DOMINGO I DE ADVIENTO – B (30 de Noviembre del 2014)
Proclamación del Santo Evangelio según San Marcos 13,33-37:
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Tengan cuidado
y estén prevenidos, porque no saben cuándo llegará el momento. Será como un
hombre que se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores, asigna a
cada uno su tarea, y recomienda al portero que permanezca en vela. Estén
prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa, si al
atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana. No sea que llegue
de improviso y los encuentre dormidos. Y esto que les digo a ustedes, lo digo a
todos: ¡Estén vigilantes!" PALABRA DEL SEÑOR.
REFLEXIÓN
Estimados(as) amigos(as) en el Señor Paz y Bien en el Señor.
Con este primer domingo de adviento comenzamos el año nuevo litúrgico,
ciclo B ya que el año que pasó el ciclo A hemos leído el Evangelio de San
Mateo, el evangelio más amplio de todos (28 capítulos), en este año nuevo litúrgico
(2015) que es el ciclo B, leeremos y reflexionaremos el evangelio de san Marcos
(16 capítulos). El pasaje escogido para este primer domingo de Adviento es la
conclusión del discurso final de Jesús, en el cual los discípulos son invitados
a la perseverancia en la espera de la venida del Hijo. Recordemos que la
primera venida del Hijo, Cristo Jesús, vino para invitarnos al reino de Dios y
al inicio de todo decía: “El tiempo se ha cumplido, y el Reino de Dios está
cerca conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc 1,15). Y Jesús al final se despedía
y decía: “No se pongan tristes. Crean en Dios y crean también en mí. En la Casa
de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, se lo habría dicho a ustedes.
Yo voy a prepararles un lugar. Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar,
volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén
también ustedes” (Jn 14,1-3). ¿Cómo esperar su segunda venida? A esta inquietud
es lo que responde el evangelio de hoy Mc 13,33-37.
La “venida” del Señor que en griego significa “Parusía” y
del que San pablo hace amplia referencia, así por ejemplo nos lo dice: “Queremos
decirles algo, fundados en la Palabra del Señor: los que vivamos, los que
quedemos cuando venga el Señor, no precederemos a los que hayan muerto. Porque
a la señal dada por la voz del Arcángel y al toque de la trompeta de Dios, el
mismo Señor descenderá del cielo. Entonces, primero resucitarán los que murieron
en Cristo. Después nosotros, los que aún vivamos, los que quedemos, seremos
llevados con ellos al cielo, sobre las nubes, al encuentro de Cristo, y así
permaneceremos con el Señor para siempre” (I Tes 4,15-17; 1 Cor 15, 51-52). La Parusía
es interpretada como el “retorno” del Señor. Esto se comprende bien en el
pasaje de hoy, donde se habla del retorno de un dueño de casa que se ha ido de
viaje después de haberle confiado a sus servidores diversos encargos Mc 13,34).
Pero hay una realidad más profunda detrás de este lenguaje simbólico. Se trata
del hecho de vivir con confianza y perseverancia, apoyándose en la fidelidad de
Dios, quien tiene el rostro de Jesús, el Hijo de Dios y Señor de la historia. Los
cristianos no esperamos el “regreso” del Señor resucitado, sino que vivimos en
la espera de su venida. Con este tema, damos el primer paso firme en nuestro
itinerario del Adviento, tiempo de espera en vigilia.
1. El contexto del episodio Mc 13,33-37 nos ubica en la
última gran lección de Jesús a sus discípulos. En el evangelio de Marcos,
además de todas las enseñanzas que se encuentran dispersas por toda la obra,
solamente hay dos grandes discursos de Jesús: el “discurso en parábolas” a la
orilla del lago (Mc 4,3-32) y el llamado “discurso escatólógico” en el monte de
los Olivos (Mc 13,5-37). El pasaje de hoy, es la conclusión del último discurso.
La palabra que resalta es: “¡estar en vela!”. Estamos, ante una enseñanza fundamental
del discipulado y este es el hilo conductor del evangelio de Marcos: El discipulado.
En efecto, los discípulos deben estar vigilantes ante los peligros externos
(los falsos profetas, la persecución Mt 10,19.22) y los peligros internos
(perder de vista al Señor).
Al llegar a la última parte del discurso (Mc 13,28-37),
Jesús cuenta dos parábolas: comienza con la parábola de la higuera (Mc 13,28-32)
y termina con la parábola del patrón ausente (Mc 13,33-37). El tema de estas
parábolas es la venida del Hijo del hombre. Las imágenes nos ponen ante
situaciones de ausencia, pero ausencia eventual, en la expectativa del regreso:
cuando se asoman las ramas tiernas de la higuera el verano todavía no ha
llegado, pero se sabe que vendrá irremediablemente (Mc 13,28-32); cuando los
empleados están encargados de la casa, el patrón todavía no está presente, pero
a su tiempo él llegará para pedirles cuentas (Mc 13,33-37). Así se retoma la
inquietud de los cuatro discípulos, Pedro, Santiago y Juan, quienes observando
la belleza del Templo y ante la advertencia del Maestro de que éste llegaría a
su fin, solicitaron: “Dinos cuándo sucederá eso, y cuál es la señal de que
todas estas cosas están para cumplirse” (Mc 13,4). Jesús respondió: “De aquel
día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sólo el
Padre” (Mc 13,32).
