sábado, 15 de junio de 2013
DOMINGO XI - C (16/JUL/13)
PALABRA DE DIOS: XI DOMINGO - C T.O. (16/JUL/13): DOMINGO XI (TO – C) 16 de junio del 2013 San Lucas 7,36 - 50: En aquel tiempo, un fariseo le rogó a Jesús que comiera con él, ...
XI DOMINGO - C T.O. (16/JUL/13)
DOMINGO XI (TO – C) 16 de junio del 2013
San Lucas 7,36 - 50:
En aquel tiempo, un fariseo le rogó a Jesús que comiera con
él, y, entrando en la casa del fariseo, se puso a la mesa. Había en la ciudad
una mujer pecadora pública, quien al saber que estaba comiendo en casa del
fariseo, llevó un frasco de alabastro de perfume, y poniéndose detrás, a los
pies de Él, comenzó a llorar, y con sus lágrimas le mojaba los pies y con los
cabellos de su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el
perfume. Al verlo el fariseo que le había invitado, se decía para sí: "Si
éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está
tocando, pues es una pecadora."
Jesús le respondió: "Simón, tengo algo que decirte."
Él dijo: "Di, maestro." Un acreedor tenía dos deudores: uno debía
quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían para pagarle, perdonó a
los dos. ¿Quién de ellos le amará más?" Respondió Simón: "Supongo que
aquel a quien perdonó más." Él le dijo: "Has juzgado bien", y
volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: "¿Ves a esta mujer? Entré en tu
casa y no me diste agua para los pies. Ella, en cambio, ha mojado mis pies con
lágrimas, y los ha secado con sus cabellos.
No me diste el beso. Ella, desde que entró, no ha dejado de
besarme los pies. No ungiste mi cabeza con aceite. Ella ha ungido mis pies con
perfume. Por eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha
mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra." Y le
dijo a ella: "Tus pecados quedan perdonados." Los comensales
empezaron a decirse para sí: "¿Quién es éste que hasta perdona los
pecados?" Pero Él dijo a la mujer: "Tu fe te ha salvado. Vete en
paz."
PALABRA DEL SEÑOR
COMENTARIO:
Mis queridos amigos os
expreso mi saludo cordial y fraterno de Paz y Bien.
Estamos celebrando el XI
domingo del tiempo ordinario y la liturgia nos invita a meditar y reflexionar
sobre la actitud escandalosa del fariseo Simón y el escándalo que suscita la
actitud de Jesús al perdonar el pecado de la mujer más pecadora de la ciudad:
Simón “el buen fariseo” invitó
a Jesús a cenar a su casa. Jesús no tiene reparo alguno en aceptar dicha invitación.
Le importan poco las críticas y murmuraciones de la gente que se tiene por
buena. Jesús es de los que no tiene escrúpulos si se trata de amar ni siquiera
de entrar en casa de un fariseo que sabe piensa mal de Él. Lo que digan o no
los demás no le preocupa, su preocupación es acercarse a los que necesitan de
su ayuda, ya había dicho: “No es la gente sana la que necesita médico, sino los
enfermos. Vayan y aprendan lo que significa esta palabra de Dios: Me gusta la
misericordia más que las ofrendas. Pues no he venido a llamar a los justos,
sino a los pecadores” (Mt 9,12-13). Pero luego resulta muy curioso, una escena
que revela el corazón humano del anfitrión. No sabemos cuáles pudieron ser los
motivos por los que el fariseo, que se llamaba Simón, invitó a Jesús a su casa,
pero es de suponer que el fin era espiar a Jesús: “Los maestros de la Ley y los
fariseos espiaban a Jesús para ver si hacía una curación en día sábado, y
encontrar así motivo para acusarlo” (Lc 6,7). Pero es que durante la cena entra
una pecadora desesperada de vivir el vacío de una vida entregada al servicio de
muchos que se llamaban buenos y la utilizaban.
Mientras ella se echa a
los pies de Jesús, los riega con sus lágrimas y se los seca con su larga
cabellera, alguien está condenando a esta mujer y condenando a Jesús. "Si
este fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo estás tocando y lo que
es: una pecadora"(Lc. 7,39). Jesús, que conoce la verdad del corazón
humano: La mujer samaritana exclamó: “Vengan a ver a un hombre que me ha dicho
todo lo que he hecho. ¿No será éste el Cristo?” (Jn 4,29) y por eso sale en
defensa de la pecadora, marginada por aquellos mismos que la utilizaban para
saciar sus propias pasiones. Cuando se trata de defender al débil o al pecador
arrepentido, Jesús no le importa poner al descubierto el corazón podrido y que
apesta de los buenos fariseos (Jn 11,39). No tiene vergüenza en poner al
descubierto los pensamientos del que le invitó a la cena, no tiene vergüenza en
desacreditar a quien le había regalado una cena, porque de por medio está el
amor al pecador que busca llenar su vacío y limpiar su vida de tanta basura.
Me gusta el atrevimiento
de Jesús de poner al descubierto los pensamientos del fariseo que le ofrece la
cena, dejándolo al descubierto de todo el mundo. Me gusta también el
atrevimiento de Jesús que da cara por una pecadora pública, de mala reputación
y marginada por todos los buenos. Me encanta el atrevimiento de Jesús de
defender a los malos desprestigiando a los buenos. Me encanta el atrevimiento
de Jesús de poner al descubierto la maldad del corazón de los buenos y la
bondad que aún queda en el corazón de los malos. Con frecuencia condenamos en
los demás lo que escondemos dentro de nosotros y Dios termina destapándolo. “Nadie
te condeno? Yo tampoco te condeno” había dicho a la mujer adúltera (Jn 8,11).
Y qué tal si en tu misa
de fiesta o matrimonio sube al altar una mujer que todo el mundo sabe que es la
prostituta más conocida de tu pueblo para presentar su ofrenda. La verdad que
no sé si el mayor susto se lo llevaría el Sacerdote o la gente que participa en
la Eucaristía. Es que resulta curioso, mientras por una parte las calificamos
de malas mujeres, luego cuando se trata de prohibirles su presencia. Salimos a
defenderlas, pero defenderlas para que sigan con el mismo oficio, y no me dirán
que tampoco faltan quienes lo creen necesario. Es esta una escena evangélica
llena de contrastes. La actitud de Simón el fariseo que se escandaliza, aunque
se guarda bien de conservar las apariencias del bueno y noble, y la actitud de
Jesús que se deja tocar, se deja lavar los pies y perfumarlos y la recibe con
cariño y compasión.
El escándalo es mayor
cuando Jesús le dice: "Mujer tu fe te ha salvado." "Vete en
paz." Simón piensa mal de la mujer y piensa mal de Jesús. Mientras tanto,
Jesús siente el gozo de la compasión, siente el calor de aquellas lágrimas y
aquellos besos. Más aún cuando la ve levantarse nueva, perdonada, con un
corazón nuevo porque esta mujer estaba muerta en vida condenada gente que dicen
ser de corazón noble; al respecto dice Jesús a los fariseos: “Raza de víboras,
si ustedes son tan malos, ¿cómo pueden decir algo bueno? La boca siempre habla
de lo que está lleno el corazón. El hombre bueno saca cosas buenas del bien que
guarda dentro, y el que es malo, de su mal acumulado saca cosas malas. Yo les
digo que, en el día del juicio, los hombres tendrán que dar cuenta hasta de lo
dicho que no podían justificar”. (Mt 12,35-36)
¡Cuánto hablamos mal de
las pobres pecadoras! Pero, ¿qué hacemos por ellas? ¡Cuánto hablamos mal y
criticamos a todo el mundo Pero, ¿qué hacemos por ellos los que se portan mal? Los hemos convertido en objeto
de cantidad de chistes y marginaciones. Pero que levante la mano el que se haya
acercado a ellos para tenderles una mano y abrirlos a la esperanza. Hoy tendría
que sonar fuerte tanto en la sociedad como en la misma Iglesia las frases de
Jesús: "Misericordia quiero y no sacrificios" (Am 6,6).
"Bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia"
(Mt 5,7). Un cristiano sin misericordia y sin sensibilidad para estos
marginados no lleva el corazón de Jesús dentro de sí. La misericordia hace
posible que hasta los malos puedan cambiar y sentir el gozo y la alegría del
perdón de Dios porque también ellos son objeto del amor de Dios, aunque no lo
sean del nuestro.
domingo, 9 de junio de 2013
X DOMINGO - CICLO C (T.O)
DOMINGO X
(T.O.) 9 DE JUNIO 2013
Evangelio: San Lucas 10 11- 17
En aquel tiempo, iba Jesús de camino de una ciudad llamada
Naím, e iban con él sus discípulos y una gran muchedumbre. Cuando se acercaba a
la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre,
que era viuda, a la que acompañaba mucha gente de la ciudad. Al verla el Señor,
tuvo compasión de ella, y le dijo: "No llores." Y, acercándose, tocó
el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y él dijo: "Joven, a ti te
digo: Levántate." El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo
entregó a su madre.
Todos sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: "Un
gran profeta ha surgido entre nosotros", "Dios ha visitado a su
pueblo". Y la noticia se divulgó por toda la comarca y Judea entera.
PALABRA DEL SEÑOR.
COMENTARIO:
Muy estimados amigos en el señor Paz y Bien.
En este domingo el tema de nuestra reflexión es el tema de
la muerte y la resurrección. La resurrección
es efecto de la muerte y la muerte no es sino efecto del pecado y el pecado no
es obra de Dios. “Po un solo hombre entró
el pecado en el mundo, y con el pecado la muerte. Después la muerte se propagó
a todos los hombres, porque todos pecaron (Rm 5,12). Así pues, el pecado es obra
del hombre. “Si decimos que no tenemos pecado, nos estamos engañando a nosotros
mismos, y la verdad no está en nosotros. Pero si confesamos nuestros pecados,
él, que es fiel y justo, nos perdonará nuestros pecados y nos limpiará de toda
maldad. Si dijéramos que no hemos pecado, sería como decir que él miente, y su
palabra no estaría en nosotros” (IJn 1,8-10).
El daño está hecho, habrá que hacer frente al Pecado porque
conduce a muerte y la muerte no es sino el infierno. “Dios salvador nuestro
quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Dios
es único, y único también es el mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús
hombre” (ITm 2,4-5). Mismo Jesús dice. “Entonces Tomás preguntó: «Señor,
nosotros no sabemos adónde vas, ¿cómo vamos a conocer el camino? Jesús
contestó: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí”
(Jn 14,6-7). Resáltese esta afirmación de
Jesús “yo soy la vida”. “Le dijo Jesús: «Yo soy la resurrección (y la vida). El
que cree en mí, aunque muera, vivirá. El que vive, el que cree en mí, no morirá
para siempre. ¿Crees esto?» Ella contestó: «Sí, Señor; yo creo que tú eres el
Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.» (Jn 11, 25-26).
Ahora bien, conviene situarnos en algunas escenas de la resurrección
las que suscita el mismo Señor Jesús salvador nuestro que ha venido a
arrancarnos del poder de la muerte:
1).-Naim: Jesús se dirigió poco después a un pueblo llamado
Naím, y con él iban sus discípulos y un buen número de personas. Cuando llegó a
la puerta del pueblo, sacaban a enterrar a un muerto: era el hijo único de su
madre, que era viuda, y mucha gente del pueblo la acompañaba. Al verla, el
Señor se compadeció de ella y le dijo: «No llores.» Después se acercó y tocó el
féretro. Los que lo llevaban se detuvieron. Dijo Jesús entonces: «Joven, yo te
lo mando, levántate.» Se incorporó el muerto inmediatamente y se puso a hablar.
Y Jesús se lo entregó a su madre: Mujer ahí tienes a tu hijo. (Lc. 7. 12-15).
La parte ultima similar a la escena de su propia muerte: Jesús, al ver a la
Madre y junto a ella al discípulo que más quería, dijo a la Madre: «Mujer, ahí
tienes a tu hijo.» (Jn 19,26).
2).- Casa de Jairo: Estaba aún Jesús hablando, cuando
alguien vino a decir al dirigente de la sinagoga: «Tu hija ha muerto; no tienes
por qué molestar más al Maestro.» Jesús lo oyó y dijo al dirigente: «No temas:
basta que creas, y tu hija se salvará.» Al llegar a la casa, no permitió entrar
con él más que a Pedro, Juan y Santiago, y al padre y la madre de la niña. Los
demás se lamentaban y lloraban en voz alta, pero Jesús les dijo: «No lloren; la
niña no está muerta, sino dormida.» Pero la gente se burlaba de él, pues sabían
que estaba muerta. Jesús la tomó de la mano y le dijo: «Niña, levántate.» Le
volvió su espíritu; al instante se levantó y Jesús insistió en que le dieran de
comer (Lc 8, 49-52)
3) Betania: Jesús ordenó: «Quiten la piedra.» Marta, hermana
del muerto, le dijo: «Señor, ya tiene mal olor, pues lleva cuatro días.» Jesús
le respondió: «¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios? Y quitaron
la piedra. Jesús levantó los ojos al cielo y exclamó: «Te doy gracias, Padre,
porque me has escuchado. Yo sabía que siempre me escuchas; pero lo he dicho por
esta gente, para que crean que tú me has enviado.» Al decir esto, gritó con fuerte
voz: «¡Lázaro, sal fuera!» Y salió el muerto. Tenía las manos y los pies atados
con vendas y la cabeza cubierta con un velo. Jesús les dijo: «Desátenlo y
déjenlo caminar.» Muchos judíos que habían ido a casa de María creyeron en
Jesús al ver lo que había hecho. (Jn 11,19-45).
4) Propia muerte y resurrección: y Jesús gritó muy fuerte:
«Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Y dichas estas palabras, Jesús murió.
El capitán romano, al ver lo que había sucedido, reconoció la mano de Dios y
dijo: «Realmente este hombre era un justo.» Y toda la gente que se había
reunido para ver este espectáculo, al ver lo ocurrido, comenzó a irse
golpeándose el pecho. (Lc 23, 46-48) … (María de Magdala, Juana y María, la
madre de Santiago) al entrar en la tumba no encontraron el cuerpo del Señor
Jesús. No sabían qué pensar, pero en ese momento vieron a su lado a dos hombres
con ropas fulgurantes. Estaban tan asustadas que no se atrevían a levantar los
ojos del suelo. Pero ellos les dijeron: «¿Por qué buscan entre los muertos al
que vive? No está aquí. Resucitó. Acuérdense de lo que les dijo cuando todavía
estaba en Galilea: El Hijo del Hombre debe ser entregado en manos de los
pecadores y ser crucificado, y al tercer día resucitará.» Ellas entonces recordaron
las palabras de Jesús. Al volver del sepulcro, les contaron a los Once y a
todos los demás lo que les había sucedido. (Lc 26,4-9).
La pregunta exegética que nos hacemos es. ¿Por qué las
resurrecciones que hizo Jesús se describen con detalles pero hay tres puntos
suspensivos en la resurrección de nuestro Señor Jesucristo? L respuesta la
hallamos en la resurrección de Lázaro (Jn 11,41). Porque todas las
resurrecciones que hace Jesús es el cuarto día, es decir resucitan en el mismo
cuerpo mortal. En cambio la resurrección del Señor es el tercer día, una resurrección
en el estado glorioso. Y ¿en qué consiste este estado glorioso?. Veamos:
Jesús se Transfiguró:
“Unos ocho días después de estos discursos, Jesús tomó consigo a Pedro, a
Santiago y a Juan y subió a un cerro a orar. Y mientras estaba orando, su cara
cambió de aspecto y su ropa se volvió de una blancura fulgurante. Dos hombres,
que eran Moisés y Elías, conversaban con él. Se veían en un estado de gloria y
hablaban de su partida, que debía cumplirse en Jerusalén. Un sueño pesado se
había apoderado de Pedro y sus compañeros, pero se despertaron de repente y
vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él. Como éstos
estaban para irse, Pedro dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bueno que estemos aquí!
