viernes, 10 de noviembre de 2017

DOMINGO XXXII – A (12 de Noviembre de 2017)

DOMINGO XXXII – A (12 de Noviembre de 2017)

Proclamación del Santo evangelio según San Mateo 25,1-13:

25:1 Por eso, el Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo.
25:2 Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes.
25:3 Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite,
25:4 mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos.
25:5 Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron dormidas.
25:6 Pero a medianoche se oyó un grito: "Ya viene el esposo, salgan a su encuentro".
25:7 Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas.
25:8 Las necias dijeron a las prudentes: "¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?"
25:9 Pero estas les respondieron: "No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado".
25:10 Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta.
25:11 Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: "Señor, señor, ábrenos",
25:12 pero él respondió: "Les aseguro que no las conozco".
25:13 Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora. PALABRA DEL SEÑOR.

Estimados amigos en el Señor Paz y Bien.

Las mujeres sabias o prudentes: “El Señor da la sabiduría, de su boca proceden la ciencia y la inteligencia” (Prov 2,6). “Feliz el hombre que encuentra la sabiduría, porque la sabiduría es más rentable que la plata y más precioso que el oro fino” (Prov 3,13). “La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo, se deja encontrar por los que la buscan y contemplar por los que la aman” (Sab 6,12). “Si ustedes Uds. buscan tronos y los cetros, honren a la Sabiduría y reinarán para siempre” (Sab 6,21).

Si queremos ser como las mujeres sabias o prudentes hemos de preguntarnos: ¿Por qué tenemos que interesarnos tanto por nuestra salvación? Porque solo tenemos esa única opción aconsejable. La otra opción que es la condenación no es aconsejable (opción de las mujeres necias) y si alguien piensa que el purgatorio es otra opción; pues, el purgatorio no es un estadío. No es lo mismo que cielo, e infierno que purgatorio. El cielo es eterno por lo que el infierno es también eterno, en cambio el purgatorio es eventual. Jesús nos lo dice al respecto: "Vayan por todo el mundo, enseñen la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará” (Mc 16,15). El reino de Dios tiene que ver con nuestra salvación.

Respecto al Reino de Dios: "El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia" (Mc 1,15).  Los fariseos le preguntaron cuándo llegaría el Reino de Dios. Jesús les respondió: "El Reino de Dios no viene ostensiblemente, y no se podrá decir: Está aquí o Está allí. Porque el Reino de Dios está entre ustedes" (Lc 17,20-21). Dijo Jesús: “Si yo expulso a los demonios con la fuerza del dedo de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes” (Lc 11,20). Es decir, Jesús es la manifestación y el despliegue del Reino de Dios, porque en Jesús se realiza el encuentro de Dios con la humanidad. De ahí que, Jesús dice: "El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y haremos morada en él” (Jn 14,23). Juan dice: “Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo. Y oí una voz potente que decía desde el trono: Esta es la morada de Dios entre los hombres: él habitará con ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios” (Ap 21,2-3).

Recordemos las preguntas del eje trasversal de nuestras reflexiones:“¿Qué obras buenas tengo que hacer para obtener la salvación eterna?” (Mc 10,17). “¿Serán pocos los que se salven?” (Lc 13,23). “¿Quiénes podrán salvarse?” (Mt 19,25). Y en la búsqueda de respuestas a tales inquietudes nos topamos con aquella escena: “¿Cuál es el mandamiento principal de la ley?” Jesús respondió: Amar a Dios y amar al prójimo (Mt 22,36). La respuesta del amor a Dios y al prójimo, así como hacer lo que decimos siendo hermanos (Mt 23,3-8); es la estrategia eficaz para revestirnos con traje de fiesta (santidad) y ser parte del banquete de boda del cordero como fiesta de los salvos o salvados (Mt 22,12). Hoy, en la parábola de las diez doncellas se nos describe el momento preciso del inicio de dicha fiesta: “Llegó el esposo y las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta” (Mt 25,10).

Cabe hacernos preguntas como: ¿Quién o qué significa que el esposo ya llega? ¿Qué significa la sala nupcial? ¿Quiénes si y quienes no entran a la sala nupcial? Y sobre todo ¿Qué significa, la puerta se cerró? Y ¿Estén preparados? Estas preguntas tienen que ser precedidas por preguntas más de fondo: ¿Serán pocos los que se salven? (Lc 13,23). ¿Qué cosas buenas tengo que hacer para heredar la vida eterna? (Mc 10,17). ¿Quién podrá salvarse? (Mt 19,25).

¿Quién o qué significa que el esposo (Mt 24,44) ya llega? (Mt 25,6). El esposo es sin duda Cristo Jesús, el Hijo de Dios. Y la esposa ¿Quién es? La Iglesia es la esposa: “Sobre esta piedra edificaré mi iglesia” (Mt 16,18). Respecto al matrimonio dice Jesús: “Ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre" (Mt 19,6). Jesús explica a Nicodemo y dice: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él” (Jn 3,16-17). Y ¿Cómo nos salvó? Jesús lo manifiesta: “No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13). Añadió: "Así estaba escrito, el Mesías sufrirá y resucitará de entre los muertos al tercer día” (Lc 24,46). Todo este misterio de la redención ya se describe en el A.T: “Yo te desposaré conmigo para siempre, te desposaré en la justicia y el derecho, en el amor y la misericordia; te desposaré en la fidelidad, y tú conocerás al Señor” (Os 2,21-22). La figura de la Iglesia celestial desposada se describe así: “Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo. Y oí una voz potente que decía desde el trono: Esta es la morada de Dios entre los hombres: él habitará con ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios” (Ap 21,2-3).

¿Quiénes si y quienes no entran a la sala nupcial? “Cuando llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta” (Mt 25,10). La sala nupcial tiene connotación de cielo. Y entran al cielo: “las que estaban preparadas”, las que tenían las lámparas encendidas. En este punto recordemos las enseñanzas de Jesús: “Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo” (Mt 5,14-16). “Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no camina en las tinieblas sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8,12).

Se puede tener una lámpara nueva y fina pero si no alumbra, de nada sirve. La lámpara requiere del aceite. Así, nosotros  somos bautizados (Mt 28,19-20). Pero, si no ejercemos los dones del bautizo como la fe, por ende no brilla nuestra luz, equivale no tener obras: “La fe sin obras está muerta” (Stg 2,17). Al creyente se le conoce por sus frutos: “Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los reconocerán. Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos” (Mt 7,15-17). Así pues, siendo malos no pretendamos tener lámparas encendidas, o siendo buenos tener lámparas apagadas. No busquemos sorprender con engaños: "Ustedes aparentan ser buenos ante los hombres, pero Dios conoce sus corazones. Porque lo que es estimable a los ojos de los hombres, resulta despreciable para Dios” (Lc 16,15). “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos" (Mt 15,8-9).

Por tanto: las doncellas preparadas que entraron con el esposo a la sala nupcial (Mt 25,10) son los que entran al cielo, y son parte de los salvados, porque tuvieron encendidas la lámpara, ejercieron su fe, viviendo lo que el señor nos enseña (Lc 11,28). Llegar al cielo para estar con Dios no es de mera ilusión, ni de bonitas palabras sobre Dios (Mt 7,21), sino escuchando la palabra de Dios y poniendo en práctica las enseñanzas del Evangelio (Mt 7,24). Y vivir el mensaje del evangelio equivale ser de la postura de las mujeres prevenidas con las lámparas encendidas (Mt 25,10).

