DOMINGO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD – C (15 de Junio de 2025)
Proclamación del santo evangelio segun San Juan
16,12-15:
16:12 Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes
no las pueden comprender ahora.
16:13 Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los
introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo
que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo.
16:14 Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo
anunciará a ustedes.
16:15 Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo:
"Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes". PALABRA DEL
SEÑOR.
Reflexión:
Estimados amigos en el Señor Paz y Bien.
Dijo Jesús a Felipe: “Yo estoy en el Padre y el Padre está
en mí” (Jn 14,11). Hoy nos ha dicho: “Todo lo que es del Padre es
mío" (Jn 16,15). Y luego: “Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los
introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo
que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo” (Jn 16,13). EL Espíritu no
solo es Inteligencia o fuerza sino que es también conocimiento de Dios. Por el
Espíritu conocemos al Hijo: “Nadie puede decir Jesús es el Señor si no es
movido por el Espíritu Santo” (I cor 12,3). Y Por el Hijo conocemos lo que es
el Padre. Y las tres divinas personas nos constituye en ser Imagen y semejanza
de Dios (Gn 1,26), cuando somos bautizados: “En el nombre del Padre y del Hijo
y del Espíritu Santo” (Mt 28,19).
Si nos preguntan por ser creyentes al ser bautizados: ¿Cuál
es el principio de tu fe? ¿Qué concepto de Dios manejas? O si te piden
descríbeme a ese Dios en quien crees. ¿Por dónde empezarías? El art. 27del
Nuevo Catecismo dice: “El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre,
porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer
al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha
que no cesa de buscar: “La razón más alta de la dignidad humana consiste en la
vocación del hombre a la comunión con Dios. El hombre es invitado al diálogo
con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino porque, creado por Dios por
amor, es conservado siempre por amor; y no vive plenamente según la verdad si
no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su Creador” (GS 19,1).
Hasta el día de hoy, el hombre ha expresado su búsqueda de
Dios por medio de sus creencias y sus comportamientos religiosos (oraciones,
sacrificios, cultos, meditaciones, etc.). A pesar de las ambigüedades que
pueden entrañar, estas formas de expresión son tan universales que se puede
llamar al hombre un ser religioso: “Dios creó, de un solo principio, todo el
linaje humano, para que habitase sobre toda la faz de la tierra y determinó con
exactitud el tiempo y los límites del lugar donde habían de habitar, con el fin
de que buscasen a Dios, para ver si a tientas le buscaban y le hallaban; por
más que no se encuentra lejos de cada uno de nosotros; pues en él vivimos, nos
movemos y existimos” (Hch 17, 26-28).
Por tanto, para dar razón de nuestra fe no hemos de mirar al
cielo, ni tomarnos la cabeza, sino ponernos de rodillas y empezar a recitar la
oración del credo: “Creo en solo Dios Padre todo poderoso, creador del cielo y
de la tierra… Creo en el Hijo único de Dios… Creo en el Espíritu Santo dador de
vida…” Ahí está el principio y el fundamento de nuestra fe. Creemos en un Solo
Dios pero que tuvo a bien revelarse de tres diversas formas: Como Padre cuya
función es la de crear. En el Hijo cuya función es la de Redimir (salvar a la
humanidad). En el Espíritu Santo que tiene la función de santificar y hacer
actual las cosas sagradas (Ap 21,5). De estas tres divinas personas solo el
Hijo asumió la naturaleza humana: “La palabra de Dios se hizo hombre y habito
entre nosotros” (Jn 1,14). Jesús nos dice: “Yo y el Padre somos una sola
realidad” (Jn 10,30). Jesús resucitado mismo dijo: “La paz este con Uds. Como
el Padre eme envió así también les envío yo. Dicho esto soplo sobre ellos y les
dijo: Reciban el Espíritu santo” (Jn 20,21-22).
Dios es amor (I Jn 4,8). Si Dios es amor, entonces con razón
quiso el hombre entrara en esta sintonía de su amor, por eso le dio el título
de ser su: “Imagen y semejanza” (Gn 1,26). Lo que significa que el misterio de
la Trinidad (Padre, Hijo, Espíritu Santo) es el despliegue de su amor para la
humanidad. Con razón la segunda divina persona Cristo Jesús en su enseñanza
central nos exhorta: “Les doy un mandamiento nuevo, que se amen unos a otros
como yo les he amado” (Jn 13,34). Cuando pregunta a Jesús un doctor de la
ley “Maestro bueno ¿cuál es el mandamiento principal de la ley? Jesús
respondió: Ama a Dios sobre todas las cosas con toda tu alma y con todo tu ser,
el segundo es similar, ama a tu prójimo como a ti mismo, este mandato es lo
principal de la Dios y los profetas” (Mc 12,28). Luego San Juan Dice: “Si
alguno dice, Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Porque el
que no ama a su hermano a quien ve, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha
visto? (IJn 4,20). Estos dos argumentos nos dan pie para decir con certeza que
la fiesta de la Santísima Trinidad es la fiesta de la manifestación del amor
pleno de Dios.
Jesús redujo toda la Ley a dos cosas: el amor a Dios y el
amor al prójimo. Con lo cual quiso decirnos que no podemos amar a uno sin amar
al otro y que lo que hagamos a uno se lo hacemos al otro. De ahí entendemos que
Benedicto XVI escribió en su primera Encíclica: "Amor a Dios y amor al
prójimo se funden entre sí." Y aún añade más: "Lo que subraya es la
inseparable relación entre amor a Dios y amor al prójimo. Ambos están tan
estrechamente entrelazados, que la afirmación de amar a Dios es en realidad una
mentira si el hombre se cierra al prójimo o incluso lo odia. El versículo de
Juan se ha de interpretar más bien en el sentido de que el amor del prójimo es
un camino para encontrar también a Dios, y que cerrar los ojos ante el prójimo
nos convierte también ciegos ante Dios." (DC n. 16).