Levantemos tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» Pero
no sabía lo que decía. Estaba todavía hablando, cuando se formó una nube que
los cubrió con su sombra, y al quedar envueltos en la nube se atemorizaron. Pero
de la nube llegó una voz que decía: «Este es mi Hijo, mi Elegido; escúchenlo.»
(Lc 9,28-35). Esta explicación de la transfiguración del señor en el monte
Tabor es la que entra a tallar los puntos suspensivos dejados en la tumba vacía
(Lc 24,6) Jesús resucito y ahora está en estado glorioso ya no unos segundos
como se dejó ver con Pedro Santiago y Juan sino para siempre, este estado está
fuera del tiempo y es la eternidad.
Ahora estando en este estado glorioso Jesús se dejó ve
durante 50 días por sus apóstoles y una de ellas es esta: “Ese mismo día, el
primero después del sábado, los discípulos estaban reunidos por la tarde, con
las puertas cerradas por miedo a los judíos. Llegó Jesús, se puso de pie en
medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con ustedes!» Dicho esto, les mostró
las manos y el costado. Los discípulos se alegraron mucho al ver al Señor. Jesús
les volvió a decir: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envío a mí, así
los envío yo también.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Reciban el
Espíritu Santo: a quienes descarguen de sus pecados, serán liberados, y a
quienes se los retengan, les serán retenidos.» Tomás, uno de los Doce, llamado
el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le
dijeron: «Hemos visto al Señor.» Pero él contestó: «Hasta que no vea la marca
de los clavos en sus manos, no meta mis dedos en el agujero de los clavos y no
introduzca mi mano en la herida de su costado, no creeré.» Ocho días después,
los discípulos de Jesús estaban otra vez en casa, y Tomás con ellos. Estando
las puertas cerradas, Jesús vino y se puso en medio de ellos. Les dijo: «La paz
esté con ustedes.» Después dijo a Tomás: «Pon aquí tu dedo y mira mis manos;
extiende tu mano y métela en mi costado. Deja de negar y cree.» Tomás exclamó:
«Tú eres mi Señor y mi Dios.» Jesús replicó: «Crees porque me has visto.
¡Felices los que no han visto, pero creen!» (Jn 20, 20-19).
San Pablo: En su teología de la Parusía parte propedéutica sostiene
este mismo principio: En primer lugar les he transmitido esto, tal como yo
mismo lo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, como dicen las
Escrituras; que fue sepultado; que resucitó al tercer día, también según las
Escrituras; que se apareció a Pedro y luego a los Doce. Después se dejó ver por
más de quinientos hermanos juntos, algunos de los cuales ya han entrado en el
descanso, pero la mayoría vive todavía. Después se le apareció a Santiago, y
seguidamente a todos los apóstoles. Y se
me apareció también a mí, iba a decir al aborto, el último de todos Porque yo
soy el último de los apóstoles y ni siquiera merezco ser llamado apóstol, pues
perseguí a la Iglesia de Dios. Sin embargo, por la gracia de Dios soy lo que
soy y el favor que me hizo no fue en vano; he trabajado más que todos ellos,
aunque no yo, sino la gracia de Dios que está conmigo. Pues bien, esto es lo
que predicamos tanto ellos como yo, y esto es lo que han creído. Ahora bien, si
proclamamos un Mesías resucitado de entre los muertos, ¿cómo dicen algunos ahí
que no hay resurrección de los muertos? Si los muertos no resucitan, tampoco
Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, nuestra predicación no tiene
contenido, como tampoco la fe de ustedes. Con eso pasamos a ser falsos testigos
de Dios, pues afirmamos que Dios resucitó a Cristo, siendo así que no lo
resucitó, si es cierto que los muertos no resucitan. Pues si los muertos no
resucitan, tampoco Cristo pudo resucitar. Y si Cristo no resucitó, de nada les
sirve su fe: ustedes siguen en sus pecados. Y, para decirlo sin rodeos, los que
se durmieron en Cristo están totalmente perdidos. Si nuestra esperanza en
Cristo se termina con la vida presente, somos los más infelices de todos los
hombres. Pero no, Cristo resucitó de entre los muertos, siendo él primero y
primicia de los que se durmieron.
Un hombre trajo la muerte, y un hombre también trae la
resurrección de los muertos. Todos mueren por estar incluidos en Adán, y todos
también recibirán la vida en Cristo. Pero se respeta el lugar de cada uno:
Cristo es primero, y más tarde le tocará a los suyos, cuando Cristo nos visite.
Luego llegará el fin. Cristo entregará a Dios Padre el Reino después de haber
desarmado todas las estructuras, autoridades y fuerzas del universo. Está dicho
que debe ejercer el poder hasta que haya puesto a todos sus enemigos bajo sus
pies, y el último de los enemigos sometidos será la muerte. Dios pondrá todas
las cosas bajo sus pies. Todo le será sometido; pero es evidente que se excluye
a Aquel que le somete el universo. Y cuando el universo le quede sometido, el
Hijo se someterá a Aquel que le sometió todas las cosas, para que en adelante,
Dios sea todo en todos. Pero, díganme, ¿qué buscan esos que se hacen bautizar
por los muertos? Si los muertos de ningún modo pueden resucitar, ¿de qué sirve
ese bautismo por ellos? Y nosotros mismos, ¿para qué arriesgamos continuamente
la vida? Sí, hermanos, porque todos los días estoy muriendo, se lo juro por
ustedes mismos que son mi gloria en Cristo Jesús nuestro Señor. Si no hay más
que esta existencia, ¿de qué me sirve haber luchado contra leones en Éfeso? Si
los muertos no resucitan, comamos y bebamos, que mañana moriremos. No se dejen
engañar: las doctrinas malas corrompen las buenas conductas. Despiértense y no
pequen: de conocimiento de Dios algunos de ustedes no tienen nada, se lo digo
para su vergüenza.
Algunos dirán: ¿Cómo resurgen los muertos? ¿Con qué clase de
cuerpo vuelven? ¡Necio! Lo que tú siembras debe morir para recobrar la vida. Y
lo que tú siembras no es el cuerpo de la futura planta, sino un grano desnudo,
ya sea de trigo o de cualquier otra semilla. Dios le dará después un cuerpo
según lo ha dispuesto, pues a cada semilla le da un cuerpo diferente. Hablamos
de carne, pero no es siempre la misma carne: una es la carne del hombre, otra
la de los animales, otra la de las aves y otra la de los peces. Y si hablamos
de cuerpos, el resplandor de los «cuerpos celestes» no tiene nada que ver con
el de los cuerpos terrestres. También el resplandor del sol es muy diferente
del resplandor de la luna y las estrellas, y el brillo de una estrella difiere
del brillo de otra.