¿Qué significa, que la puerta se cerró? (Mt 25,10). Que cada quien tendrá que ocupar el lugar que le corresponde. Quien o quienes están preparadas(os) tendrán que ocupar un lugar en el cielo. Quienes no estaban preparadas(os), tendrán que quedar excluidas(os) de la sala nupcial (cielo) y ocupar las tinieblas (infierno=ausencia de Dios). ¿Qué, no es que Dios es misericordioso? (Lc 6,37), si Dios es muy misericordioso, pero la misericordia de Dios tiene su límite. La justicia divina s el límite de la misericordia: “La puerta está cerrada” (Mt 25,10). Al respecto conviene recordar aquella escena:

“El pobre (Lázaro) murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico (Epulón) también murió y fue sepultado. En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él. Entonces (Epulón) exclamó: "Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan. Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo (cielo), y tú, el tormento (infierno). Además, entre ustedes (infierno) y nosotros (cielo) se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí (cielo) hasta allí (infierno) no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí" (Lc 16,22-26). De modo que la escena nos confirma que “la puerta cerrada” es el límite de la misericordia,  es decir la justicia divina. Y como el cielo (sala nupcial=fiesta) es eterna; el infierno (los excluidos=sin fiesta) es también eterno. Y al respecto se nos dice: “Después vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él. Ante su presencia, el cielo y la tierra desaparecieron sin dejar rastros. Y vi a los que habían muerto: grandes y pequeños, de pie delante del trono. Fueron abiertos los libros, y también fue abierto el Libro de la Vida; y los que habían muerto fueron juzgados de acuerdo con el contenido de los libros; cada uno según sus obras. El mar devolvió a los muertos que guardaba: la Muerte y el Abismo hicieron lo mismo, y cada uno fue juzgado según sus obras. Entonces la Muerte y el Abismo fueron arrojados al estanque de fuego, que es la segunda muerte. Y los que no estaban inscritos en el Libro de la Vida fueron arrojados al mar de fuego” (Ap 20,11-15).


Por las razones ya citadas, Dios salvador nuestro quiere que todos nos salvemos llegando al conocimiento de la verdad (I Tm 2,4) y nos reitera: “No se inquieten entonces, diciendo: ¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos? Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan. Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura” (Mt 6,31-33). Así, pues, si para revestirnos con traje de fiesta (Mt 22,12) hace falta sabernos amar unos a otros como Dios nos ha amado (Jn 13,34); con el tema del amor, resaltamos otro elemento importante de la estrategia para ser santos (Lv 11,45). 

Cumpliendo con eficiencia la misión encomendada: “Id al mundo entero y enseñar el Evangelio a toda la creación, quien crea y se bautice se  salvara, quien se resiste en creer será condenado” (Mc 16,15). Es decir, depende cuan eficientes somos en la misión para que mucho o pocos se salven, depende de este trabajo también nuestra salvación. En este contexto de misión nos preguntamos ¿Qué tipo de catequesis hacemos? ¿Somos como nuestro maestro Jesús o somos como los falsos maestros (fariseos)? (Mt 23,3). ¿Cuál es la diferencia entre el maestro verdadero y maestro falso? ¿Qué diferencia hay entre el creyente autentico y el creyente falso? (Mt 23,3). Hacer buen trabajo evangelizador que es tare de todo bautizado (Mt 28,19-20) equivale ser prevenidos y tener la fe o la lámpara encendida (Mt 25,10). Por lo que, no es suficiente estar en vela sino cumpliendo la misión, que a su vez equivale tener lámpara encendida (Mt 25,10).

lunes, 30 de octubre de 2017

DOMINGO XXXI – A (05 de Noviembre de 2017)

DOMINGO XXXI – A (05 de Noviembre de 2017)

Proclamación del Santo evangelio según San Mateo 23,1-12:23:

1 Entonces Jesús dijo a la multitud y a sus discípulos:
23:2 "Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés;
23:3 ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen.
23:4 Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo.
23:5 Todo lo hacen para que los vean: agrandan las filacterias y alargan los flecos de sus mantos;
23:6 les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas,
23:7 ser saludados en las plazas y oírse llamar "mi maestro" por la gente.
23:8 En cuanto a ustedes, no se hagan llamar "maestro", porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos.
23:9 A nadie en el mundo llamen "padre", porque no tienen sino uno, el Padre celestial.
23:10 No se dejen llamar tampoco "doctores", porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías.
23:11 El más grande entre ustedes será el que los sirva,
23:12 porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado". PALABRA DEL SEÑOR.

Estimados(as) amigos(as) en el Señor Paz y Bien.


Dios dice al pueblo: “Suscitaré entre Uds. un profeta semejante a Moisés, pondré mis palabras en su boca, y él dirá todo lo que yo le ordene.  Al que no escuche mis palabras, las que este profeta pronuncie en mi Nombre, yo mismo le pediré cuenta¨ (Dt 18,18-19). Si un profeta (falso) se atreve a pronunciar en mi Nombre una palabra que yo no le he ordenado decir, o si habla en nombre de otros dioses, ese profeta morirá" (Dt 18,20). Si te preguntas: "¿Cómo saber que tal palabra viene o no viene de Dios?  Si lo que el profeta dice en nombre del Señor y no se cumple lo que dice no viene de Dios¨ (Dt 18,21).

Siguiendo el hilo conductor de nuestra reflexión conviene reiterar las inquietudes: “¿Qué obras buenas tengo que hacer para obtener la salvación eterna?” (Mc 10,17). “¿Serán pocos los que se salven?” (Lc 13,23). “¿Quiénes podrán salvarse?” (Mt 19,25). Y en la búsqueda de respuestas a tales inquietudes nos topamos en el domingo anterior con aquella escena: “¿Cuál es el mandamiento principal de la ley?” Jesús respondió: Amar a Dios y al prójimo (Mt 22,36). Esta respuesta contextualiza cuando Jesús describe el banquete de boda del cordero como fiesta de los salvos o salvados; para ser parte de la fiesta requiere estar revestido con traje de fiesta: “¿Cómo entraste sin traje de fiesta” (Mt 22,12).  Y el traje de fiesta tiene connotación de santidad. Dios manda al pueblo: “Uds. sean santos porque yo soy santo” (Lv 11,15).

Si para revestirnos con traje de fiesta (Mt 22,12) hace falta sabernos amar unos a otros como Dios nos ha amado (Jn 13,34), ahora resaltamos otro elemento importante de la estrategia para ser santos. Cumpliendo con eficiencia la misión: “Id al mundo entero y enseñar el Evangelio a toda la creación, quien crea y se bautice se  salvara, quien se resiste en creer será condenado” (Mc 16,15). Es decir, depende cuan eficientes somos en la misión para que mucho o pocos se salven, depende de este trabajo también nuestra salvación. En este contexto de misión nos preguntamos ¿Qué tipo de catequesis hacemos? ¿Somos como nuestro maestro Jesús o somos como los falsos maestros (fariseos)? (Mt 23,3). ¿Cuál es la diferencia entre el maestro verdadero y maestro falso? ¿Qué diferencia hay entre el creyente autentico y el creyente falso? Es el tema de reflexión hoy.

“Cuando Jesús terminó de enseñar, la multitud estaba asombrada de su enseñanza, porque él les enseñaba como quien tiene autoridad y no como sus escribas” (Mt 7,28-29). Esta escena contraponemos aquella escena: “Ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen. Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo” (Mt 32,3-4). Con decir palabras bonitas respecto al cielo, o hablar todo el día sobre Dios, pero sin mover un solo dedo, no lograremos ganarnos el traje de fiesta, por ende no estamos con facultad de ser parte del banquete de boda del cordero ((Mt 22,12). Recordemos la enseñanza del maestro: “No son los que me dicen: Señor, Señor, los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre? Entonces yo les manifestaré: Jamás los conocí” (Mt 7,21-23).

¿Por qué ustedes me llaman: "Señor, Señor", y no hacen lo que les digo? El que escucha mis palabras y las practica. Es como un hombre que, construye su casa, puso los cimientos sobre la roca. Cuando vino la creciente, las aguas se precipitaron con fuerza contra esa casa, pero no pudieron derribarla, porque estaba bien construida. En cambio, el que escucha la Palabra y no la pone en práctica, se parece a un hombre que construye su casa sin cimientos. Cuando las aguas se precipitaron contra ella, en seguida se derrumbó, y el desastre que sobrevino a esa casa fue grande"(Lc 6,46-49). Los falsos maestros son los hombres necios que creen que por hablar bonito sobre Dios se salvaran. “No hacen lo que dicen, dicen una cosa y hacen otras cosas” (Mt 23,3). Los discípulos y le dijeron: "¿Sabes que los fariseos se escandalizaron al oírte hablar así? Él les respondió: "Toda planta que no haya plantado mi Padre celestial, será arrancada de raíz. Déjenlos: son ciegos que guían a otros ciegos. Pero si un ciego guía a otro, los dos caerán en un pozo" (Mt 15,12-14).

