DOMINGO VI T.O. - A (16 de Febrero del 2020)
Proclamación del Evangelio San Mateo 5,17-37.
5:17 No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas:
yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.
5:18 Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de
la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice.
5:19 El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos,
y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de
los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en
el Reino de los Cielos.
5:20 Les aseguro que si la justicia de ustedes no es
superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los
Cielos.
5:21 Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No
matarás, y el que mata, será condenado por el tribunal.
5:22 Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su
hermano, será condenado por el tribunal. Y todo aquel que lo insulta, será
castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, será condenado a la Gehena de
fuego.
5:23 Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar,
te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti,
5:24 deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con
tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
5:25 Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu
adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue
al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso.
5:26 Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas
pagado el último centavo.
5:27 Ustedes han oído que se dijo: No cometerás adulterio.
5:28 Pero yo les digo: El que mira a una mujer deseándola,
ya cometió adulterio con ella en su corazón.
5:29 Si tu ojo derecho es para ti una ocasión de pecado,
arráncalo y arrójalo lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus
miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena.
5:30 Y si tu mano derecha es para ti una ocasión de pecado,
córtala y arrójala lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus
miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena.
5:31 También se dijo: El que se divorcia de su mujer, debe
darle una declaración de divorcio.
5:32 Pero yo les digo: El que se divorcia de su mujer,
excepto en caso de unión ilegal, la expone a cometer adulterio; y el que se
casa con una mujer abandonada por su marido, comete adulterio.
5:33 Ustedes han oído también que se dijo a los antepasados:
No jurarás falsamente, y cumplirás los juramentos hechos al Señor.
5:34 Pero yo les digo que no juren de ningún modo ni por el
cielo, porque es el trono de Dios;
5:35 ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies;
Isaías 66, 1 ni por Jerusalén, porque es la Ciudad del gran Rey.
5:36 No jures tampoco por tu cabeza, porque no puedes
convertir en blanco o negro uno solo de tus cabellos.
5:37 Cuando ustedes digan "sí", que sea sí, y
cuando digan "no", que sea no. Todo lo que se dice de más, viene del
Maligno. PALABRA DEL SEÑOR.
REFLEXIÓN:
Queridos amigos(as) en el Señor Paz y Bien.
Hoy el mensaje del evangelio aborda varios temas: 1) Jesús ante la ley: “No piensen que vine
para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar
cumplimiento” (Mt 5,17). 2) El homicidio: “Ustedes han oído que se dijo a los
antepasados: No matarás, y el que mata, será condenado por el tribunal. Pero yo
les digo…” (Mt 5,21). 3). El adulterio: “Ustedes han oído que se dijo: No
cometerás adulterio. Pero yo les digo... “ (Mt 5,27). 4) El divorcio: “Ustedes
han oído que se dijo el que se divorcia de su mujer, debe darle una declaración
de divorcio. Pero yo les digo…” (Mt 5,31). 5). El juramento: “Ustedes han oído
también que se dijo a los antepasados: No jurarás falsamente, y cumplirás los
juramentos hechos al Señor. Pero yo les digo…” (Mt 5,33).
Para nuestra reflexión conviene resaltar tres aspectos:
1) Recordemos la ley de los diez mandamientos que el pueblo
de Israel tiene que cumplir porque fueron dadas por Dios a Moisés ( Ex 31,18;
20,1-17). Luego en el N.T. se nos dice: “La Ley y los Profetas llegan hasta
Juan. Desde entonces se proclama el Reino de Dios, y todos tienen que
esforzarse para entrar en él. Es más fácil que dejen de existir el cielo y la
tierra, antes que deje de cumplirse una coma de la Ley” (Lc 16,16-17). Los
fariseos le preguntaron cuándo llegaría el Reino de Dios. Él les respondió:
"El Reino de Dios no viene ostensiblemente, y no se podrá decir: Está aquí
o Está allí. Porque el Reino de Dios está entre ustedes" (Lc 17,20,21).
Jesús les dijo: “Si yo expulso a los demonios con la fuerza del dedo de Dios,
quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes” (Lc 11,20).
2) Un escriba pregunta a Jesús: "¿Cuál es el primero de
los mandamientos? Jesús respondió: El primero es: Escucha, Israel: el Señor
nuestro Dios es el único Señor; y tú
amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu
espíritu y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti
mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos" (Mc 12,28-31). En
suma: Porque Dios es amor (I Jn 4,8). Y el amor a Dios tiene que pasar por el
amor al hermano: “Quien dice amar a Dios y no ama a su hermano es un mentiroso”
(I Jn 14,20).
3) Quien vive en el amor de Dios ama a su prójimo por tanto:
la nueva ley es como el Señor mismo nos dice: “Les doy un mandamiento nuevo,
que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también
ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis
discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros" (Jn 13,34-35).
Y el que sabe vivir en el amor a Dios, acepta el mensaje de Dios integro tanto
del A.T- y N.T. porque se complementan. Opta por la vida y no atenta contra el
quinto mandamiento. Que nos dice no mataras, y el sexto mandamiento: No
cometerás adulterio. No atentará contra el primer mandamiento: Amar a Dios
sobre todas las cosas y menos contra el segundo que nos dice: No levantaras el
nombre de Dios en vano.