Lo mismo ocurre con la resurrección de los muertos. Se
siembra un cuerpo en descomposición, y resucita incorruptible. Se siembra como
cosa despreciable, y resucita para la gloria. Se siembra un cuerpo impotente, y
resucita lleno de vigor. Se siembra un cuerpo animal, y despierta un cuerpo
espiritual. Pues si los cuerpos con vida animal son una realidad, también lo
son los cuerpos espirituales. Está escrito que el primer Adán era hombre dotado
de aliento y vida; el último Adán, en cambio, será espíritu que da vida. La
vida animal es la que aparece primero, y no la vida espiritual; lo espiritual
viene después. El primer hombre, sacado de la tierra, es terrenal; el segundo
viene del cielo. Los de esta tierra son como el hombre terrenal, pero los que
alcanzan el cielo son como el hombre del cielo. Y del mismo modo que ahora
llevamos la imagen del hombre terrenal, llevaremos también la imagen del
celestial. Entiéndanme bien, hermanos: lo que es carne y sangre no puede entrar
en el Reino de Dios. En la vida que nunca terminará no hay lugar para las
fuerzas de descomposición. Por eso les enseño algo misterioso: aunque no todos
muramos, todos tendremos que ser transformados cuando suene la última trompeta.
Será cosa de un instante, de un abrir y cerrar de ojos. Al toque de la trompeta
los muertos resucitarán como seres inmortales, y nosotros también seremos
transformados. Porque es necesario que nuestro ser mortal y corruptible se
revista de la vida que no conoce la muerte ni la corrupción. Cuando nuestro ser
corruptible se revista de su forma inalterable y esta vida mortal sea absorbida
por la inmortal, entonces se cumplirá la palabra de la Escritura: ¡Qué victoria
tan grande! La muerte ha sido devorada. ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria?
¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? El aguijón de la muerte es el pecado, y la
Ley lo hacía más poderoso. Pero demos gracias a Dios que nos da la victoria por
medio de Cristo Jesús, nuestro Señor. Así, pues, hermanos míos muy amados,
manténganse firmes y no se dejen conmover. Dedíquense a la obra del Señor en
todo momento, conscientes de que con él no será estéril su trabajo.
REFELXION PASTORAL:
Solo quien ha experimentado el dolor auténtico de la muerte
es el que ha perdido un ser querido en este mundo. Nadie sabe el dolor del
corazón de una madre que ha perdido a su hijo. Su camino más doloroso es sin
duda el del cementerio. De ahí las dolorosas escenas de despedida cuando ven
que meten a su hijo en la tumba. Incluso, a veces, es preciso tomarla de la
mano porque no quiere soltarse del último abrazo en el ataúd. Pero todos somos
testigos del dolor de las madres que sienten que también están perdiendo a su
hijo, no porque la gente cargue con el ataúd. Es el dolor de las madres que ven
que sus hijos se alejan del hogar en busca de otras compañías, que andan por
otros caminos de muerte en la vida.
El dolor de las madres que ven a su hijo dominado por el
alcohol y que regresa a casa de madrugada, cuando no se queda por ahí todo el
fin de semana. El dolor de las madres que ven como su hijo se está hundiendo en
el infierno de la droga. El dolor de las madres que sienten que su hijo se
niega a abrir sus ojos a un futuro digno y que los haga hombres signos en la
sociedad. Todos, de alguna manera, hemos sido y somos testigos del dolor de
muchas madres. Engendraron al hijo con todo el cariño de su corazón y ahora ven
cómo se les escapa de las manos.
A estas madres no podemos mirarlas con indiferencia y muchos
menos con críticas y reproches. También ellas necesitan de un Jesús que sienta
compasión por ellas y les devuelva a su hijo medio muerto en vida. Hijo no
camino del cementerio, pero sí camino de una vida que cada día se va
destruyendo. También ellas necesitan de una palabra de consuelo por parte
nuestra. También ellas necesitan de esa ayuda que pueda devolverles al hijo.
Felizmente existen hoy distintos movimientos de ayuda, pero necesitan también
ellas de mucha fe en Jesús que es capaz de decir: "Muchacho, a ti te lo
digo: "Levántate." Todas las terapias son de alabar y apreciar, pero
no podemos olvidar a ese Jesús que, a veces como quien no hace nada, sale a
nuestro encuentro. Hay muertes que sólo Él puede devolverlas la vida. Jesús no
puede ser indiferente ante las lágrimas de las madres.
sábado, 1 de junio de 2013
CUERPO Y SANGRE DEL SEÑOR
SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI
Evangelio según San Lucas 9,11 - 17:
En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar a la multitud sobre
el reino de Dios y curó a los que necesitaban. Caía la tarde y los Doce se le
acercaron para decirles: "Despide a la gente para que vayan a los pueblos
y aldeas del contorno y busquen alojamiento y comida, porque aquí estamos en un
lugar deshabitado."
Pero él les dijo: "Denles Uds. de comer." Pero
ellos respondieron: "No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser
que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente." Pues había
como cinco mil hombres. Él dijo a sus discípulos: "Hagan que se acomoden
por grupos de unos cincuenta." Lo hicieron así, e hicieron acomodarse a
todos. Tomó entonces los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al
cielo, pronunció sobre ellos la bendición y los partió, y los iba dando a los
discípulos para que los fueran sirviendo a la gente. Comieron todos hasta
saciarse. Se recogieron los trozos que les habían sobrado: doce canastos. PALABRA
DE DIOS.
COMENTARIO
Estimados hermanos(as) en el
señor sacramentado Paz y Bien.
Estamos Celebrando la fiesta de las
fiestas Jesús eucaristía porque hablar de Cuerpo y Sangre de Cristo es hablar
de Eucaristía y hablar de Eucaristía es hablar del ágape celestial, porque la
santa misa es eso realmente: “Dichos los invitados al banquete de bodas del
cordero celestial” (Ap. 19,9). Hablar de Eucaristía es hablar de un nuevo
estilo de encarnación de Jesús, como un nuevo estilo de estar presente entre
los hombres, porque nos había dicho “No os dejare huérfanos, sino que volveré”
(Jn 14,18). Pero estas palabras del Señor tienen sentido real a lo dicho más
luego: “Salí del Padre, vine al mundo; ahora dejo el mundo y vuelvo al Padre”
(Jn 16,28). Sería bueno ahora preguntarnos ¿A qué vino Jesús? El gran Teólogo
san Pablo lo define sabiamente esta revelación del amor de Dios y lo dice: “Dios
salvador nuestro quiere que todos los hombres se salven llegando al
conocimiento de la verdad” (I Tm 2,4). Y ¿Qué es pues la verdad? Jesús dijo “yo
soy la verdad, camino y vida. Nadie va al Padre son por mi” (Jn 14,6). Es decir
Jesús vino a salvarnos a toda la humanidad.
¿Por qué, cómo y de qué nos salvó
Jesús?
San Juan ha dicho: “Quien ama a
Dios conoce a Dios, quien no ama a Dios no conoce Dios, porque Dios es amor” (I
Jn 4,8) Luego san Juan es más enfático al decir: “Si uno dice Yo amo a Dios y
odia a su hermano, es un mentiroso. Si no ama a su hermano, a quien ve, no
puede amar a Dios, a quien no ve” (I Jn 4,20). Mismo Jesús lo ha dicho en este sentido: “Les
doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. Ustedes deben
amarse unos a otros como yo los he amado. En esto reconocerán todos que son mis
discípulos, en que se amen unos a otros” (Jn 13,34). Por tanto la única motivación
que tiene Dios para con la humanidad es esto: su amor a la humanidad.
Ahora el cómo de la salvación en
favor nuestro por parte de Dios es lo que no detiene. Al sexto mes el ángel
Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una
joven virgen que estaba comprometida en matrimonio con un hombre llamado José,
de la familia de David. La virgen se llamaba María. Llegó el ángel hasta ella y
le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» María quedó muy
conmovida al oír estas palabras, y se preguntaba qué significaría tal saludo. Pero
el ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado el favor de Dios. Concebirás
en tu seno y darás a luz un hijo, al que pondrás el nombre de Jesús. Será
grande y justamente será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el
trono de su antepasado David; gobernará por siempre al pueblo de Jacob y su
reinado no terminará jamás.» María entonces dijo al ángel: «¿Cómo puede ser
eso, si yo soy virgen?»