¿Cómo ser discípulos verdadero del maestro, y no ser falsos maestros? Jesús dijo: “No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no desaparecerá ni una letra ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se cumpla. El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla lo que enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos” (Mt 5,17-19). “¡Feliz el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron! Jesús le respondió: Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican" (Lc 11,27-28). “Tengan cuidado de los falsos maestros, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los reconocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos? Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos. Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego” (Mt 7,15-19).

El única modo de ser auténticos discípulos del maestro es: “El que es de Dios escucha las palabras de Dios; si ustedes no las escuchan, es porque no son de Dios"(Jn 8,47). Luego de escuchar la palabra de Dios sigue poner en práctica su enseñanza: “Todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, es como un hombre sabio que edificó su casa sobre roca” (Mt 7,24). “Ustedes son mis amigos si hacen y cumplen lo que yo les enseño. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre” (Jn 15,14-15). “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer” (Jn 15,5). Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor” (Jn 15,10). San pablo dice: “Vivo yo pero no soy el que vive, es Cristo quien vive en mi” (Gal 2,20). Viviendo en el amor de Dios somos hombres de Dios y es el mejor medio de enseñar.

Jesús nos enfatiza: “Les doy un mandamiento nuevo que se  amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros" (Jn 13,34). Lo mismo dijo Jesús a la pregunta ¿Cuál es el mandamiento principal de la ley? (Mt 22,26) la respuesta fue: Ama a Dios y ama a tu prójimo. San Juan nos enfatiza: “Quien dice que ama a Dios y no ama a su prójimo es un mentiroso” (IJn 4,20).

En nuestra reflexión conviene preguntarnos ¿Qué o cómo estamos anunciando el evangelio? Como mera teoría o con nuestro testimonio de vida? Si estamos anunciando a Jesús como teoría, no sirve, incluso se puede hacer teología pero sin Jesús. Al final cada uno tendrá que dar cuentas a Dios de como hizo su trabajo evangelizador. Se puede hacer una catequesis sistemático per si esa catequesis solo es sacramental y no contribuye a la salvación, pues quizá estemos a tiempo y podemos reorganizar nuestra catequesis.


No se ama lo que no se conoce. Si no conocemos a Dios, anunciamos un Dios desconocido, y  estamos perdiendo tiempo. Para conocer a Dios tenemos que empaparnos de la palabra de Dios que es Jesús el Señor: “La Palabra de Dios se hizo carne “(Jn 1,14). “A Dios nadie ha visto jamás, pero el Hijo que está en el senos del Padre, nos lo dio a conocer” (Jn 1,18).  Los judíos preguntaron: "¿Dónde está tu Padre? Jesús respondió: Ustedes no me conocen ni a mí ni a mi Padre; si me conocieran a mí, conocerían también a mi Padre" (Jn 8,19). Si hacemos una catequesis sin conocer la sagrada escritura, estamos haciendo una catequesis sin Jesús, por ende sin Dios. De ahí que las catequesis inician con numerosos niños, y jóvenes, pero terminan con pocos y de los pocos, nadie sigue y ejerce su fe. ¿Qué está fallando, no estaremos en la línea de los falsos maestros?: “Enseñan una cosa y hacen otra cosa” (Mt 23,3).

miércoles, 25 de octubre de 2017

DOMINGO XXX - A (29 de Octubre del 2017)

DOMINGO XXX - A  (29 de Octubre del 2017)

Proclamación del Santo Evangelio según San Mateo 22,34-40:

22:34 Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en ese lugar,
22:35 y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba:
22:36 "Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?"
22:37 Jesús le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu.  
22:38 Este es el más grande y el primer mandamiento.
22:39 El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
22:40 De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas". PALABRA DEL SEÑOR.

REFLEXIÓN:

Estimados(as) amigos(as) en el Señor Paz y Bien.

“Quien dice que ama a Dios y no ama a su prójimo es un mentiroso” (IJn 4,20).

“¿Serán pocos los que se salven?” (Lc 13,23). Hemos dicho que, se salvaran todos los que entran al banquete de boda del Cordero y para entrar al banquete de boda del Cordero previa aceptación (Bautismo= Mt 28,19-20), es requisito estar revestidos con traje de fiesta (Mt 22,12). ¿Cómo revestirnos con traje de fiesta? Sabiendo situarnos tal como somos ante cesar como ciudadanos cumpliendo con los deberes de la sociedad (Mt 22,21) y ante Dios dar testimonio de la fe como imagen y semejanza de Dios (Gn 1,26). Y la estrategia para revestirnos con traje de fiesta es lo que hoy nos da pie responder a la pregunta: ¿Cuál es el mandamiento principal de la ley? Amar a Dios y al prójimo (Mt 22,36).  Con esta respuesta también respondemos a la pregunta ¿Qué obras buenas tengo que hacer para obtener la salvación eterna?” (Mt 19,16). Haciendo o viviendo a cabalidad el bien supremo del amor. ¿Cómo? Amor a Dios amando al prójimo. Por eso, san Juan nos enfatiza: “Quien dice que ama a Dios y no ama a su prójimo es un mentiroso” (IJn 4,20).

Para obtener la salvación hace también falta: “Negarse a sí mismo, tomar su cruz de cada, y seguir a Jesús” (Mt 16,24); la corrección como hermanos (Mt 18,15-18); la oración en comunidad (Mt 18,19-20). “Perdonar hasta setenta veces siete” (Mt 18,21-22). Es decir, todos los valores se agrupan en una actividad significativa cuales el trabajo: “El Reino de los Cielos es parecido a un propietario que muy de madrugada sale a contratar obreros para trabajar en su viña” (Mt 20,1). “Negarse a sí mismo, tomar su cruz de cada, y seguir a Jesús” (Mt 16,24); la corrección como hermanos (Mt 18,15-18); la oración en comunidad (Mt 18,19-20). “Perdonar hasta setenta veces siete” (Mt 18,21-22).

Cuando resaltamos el episodio: “El rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta. "Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?" El otro permaneció en silencio. Entonces el rey dijo a los guardias: "Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes" (Mt 22,11-13). Y nos preguntamos ¿Qué significa ese traje de fiesta? Y nos respondimos con la enseñanza de San Pedro “Así como aquel que los llamó es santo, también ustedes sean santos en toda su conducta, de acuerdo con lo que está escrito: Sean santos, porque yo soy santo” (IPe 1,15-16; Lv 19, 2). Es decir, un día para estar en la fiesta del banquete de boda del cordero que es el en el cielo y  es eterno, hay que estar con traje de fiesta, es decir, hay que ser santo sí o sí.

Para ninguno judío era secreto que el primer mandamiento de toda la ley es el amor a Dios, pero Jesús va más lejos en su respuesta y agrega, el segundo es similar: "ama a tu prójimo como a ti mismo" (Mt 22,37-39). Que el segundo mandamiento sea igual y tan importante como el primero. Es decir, que amar al prójimo es tan importante como amar a Dios. Además añade, que toda esa gama de mandamientos y preceptos que el pueblo multiplicó de los diez mandamientos, en total más de seiscientos, todos ellos quedan reducidos a dos principios: el amor a Dios y el amor al prójimo (Mt 22,37-39), Aquí hay toda una enseñanza nueva e incluso una nueva concepción de Dios. Para nosotros tampoco hay duda en aceptar que el amar a Dios es el primer mandamiento de la ley, pero no estamos tan convencidos en poner en el mismo nivel, al amor al prójimo. Lo digo porque hoy tenemos muchos conflictos en el mundo, guerras, odios, rencores, mucha gente que muere de hambre… me van a decir que ¿si nos amáramos como Jesús nos dice hoy, habría tanta miseria en el mundo? Jesús no dio tanta importancia al primero, no porque no le importase el amor a Dios sino que el amor autentico a Dios pasa por el amor al prójimo. No en vano, a lo largo del Evangelio como enseñanza central de Jesús es esta: “Les doy un mandamiento nuevo; que se amen unos a otros como yo les he amado, en esto les reconocerán que son mis discípulos, en que Uds. saben amarse unos a otros como les amé” (Jn 13,34).”