Jesús no viene a abolir la Ley del Antiguo Testamento. Al
contrario, la viene a perfeccionar pasando por una exhaustiva purificación,
porque a lo largo del tiempo nosotros la hemos deformado y una ley deformada ya
no sirve ni para ser imagen de Dios (Gn 1,26), ni para convivir como hermanos (Jn
13,34). O recordemos este episodio: "El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a
los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a
dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor"
(Is 61). Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la
sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles: “Hoy se ha
cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír” (Lc 4,18-20).
Nos dice también que, no basta ser como los demás, no
podemos ser como los escribas y fariseos: “Les aseguro que si no son mejores
que los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos” (Mt
5,20). Con frecuencia, nosotros nos
medimos según la medida de los demás, pero para Dios cada uno tiene su propia
medida. No basta que yo sea como los demás, sino que tengo que dar la talla que
Dios ha pensado para mí. No pensemos que Dios nos exige cosas imposibles, así no
es: “Este mandamiento que hoy te prescribo no es superior a tus fuerzas ni está
fuera de tu alcance. No está en el cielo, para que digas: ¿Quién subirá por
nosotros al cielo y lo traerá hasta aquí, de manera que podamos escucharlo y
ponerlo en práctica? Ni tampoco está más allá del mar, para que digas: ¿Quién
cruzará por nosotros a la otra orilla y lo traerá hasta aquí, de manera que
podamos escucharlo y ponerlo en práctica? No, la palabra está muy cerca de ti,
en tu boca y en tu corazón, para que la practiques” (Dt 30,11-14).
Jesús sitúa la nueva ley en el corazón del hombre. Un buen
día preguntaron a Jesús: Un escriba que los oyó discutir, al ver que les había
respondido bien, se acercó y le preguntó: “¿Cuál es el primero de los mandamientos?”.
Jesús respondió: “El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el
único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu
alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu
prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos” (Mc
12,28-31). Quien sabe amar, no sabe lo que es matar. Hasta llega a hacer una
afirmación que para nosotros pudiera parecernos extraña. Yo diría que la
reconciliación, la amistad y el perdón están por encima del mismo culto o,
dicho de otra manera, son una especie de culto. No se puede acercar uno al
altar, si en su corazón lleva el veneno de la enemistad con su hermano. Mejor
damos vuelta atrás, amistamos y nos perdonamos y recién ahora podemos acercarnos
al altar (Mt 5,23).
Jesús nos invita a ver y entender de una manera nueva la
ley: “han oído que se dijo… pero yo les digo” (Mt 5,21)… Ustedes han oído que
se dijo: "Amarás a tu prójimo" y odiarás a tu enemigo. Pero yo les
digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del
Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y
hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a
quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y
si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo
mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que
está en el cielo” (Mt 5,44-48).
Solo Cristo Jesús es el modelo de la humanidad. Nadie es
modelo de lo que tenemos que ser, sino solo Jesús. La vida de los demás puede
despertar alicientes como también puede despertar apatías. Jesús es bien claro
en esto: “Les aseguro: Si no son mejores que los escribas y fariseos, no
entraran en el reino de los cielos” (Mt 5,20). En aquel entonces, los modelos
de religiosidad eran tanto los escribas como los fariseos. Digamos que eran los
buenos, los santos según la Ley, pero sus vidas no eran suficientes para ser
modelos de santidad en el nuevo Reino que predicaba Jesús. Jesús era de los que
caminaba contra la corriente, contra la costumbre, contra la tradición, contra
lo que consideraban el camino y la voluntad de Dios, su misión fue marcar un
camino diferente, un camino contracorriente.
El gran peligro que todos corremos es querer ser como los
demás, como los otros. El qué dirán los demás tiene una tremenda fuerza dentro
de nosotros. El qué dirán o pensarán los demás tiene el poder de marcar y
señalar nuestras vidas. Los demás tienen una enorme fuerza en nuestras vidas.
“Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son
ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano” (Lc. 18,11).
¿Quién de nosotros no ha experimentado esa fuerza en su vida en compararse con
los demás? ¿Qué pensarán de nosotros? Porque nuestro prestigio está no en lo
que pensamos nosotros ni, muchas veces en lo que pueda pensar Dios, sino en lo
que “piensan los otros”.
Hablamos como hablan y de lo que hablan los demás. No
podemos llamar la atención. Tenemos miedo a lo que dirán de nosotros. Vestimos
como visten los demás. No podemos sentirnos marginados. Hay que ser como todos.
Compramos lo que compran todos. Hay que estar al día y a tono con los demás. Nos
divertimos como se divierten todos. Nadie quiere pasar por un aburrido. Hoy
Jesús nos dice otra cosa: "Si no son distintos y mejores que los demás, no
podrán entrar en el Reino de los cielos” (Mt 5,20).
Si la humanidad de hoy busca modelos que seguir entre los
hombres de hoy se equivoca. Cree que prescindiendo de Dios o escapando de Dios
le va mejor, pues no es cierto. Mejor te miras en el espejo de Jesús y del
Evangelio. Por eso, no podemos juzgar a los demás ni considerarnos menos ni más
que los demás. Ante Dios somos únicos. “El hombre es tanto ante Dios y no más”
(San Francisco de Asís).