Contestó el ángel: «El Espíritu
Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por
eso el niño santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios…Porque para Dios,
nada es imposible.» Dijo María: «Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí
tal como has dicho.» (Lc 1,26-38). Pero en gran teólogo san Juan lo resume en
estos términos: “La palabra de Dios se hizo hombre a habitó entre nosotros”
(Jn, 1,14). Dios Padre lo reafirma su identidad en el bautismo de Jesús: “Tu
eres mi hijo amado, yo te he engendrado hoy” (Lc. 3,22). Por eso mismo Jesús más
tarde dirá: “¿No creen que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras
que yo les digo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que vive
en mí es el que hace las obras” (Jn 14,10). En el inicio de su ministerio Jesús
se valió de los profetas del A.T. quienes anunciaron la cercanía y llegada del Mesías
(Is 61 1ss). Mismo Jesús Dijo: “El Espíritu del Señor está sobre mí: Por cuanto
me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres: Me ha enviado para sanar a
los pobres, Para predicar libertad a los cautivos. Y a los ciegos vista. Para
poner en libertad a los cautivos y anunciar
el año de gracia de Dios” (Lc.4,18).
Jesús la segunda divina Persona
como sabemos que es el salvador nuestro en resumidas cuentas dio tres pasos:
1) Inicio con la proclamación del
evangelio: “El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado;
arrepentíos y creed en el evangelio” (Mc 1,15). Y algunos pescadores son los
primeros que siguen a Jesús: “Jesús subió al monte y llamó a los que él quiso,
y se reunieron con él. Así instituyó a los Doce (a los que llamó también
apóstoles), para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar, dándoles
poder para echar demonios. Estos son los Doce: Simón, a quien puso por nombre
Pedro; Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo, a quienes puso el sobrenombre
de Boanerges, es decir, hijos del trueno; Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo,
Tomás, Santiago, el hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo,
y Judas Iscariote, el que después
lo traicionó” (Mc 3,13-19).
2) Fundó una única iglesia: “Y
ahora yo te digo tú eres Pedro (o sea Piedra), y sobre esta piedra edificaré mi
Iglesia; el poder del infierno jamás la podrá vencer. Yo te daré las llaves del
Reino de los Cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en el Cielo, y lo
que desates en la tierra quedará desatado en el Cielo.» (Mt 16,18-19). Pero no
fue solo los doce quienes siguen a Jesús sino una muchedumbre inmensa de gente:
“Después Jesús pasó a la otra orilla del lago de Galilea, cerca de Tiberíades. Le
seguía un enorme gentío, a causa de las señales milagrosas que le veían hacer
en los enfermos. Jesús subió al monte y se sentó allí con sus discípulos. Se
acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús, pues, levantó los ojos y,
al ver el numeroso gentío que acudía a él, dijo a Felipe: «¿Dónde iremos a
comprar pan para que coma esa gente?» Felipe le respondió: «Doscientas monedas
de plata no alcanzarían para dar a cada uno un pedazo.» Otro discípulo, Andrés,
hermano de Simón Pedro, dijo: Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de
cebada y dos pescados. Pero, ¿qué es esto para tanta gente? «Hagan que se
sienta la gente. Entonces Jesús tomó los panes, lo bendijo y los repartió entre
los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, y todos recibieron
cuanto quisieron. Cuando quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos:
«Recojan los pedazos que han sobrado para que no se pierda nada. Los recogieron
y llenaron doce canastos con los pedazos que no se habían comido: eran las
sobras de los cinco panes de cebada” (Jn
6,1-13).
Alguno muy ilusionado como el
joven rico corrió al encuentro con Jesús, se arrodilló delante de él y le
preguntó: «Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para conseguir la vida eterna?» Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie
es bueno, sino sólo Dios. Ya conoces los mandamientos: No mates, no cometas
adulterio, no robes, no digas cosas falsas de tu hermano, no seas injusto, honra
a tu padre y a tu madre.» El joven le contestó: «Maestro, todo eso lo he
practicado desde muy pequeño.» Jesús fijó su mirada en él, le tomó cariño y le
dijo: «Sólo te falta una cosa: vete, vende todo lo que tienes y reparte el
dinero entre los pobres, y tendrás un tesoro en el Cielo. Después, ven y
sígueme. Al oír esto se desanimó totalmente, pues era muy rico, y se fue triste”
(Mc 10,17-18). Pedro interviene y dijo: «Señor nosotros lo hemos dejado todo
para seguirte.» Y Jesús contestó: «En verdad les digo: Ninguno que haya dejado
casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o campos por mi causa y por el Evangelio
quedará sin recompensa. Pues, aun con persecuciones, recibirá cien veces más en
la presente vida y en el mundo venidero la vida eterna” (Mc 10,28-30). Alguno
vacilaron y dijeron: “¡Este lenguaje es muy duro! ¿Quién podrá escucharle?” Jesús
se dio cuenta de que sus discípulos criticaban su discurso y les dijo: «¿Quieren
marcharse también ustedes?» Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién iríamos? Tú
tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo
de Dios.» (Jn 6,60-69).
Aclarado algunos impases Jesús envía
a los doce a la misión con estas instrucciones: Por el camino proclamen que ¡El
Reino de los Cielos está ahora cerca! Sanen enfermos, resuciten muertos,
limpien leprosos y echen los demonios. Ustedes lo recibieron sin pagar, denlo
sin cobrar. No lleven oro, plata o monedas en el cinturón. Nada de provisiones
para el viaje, o vestidos de repuesto; no lleven bastón ni sandalias, porque el
que trabaja por el evangelio merece su alimento. En todo pueblo o aldea en que
entren, busquen alguna persona que valga, y quédense en su casa hasta que se
vayan. Al entrar en la casa, deséenle la paz. Y si en algún lugar no los
reciben ni escuchan sus palabras, salgan de esa familia o de esa ciudad, sacudiendo
el polvo de los pies. Yo les aseguro que esa ciudad, en el día del juicio, será
tratada con mayor rigor que Sodoma y Gomorra. Miren que los envío como ovejas
en medio de lobos: sean, pues, precavidos como la serpiente, pero sencillos
como la paloma. ¡Cuídense de los hombres! A ustedes los arrastrarán ante sus
consejos, y los azotarán en sus sinagogas. (Mt 10,5-17). “Quien crea en el evangelio y se bautice será salvo,
quien no crea será condenado” (Mc 16,15-16). “Vayan y hagan que todos los
pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el Nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado a
ustedes. Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia.» (Mt
28,19-20).
3) Jesús Instituyó los sacramentos
como la Santa Eucaristía: ¿Qué es la Eucaristía?
Jesús antes de su pasión
advierte: «Estamos subiendo a Jerusalén y el Hijo del Hombre va a ser entregado
a los jefes de los sacerdotes y a los maestros de la Ley; lo condenarán a
muerte y lo entregarán a los extranjeros, y que se burlarán de él, le
escupirán, lo azotarán y lo matarán. Pero tres días después resucitará” (Mc.
10,33-34). “El hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y dar
su vida en rescato por todos” (Mc 10,45). El último gesto de amor a su Iglesia
es la institución de la santa Eucaristía: Jesús tomó pan y, dando gracias, lo
partió y se lo dio diciendo: «Esto es mi cuerpo, que es entregado por ustedes.
(Hagan esto en memoria mía).» Hizo lo mismo con la copa después de cenar,
diciendo: «Esta copa es la alianza nueva sellada con mi sangre, que es derramada
por Uds. para el perdón de los pecados, hagan esto en conmemoración mía» (Lc
22,19-20). El Evangelio de san Juan es más explícito al respecto. Jesús dijo: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo…En
verdad les digo que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre,
no tienen vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre vive de vida
eterna, y yo lo resucitaré el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre
es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo
en él… El que coma este pan vivirá para siempre” (Jn 6,48-58). Y nuestro gran
amigo San pablo se expresa cuestionando al respecto: “La copa de bendición que
bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no
es comunión con el cuerpo de Cristo? Así, siendo muchos formamos un solo cuerpo,
porque el pan es uno y todos participamos del mismo pan” (Icor 10,16-17).