El amor del auténtico creyente tiene que tener su sustento en las mismas palabras y enseñanzas de Jesús. Y para dar mayores pautas del amor del que Jesús nos habla hoy, recordemos  cuando Jesús nos dice: “Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra… Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir su sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo” (Mt 5,38-48).

Pero, Jesús ¿nos pide amar incluso hasta a los enemigos? Si, y Jesús nos lo ha demostrado que si es posible amar al enemigo. Desde la cruz, cuando sus enemigos lo están crucificando, la primera palabra que dijo es: “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen conmigo” (Lc 23,34) y la última palabra es expresión de su amor y fidelidad al Padre: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu y dicho esto murió” (Lc 23,46). Escena que Juan los describe así: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios” (Jn 3,16-18).

Luego, mismo Jesús nos lo dice que esta es la medida del amor del que nos habla en sus enseñanzas: “Les doy un mandamiento nuevo. Ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado. En esto les reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros como yo les amé" (Jn 13,34). Y el amor con que Jesús nos ha amado procede del mismo Padre cuando nos dice: “Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor” (Jn 15,8-10).

Como vemos las enseñanzas de Jesús están todas centradas en lo más profundo deseo y querer de Dios a quien nos ha presentado como Padre cuando le dijeron: "Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta. Jesús le respondió: Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo dices: Muéstranos al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras” (Jn 14,8-11). Y a este Dios Padre, nos presenta como Padre amoroso (Jn 15,9). 
Porque simplemente Dios es amor (I Jn 4,8).

¿Cómo ser amados por el Padre amoroso que es Dios que Jesús nos presenta? Pues ahora nos lo ha dicho: Amando al prójimo podemos amar y ser amados por Dios Padre amoroso (Mt 22,36-39). Y con razón en las cartas de Juan y en los cuatro evangelios están desplegadas solo esta premisa: “Queridos hijos, amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios, y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor(I Jn 4,8). Así Dios nos manifestó su amor: envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida por medio de él. Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero, y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados. Queridos míos, si Dios nos amó tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros. Nadie ha visto nunca a Dios: si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en nosotros “ (I Jn 4,7-12). Y lo reitera Juan lo mismo que hoy nos ha dicho Jesús: "Quien dice que ama a Dios, y no ama a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, y no amar a su hermano, a quien ve? Este es el mandamiento que hemos recibido de él: el que ama a Dios debe amar también a su hermano” (I Jn 4,20-21). “Hijitos míos, no amemos de labios para fuera y de palabra, sino con obras y de verdad” (I Jn 3,18).

San Pablo nos definió sabiamente en una sola palabra: “Si no tengo amor no soy nada” (I Cor 13,2). Pero también nos deja su enseñanza al dimensionar entre el amor al prójimo y a Dios: “Que la única deuda con los demás sea la del amor mutuo: el que ama al prójimo ya cumplió toda la Ley” (Rm 13,8). Porque los mandamientos: No cometerás adulterio, (Éx 20, 14; Lev 18, 20;20, 10; Dt 5, 18;  MT 5, 27;19, 18; Mc 10, 19; Lc 18, 20; Stg 2, 11;  no matarás, (Gn 9, 6;Éx 20, 13; Lev 24, 17; Dt 5, 17). “El amor no hace mal al prójimo. Por lo tanto, el amor es la plenitud de la Ley” (Rm 13,10). Jesús a la pregunta del joven rico (Mc 10,17) responde resumiendo los mandamientos: 1º,2º,3º en el amor a Dios; Los mandamientos: 4º,5º,6º,7º,8º,9º,10º en el amor al prójimo.

Las preguntas que hacen a Jesús son de orden superficial, como la pregunta del domingo pasado: ¿Es dable pagar impuesto al cesar o no? Jesús les dijo den a César de lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mt 22,17-21), pero la pregunta de esta vez es mucho más radical. Porque hoy le preguntan por lo esencial: “¿Cuál es el mandamiento principal de la Ley?” (Mt 22,36). La intención no era muy sana, pero no deja de ser de mayor profundidad. Le preguntaron “para ponerlo a prueba”. Y Jesús que no le gusta los rodeos, aceptó el reto y se definió con toda claridad respecto a la ley de Dios y la ley de la convivencia basado en el: “El amor.” (Mt 22,27-29). El amor a Dios y el amor al prójimo. El resto de la ley que para los judos son más de seiscientos no sirve de nada cuando no hay amor. San Pablo lo entendió muy bien cuando dijo al respecto:

“Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe. Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada. El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará jamás” (I Cor 13,1-8).

En la enseñanza de Jesús lo más maravilloso de la revelación de Dios está en que ha valorado tanto al hombre que casi lo pone en términos de igualdad con Él. Toda la ley se compendia en amar a Dios y amar al prójimo (Mt 22,37-39). Quien dice amar a Dios, no ama al prójimo “es un mentiroso” (I Jn 4,20). Yo me siento preocupado de cuántos seremos los mentirosos que andamos por la vida. La mayor mentira no es la que le dices a tu amigo para no complicarte la vida. La mayor mentira que podemos decir es decir que amamos a Dios sin amar al hermano porque hace mentiroso nuestro amor a Dios. ¿Quieres saber si amas a Dios? Pregúntate cuánto amas al prójimo y cómo le amas. Tu amor al prójimo te da la medida y la calidad de tu amor a Dios. Además, si amas de verdad, olvídate del resto. Quien pueda responder a estas dos preguntas ya aprobó el examen de lo demás por tanto ya está vestido con traje de fiesta y participará del banquete de boda del cordero en el cielo (Mt 22,12).

Si, yo voy a Misa todos los domingos. Pero no amo ni perdono. Yo rezo diariamente el rosario. Pero no amo ni perdono. Yo leo diariamente el Evangelio. Pero no amo ni perdono. Yo me confirmé. Pero no amo ni perdono. Yo me confieso con frecuencia. Pero no amo ni perdono. Yo comulgo diariamente. Pero no amo ni perdono. Recuerda lo que ya nos ha dicho Jesús: “Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes” (Mt 6,14-15). ¿Me quieres decir, entonces de qué te sirve todo esto, y tanta oración? ¿Me quieres decir de qué te sirve la misa si sales con el corazón envenenado de rencor? ¿Me quieres decir de qué te sirve comulgar, si luego no perdonas a tu hermano? Dios está donde hay amor. Dios solo entiende el lenguaje del amor. Dios solo cree al amor, porque “Dios es amor”(IJn 4,8). Con razón, San Juan nos recuerda: "Quien dice que ama a Dios y no ama a su hermano es un mentiroso" (I Jn 4,20).

En resumen: “Nadie ha visto nunca a Dios, Pero si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en nosotros” (I Jn 4,12). Si vivimos imbuidos en el amor de Dios, somos hombres de Dios y como Pablo podemos exclamar: “Vivo yo, pero no soy el que vive, es Cristo quien vive en mi” (Gal 2,20). ¿Cómo compruebo que Cristo vive en mí? Cuando siento amor por mi prójimo, como Cristo nos amó hasta dar su vida por nosotros en la cruz. Jesús nos lo dice: “No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13). 

sábado, 21 de octubre de 2017

DOMINGO XXIX - A (22 de octubre del 2017)

DOMINGO XXIX - A (22 de octubre del 2017)

Proclamación del Santo Evangelio según San Mateo 22, 15-21:

22:15 Los fariseos se reunieron entonces para sorprender a Jesús en alguna de sus afirmaciones.
22:16 Y le enviaron a varios discípulos con unos herodianos, para decirle: "Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios, sin tener en cuenta la condición de las personas, porque tú no te fijas en la categoría de nadie.
22:17 Dinos qué te parece: ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no?"
22:18 Pero Jesús, conociendo su malicia, les dijo: "Hipócritas, ¿por qué me tienden una trampa?
22:19 Muéstrenme la moneda con que pagan el impuesto". Ellos le presentaron un denario.
22:20 Y él les preguntó: "¿De quién es esta figura y esta inscripción?"
22:21 Le respondieron: "Del César". Jesús les dijo: "Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios". PALABRA DEL SEÑOR.

