejemplo: Ellos siempre
se reconocen pecadores. Ni completamente somos cizaña porque, no hay nadie que,
por muy malo que sea, no tenga en el fondo un buen corazón. Por tanto no
hay que caer en la actitud equivocada de quien separa tajantemente el mundo de
los buenos y el mundo de los malos. En cada persona hay un poco de todo.
En fin, no nos corresponde a nosotros juzgar a los demás, porque un día cada
uno dará cuentas de los suyo, sino más bien evaluarnos a nosotros mismos. La
parábola enseña que en el campo hay buenos y malos, pero nosotros por lo
general no estamos en condiciones de saber quiénes son los buenos y quiénes son
los malos. La presencia de la cizaña no constituye una sorpresa. Y, sobre todo,
no es señal de fracaso. La Iglesia no es la comunidad de los salvados, de los
elegidos, sino el lugar donde podemos salvarnos. Pero al final cada a uno se
nos reconocerá si somos trigo o cizaña por nuestros frutos (Mt. 7,16).
En resumen: Así como en Génesis se dice: Dios dio al hombre
este mandamiento: "De cualquier árbol del jardín puedes comer, pero del
árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comas de
él, morirás sin remedio" (Gn 2,16-17). Luego, sorpresivamente aparece un
ser extraño, con parecer distinto al querer de Dios. Replicó la serpiente a la
mujer: "Al comer del árbol prohibido, no morirán. Es que Dios sabe muy
bien que el día en que coman de él, se les abrirán los ojos y serán como
dioses, conocedores del bien y del mal" (Gn 3.4-5). Es decir, no solo Dios
siembra, que también hay otro que siembra. Y lo hacen de noche, mientras la
gente está dormida o tergiversando la verdad, usando la mentira. Por eso mismo ya
nos dijo el Maestro: “A Uds. los reconocerán por sus frutos” (Mt. 7,16). Si
somos en verdad trigo o cizaña.
Jesús nos invita a no escandalizarnos de los malos que hay y
que viven a nuestro lado. Lo cual implica la necesidad de la conversión y
también la esperanza de que los malos puedan algún día ser buenos. O incluso
nos invita a pensar que muchas veces la cizaña no siempre está en los demás,
sino que en el momento menos pensado, ya está en nosotros germinando y a punto
de echar mucha semilla. O ¿no es cierto que sin querer ya estamos en pleitos de
odio, ira, rencor, envidia? Recordemos lo que Jesús nos dice: "El fariseo,
de pie, oraba en voz baja: "Dios mío, te doy gracias porque no soy como
los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese
publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis
entradas" (Lc 18,11-12). Es decir, creemos ser buen trigo, cuando eso no
es cierto.
No somos los indicados en decidir la suerte de los malos.
Dios como juez supremo sabe hacer sus cosas, espera el momento. Y el momento no
es ahora, sino al final. Los apóstoles preguntaron al Señor ¿Cuándo será eso?
Jesús respondió: nadie lo sabe, solo el Padre, pero estén preparados” (Mt
24,44). Porque sólo Dios es quien ha de juzgar a cada uno. Muchos nos quejamos
del porqué Dios permite que haya tantos malos pero no decimos ¿Por qué soy
malo? Nosotros hubiésemos preferido que los elimine, pero Dios actúa de otra
manera. Ese juicio no se hará en el tiempo, sino al final de los tiempos cuando
se decida la suerte de unos y de otros. Mientras tanto, tendremos que crecer
juntos, a lado de la cizaña (Mt 13,30); pero con mucho criterio de
discernimiento para que no se meta en nuestra vida como la maleza o la cizaña
(Mt 13,7). Y porque tarde o temprano llegará el tiempo de la cosecha y cada
quien tendrá que ocupar el lugar que merece: "Así como se arranca la
cizaña y se quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo. El
Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los
escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente:
allí habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos resplandecerán
como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga!" (Mt
13,40-43).