Requisitos para recibir la Santa Eucaristía:
San pablo previo recuerdo para la santa comunión: “Yo he recibido la tradición
lo que a mi vez les he transmitido. Que el Señor Jesús, la noche en que fue
entregado, tomó pan y, después de dar gracias, lo partió diciendo: «Esto es mi
cuerpo, que es entregado por ustedes; hagan esto en memoria mía.» De igual
manera, tomando la copa, después de haber cenado, dijo: «Esta copa es la Nueva
Alianza en mi sangre. Todas las veces que la beban háganlo en memoria mía.» (Icor
11,23-25).
San Pablo sigue y dice: Fíjense
bien, cada vez que comemos de este pan y bebemos de esta copa estamos
proclamando la muerte del Señor hasta que venga. Por tanto, el que come el pan
o bebe la copa del Señor indignamente peca contra el cuerpo y la sangre del
Señor. (Icor 11,26-27).
Por lo tanto: “Cada uno, pues,
examine su conciencia y luego podrá comer el pan y beber de la copa. En caso
contrario, el que come y bebe indignamente, come y bebe su propia condenación por
no reconocer al Señor en su cuerpo bendito y sacramentado”. (Icor 11,28-29).
Reflexión de la santa misa.
Como hemos sido explícitos según la
santa Biblia; esta multiplicación de los panes se sitúa en el contexto de la última
cena del Señor. La Misa celebrada en la falda del monte, al aire libre.
Posiblemente, un Evangelio escrito para recordarles a los primeros cristianos
cómo han de celebrar la Eucaristía. Una Eucaristía en la que Jesús vuelve a
preocuparse de los hombres necesitados y con el estómago vacío. Hasta la
actitud de Jesús pone de manifiesto este significado eucarístico de la
multiplicación. Los discípulos ponen lo que tienen, cinco panes y dos peces,
Jesús toma en sus manos los panes, levanta los ojos al cielo, pronuncia la
bendición y se los diciendo que los repartiesen entre todos hasta saciarse.
No se trata de dar una lección
teórica del significado de la Misa, se trata de realizar el sentido y la verdad
de la Misa. Levantar los ojos al cielo, como oración al Padre, y mirar a los
hombres para compartirse con ellos. Levantar los ojos al cielo, sí. Pero luego,
con esos mismos ojos, mirar de otra manera a los hombres, a los hermanos. ¿No
tendría que ser también nuestra Misa de cada domingo?
Jesús primero se hace hombre y al
final se hace pan. Cada vez acercándose más al hombre. Fue el último gesto de
Jesús antes de dar comienzo a su Pasión. Un estilo de vida de estar con el
hombre da comienzo a otro estilo nuevo. El primero fue en un pesebre. Este
segundo lo hace en una mesa de familia, en ambiente de familia.
La Eucaristía como presencia. En
primer lugar celebrar la Eucaristía es celebrar la continuación de su presencia
en medio de nosotros. "No os dejaré solos." "Esto es mi cuerpo y
esta es mi sangre." La primera era una presencia de quien camina con los
hombres. La segunda es la presencia de quien invita a los hombres a encontrarse
con El sentados a la misma mesa de la familia. Y ahí lo tenemos a diario en el
Sagrario. Y ahí lo tenemos cada vez que celebramos la Misa. Nunca está solo
quien quiera visitarlo en su Sagrario.
La Eucaristía como memoria. Pero
además, Jesús instituye la Eucaristía no solo como presencia sino como
sacramento que nos reúne a todos a hacer de memoria de Él, para que no nos
olvidemos de cuanto Él ha hecho por nosotros, para recordar, sobre todo el gran
momento de su amor por nosotros, el misterio pascual de la Cruz y la Resurrección.
"Haced esto en memoria mía." Por eso participar en la misa es algo
más que estar presente y responder a las invitaciones del Sacerdote. Es
recordar su amor, es recordar su Pasión, su Muerte y su Resurrección. Por eso
decimos: "Anunciamos tu muerte y proclamamos tu resurrección..."
Vivir la Eucaristía es vivir actualizando el misterio de su Muerte y
Resurrección, es revivirla en nuestros corazones y es comprometernos a
anunciarlas y proclamarlas luego en la vida a todos los hombres.
La Eucaristía es vivir la vida
eterna. "El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna." No
es necesario esperar a morir para vivir ya en nosotros la vida de Dios. No la
podremos vivir en plenitud, pero ya la llevamos en germen dentro de nosotros.
Por eso, participar de la Eucaristía es ir a cargarnos de vida, es salir de la
Iglesia como con las pilas de la vida recargadas.
Por eso la vida no puede ser un
momento de aburrimiento y bostezo por el sermón del sacerdote, sino es vivir lo
que todos juntos celebramos. No celebramos Misa solo con estar presente, sino
viviendo lo que celebramos.
Resulta inquietante el hecho de
que fue precisamente cuando Jesús anuncia la Eucaristía se arma el escándalo.
¿A quién se puede ocurrir convertirse en pan para que comamos su cuerpo?
"Estas palabras son duras, ¿quién le puede hacer caso?" La gente se
fue alejando de él hasta quedarse solo con sus Discípulos. Y Jesús los reta:
"¿también vosotros queréis marcharos?"
Es que la Eucaristía es el
corazón de la Iglesia, una Iglesia sin corazón deja de ser Iglesia. Hasta
nosotros solemos morir muchos de infarto porque el corazón se nos paralizó.
¿No es también hoy la Eucaristía
uno de los momentos centrales de cuantos nos decimos creyentes? ¿No es la Misa
Dominical uno de los criterios de evaluación de la vida cristiana de las
parroquias?
Lo malo que la vemos más como
"una obligación" que como una vivencia y experiencia de fe. De ahí
que muchos jóvenes comienzan a alejarse en primer lugar de la Misa. Uno de los
problemas que suelen tener los padres es cómo "obligarlos" a ir a
Misa. La mejor opción es el testimonio de vida y la educación en la vida
espiritual.
domingo, 26 de mayo de 2013
FIESTA DE LA SANTISIMA TRINIDAD
FIESTA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
San Juan 16, 12 - 15:
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: “Mucho tengo
todavía que decirles, pero ahora no pueden entender. Cuando venga Él, el
Espíritu de la verdad, les guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por
su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y les anunciará lo que ha de venir.
Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y les anunciará
a Uds. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío
y les anunciará a Uds. PALABRA DEL SEÑOR.
Comentario:
Amigos en el Señor Paz y
Bien. Cuando pregunta a Jesús un doctor de la ley “Maestro bueno ¿cuál
es el mandamiento principal de la ley? Jesús respondió: Ama a Dios sobre todas
las cosas con toda tu alma y con todo tu ser, el segundo es similar, ama a tu prójimo
como a ti mismo, este mandato es lo principal de la Dios y los profetas” (Mc
12,28). Luego San Juan Dice: “Si alguno dice, Yo amo a Dios, y aborrece a su
hermano, es mentiroso. Porque el que no ama a su hermano a quien ve, ¿cómo
puede amar a Dios a quien no ha visto? (IJn 4,20). Estos dos argumentos nos dan
pie para decir con certeza que la fiesta de la Santísima Trinidad es la fiesta
de la manifestación del amor pleno de Dios.