Reflexión

Estimados(as) hermanos(as) en el Señor Paz y Bien.

Dijo Dios: "Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y manden en los peces del mar y en las aves de los cielos, y en las bestias. Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, varón y mujer los creó. (Gn 1,26-27).  Luego, “Dios tomó al hombre y le dejó en al jardín de Edén, para que lo cultive y cuidase. Y le impuso el mandamiento: De cualquier árbol del jardín puedes comer, pero del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comas de él, morirás sin remedio" (Gn 2,15-17).

La dignidad del hombre consiste en: Llevar grabado en su ser la Imagen de Dios su creador. Como criatura de Dios le corresponde obedecer el mandato: Solo puede comer de los árboles que le ha sido permitido (Gn 2,16). Y Dios sabe por qué se reservó el árbol prohibido, de la ciencia del bien y del mal para para sí. Pero, luego pasa algo: “Replicó la serpiente a la mujer. De ninguna manera morirán. Es que Dios sabe muy bien que el día en que coman del árbol prohibido, se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del bien y del mal" (Gn 3,4-5). La serpiente que escenifica al demonio fíjese lo que dice a la mujer: “Serán como Dioses al comer del árbol prohibido” (Gn 3,4). La gran tentación del enemigo es instigar al hombre que se sienta igual a Dios. Así hoy tenemos la escena del evangelio: "La imagen del Cesar César equiparado con la Imagen de Dios”. Para los romanos y muchas culturas. Al respecto Dios manda al pueblo: “No habrá para ti otros dioses delante de mí. No te harás escultura ni imagen alguna ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra” (Ex 20,3-4). Por eso Jesús aclaro muy bien al responderles: "Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios” (Mt 22,21).

“Como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente medio para lograr sabiduría, tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido” (Gn 3,6). San Pablo dice: “Por un solo hombre entro el pecado en el mundo y con el pecado la muerte porque todos pecaron” (Rm 5,12). El pecado ahora consiste en que el hombre se busca dioses a su medida y capricho. Un dios manipulable. Inclusos en lugar de Dios poner el dios dinero, al respecto dijo ya Jesús:  “Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero al mismo tiempo” (Mt 6,24). Y San Pablo también dice: “La raíz de todos los males en el mundo es el amor al dinero, y al dejarse llevar por ella, algunos perdieron la fe y se ocasionaron innumerables sufrimientos” (I Tm 6,10).

“¿Serán pocos los que se salven?” (Lc 13,23). El domingo anterior hemos dicho que, se salvaran todos los que entran al banquete de boda del Cordero.  Previa aceptación de la invitación que se nos hace (Mt 22,10) “¿Quién podrá salvarse?” (Mt 19,25). Los que están revestidos con traje de fiesta (Mt 22,12) “¿Qué obras buenas tengo que hacer para obtener la salvación eterna?” (Mt 19,16). Llevando grabado en mi ser la Imagen de Dios mi creador. Como criatura de Dios me corresponde obedecer el mandato: Solo puedo comer de los árboles que me ha sido permitido (Gn 2,16). Y no me está permitido hacer lo que se me antoje. No podré llegar jamás al cielo haciendo lo que mi capricho me dice, sino obedeciendo y cumpliendo los mandatos de Dios.

Para obtener la salvación hace también falta: “Negarse a sí mismo, tomar su cruz de cada, y seguir a Jesús” (Mt 16,24); la corrección como hermanos (Mt 18,15-18); la oración en comunidad (Mt 18,19-20). “Perdonar hasta setenta veces siete” (Mt 18,21-22). Es decir, todos los valores se agrupan en una actividad significativa cuales el trabajo: “El Reino de los Cielos es parecido a un propietario que muy de madrugada sale a contratar obreros para trabajar en su viña” (Mt 20,1). “Negarse a sí mismo, tomar su cruz de cada, y seguir a Jesús” (Mt 16,24); la corrección como hermanos (Mt 18,15-18); la oración en comunidad (Mt 18,19-20). “Perdonar hasta setenta veces siete” (Mt 18,21-22). Es decir, todos los valores se agrupan en una actividad significativa cuales el trabajo: “El Reino de los Cielos es parecido a un propietario que muy de madrugada sale a contratar obreros para trabajar en su viña” (Mt 20,1).

El domingo anterior Jesús nos decía: “El reino de Dios se parece a un rey que celebraba la boda la boda de su Hijo. Mandó criados para que inviten a la boda…” (Mt 22,1-14). Y hemos resaltado el episodio: “El rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta. "Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?" El otro permaneció en silencio. Entonces el rey dijo a los guardias: "Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes" (Mt 22,11-13). Y nos preguntamos ¿Qué significa ese traje de fiesta? Y nos respondimos con la enseñanza de San Pedro “Así como aquel que los llamó es santo, también ustedes sean santos en toda su conducta, de acuerdo con lo que está escrito: Sean santos, porque yo soy santo” (IPe 1,15-16; Lv 19, 2). Es decir, un día para estar en la fiesta del banquete de boda del cordero que es el en el cielo y  es eterno, hay que estar con traje de fiesta, hay que ser santo sí o sí.

El anhelar estar en el cielo (Mc 10,17), no nos hace exentos de nuestras obligaciones y deberes en este mundo: Jesús, conociendo su malicia, les dijo: "Hipócritas, ¿por qué me tienden una trampa? Muéstrenme la moneda con que pagan el impuesto". Ellos le presentaron un denario. Y él les preguntó: "¿De quién es esta figura y esta inscripción?" Le respondieron: "Del César". Jesús les dijo: "Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios" (Mt 22,18-21). Esta enseñanza nos transmite varios elementos a tener en cuenta:

1. Como vimos, nos exhorta a tomar en serio no sólo nuestras obligaciones de cristiano, sino también nuestras tareas de ciudadanos, nuestros deberes políticos: “Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. Al respecto dice San Pablo: “Todos deben someterse a las autoridades constituidas, porque no hay autoridad que no provenga de Dios y las que existen han sido establecidas por él. En consecuencia, el que resiste a la autoridad se opone al orden establecido por Dios, atrayendo sobre sí la condenación. Los que hacen el bien no tienen nada que temer de los gobernantes, pero sí los que obran mal. Si no quieres sentir temor de la autoridad, obra bien y recibirás su elogio. Porque la autoridad es un instrumento de Dios para tu bien. Pero teme si haces el mal, porque ella no ejerce en vano su poder, sino que está al servicio de Dios para hacer justicia y castigar al que obra mal. Por eso es necesario someterse a la autoridad, no sólo por temor al castigo sino por deber de conciencia” (Rm 13,1-5).

2. El episodio del evangelio de hoy, preguntan a Jesús:“¿Se debe pagar el impuesto al César o no?”

Pero Jesús, enseguida, se da cuenta de la trampa que los fariseos le quieren tender (Mt 22,18). Afirmar o negar el pago reclamado por los romanos, es igualmente peligroso para Él. Un NO de Jesús le hace agitador de la rebelión y enemigo del César o autoridad. Un SÍ implica aceptar la ocupación romana y negar el ansia judía de liberación. Recordemos que los romanos dominan sobre los judíos desde el años 64 Ac. y les han impuesto no solo duras cargas en el impuesto, sino que además les han quitado lo más precioso, el dar culto a Dios Yahveh, el que los liberó de la esclavitud (Lv 11,45) Y están obligados a dar culto al dios Cesar. Los judíos tienen una única esperanza: que el mesías prometido, llegará pronto y vencerá y desterrará de sus tierras a los invasores, los romanos.