Cuando decimos que "no vemos a Dios" tendríamos
que preguntarnos si "realmente vemos al prójimo". Por tanto el prójimo
es el camino del hombre hacia Dios. Si yo no creo en ti, ¿creeré de verdad en
Dios? Si tú me eres indiferente, ¿no que también Dios termina siéndome
indiferente? Si yo te margino a ti de mi vida, ¿no estaré marginando también a
Dios?
La Trinidad es una. No confesamos tres dioses sino un solo
Dios en tres personas: "la Trinidad consubstancial" (Concilio de
Constantinopla II, año 553). Las personas divinas no se reparten la única
divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios: "El Padre es lo
mismo que es el
Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo
lo mismo que el Espíritu Santo, es decir, un solo Dios por naturaleza"
(Concilio de Toledo XI, año 675). "Cada una de las tres personas es esta
realidad, es decir, la substancia, la esencia o la naturaleza divina"
(Concilio de Letrán IV, año 1215).
Las tres Personas divinas son realmente distintas entre sí.
"Dios es único pero no solitario" (DS 71). "Padre",
"Hijo", Espíritu Santo" no son simplemente nombres que designan
modalidades del ser divino, pues son realmente distintos entre sí: "El que
es el Hijo no es el Padre, y el que es el Padre no es el Hijo, ni el Espíritu
Santo el que es el Padre o el Hijo" (Concilio de Toledo XI, año 675). Son
distintos entre sí por sus relaciones de origen: "El Padre es quien
engendra, el Hijo quien es engendrado, y el Espíritu Santo es quien
procede" (Concilio de Letrán IV, año 1215). La Unidad divina es Trino.
Las Personas divinas son relativas unas a otras. La
distinción real de las Personas entre sí, porque no divide la unidad divina,
reside únicamente en las relaciones que las refieren unas a otras: "En los
nombres relativos de las personas, el Padre es referido al Hijo, el Hijo lo es
al Padre, el Espíritu Santo lo es a los dos; sin embargo, cuando se habla de
estas tres Personas considerando las relaciones se cree en una sola naturaleza
o substancia" (Concilio de Toledo XI, año 675). El padre crea, el hijo
redime y el espíritu santifica. Pero una sola sustancia, una sola esencia, una
sola naturaleza. Ninguno precede en grandeza, eternidad y potestad.
Absolutamente simple, por eso indivisible, inseparable, inconfundible, e
inmutable.
Por tanto el Padre es creador en cuanto que el Hijo redime y
el Espíritu santifica, y el Hijo es redentor en cuanto que el Padre crea y el
Espíritu santifica y el Espíritu santifica en cuanto que el Padre crea y el
Hijo redime. De ahí concluimos que, el Padre no es el Hijo ni el Espíritu santo
y el Hijo no es ni el Padre ni el Espíritu Santo y Espíritu Santo no es ni el
Hijo ni el Padre. No son tres Dioses sino tres Divinas personas distintas y un
solo Dios.
El misterio de la Santísima Trinidad solo es posible
entender si el hombre es revestido por la fuerza del Espíritu Santo (Hch 1,8).
Así nos lo ha reiterado hoy: “Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero
ustedes no las pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad,
él los introducirá a la verdad plena” (Jn 16,12-13).
Nuestras relaciones con Dios, el Hijo y el Espíritu. ¿Cómo
podemos nosotros estar en Dios, y Dios en nosotros? ¿Cómo nosotros formamos una
cosa con él? ¿Cómo se distingue el Hijo en cuanto a su naturaleza de
nosotros?... Escribe, pues, Juan lo siguiente: «En esto conocemos que
permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu» (1 Jn
4, 13). Así pues, por el don del Espíritu que se nos ha dado estamos nosotros
en él y él en nosotros. Puesto que el Espiritu es de Dios, cuando él viene a
nosotros con razón pensamos que al poseer el Espiritu estamos en Dios. Así está
Dios en nosotros: no a la manera como el Hijo está en el Padre estamos también
nosotros en el Padre, porque el Hijo no participa del Espíritu ni está en el
Padre, por medio del Espíritu; ni recibe tampoco el Espíritu: al contrario, más
bien lo distribuye a todos. Ni tampoco el Espíritu junta al Verbo con el Padre,
sino que al contrario, el Espíritu es receptivo con respecto al Verbo. El Hijo
está en el Padre como su propio Verbo y como su propio resplandor: nosotros, en
cambio, si no fuera por el Espíritu, somos extraños y estamos alejados de Dios,
mientras que por la participación del Espíritu nos religamos a la divinidad.
Asi pues, el que nosotros estemos en el Padre no es cosa
nuestra, sino del Espíritu que está en nosotros y permanece en nosotros todo el
tiempo en que por la confesión (de fe) lo guardamos en nosotros, como dice
también Juan: Si uno confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en
él, y él en Dios» (I Jn 4, 15). ¿,En qué, pues, nos asemejamos o nos igualamos
al Hijo?... Una es la manera como el Hijo está en el Padre, y otra la manera
como nosotros estamos en el Padre. Nosotros no seremos jamás como el Hijo, ni
el Verbo será como nosotros, a no ser que se atrevan a decir... que el Hijo
está en el Padre por participación del Espíritu y por merecimiento de sus
obras, cosa cuyo solo pensamiento muestra impiedad extrema. Como hemos dicho,
es el Verbo el que se comunica al Espiritu, y todo lo que el Espíritu tiene, lo
tiene del Verbo.