Jesús redujo toda la Ley
a dos cosas: el amor a Dios y el amor al prójimo. Con lo cual quiso decirnos
que no podemos amar a uno sin amar al otro y que lo que hagamos a uno se lo
hacemos al otro. De ahí entendemos que Benedicto XVI escribió en su primera
Encíclica: "Amor a Dios y amor al prójimo se funden entre sí." Y aún
añade más: "Lo que subraya es la inseparable relación entre amor a Dios y
amor al prójimo. Ambos están tan estrechamente entrelazados, que la afirmación
de amar a Dios es en realidad una mentira si el hombre se cierra al prójimo o
incluso lo odia. El versículo de Juan se ha de interpretar más bien en el
sentido de que el amor del prójimo es un camino para encontrar también a Dios,
y que cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte también ciegos ante
Dios." (DC n. 16)
Cuando decimos que "no vemos a Dios" tendríamos
que preguntarnos si "realmente vemos al prójimo". Por tanto el prójimo
es el camino del hombre hacia Dios. Si yo no creo en ti, ¿creeré de verdad en
Dios? Si tú me eres indiferente, ¿no que también Dios termina siéndome
indiferente? Si yo te margino a ti de mi vida, ¿no estaré marginando también a
Dios?
Hoy, en este Año de la Fe, ¿no será el momento de
sincerarnos con nosotros mismos y preguntarnos qué es Dios para mí. La
respuesta la tendré cuando me responda quién eres tú para mí y quién es mi
prójimo para mí.
La Trinidad es una. No confesamos tres dioses sino un solo
Dios en tres personas: "la Trinidad consubstancial" (Concilio de Constantinopla
II, año 553). Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que
cada una de ellas es enteramente Dios: "El Padre es lo mismo que es el
Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el
Espíritu Santo, es decir, un solo Dios por naturaleza" (Concilio de Toledo
XI, año 675). "Cada una de las tres personas es esta realidad, es decir,
la substancia, la esencia o la naturaleza divina" (Concilio de Letrán IV,
año 1215).
Las tres Personas divinas son realmente distintas entre sí.
"Dios es único pero no solitario" (DS 71). "Padre",
"Hijo", Espíritu Santo" no son simplemente nombres que designan
modalidades del ser divino, pues son realmente distintos entre sí: "El que
es el Hijo no es el Padre, y el que es el Padre no es el Hijo, ni el Espíritu
Santo el que es el Padre o el Hijo" (Concilio de Toledo XI, año 675). Son
distintos entre sí por sus relaciones de origen: "El Padre es quien
engendra, el Hijo quien es engendrado, y el Espíritu Santo es quien
procede" (Concilio de Letrán IV, año 1215). La Unidad divina es Trino.
Las Personas divinas son relativas unas a otras. La
distinción real de las Personas entre sí, porque no divide la unidad divina,
reside únicamente en las relaciones que las refieren unas a otras: "En los
nombres relativos de las personas, el Padre es referido al Hijo, el Hijo lo es
al Padre, el Espíritu Santo lo es a los dos; sin embargo, cuando se habla de
estas tres Personas considerando las relaciones se cree en una sola naturaleza
o substancia" (Concilio de Toledo XI, año 675). El padre crea, el hijo
redime y el espíritu santifica. Pero una sola sustancia, una sola esencia, una
sola naturaleza. Ninguno precede en grandeza, eternidad y potestad.
Absolutamente simple, por eso indivisible, inseparable, inconfundible, e
inmutable.
Por tanto el Padre es creador en cuanto que el Hijo redime y
el Espíritu santifica, y el Hijo es redentor en cuanto que el Padre crea y el Espíritu
santifica y el Espíritu santifica en cuanto que el Padre crea y el Hijo redime.
De ahí concluimos que, el Padre no es el Hijo ni el Espíritu santo y el Hijo no
es ni el Padre ni el Espíritu santo y el Espíritu santo no es ni el Padre ni el
Hijo, porque son distintas personas.
viernes, 17 de mayo de 2013
DOMINGO DE PENTECOSTES CICLO - C
Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 19-23
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban
los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y
en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: "Paz a vosotros". Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el
costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
Jesús repitió: Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado,
así también os envío yo. Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les
dijo: Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les
quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos. Palabra del Señor.
Paz y Bien en el Señor y De modo especial felicitaciones para nuestra querida Parroquia del Espíritu Santo en su fiesta patronal, un saludo apara el P. Dante Montoya Peña, Párroco Fr Manuel, Fr Julio Vicarios, Fr Nicolas, ecónomo y Fr Abraham. Y a todas sus instituciones parroquiales y fieles en general de nuestra parroquia.
Quiero ser breve en mi reflexión para dejar espacio para
meditar reflexionar sobre el don del Espíritu Santo. Estamos celebrando le
fiesta de Pentecostés, fiesta del Espíritu Santo. ¿Qué es pues el Espíritu
Santo? Es la manifestación del amor de Dios Padre y el Hijo. De hecho Jesús
mismo dice a sus apóstoles: “Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos,
bautizándolos en el Nombre del padre Hijo y Espíritu Santo, enseñándoles todo
lo les mande. Y sepan que estoy con Uds. todos los días hasta el fin del mundo”
(Mt 28,19-20). “Quien guarda mi palabra, mi Padre lo amara y vendremos y haremos morada en él” ( Jn 14,23). Resalto
la cohabitación de las tres Divinas Personas en todo creyente bautizado.
Jesús invoca a la unidad los que profesamos esta forma de
Dios uno y trino: “Padre que todos sean uno, como tu estas en mí y yo en ti,
que ellos también sean uno en nosotros para que el mundo crea que tú me has
enviado” (Jn 17,21). Así también San Pablo lo reafirma al decir: Hemos sido
bautizados en el único espíritu para que formáramos un solo cuerpo, de modo que
ya no hay distinción de griegos, judíos, esclavos o libres, porque todos bebimos
del mismo y único espíritu” (I Cor. 12,13).
¿Cuál es la función del Espíritu Santo en esta comunidad
universal (Iglesia católica)? Jesús mismo lo dice. “En adelante el espíritu paráclito
que mi padre enviara en mi nombre, el intérprete, les enseñará, y recordará
todo lo que yo les he enseñado y le guiará a la verdad plena” (Jn 14,26). Para
se cumpla instruyo a sus apóstoles durante 50 días al final dijo ya resucitado:
“Jesús entonces les dijo otra vez: Paz a Uds; como el Padre me ha enviado, así
también yo les envío. Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: Reciban el
Espíritu Santo” (20,21-22). Desde entonces el espíritu Santo haces sus
actividades y los primeros pasos son estas actividades es a saber:
1.-“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos
en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de
viento impetuoso que llenó toda la casa donde estaban sentados, y se les
aparecieron lenguas como de fuego que, repartiéndose, se posaron sobre cada uno
de ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras
lenguas, según el Espíritu les inspiraba habilidad para expresarse” (Hch 2,1-4).
2.-“Aún estaba Pedro diciendo estas palabras cuando
descendió el Espíritu Santo sobre todos los que le oían, quedando fuera de sí
los circuncidados de que el don del Espíritu se derramase sobre los gentiles
porque les oían hablar en varias lenguas y glorificar a Dios”. (Hch 10, 44-46).
En Resumidas cuentas; en la sagrada liturgia celebramos hoy
una de las fiestas centrales del calendario litúrgico. La Fiesta de Pentecostés
o Fiesta del Espíritu Santo o Fiesta de la presentación en sociedad de la
Iglesia. Juan relata el acontecimiento del Espíritu Santo en la primera
aparición pascual. Lo presenta como la recreación de los discípulos como
hombres nuevos. Solo Lucas nos ofrece el relato de Pentecostés, no en el
Evangelio sino en el Libro de los Hechos de los Apóstoles, es decir, en un
clima y ambiente de Iglesia.
Quisiera destacar algunos rasgos que nos puedan ayudar a
vivir mejor este acontecimiento y a vivir mejor el misterio de la Iglesia. Y en
la parte conclusiva destaco:
En primer lugar, los símbolos del viento fuerte y de las
lenguas de fuego.