En el evangelio de hoy, Jesús se eleva por encima de la situación momentánea, y da una respuesta para todos los conflictos ulteriores. Él invita a cumplir la justicia, la que consiste en dar a cada uno lo suyo: “Den a Cesar lo que es de Cesar y a Dios lo que es de Dios” (Mt 22,21). Dios tiene sus derechos y el César tiene los suyos. Pero es de considerar que Lo de Dios no está en el mismo nivel que del Cesar.

3. “Dad al César lo que es del César.”
La autoridad estatal es instrumento de Dios para la realización de la voluntad de Dios, aunque no lo sepan o quizás no lo quieran. La primera Lectura de hoy (Isaías 45, 1. 4-6) nos da un ejemplo: Dios se sirve del rey de Persia para realizar sus planes de salvación con el elegido pueblo israelita. Así cualquier hombre, cualquier institución pueden ser instrumentos de Dios. San pablo también nos dice: “Por eso también, ustedes deben pagar los impuestos: los gobernantes, en efecto, son funcionarios al servicio de Dios encargados de cumplir este oficio. Den a cada uno lo que le corresponde: al que se debe impuesto, impuesto; al que se debe contribución, contribución; al que se debe respeto, respeto; y honor, a quien le es debido” (Rm 13,6-7). Cristo tampoco niega el poder pagano de los romanos, ni lo quiere derrotar por revolución. De tal manera Él acepta, fundamentalmente el Estado y las autoridades políticas, independientemente de sus formas concretas.

Condecir “a Cesar lo que es del Cesar” (Mt 22,21), exige también de nosotros lealtad, obediencia, colaboración y sacrificios frente al Estado y a sus autoridades. Los cristianos no son enemigos del Estado, sino ciudadanos por convicción y con gran responsabilidad. De modo que, nuestra fe no puede ser nunca una excusa para no cumplir con nuestras obligaciones familiares, sociales y políticas. Estaremos mucho mejor dispuestos para servir a Dios, cuando hayamos servido bien a nuestros hermanos. No hay duda de que pueden nacer tensiones y conflictos. A lo largo de la historia los encontramos en sus variadas formas. Ya desde el comienzo del cristianismo surgieron los problemas, pero los fieles supieron superarlos, como atestigua San Agustín: “Los soldados cristianos sirvieron al emperador infiel; pero cuando se tocaba la causa de Cristo, no reconocían sino a Aquél que estaba en los cielos.”

4. Lo dicho por Jesús, el Maestro por excelencia  vale con mucha más razón para para nosotros: “”Dad a Dios lo que es de Dios” (Mt 22,21b)”. O como dice San Pedro en los Hechos de los Apóstoles: “Tenemos que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5,29). Si alguna autoridad actúa fuera de la voluntad de Dios, no estamos obligados a la obediencia. Por ejemplo que nos digan “El aborto terapéutico no es pecado” ¿Cómo que no es pecado? ¿Acaso matar un ser indefenso en el vientre de la madre no es un pecado atroz? Cuando el Estado pretende cosas a las que no tiene derecho, tenemos que negarle la obediencia. Porque las exigencias del Estado son limitadas. Por eso, cuando un Estado o sus autoridades exigen injusticias, entonces la resistencia es nuestra obligación cristiana, y la obediencia sería pecado. En este sentido hay una “rebeldía” santa. En las persecuciones, miles y miles de cristianos se hicieron mártires, porque no quisieron dar al César lo que es de Dios. Esta actitud es saber defender la verdad. Nos dijo Jesús: “Uds. serán mis verdaderos discípulos si perseveran en mis palabras y conocerán la verdad y la verdad os hará libres” (Jn 8,31).

Tal vez, hoy no haya tal persecución sangrienta, pero sin embargo tenemos que estar vigilantes. Las autoridades del Estado, siempre de nuevo, pueden caer en la tentación de excederse en los límites. Son cosas que no podemos aceptar ni apoyar como cristianos. Por eso, tenemos que criticar constructivamente a nuestros políticos y autoridades estatales. Pero, además, debemos ayudarles por medio de nuestra oración en su difícil labor, en su gran responsabilidad para que nos guíen por el camino de la verdad.

5. Por las razones expuestas, hoy es necesario optar con serenidad por las autoridades que sepan tener estos principios para que no nos lleven por el mal camino. Nuestra confianza debe ir para hombres inteligentes y solidarios desde luego, pero que además sean cristianos, que vivan su fe y que se orienten hacia Dios en sus proyectos y acciones. Me parece ser la mejor garantía para un futuro más fecundo y el porvenir de nuestra sociedad. Porque las cosas de Dios no son negociables ni para los creyentes ni para los incrédulos. Pero también el ser cumplidores con Dios no nos hace exentos de nuestros deberes, en suma: A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César” (Mt 22,21). El Hijo de Dios sabe cumplir con las cosas del Cesar, cosas de este mundo; pero con más razón con las cosas de Dios.

No podemos atrevernos a sacrificar las cosas de Dios por las cosas del Cesar. De este principio nace los mártires como defensores de las cosas de Dios: “Cuando los entreguen a los tribunales, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre. El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir. Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará. Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra, y si los persiguen en esta, huyan a una tercera. Les aseguro que no acabarán de recorrer las ciudades de Israel, antes de que llegue el Hijo del hombre” (Mt 10,19-23).

San Pablo dice: “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿no nos concederá con él toda clase de favores?... ¿Quién podrá entonces separarnos del amor de Cristo? ¿Las tribulaciones, las angustias, la persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada? Como dice la Escritura: Por tu causa somos entregados continuamente a la muerte; se nos considera como a ovejas destinadas al matadero. Pero en todo esto obtenemos una amplia victoria, gracias a aquel que nos amó. Porque tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor” (Rm 8,31-39).

miércoles, 11 de octubre de 2017

DOMINGO XXVIII - A (15 de Octubre del 2017)

DOMINGO XXVIII - A (15 de Octubre del 2017)

Proclamación del Santo Evangelio según San Mt 22,1-14:

22:1 Jesús les habló otra vez en parábolas, diciendo:
22:2 "El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo.
22:3 Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados, pero estos se negaron a ir.
22:4 De nuevo envió a otros servidores con el encargo de decir a los invitados: "Mi banquete está preparado; ya han sido matados mis terneros y mis mejores animales, y todo está a punto: Vengan a las bodas".
22:5 Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio;
22:6 y los demás se apoderaron de los servidores, los maltrataron y los mataron.
22:7 Al enterarse, el rey se indignó y envió a sus tropas para que acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad.
22:8 Luego dijo a sus servidores: "El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no eran dignos de él.
22:9 Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren".
22:10 Los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de convidados.
22:11 Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta.
22:12 "Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?" El otro permaneció en silencio.
22:13 Entonces el rey dijo a los guardias: "Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes".
22:14 Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos" PALABRA DEL SEÑOR.

REFLEXIÓN:

Estimados(as) amigos(as) en el Señor Paz y Bien.

“La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que traducido significa: Dios con nosotros" (Mt 1,23). El reino de Dios no es otra cosa que Dios está con nosotros y nosotros con Dios. El estar con Dios hoy se nos dice que es un ambiente festivo: "El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo” (Mt 22,2).

El reino de Dios tiene que ver con nuestra salvación. De ahí que nos preguntamos constantemente: “¿Serán pocos los que se salven?” (Lc 13,23). Se salvaran todos los que entran al banquete de boda del Cordero.  Previa aceptación de la invitación que se nos hace (Mt 22,10) “¿Quién podrá salvarse?” (Mt 19,25). Los que están revestidos con traje de fiesta (Mt 22,12) “¿Qué obras buenas tengo que hacer para obtener la salvación eterna?” (Mt 19,16). Obtener el denario como recompensa de la jornada de trabajo en la viña (Mt 20,8). Es decir tener el pase de entrada a la fiesta (denario).