Con esta idea comienza el pasaje que vamos a considerar: no
se sabe el tiempo de la “venida”. A los discípulos se les dice: “porque ignoran
cuándo será el momento… porque no saben cuándo viene el dueño de la casa” (Mc 13,33b.35b).
A la luz de esta realidad se fijan las posturas para el discipulado: ¿cuál debe ser su actitud
en el tiempo de la espera?
2. Profundización: 1) La exhortación (Mc 13,33); 2) Una
comparación ilustrativa (Mc 13,34); 3) La aplicación de la comparación a la
exhortación (Mc 13,35-36); 4) Repetición de la exhortación (Mc 13,37)
“Estén atentos y vigilantes, porque no saben cuándo será el
momento” (Mc 13,33). Todo el discurso está atravesado por este tipo de llamados
de atención. Esta es la cuarta y última vez que Jesús lo dice: “Miren que nadie
les engañe” (Mc 13,5); “Mírense Uds mismos” (Mc 13,9); “Miren que los he
advertido” (Mc 13,23); “Estén atentos…” (Mc 13,33). Y la manera concreta de
ejercitar la atención en medio de las convulsiones de la historia y de la
expectativa de la venida del Hijo del hombre es la vigilancia: “¡Vigilen!”. Los discípulos deben percibir con mirada
lúcida y aguda la venida del Señor en este tiempo en que no saben “cuándo será
el momento”. ¿Qué es lo que Jesús pide en el mandato “velen”?
En el contexto “estar despiertos” era la actitud que la
comunidad debía asumir mientras andaba por en medio del mundo realizando la
tarea de la evangelización, una tarea dura en medio de las contradicciones y
las amenazas que aparecían por el camino (Mc 13,9-12). Por eso, hasta que el
Hijo del hombre no regrese triunfante al final de los tiempos para reunir a los
elegidos, los discípulos no pueden bajar la guardia, debe estar siempre sobrios
y vigilantes. En el contexto del pasaje, “velar” significa reconocer
continuamente que uno es siervo y que tiene una responsabilidad con el patrón,
que la vida de uno debe estar concentrada en función del encargo recibido y que
hay que conducir un estilo de vida acorde con este comportamiento.
3. El Adviento: una gran vigilia aprendiendo a vivir “la
noche”:
Los cristianos al esperar la venida de Jesús, el Señor
resucitado, vivían con mayor intensidad esta espera, siempre estaban en tiempo
de Adviento. Pero la vigilia tiene un gran valor espiritual. La “vigilia” no es
un paliativo para olvidarse de los miedos o las preocupaciones de cada día.
Todo lo contrario, la noche representa el tiempo de la crisis que provoca la
soledad, que reaviva los temores y las angustias. La vigilia tiene aspectos y
significados diversos: hay quien vela porque no consigue encontrar el
equilibrio y la serenidad del sueño; también hay quien vela porque tiene una
tarea urgente para el día siguiente y no cuenta con más tiempo; hay quien vela
porque está en una fiesta hasta el amanecer. Hay padres de familia que velan
esperando al cónyuge o al hijo fuera de casa; hay personas que velan esperando
la muerte de un agonizante; hay quien vela porque está enfermo; hay quien vela
trabajando por los demás.
La vigilancia se hace más intensa durante la noche, que es
precisamente cuando se hacen más oscuros los significados y valores de la vida.
Esperar la venida del Señor no aguardar pasivamente la solución de los
problemas personales, familiares o sociales como un cambio espectacular que
llega de repente. Un discípulo de Jesús sabe que cuenta con la fidelidad de
Dios, quien se manifiesta en los signos de la historia y en cada encuentro
cotidiano, donde es llamado a comprometer toda su responsabilidad.
Así se hacen válidas las palabras del Padre de la Iglesia,
san Basilio, quien decía: “¿Qué es lo propio del cristiano? Velar cada día y
cada hora, para estar pronto en el cumplir perfectamente lo que es agradable a
Dios, sabiendo que a la hora que menos pensemos viene el Señor.
En Pocas palabras: “Los fariseos le preguntaron cuándo
llegaría el Reino de Dios. Jesús les respondió: "El Reino de Dios no viene
ostensiblemente, y no se podrá decir: "Está aquí" o "Está
allí". Porque el Reino de Dios está entre ustedes" (Lc 17,20-21). Además
Jesús agrega: “Si yo expulso a los demonios con el poder de Dios, quiere decir
que el Reino de Dios ha llegado a ustedes” (Lc 11,20). La venida del hijo del
hombre: la primera y la segunda comprende el Reino de Dios. La segunda venida será
definitiva para estar con Dios para siempre, a esa expectativa nos pone hoy el
evangelio, una espera vigilante (Mc 13,33-37).