El viento: que nos habla de cómo el Espíritu es el que
empuja a la Iglesia y la hace salir de sí misma como el viento que empuja las
velas de las embarcaciones a alta mar.
El fuego: que nos habla de cómo el Espíritu nos hace sentir
interiormente la fuerza del Evangelio que nos arde dentro y nos empuja a
anunciarlo al mundo entero.
El don de lenguas: Lucas presenta a todos los pueblos y
razas y culturas conocidas de aquel entonces. Si bien los discípulos son
galileos; sin embargo, todos los entienden como si hablasen su propia lengua.
Es la acción del Espíritu Santo no solo en los Apóstoles sino en el corazón de
todos los hombres.
Una Iglesia que nace anunciando el Evangelio. Una Iglesia
que nace universal. El Espíritu la hace salir de sí misma y la abre a todos los
hombres. Con una característica que no podemos olvidar. Pentecostés es la
Iglesia en comunión en medio de la diversidad o la diversidad hecha comunión.
Una Iglesia en la cabemos todos y que no excluye a nadie. Juan nos presenta la
obra del Espíritu Santo en cada uno de nosotros haciéndonos criaturas nuevas.
Lucas nos presenta la obra del Espíritu Santo en la Iglesia, como alma de la
Iglesia y como dinamismo de la Iglesia.
sábado, 11 de mayo de 2013
DOMINGO DE LA ASCENSION
DOMINGO DE LA ASCENCION DEL
SEÑOR (12-MAY-2013)
Evangelio
según Sn Lc. 24, 46-53
En aquel tiempo les dijo Jesús:
"Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los
muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para perdón de
los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén.
Uds. son testigos de esto:
"Miren, voy a enviar sobre uds. la Promesa de mi Padre. Por su parte
permanezcan en la ciudad hasta que sean revestidos del poder desde lo
alto."
Los sacó hasta cerca de Betania
y, alzando sus manos, los bendijo. Y sucedió que, mientras los bendecía, se
separó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos, después de postrarse ante Él, se
volvieron a Jerusalén con gran gozo, y estaban siempre en el Templo bendiciendo
a Dios.
PALABRA
DEL SEÑOR
Comentario
Querido amigos en el señor Paz
y bien.
Jesús ya había advertido: Salí del
Padre, vine al mundo, ahora dejo el mundo y vuelvo al Padre” (Jn 16,28). En mi
modesta opinión creo que este episodio resume integro el actuar de Dios en su
hijo Jesucristo, pero ahora conviene preguntarnos ¿ para qué vino?. San Pablo
dice: “Dios salvador nuestro quiere que todos los hombres se salven llegando al
conocimiento de la verdad” (1Tm 2,3). Es decir Jesús ha venido a salvarnos a
todos los hombres pero tenemos que conocer la verdad y ¿cuál verdad? Jesús
mismo lo dice: “yo soy la verdad, vida y camino, nadie va al Padre sino por mi”
(Jn 14,6). “Si en conocer a Jesús consiste la verdad, entonces con razón dijo Jesús:
Si alguien guarda mi palabra mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos
morada en él” (Jn 14,23) Es decir la salvación no consiste en saber de memoria
sobre el cielo, sino de vivir en Jesús. Al respectos un día San Francisco de Asís
con razón dijo a sus hermanos. “La vida y regale de los hermanos menores es
esto: vivir el santo evangelio de nuestro Señor Jesucristo” RB 1.
¿Recuerdan la llegada Jesús al mundo?
¿Cómo nos preparamos y festejamos su venida por su nacimiento? Cuánta fiesta,
¿verdad? Ahora que se nos va ya casi nadie hace fiesta. Porque tampoco hay
lugar a la tristeza, porque su partida también es alegría: Uds. se lamentaran,
se pondrán tristes, pero su tristeza se convertirá en alegría (Jn 16,20). “Porque
voy y les preparare un sitio y cuando les prepare sitio volveré y les llevare
conmigo para que donde estoy yo estén también Uds” (Jn15,1-3).
Sin embargo, San Lucas pone el acento de la ascensión
del Señor en tres detalles importantes que conviene resaltar: El primero: Jesús
se despide dándoles la bendición. "Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo" (Lc
24,51). Lo segundo: Jesús sabe que todavía no
están como afrontar la misión y por eso les pide que no se muevan hasta que
"sean revestidos del poder de lo alto", es decir, hasta que reciban el
Espíritu Santo. Porque solo entonces estarán suficientemente preparados para
dar cara por el Evangelio sin miedo ni cobardía.
Para Lucas lo importante es que
para anunciar el Evangelio primero es preciso ser revestidos del Espíritu
Santo. Es precisamente Él quién impulsa a la misión. Es Él quien da el coraje y
la valentía del anuncio. Es Él quien nos hace sentir y experimentar la fuerza
del Evangelio. Por eso, evangelizar no es hacer propaganda del Evangelio.
Evangelizar es ser movidos por el Espíritu y bajo la actuación del Espíritu, lo
que Lucas pondrá de manifiesto en el relato de Pentecostés en el libro de los
Hechos como ya destacamos.
Además se necesita de la acción
del Espíritu porque con la Ascensión comienza un camino nuevo. Un camino donde
es preciso caminar sin Jesús pero con Jesús. Los discípulos tendrán que
acostumbrarse a vivir sin la presencia humana de Jesús. Serán ellos los que
tendrán que dar cara por Él. Es la presencia invisible de Jesús, aunque una
presencia real. Un camino donde la iniciativa será de Jesús, pero la obra
tendrá que ser nuestra. Es el camino de la Iglesia.
El Espíritu Santo es el alma de la Iglesia. El Espíritu es el
motor del dinamismo de la Iglesia. La Iglesia, como ha repetido Benedicto XVI,
es "esencialmente misionera" y el Espíritu Santo tiene como misión
sacar a la Iglesia de la Iglesia. Me explico, tiene la misión de sacar a la
Iglesia de sí misma y lanzar hacia el mundo en misión. Es saliendo de ella
misma que la Iglesia se hace misionera. La Iglesia cuanto más preocupada está
de sí misma más se cierra sobre sí misma. La Iglesia tiene que mirarse a sí
misma, claro está, pero tiene que hablar más del Evangelio que de ella misma,
tiene que preocuparse por anunciar el Evangelio que anunciarse a sí misma. La
Iglesia será más Iglesia cuanto más salga de sí misma para proclamar el
Evangelio.
La Evangelización supone mucha
audacia. Mucha valentía, porque tiene que anunciar el Evangelio a todos los
pueblos y sabes que no todos están en actitud de abrirse al Evangelio y que,
incluso, muchos tendrán que jugarse la vida por el Evangelio. Sin la fuerza del
Espíritu esto no será posible.
Gracias al poder de dinámico del Espíritu
santo que la iglesia posee, tiene fuerza para promover una "nueva
evangelización", ¿por qué? Porque se
necesita un espíritu nuevo de dar a conocer el Evangelio a los demás. Nueva
porque surgen situaciones y problemas nuevos. Nueva porque el hombre es siempre
nuevo y la historia es siempre nueva. Por tanto, el anuncio del Evangelio
también tiene que ser nuevo si no queremos quedarnos estancados en la historia.
En el año de la fe hoy al recordar los 50 años del Vaticano II nos sitúa esta nueva misión en estos términos: "Es propio de todo el Pueblo de Dios, pero principalmente de los pastores y de los teólogos, auscultar, discernir e interpretar, con la ayuda del Espíritu Santo, las múltiples voces de nuestro tiempo y valorarlas a la luz de la palabra divina, a fin de que la verdad revelada pueda ser mejor percibida, mejor entendida y expresada de forma más adecuada." (GS 44)
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