Para obtener la salvación hace también hace falta: “Negarse a sí mismo, tomar su cruz de cada, y seguir a Jesús” (Mt 16,24); la corrección como hermanos (Mt 18,15-18); la oración en comunidad (Mt 18,19-20). “Perdonar hasta setenta veces siete” (Mt 18,21-22). Es decir, todos los valores se agrupan en una actividad significativa cuales el trabajo: “El Reino de los Cielos es parecido a un propietario que muy de madrugada sale a contratar obreros para trabajar en su viña” (Mt 20,1). “Negarse a sí mismo, tomar su cruz de cada, y seguir a Jesús” (Mt 16,24); la corrección como hermanos (Mt 18,15-18); la oración en comunidad (Mt 18,19-20). “Perdonar hasta setenta veces siete” (Mt 18,21-22). Es decir, todos los valores se agrupan en una actividad significativa cuales el trabajo: “El Reino de los Cielos es parecido a un propietario que muy de madrugada sale a contratar obreros para trabajar en su viña” (Mt 20,1).

Los de los dos hijos enviados a la viña (Mt 21,28-32), los de los viñadores homicidas (Mt 21,33-43), lo del banquete de boda del hijo del rey (Mt22,1-14) tienen en común un hilo conductor como ya hemos dicho reiteradas veces y es respecto a Reino de Dios: La interpelación a la libre opción. Siempre se hace sobre la libre voluntad de los que son llamados. Incluso el evangelio de hoy termina destacando que: “Muchos son los llamados, pocos los escogidos” (Mt 22,14). El mensaje es que Dios no nos obliga, no nos mete a empellones al cielo; sino que, más bien nos deja a la libre decisión y espera nuestra respuesta muy pacientemente. Es así como: Los hijos son invitados a trabajar en la viña del padre. A los viñadores se les recuerda que deben entregar los frutos que le corresponden al patrón. Los invitados son llamados a participar en el banquete de la boda del Hijo del Rey. Y conviene recordar que solo tenemos dos opciones: Si o no (Mt 5,37). Y cada una de estas opciones tienen connotaciones muy distintas como efecto: El cielo o el infierno (Lc 16.19-31).

Jesús otra vez habló en parábolas (Mt 13,34) y les dijo: "El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo. Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados, pero estos se negaron a ir… no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio; y los demás se apoderaron de los servidores, los apaliaron y los mataron” (Mt 22,2-6). En efecto, Dios nos ha enviado un montón de tarjetas de invitación a la boda de su Hijo y los que recibieron estas invitaciones no quisieron participar de la boda. Todos estaban demasiado ocupados, sus ocupaciones eran más importantes que la boda de Jesús con el hombre (Lc 9,57-62). Nunca comprendieron o comprendimos lo que se nos dice: “Felices los que han sido invitados al banquete de bodas del Cordero" (Ap 19,9).

La relación de Dios con el hombre se describe en la Biblia como alianza: “Esta es la Alianza que estableceré con la casa de Israel, después de aquellos días —oráculo del Señor—: pondré mi Ley dentro de ellos, y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi Pueblo” (Jer 31,33).  Mismo Jesús se declaró en algún momento como el novio: "¿Acaso los amigos del novio pueden estar tristes mientras el novio está con ellos? Llegará el momento en que el novio les será quitado, y entonces ayunarán. (Mt 9,15). La Iglesia presentada como la novia: “Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo” (Ap 21,2). ¿En qué momento es el desposorio entre el novio y la novia si no es el momentos del sacrificio de la redención?: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23,46). ¿Se imaginan la muerte de Jesús como una boda? ¿Y se imaginan que, nosotros a veces nos neguemos a participar de la boda de Dios con nosotros en cada Santa Misa festiva o dominical?

Los primeros invitados, los que han tenido preferencia y se negaron a asistir, serán suplidos por otros, por aquellos a quienes nadie invita. Salgan, dice, al cruce de los caminos e inviten a todos los que encuentren bueno y malos. No se fijen si son de los que la gente excluye y margina. Desde ahora, quiero que todos sean invitados del novio y participen de la boda de mi Hijo (Mt 22,9). La parábola de los invitados a la boda, puede ser un bello modelo de cómo quiere Jesús que sea su Iglesia. Si Jesús es el novio, la Iglesia es la novia, y el Padre es quien organiza la fiesta de bodas. Y ¿dónde entramos a tallar nosotros si no es en la iglesia por el bautismo? (Jn 3,5). Pero no todos tienen vocación de fiesta. Abundan los que siempre tienen alguna excusa para no asistir y, claro, siempre son los mismos. Los que han comprado campos. Los que tienen que probar la nueva máquina.  Pero aquí un detalle. Dios no se da por rendido. Por eso dice: “Salgan al cruce de caminos, y a todos los que encuentren, invítenlos a la boda.” Los criados salieron y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos.” Entonces la sala se llenó de comensales (Mt 22,9).

Pero antes del inicio de la fiesta de boda, hay un detalle importante. El Rey entró a saludar a todos los comensales y advirtió que uno, no llevaba traje de fiesta, era un intruso y le dijo: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta? El otro permaneció en silencio. Entonces el rey dijo a los guardias: "Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes" (Mt 22,12-13). Es necesario revestirnos con traje de fiesta. Claro que hemos sido invitados a la boda no por ser buenos, sino incluso por ser malos, pero al entrar en la fiesta, en la misma puerta debemos despojarnos del traje de luto, dolor, resentimientos, rencores, etc. Quien pretende participar de la fiesta ceñida de falsedad o hipocresía, no está revestido con traje de fiesta, y será echado a las tinieblas, que es el infierno: “Epulón exclamó: Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan" (Lc 16,24).

El traje de fiesta es la santidad. Si deseamos estar en el banquete de bodas del hijo, debemos si o si revestirnos con traje de santidad. Jesús oró al padre: “Hazlos santos mediante la verdad. Tu palabra es verdad” (Jn 17,17). San  Pedro dice: “Así como aquel que los llamó es santo, también ustedes sean santos en toda su conducta, (IPe 1,15) de acuerdo con lo que está escrito: Sean santos, porque yo soy santo, (Lev 9, 2).                                                          

Somos especialistas en saber disculparnos: “no tengo tiempo”, “estoy ocupadísimo”, “otra vez será”, “lo siento mucho pero no puedo”. También somos educados en disculparnos ante Dios: “Se me pasó y no me di cuenta que era domingo o fiesta.” “Tenía mucho que hacer, porque durante la semana trabajo.” “Tenía que cuidar de mis niños.” Cuando se trata de negarnos a creer, tampoco nos faltan motivos: “Es que la Iglesia no soluciona el problema de los pobres.” “Es que en la Iglesia hay muchos pecadores.” “Es que la Iglesia está compuesta de hombres.” “Yo sí creo en Jesús, pero no en la Iglesia.” “Yo sí creo en Dios, pero a mi manera.” Nos falta mucha sinceridad y nos sobran disculpas. Nos falta mucha honestidad con Dios y nos sobran razones para no creer en Él. Creo a cualquier noticia de periódico y hasta la divulgamos, pero eso de creer en Dios está ya desfasado y pasado de moda. Eso por no decir, Dios me estorba porque me impide vivir como yo deseo. Yo quiero ser libre. Se olvidan que Dios es libertad. No me conviene creer en el Evangelio porque tendría que cambiar de vida y no estoy dispuesto a hacerlo. Por eso, muchos que dicen no creer, en el fondo llevan como una polilla que les habla de Dios.


Hacer cosas de Dios no es cuestión de ilusiones. No seamos como el joven rico que ilusiona el cielo y ahí queda todo: “Un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no mientas, no robes… él dijo: todo eso ya cumplí, que más me faltará? Jesús le dijo: si quieres ser perfecto anda, vende todo y dáselo a los pobres y luego ven y sígueme” (Mc 10,17). Dijo también que al cielo no se llega con bonitos deseos: “No son los que me dicen: "Señor, Señor", los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: "Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre?". Entonces yo les manifestaré: "Jamás los conocí; apártense de mí, ustedes, los que hacen el mal" (Mt 7,21-23).

sábado, 7 de octubre de 2017

DOMINGO XXVII – A (08 de Octubre del 2014)

DOMINGO XXVII – A (08 de Octubre del 2014)

Proclamación del Santo evangelio según San Mateo: 21,33-43

21:33 Escuchen otra parábola: Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero.
21:34 Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los frutos.
21:35 Pero los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno lo golpearon, a otro lo mataron y al tercero lo apedrearon.
21:36 El propietario volvió a enviar a otros servidores, en mayor número que los primeros, pero los trataron de la misma manera.
21:37 Finalmente, les envió a su propio hijo, pensando: "Respetarán a mi hijo".
21:38 Pero, al verlo, los viñadores se dijeron: "Este es el heredero: vamos a matarlo para quedarnos con su herencia".
21:39 Y apoderándose de él, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron.
21:40 Cuando vuelva el dueño, ¿qué les parece que hará con aquellos viñadores?"
21:41 Le respondieron: "Acabará con esos miserables y arrendará la viña a otros, que le entregarán el fruto a su debido tiempo".
21:42 Jesús agregó: "¿No han leído nunca en las Escrituras:
La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos?
21:43 Por eso les digo que el Reino de Dios se les quitará a ustedes, para dárselo a un pueblo que dé frutos a su tiempo para el reino de Dios". PALABRA DEL SEÑOR.

Las preguntas latentes de: “¿Quién podrá salvarse?” (Mt 19,25). “¿Serán pocos los que se salven?” (Lc 13,23). “¿Qué obras buenas tengo que hacer para obtener la salvación eterna?” (Mt 19,16).  También suscita otras preguntas como. ¿Por qué tengo que preocuparme tanto por mí salvación? Porque solo es aconsejable esta opción ante otra opción que sería la condenación. Recordemos esta escena: Jesús les dijo: "Vayan por todo el mundo, enseñen la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará” (Mc 16,15-16). Como ven no es lo mismo salvación y condenación, son completamente distintas opciones. No es que Dios nos condene, sino que cada uno hemos de optar por una de estas realidades escatológicas.

En las enseñanzas de los domingos anteriores se nos ha dicho: “El Reino de los Cielos es parecido a un propietario que muy de madrugada sale a contratar obreros para trabajar en su viña” (Mt 20,1)…  al fin de la jornada salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: "¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin trabajar?" Ellos le respondieron: "Nadie nos ha contratado". Entonces les dijo: "Vayan también ustedes a mi viña". Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: "Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros" (Mt 20,6-8). Luego, un hombre tenía dos hijos dijo al primero le dijo: "Hijo, ve hoy a trabajar a mi viña". Él respondió: "No quiero". Pero después se arrepintió y fue. Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: "Voy, Señor", pero no fue. ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?" "El primero" Respondieron (Mt 21,28-31). Hemos dicho que no se puede obtener la salvación con un si (palabras) luego no (hechos); decir que creo en Dios y luego con mi conducta niego la fe profesada. Para obtener nuestra salvación hace falta creer en Dios y luego hacer vida la fe profesada.

Hoy, el Señor nos agrega la enseñanza: “Llegó el tiempo de la cosecha, envió a sus servidores para percibir los frutos” (Mt 21,34). Pero los inquilinos de la viña nunca dieron el fruto al dueño de la viña. Este episodio bien podemos complementar con estas citas: Jesús mientras regresaba a la ciudad, tuvo hambre. Al ver una higuera cerca del camino, se acercó a ella, pero no encontró frutos más que hojas. Entonces le dijo: "Jamás volverás a dar fruto". Y la higuera se secó al momento” (Mt 21,18-19). “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Él corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía” (Jn 15,1-2). “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer” (Jn 15,5).  

“Envió a su propio hijo, pensando: Respetarán a mi hijo. Pero, al verlo, los viñadores se dijeron. Este es el heredero: vamos a matarlo para quedarnos con su herencia" (Mt 21,37-38). La gran tentación del hombre es adueñarse de la viña (vida, Iglesia) que Dios nos dio. Al respecto el trato que Dios hizo con el hombre que ha sido creado por Dios (Gn 1,26), es este mandato: “Dios tomó al hombre y le dejó en al jardín de Edén, para que lo cultive y lo cuide. Y le dio este mandato: De cualquier árbol del jardín puedes comer, pero del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comas de él, morirás sin remedio" (Gn 2,15-17).

Solo Dios es el dueño de la creación, el hombre es simple inquilino (“lo trabaje y lo cuide”), no tiene facultad de comer de todos los árboles que quiera y menos sentirse dueño de la creación o de su vida. Mal hace el hombre en querer adueñarse de la viña (la vida). Por ser criatura, el hombre tiene un convenio, un contrato con Dios: “El Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envió a su viña” (Mt 20,1-2).  Ahora como inquilino (Contrato=bautismo) está en la obligación de dar los frutos a su debido tiempo, si no cumple con dar frutos a su tiempo cae en la falta que ya se anunció: Dijo Jesús esta parábola: “¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña. Él respondió: No quiero. Pero después se arrepintió y fue. Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: Voy, Señor, pero no fue” (Mt 21,28-30). El evangelio termina diciendo: “Por eso les digo que el Reino de Dios se les quitará a ustedes, para dárselo a un pueblo que dé frutos a su tiempo para el reino de Dios " (Mt 21,43).

Si damos una mirada panorámica en los evangelios nos topamos con otra cita similar: "Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra? Pero él respondió: Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás" (Lc 13,6-9). U otra cita: “Algunas semillas cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron frutos: unas cien, otras sesenta, otras treinta” (Mt 13,7-8). “¿No sembraste buena semilla, y de donde crece la cizaña? Respondió, el enemigo lo ha hecho. Dijeron los viñadores ¿Quieres que los arranquemos? Respondió: Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero" (Mt 13,24-30). Al respecto dijo el señor: “Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los reconocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos?” (Mt 7,15-16).

“Todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos” (Mt 7,17-18). Es decir los viñadores asesinos son malos árboles, y ahí está su fruto: “Deciden adueñarse del viñedo asesinando al hijo de la viña. Y el hijo de la viña no es sino el mismo Jesús, el Hijo de Dios que fue crucificado fuera de la viña o de la ciudad. Y el mal árbol es igual al árbol que no produce frutos: “Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego. Ustedes, por sus frutos serán reconocidos” (Mt 7,19-20).

No se puede pretender engañar a Dios, aparentando ser bueno. Al ver que muchos fariseos y saduceos se acercaban a recibir su bautismo, Juan les dijo: "Raza de víboras, ¿quién les enseñó a escapar de la ira de Dios que se acerca? Produzcan el fruto de una sincera conversión, y no se contenten con decir: "Tenemos por padre a Abraham". Porque yo les digo que de estas piedras Dios puede hacer surgir hijos de Abraham. El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles: el árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego” (Mt 3,7-10).

Por tanto: “¿Podremos salvarnos pretendiendo adueñarnos de la viña asesinando al dueño de la viña? (Mt 21,38-39). Dicho de otro modo: “¿Obtendremos nuestra salvación a la fuerza, haciendo malas cosas, como matando o poniendo nuevas reglas según nuestros caprichos? ¿Seremos merecedores de la salvación sin obedecer los principios del contrato o alianza? Claro que no se puede. Recodemos aquella escena: Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día. Pedro lo reprendió, diciendo: Dios no lo permita, Señor, eso no te sucederá. Pero él, dándose vuelta, dijo a Pedro: "Apártate de mi vista, Satanás. Tú estás pensando como los hombre y no como Dios” (Mt 16,21-23). Es decir que el hombre no puede ni podrá obtener su salvación pensando o haciendo como se le antoje.